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Identidad y Comunidad

Un mundo donde el hombre no sea apenas un objeto de lucro

Por Sergio Cerón

Ningún sistema ha sido más detestable que el actual que transforma todas las actividades vivientes en mercancía; amenaza, incluso, la humanidad del hombre, afirma Alain De Benoist. Según Noam Chomsky, la comunidad de las finanzas detenta el poder real y la masa ciudadana ha sido convertida en un "rebaño desconcertado" al que se domestica mediante los servicios de una clase dirigente sumisa y corrupta y la complicidad de los medios de comunicación. Monseñor Michel Schooyans, doctor en sociología y filosofía de la Universidad de Lovaina, denuncia que se está construyendo un imperio de clase que emana del consenso establecido por la internacional de la riqueza y que "nos encontramos ante la más peligrosa ideología imperialista totalitaria que ha conocido el mundo

En el numero 111 de la revista "Elements", uno de los más profundos y comprometidos pensadores europeos, el francés Alain De Benoist, alguna vez exponente de la llamada "Nueva Derecha", calificación que detesta - se opone a la dialéctica de las ideologías - se pregunta si es posible un mundo distinto al de la globalización actual. Este hombre, cuyo pensamiento rechaza la especulación metafísica y teológica, camina por el filo del paganismo y proviene de una generación originariamente influenciada por el nacionalismo con influencias fascistas, coincide en su análisis con Noam Chomsky, lingüista judío de prestigio universal, activista político de izquierda, destacado miembro del Instituto Tecnológico de Massachussets y con el sacerdote belga, monseñor Michel Schooyans, profesor emérito de la Universidad belga de Lovaina, doctor en Sociología y en Filosofía y miembro consultor permanente del Consejo Pontificio para la Familia, en enfrentar decididamente en el plano intelectual al orden imperante en el mundo de hoy.

ALDEA GLOBAL DONDE IMPERA EL LUCRO

¿En qué mundo estamos viviendo?, se pregunta De Benoist. Y responde que virtualmente no es otra cosa que una aldea global donde el progreso económico, del que se supone que todos obtendrían beneficios, encararía una ineluctable evolución hacia un modelo político: la democracia liberal representativa, de la que los Estados Unidos constituirían el modelo más acabado. Ese mundo se convertiría en un vasto mercado poblado por simples consumidores, sometidos cada vez más a un orden mercantilista.
Ese sistema está basado en la transformación de todas las actividades en mercancías. La mercancía sólo tiene valor por medio del dinero. En ese mundo de la mercancía, la ley suprema es la del lucro, legitimado por una antropología que convierte al individuo en un ser que apunta siempre a la maximización de su propio interés. La sumisión progresiva de todos los aspectos de la vida humana a las exigencias de esta lógica desestructura la cohesión social y, de tal manera, se genera una sociedad puramente comercial, en la cual los hombres que no se acoplan a ella no sólo son extraños , sino necesariamente rivales y enemigos.

Los seres humanos son considerados entonces a través de su capacidad de compra, la capacidad de generar lucro y la aptitud de producir, trabajar y consumir. Los medios de comunicación uniforman los deseos y las pulsiones, a costa de una profunda erosión de los imaginarios colectivos y de la creación de una falsa conciencia, de una conciencia alienada.

Este es el mundo en que vivimos, un mundo que ha abolido las distancias y el tiempo, en el que el capitalismo financiero no está conectado a la economía real, ya que la mayoría de los intercambios de capitales no corresponden a los intercambios de productos. En el que la economía real se desarrolla sin consideración de las fronteras, donde las pasiones se reducen a los intereses, donde el valor está reducido al precio, en el que los niños se convierten en bienes e instrumentos de consumo durable, en el que la política ha sido reducida al mínimo indispensable, en el que los detentadores del poder ya no son elegidos y aquellos que lo fueron, están reducidos a la impotencia.

OTRO MUNDO ES POSIBLE

Para paliar la miseria afectiva, el sistema usa varias estrategias. Por un lado. crea ininterrumpidamente nuevas necesidades, multiplica las distracciones y los entretenimientos, propaga la idea de que la felicidad no puede existir fuera del consumo, cuyos límites son continuamente corridos más lejos. Por otro lado, con el pretexto de luchar contra el "populismo", el "comunitarismo" o el "terrorismo", se multiplican los procedimientos de control y vigilancia. Con el pretexto de la seguridad se restringe la libertad, se instaura la democracia de las bocas cosidas.

