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Identidad y Comunidad

Televisión, ¿arte de usar y tirar?

José Javier Esparza

El Forum Deusto ha organizado este ciclo de intervenciones bajo un título muy sugestivo: arte y parte en la sociedad del espectáculo. Y, ciertamente, pocas formas de comunicación hay más vinculadas a la sociedad del espectáculo que la televisión, puesto que es precisamente la televisión la que garantiza la permanente puesta en escena de la sociedad ante sí misma. La sociedad-espectáculo sería impensable sin la televisión; la televisión no tendría gran sentido, tal y como la conocemos, fuera de una sociedad del espectáculo.

Ahora bien, la televisión no es sólo un espejo, ni tampoco es sólo un medio de comunicación, sino que por sus características técnicas y por el proceso de producción de sus mensajes puede también ser concebida como una forma de arte, de creación. La cuestión que yo quisiera discutir con ustedes no es a qué podemos llamar "arte" y a que podemos llamar más bien "técnica"; ese tipo de discusiones entra ya en el terreno de lo bizantino, a pesar de lo cual todos podemos ponernos de acuerdo en que el Partenón de Atenas es arte y en que una vivienda de protección oficial, normalmente, no lo es. No, la cuestión que yo quisiera plantearles a ustedes es más bien esta otra: en el entorno de la sociedad del espectáculo, un entorno donde la televisión es protagonista, ¿qué posibilidades le quedan abiertas al medio televisivo como creación, como arte de comunicación? ¿Es posible hacer arte desde la televisión? En sus líneas básicas, la producción televisiva difiere poco de la cinematográfica. Sin embargo, ¿por qué todos estamos dispuestos a considerar que el cine es un arte y, por el contrario, pocos defenderán que la televisión también lo es? ¿Acaso será por la condición esencialmente efímera de sus productos? ¿Es la televisión un arte de usar y tirar? Pero si la televisión es el medio por antonomasia de la sociedad del espectáculo, ¿estaríamos viviendo entonces en una sociedad de usar y tirar? ¿Y eso no es una forma institucionalizada de nihilismo? ¿Es entonces la televisión aquella forma artística que correspondería al nihilismo colectivo? ¿Y puede no serlo? ¿Puede aspirar la televisión a crear una forma propia de arte que apunte a perdurar? ¿Y no es eso contradictorio con los propios fundamentos de la sociedad del espectáculo? En fin, de esto se trata.

¿Qué es la "sociedad del espectáculo"? El lugar del arte.

Empecemos, si ustedes me lo permiten, por el principio: la sociedad del espectáculo. Porque esta fórmula, "sociedad del espectáculo", resume muy bien, a mi juicio, el tipo de sociedad en que vivimos; al menos, en una de sus dimensiones. No diría yo que nuestra sociedad pueda ser definida exclusivamente como "sociedad del espectáculo": podemos definirla también como "sociedad de mercado", en la medida en que no cabe ya imaginar ni un solo sector de la actividad social que escape a la regla de la transacción y a las leyes de la oferta y la demanda; igualmente podríamos definirla como "sociedad del conocimiento", en la medida en que nunca había habido tanta cantidad de información a disposición de tanta cantidad de gente (otra cosa es la calidad de esa información, pero eso no refuta el empleo de la susodicha etiqueta); del mismo modo, nuestra sociedad podría ser definida como "sociedad de la opinión", porque nunca había sido tan determinante la cantidad de asentimiento ciudadano para guiar el proceso de la decisión en los asuntos públicos. Pues bien: nuestra sociedad, además de una sociedad de mercado, del conocimiento, de la opinión y de otras muchas cosas más, es también una sociedad del espectáculo, tal y como previó, hará pronto cuarenta años, el "situacionista" francés Guy Débord.

¿Por qué nuestra sociedad es una sociedad del espectáculo?