Para quebrar la capacidad de los movimientos sociales, para disuadir a las personas de formular preguntas, para desarmar las nuevas "clases peligrosas" y hacer inoperantes sus veleidades de rebeldía, se crean enemigos omnipresentes, demonizables a gusto, se instrumentan conflictos culturales y los choques entre comunidades. Como siempre, se divide para mandar. El objetivo es instaurar la cuota de caos necesaria para reinar sin sentirse amenazados.

Ante este espectáculo siniestro, obviamente es imposible no experimentar simpatía hacia un movimiento que reclama otro modelo, en el que el mundo no sea un mercado. Este otro mundo es posible.

Sin embargo, esa simpatía debe fundarse en criterios críticos. No se trata de reprochar al movimiento antiglobalización que no existan alternativas claras que proponer contra el sistema imperante, ni exigirle que defina puntualmente objetivos cuando en principio expresa con claridad a lo que se opone, ni siquiera que sea un conglomerado heterogéneo donde se encuentran contestatarios emotivos, auténticos libertarios, los revolucionarios de siempre y lo socialdemócratas exigentes. Se trata, más bien de exigir que se anteponga la reflexión a la indignación y que se apunte a llegar hasta el fondo de las cosas.
Alain De Benoist es contundente en sus ideas:

No basta denunciar las desigualdades sociales en nombre de la justicia y de la dignidad, o apelar a las soluciones "humanas" contra la inhumanidad del orden financiero.
No es suficiente hablar de "tolerancia" para reconocer en plenitud la diversidad cultural.
No basta oponer la racionalidad ética a la racionalidad del dinero.
No basta, finalmente, decir "no a la guerra" para diseñar ante el unilateralismo americano los perfiles de un nuevo orden de la Tierra, de un orden multipolar.
DESCOLONIZAR LA IMAGINACION

Para él es evidente que el movimiento "antiglobal" no expresa ideas precisas sobre la naturaleza del hombre y sobre la esencia del político. Le falta una antropología que le permita enfrentar la globalización en nombre de los pueblos y no de las "multitudes" - de las que habla Antonio Negri - en nombre de la libertad y no de los "derechos del hombre".
Militar por otro mundo implica para el pensador francés, la ruptura de una matriz ideológica que ha llevado tanto al internacionalismo liberal como al estatalismo "progresista"

Como sostuvo Jean-Claude Michèa, "la idea de una sociedad decente o socialista, no puede basarse en el proyecto de "otra economía" o de "otra globalización", proyectos que no pueden conducir a fin de cuentas sino a un "altercapitalismo"
Ella debe fundarse, en cambio, en una relación distinta entre los hombres y la economía.

En resumen para De Benoist no se trata de corregir las injusticias de un sistema o de limitarse a un acercamiento estructural a las cosas en juego. Se trata de acabar con la dictadura de la economía, el fetichismo de la mercancía y la primacía de los valores mercantilistas. Se trata de descolonizar la imaginación. De jugar todas las bazas al advenimiento de otro mundo, que no sea solamente un paso más allá de las cosas, una visión trascendente o utópica, sino un nuevo mundo común y concreto.
¿Perspectiva revolucionaria?- pregunta a quienes vacilan ante el desafío. Y responde: "No será jamás tan revolucionaria como el sistema capitalista financiero que, en este mundo actual, ha destruido todo"

FABRICANDO EL CONSENSO

Noam Chomsky, en su ensayo "Fabricando el consenso", editado en 1993, contrapone dos conceptos de la democracia:

· Uno, es el que lleva a afirmar que en una sociedad democrática, por un lado, la gente tiene a su alcance los recursos para participar de manera significativa en la gestión de sus asuntos particulares y que los medios de información son libres e imparciales.
Una idea alternativa de democracia es la de que no debe permitirse que la gente se haga cargo de sus propios asuntos, a la vez que los medios de información deben estar fuerte y rígidamente controlados.
A juicio del autor esta concepción es la idea hoy predominante. Tiene, sin embargo, claros antecedentes históricos que se remontan a las revoluciones democráticas inglesas del siglo XVII.

La primera gran operación moderna destinada a dirigir a las masas fue realizada por el gobierno norteamericano de Woodrow Wilson, para arrastrar a una población manifiestamente pacifista a la Primera Guerra Mundial. Elegido en 1916, Wilson creó una comisión de propaganda, conocida como Comisión Creel, "que en seis meses logró convertir a una población pacifica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y así salvar al mundo", sostiene Chomsky.

Las principales argumentaciones surgieron del ministerio de propaganda de Gran Bretaña, cuyo propósito era, como quedó reflejado al conocerse con el tiempo documentos reservados, "dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo"
El poder financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que obtuvieron todo tipo de provechos.

Walter Lippmann, destacado analista político y ensayista estadounidense de la primera mitad del siglo XX, expuso una teoría sobre la democracia "progresiva", por la cual se sostiene que en una democracia con un funcionamiento adecuado, los ciudadanos se agrupan en distintas clases:

· En primer lugar, los ciudadanos que protagonizan un papel activo en cuestiones relativas al gobierno y a la administración. Es la clase que analiza, toma decisiones, ejecuta, controla y dirige los procesos ideológicos, económicos y políticos, la que ejerce el gobierno de la sociedad. Sus miembros son una exigua minoría
Luego, las grandes mayorías, que tienen asignado el papel de espectadores, sometidas a la permanente y forzosa opción de los candidatos que el sistema les impone por los mecanismos de control ya mencionados, que pasan inadvertidos para quienes no tienen una especial capacidad de análisis. A estos individuos Lippmann los calificó de "rebaño desconcertado".
De ahí que, según Chomsky, la clase dominante haya protagonizado la nueva revolución en el arte de la democracia: la fabricación del consenso.

Esa clase dominante, que maneja todos los hilos de la representación hace todo lo posible por pasar inadvertida y concentra en pocas manos una enorme porción del poder social. Es la que controla las grandes multinacionales industriales y financieras.
El teólogo del sistema, Reinold Niebuhr, afirmaba que la racionalidad es una técnica, una habilidad al alcances de muy pocos: sólo algunos la poseen, mientras que la mayoría de la gente se guía por las emociones y los impulsos.

En las décadas de los años veinte y treinta del siglo pasado, Harold Lasswell, fundador del moderno sector de las comunicaciones y uno de los analistas políticos americanos más destacados, explicaba que no deberíamos sucumbir a "ciertos dogmatismos democráticos que dicen que los hombres son los mejores jueces de sus intereses particulares. Porque no lo son; somos nosotros los mejores jueces de los intereses y asuntos públicos".

MAS EFICAZ QUE EL GARROTE

En un estado que se proclama democrático no se puede apelar abiertamente a los métodos represivos usuales en los estados totalitarios o autocráticos. Los problemas de gobernabilidad no se resuelven con cachiporras o bayonetas. La solución es más sutil, más útil y, en cierto modo, más perversa. La fuerza bruta frontal es substituida por las técnicas de la propaganda o, si se prefiere ser más contundentes, por el lavado de los cerebros.

Para lograr que este mecanismo alcance toda su eficacia, es necesario que el individuo se convierta en una suerte de átomo aislado, al margen de toda institución u organización social que lo contenga y lo organice, porque en este caso podría ser algo más que un simple espectador pasivo.

Esta técnica ha resultado muy eficaz. Si observamos el mundo actual, en particular la Argentina del último medio siglo, apreciaremos que la clase especializada, colaboracionista del sistema, cumple con el entrenamiento a que ha sido sometida y que ha aceptado, para trabajar al servicio de los amos, de los dueños de la sociedad. El resto de la población es privada de toda forma de organización; los individuos capaces de pensar por sí mismos y de analizar una realidad que cuestionan, son mantenidos por el sistema al margen de todo instrumento eficaz de comunicación social. Están encerrados en una suerte de gueto intelectual, desde el cual es casi imposible influir en la mayoría de la población, alienada por los medios de comunicación gráficos y audiovisuales sometidos al control del poder financiero.