Porque vivimos en una sociedad en la que la puesta en escena se ha convertido en principio rector de todas las cosas de la vida, y especialmente de la vida pública. La sociedad del espectáculo es aquella en la que el grado de poder o de influencia (o simplemente, de existencia) de personas, grupos o acontecimientos viene determinado por su capacidad para convertirse en espectáculo. En este tipo de sociedad, estrechamente ligado a la aparición de los grandes medios de comunicación audiovisuales, una persona o un hecho sólo cobran auténtica existencia (existencia social) si logran presentarse como espectáculo, como puesta en escena, como acontecimiento. Por eso a nadie –sea una empresa, sea un partido político, sea un escritor- se le ocurre salir a la palestra pública sin una previa estrategia comunicativa. Y también por eso los actores y los showmen televisivos han ocupado el lugar de los intelectuales en la plaza pública –algo que Débord no previó-, mientras los políticos prestan una atención ya no instrumental, sino prioritaria, a la escenificación del poder –o del contrapoder.

La sociedad del espectáculo está íntimamente ligada a la dinámica del mercado, que viene a ser su motor colectivo. Continuamente pasan ante los ojos de los ciudadanos-espectadores nuevas atracciones que desfilan a golpe de talonario. Nadie que hoy aspire verdaderamente al poder puede dejar de poner su óbolo en los platos del dinero y de la comunicación de masas, que se han convertido en fuerzas no sólo autónomas, sino también ajenas al control colectivo, porque ya no hay contrapoder que compense su influencia. Y esta dinámica se ha apoderado también del arte: hoy no hay exhibición artística que no quepa ser concebida como espectáculo en el sentido más estricto del término. Ya no se trata de que la obra sea expuesta para que el espectador la mire; lo que prevalece ahora es la organización de exposiciones con capacidad de convocatoria pública, y las obras se someten a ese imperativo.

Esta es una de las razones por las cuales la obra de arte ha ido derivando hacia el concepto de "instalación" o de "performance": el protagonista ya no es la obra, la creación concreta, material, ese objeto, sino que ahora el protagonismo es para su puesta en escena, para la exhibición pública.

Hace pocos años, un artista mejicano –me disculparán que no recuerde el nombre: a veces la capacidad de olvido es un mecanismo de defensa; incluso puede que ni siquiera fuera mejicano- había concebido la idea de hacer que cien indigentes degollaran otros tantos pollos vivos frente al estanque del Retiro, en Madrid. Eso formaba parte de la programación de un conocido centro de arte de la capital. Creo que es un perfecto ejemplo de lo que aquí estoy defendiendo: el objetivo de este género de manifestaciones –y todos ustedes saben que no se trata de un caso aislado- no es mostrar un objeto, sino organizar una puesta en escena. Y cuanto más exitosa sea la puesta en escena, esto es, cuanto más público atraiga el espectáculo, más fácil le resultará al "artista" encontrar sponsor para su próxima manifestación.

Sinteticémoslo en la siguiente fórmula: en la sociedad del espectáculo, el arte deja de reposar sobre el objeto artístico para pasar a hacerlo sobre la exhibición, sobre la puesta en escena, al margen del objeto expuesto e incluso sin que sea necesario que éste exista –un contenedor vacío también es exhibición, y también tenemos ejemplos recientes de ello.

He puesto deliberadamente ejemplos extremos para hacer más gráfica mi idea sobre cuál es el lugar del arte en la sociedad del espectáculo. Vemos que se trata de un lugar, por así decirlo, acosado –acosado por la propia obligación de dar espectáculo.

Pero esto no quiere decir que la sociedad del espectáculo sea incapaz de generar un arte propio que, además, suscite la aprobación estética de la mayoría de las personas. Creo que el ejemplo eminente es el cine. El cine es la matriz artística específica de la sociedad del espectáculo. Y por este camino llegaremos a interpelar a la televisión como arte singular.

El cine como arte propio de la sociedad del espectáculo

Permítanme antes una consideración previa. La sociedad del espectáculo, para existir como tal, exige la previa satisfacción de un requisito técnico ineludible: la posibilidad de llegar a las masas. Las "masas" no quiere decir "mucha gente", ni tampoco "gente muy bruta", sino que aquí entendemos este término en el sentido que le ha dado la tradición sociológica: un tipo de público indiferenciado y anónimo, equivalente en cualquier parte, con independencia de su estatuto cultural o social, también al margen de sus aspiraciones individuales. Hay una sociedad de masas allá donde es posible representarse el cuerpo social como un todo homogéneo, anónimo e indistinto. Ya sabemos que las sociedades occidentales se fueron convirtiendo en sociedades de masas entre mediados y finales del siglo XIX, y que el proceso de industrialización terminó consagrando el concepto a lo largo del siglo XX, en la medida en que su resultado fue la homogeneidad de las características culturales, sociales, religiosas, políticas y económicas de las sociedades modernas. Pues bien: es justamente esa sociedad de masas la que reclama un tipo concreto de espectáculo, un tipo nuevo de puesta en escena.