Dice Noam Chomsky que el ideal de atomizar al individuo ha sido alcanzado en gran medida gracias a la destrucción paulatina de todas las instituciones que lo albergaban y le permitían trascender en la sociedad. Sin embargo, algunas logran subsistir. En el caso de los Estados Unidos, buena parte de la actividad disidente se refugia en las iglesias, por la sencilla razón de que existen. El "rebaño desconcertado" nunca acaba de estar debidamente domesticado.

Desde la caída del Muro de Berlín, la voz más universal, conspicua y prestigiosa que asumió la crítica del sistema capitalista financiero ha sido la de la Iglesia Católica, en especial durante el gobierno de Juan Pablo II. El gran adversario moral e intelectual de la globalización ha sido el Papa polaco que se pronunció claramente contra los abusos del sistema imperante en Occidente, incluyendo la estrategia política y militar que condujo a varias guerras. No debe resultar extraño, por lo tanto, que asistamos a una sistemática campaña de erosión de la imagen de la Iglesia de Roma y de sus figuras representativas en todo el mundo. Toda la información referida a ella es cuidadosamente manipulada desde el Estado Mayor del sistema globalizador.

No por casualidad en l982, en el Simposio sobre Economía, realizado en Roma, el cardenal Joseph Ratzinger, uno de los hombres de absoluta confianza del Papa denunció a David Rockefeller como el hombre que subsidiaba a todo género de grupos protestantes que pululan en América Latina, para minar con técnicas de difusión audiovisuales y de argucias difamatorias, el ascendiente del catolicismo. El hombre de confianza de Juan Pablo II recordó ante los economistas convocados a la reunión, que ya Teodoro Roosevelt, sanguíneo y belicoso liquidador de los restos del imperio español, mediante la guerra de Cuba - justificada, ¡cuando no!, por el supuesto ataque al acorazado Maine - declamaba desde su sala de trofeos de caza que Estados Unidos no lograría dominar a la América Latina mientras ésta siguiera siendo católica. En su profética "Oda a Roosevelt", olvidada por los intelectuales y los docentes argentinos, Rubén Darío, el poeta nicaragüense que revolucionó la lengua española, denunció a principios del siglo XX al naciente y agresivo imperialismo yanqui. Al que recordó, sin embargo, que sin bien tenía todos los instrumentos del poder, sólo le faltaba uno: DIOS.

Si colocamos nuestros ojos sobre la Argentina de hoy, podemos apreciar que mientras los sectores identificados con la forma de democracia inspirada y promovida desde los centros financieros especulativos toleran y ocultan los desafueros cometidos diariamente por políticos y empresarios venales y corruptos, se observa una sistemática estrategia de destrucción de todas las instituciones capaces de albergar a los hombres y mujeres destinados a formar parte del "rebaño desconcertado". Familia, sistema educativo, sindicatos, centros de investigación científica y tecnológica, entidades de la cultura tradicional, fuerzas armadas y de seguridad, firmas de comunicación social (gráficas y audiovisuales) e industrias de viejo arraigo han sido desarticuladas, desmanteladas e incluso destruidas, enviando a la marginalidad social a grandes sectores de la clase media y de operarios calificados. Pero el mayor encarnizamiento, con la complicidad escandalosa de medios de información, políticos e integrantes del sistema judicial, se manifiesta contra la Iglesia Católica, a la que no se le perdona que defienda sus valores esenciales y permanentes y se rebele a renunciar a ellos en nombre de los derechos que se reconoce a los grupos marginales y antisociales de expresar con absoluta libertad sus reclamos y apetitos.

La estructura cultural ha sido puesta en manos de quienes se autodefinen como "izquierda progresista", convertida en brazo del imperialismo globalizador, con el papel de anestesiar, como señala Chomsky a las grandes masas populares. ¿Cómo identificarla? Sus representantes más conspicuos firman en todas las columnas de opinión, aparecen en todos los programas periodísticos, son convocados a cuantos paneles se organicen sobre cualquier tema, y figuran en los elencos de todos los premios con que el sistema proyecta la imagen de sus servidores para que el grueso del público los acepte como profetas sociales.
El resto de las mujeres y hombres pensantes, que aún luchan por su país y su gente hambreada y marginada, no integran la agenda de ningún influyente de turno. En consecuencia, pocos saben de su existencia. Como dijera Ezequiel Paz, en el siglo XIX, ..."Lo que La Prensa no publica, no sucedió".

"PIENSO, LUEGO EXISTO"

A pesar de todo esto, que diseña un panorama abrumador y pesimista, desde las entrañas de la sociedad humana brota una creciente, aunque por ahora inorgánica rebeldía, contra el orden instituido. La cultura disidente sobrevive en distintas expresiones, a veces divergentes entre sí, pero decididas a enfrentar al imperio global anglosajón. Coinciden los pensadores católicos y de otras confesiones, con los agnósticos en materia religiosa; las viejas generaciones de los luchadores de la defensa de la soberanía de los pueblos, con las juventudes iconoclastas decididas a barrer con todo, que han perdido contacto con quienes no han tenido ocasión de transmitirles sus conocimientos y sus sueños. Si bien es cierto que Dios escribe derecho con renglones torcidos, también lo es que nunca es más tenebrosa la noche que cuando a está punto de amanecer.

Las guerras se ganan en la conciencia de la gente. No tenemos derecho al pesimismo vital, cuando sabemos fehacientemente que millones de hombres y mujeres del mundo se movilizan para enfrentar a un modelo perverso. Gente que piensa y que lucha.
Como Descartes, bien podemos apelar entonces al "Pienso, luego existo" que justifique nuestra decisión de luchar.
Para lo cual debemos conocer al enemigo en todos sus aspectos. El Imperio Anglosajón y sus aliados están preocupados por la expansión demográfica del Tercer Mundo, del que dependen para importar materias primas y energía y dar salida a sus productos.
Monseñor Michel Schooyans, sacerdote belga, doctor en Sociología y en Filosofía y miembro del Consejo Pontificio para la Familia es un alto exponente intelectual de la doctrina papal contra la globalización promovida por el capital financiero.
Sostiene que los países ricos creen que su seguridad está amenazada por los países pobres, a los que es necesario controlar para no perder sus privilegios. Las empresas multinacionales aparecen aquí como un mecanismo esencial del sistema global de dominación, para lo cual "mantienen un chantaje basado en la amenaza del traslado de fábricas, en caso de considerar exorbitantes las reivindicaciones de los trabajadores locales. Organizan la competencia y, al mismo tiempo, la controlan, ya que las relaciones de competencia quedan limitadas al mundo de los trabajadores, entre los que las desigualdades de retribución constituyen, a nivel mundial, un factor de división que hay que alimentar para seguir dominando".

Se está construyendo un nuevo orden mundial de tipo corporativo, en el cual Estados Unidos se arroga el papel de liderazgo. El bloque de naciones ricas, con Europa Occidental y Japón incluidos, se esfuerza por frenar el crecimiento y la capacidad de producción de las naciones en vías de desarrollo o subderrolladas, y practicar el maltusianismo económico, basado en el control del crecimiento demográfico y vigilar la contaminación ambiental, en vista de que si en el hemisferio sur la explotación de los recursos siguiera los caminos abiertos en las naciones ricas, el planeta se encaminaría a su agotamiento. Los países del Tercer Mundo deberán aceptar, de acuerdo a ese criterio, un programa "global" y admitir que su desarrollo se haga bajo control y con el visto bueno imperial.

Al igual que se fijan límites para el crecimiento económico, se impondrán límites para el crecimiento político. Esta estrategia mesiánica se despliega desde los centros internacionales de poder, con perceptible asentamiento en Washington y Londres, con la franca complicidad de las clases ricas de las sociedades pobres.

El Imperio teme tanto a las bombas nucleares como a las bombas ecológica y demográfica.

Trata de hacer todo lo posible para que las naciones ricas en recursos naturales, desde alimentos hasta energía, no lleguen a desarrollar capacidad atómica de disuasión. La Argentina fue obligada a partir del gobierno de Alfonsín a desmantelar las instalaciones para la producción de uranio enriquecido y plutonio y a entregar el misil Condor II para su desguace en Estados Unidos; Corea del Norte e Irán integran la "Lista del Mal" y Brasil es atentamente observado por sus instalaciones que enriquecen uranio y los esfuerzos, hasta ahora fracasados, para contar con un vector que podría ser lanzado desde su base de Alcántara, situada en su zona ecuatorial.

EL MAS PELIGROSO IMPERIALISMO TOTALITARIO

Monseñor Schooyans sostiene que una minoría dominante maneja los asuntos mundiales a la cual se permite a las clases gerenciales del Tercer Mundo sumarse, con su incorporación a sociedades más o menos informales, como la Trilateral, el Club de Roma y el grupo de Bilderberg.

"Un proyecto tan global y totalizador requiere necesariamente dispositivos jurídicos y políticos apropiados. En cuanto una "elite" acepta su propia "colonización ideológica" se separa de su pueblo y pasa a ser capaz de todas las abdicaciones. A partir de entonces, puede ser utilizada como repetidor de un centro de poder de un tipo totalmente nuevo...", dice el jesuita belga.

Este imperialismo de clase asume la singularidad que no se encarna en un Estado de contornos visibles; aunque Estados Unidos aparece como su brazo armado, nadie sabe quién decide ni quién es responsable. El lenguaje parece totalmente desconectado del sujeto que lo produce, todo es anónimo, impersonal y secreto. Este discurso violenta a las personas que lo reciben, reduciéndolas a la condición de receptáculos pasivos de una verdad venida de fuera, de depositarias de un saber alienado, alienante y hasta esotérico.

Ese nuevo imperialismo carece de un "duce" o un "führer", pues los que lo controlan y promueven tienen sumo cuidado de no dejarse ver.

La doctrina más peligrosa y perversa que genera es la de la "Seguridad Demográfica". Tiene por función seducir a los que invita o fuerza a adoptarla .

"Las mujeres a las que se hace abortar y los pobres a los que se esteriliza son "programados" para que hagan suyo el punto de vista que generan los que desean su alienación...Hasta el presente - clama Schooyans - nos encontramos ante la más peligrosa ideología imperialista totalitaria que ha conocido el mundo".

El consultor de la Santa Sede expresa con libertad y contundencia conceptos que por razones de necesaria prudencia surgen con más sutileza y cautela, aunque con toda claridad, de la posición de Juan Pablo II frente a la dramática realidad que vive el mundo.
El aumento geométrico de la población de los países pobres, es un peligro tan real para el imperio que se siente obligado a aplicar la doctrina de la seguridad demográfica.

"Es así que vemos surgir una nueva medicina, una medicina del cuerpo social más que del individuo. Una medicina que consiste en administrar la vida humana como se administra una materia prima, en constituir una nueva moral basada sobre un nuevo sentido de la vida, en penetrar en la familia disociando, con una eficacia total, la dimensión amorosa y la dimensión procreadora de la sexualidad humana; en transferir a la sociedad la gestión de la vida humana, desde la concepción a la muerte; en proceder con ello a una selección rigurosa de los que serán autorizados a transmitir la vida...", prosigue el catedrático de Lovaina.

Esta ideología mesiánica y herméticamente laica, así como la moral del amo que le es inherente, exige que sus autores reprogramen a los demás hombres. Hay que programarlos física y psicológicamente, hay que planificar su producción y su educación; para ello, habrá que utilizar el hedonismo latente, y contar con la búsqueda del placer.

La utilidad es el criterio único que debe tenerse en cuenta a la hora de admitir la entrada de un ser humano a la existencia.
Al perceptible reordenamiento estratégico y económico que se vislumbra con el surgimiento de la China y la India en este siglo, el protagonismo geopolítico que pretende asumir Vladimir Putin como eventual líder del renacimiento del nacionalismo ruso y la presencia del Islam como antagonista del occidente capitalista, hemos de sumar el crecimiento de la rebelión de las conciencias en el ámbito que el Imperio Anglosajón se reserva como territorio propio. En Estados Unidos, en Europa y América Latina, se generan núcleos de hombres y mujeres que asumen su vida con sentido trascendente, tanto en lo espiritual como en lo político-social.
Esta fuerza crece y es, en el fondo, un enemigo más peligroso para el Imperio que los eventuales contendientes que pueden desplegar su creciente desarrollo económico o su panoplia termonuclear.

El hombre, cada uno de nosotros, es en la callada sabiduría de la Creación, la medida del Universo.

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