Un espectáculo cortesano al estilo de la Francia o la España del siglo XVII, por ejemplo, no era propio de la sociedad del espectáculo, ni tampoco de la sociedad de masas: cuando la corte barroca pone en escena el orden social a través de una compleja matemática coreográfica, lo que está haciendo es proveerse de un discurso estético propio, autónomo, de afirmación de sí misma. El pueblo que lo ve a través de los barrotes del jardín regio puede disfrutar con el espectáculo, como disfruta cuando el lujo de la carroza real surca las calles, pero sigue siendo una escenografía autosuficiente. Y lo mismo ocurre cuando la fiesta no es cortesana, sino abierta al pueblo, como sucedía en la fiesta cívica popular o en el rito religioso del barroco. Para empezar, estos espectáculos acontecen de una sola vez, no son puestas en escena permanentes; además, corresponden a unas coordenadas sociales y culturales muy específicas, incardinadas en una comunidad concreta, no en una sociedad universal e indiferenciada. Quiero decir con esto que el espectáculo social no es lo mismo que la sociedad del espectáculo. Y que una sociedad del espectáculo requiere como paso previo que sea técnicamente posible servir espectáculo a todo el mundo y en todo momento; que no pare la música.

En efecto, el tipo de espectáculo que corresponde a la sociedad de masas es distinto del espectáculo social clásico. Ante todo, exige que sea extensible al mayor número posible de personas. Y eso requiere, a su vez, que existan medios técnicos de reproducción masiva, lo cual es una novedad de primer orden en la historia de la cultura. Hay un texto clásico de Walter Benjamin sobre este asunto: La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. La cuestión es esta: desde el momento en que la obra de arte pasa a reproducirse masivamente (por ejemplo, a través de la fotografía), su impacto gana en extensión y pierde en profundidad. "El aura de la obra de arte se atrofia", dice Benjamin. Así, por ejemplo, podemos imaginar la conmoción de un ciudadano del siglo XVIII ante la visión de un Cristo de Mena, visión que seguramente ha ido precedida de un largo viaje en busca de esa talla; pero, inversamente, conocemos bien la familiaridad, incluso la indiferencia de cualquiera de nuestros conciudadanos ante los cientos de miles de estampitas que reproducen hoy ese mismo Cristo. Pues bien, lo mismo ocurre con el espectáculo artístico: ha entrado en la época de la reproductibilidad técnica. Así el espectáculo de viejo estilo –por ejemplo, el teatro- pierde ascendiente en beneficio de otro género de espectáculo ya expresamente concebido para ser reproducido técnicamente. Es el caso del cine.

Walter Benjamin decía que el cine es la manifestación por excelencia del arte en la época de su reproductibilidad técnica. Nosotros diremos aquí, y por las mismas razones, que el cine es la disciplina artística más específica de la sociedad de masas y de la sociedad del espectáculo. Una película puede ser reproducida y vista tantas veces como uno desee y ante tantas personas como se quiera, tanto más desde el momento en que hay soportes nuevos que multiplican hasta el infinito su reproductibilidad. Además, en su propio proceso de elaboración entran ya las exigencias de la sociedad de masas, porque se trata de historias concebidas para un público universal, homogéneo e indiferenciado. Pero, ojo, no por ello deja de ser arte. Digo más: creo que es la forma contemporánea de arte por antonomasia.

Casi todo el mundo está de acuerdo en que el cine es un arte. El séptimo arte. Y, en tanto que arte, una de sus principales virtudes reside en que el soporte de la imagen móvil sonora permite integrar muy diversas disciplinas artísticas. Por ejemplo, en el gran cine encontramos aquella composición de imágenes y de colores que constituye la médula de la pintura; no es un azar que grandes maestros del cine como Kurosawa pintaran antes sus encuadres como acuarelas destinadas a cobrar movimiento, y esa es también la razón por la cual un buen director de fotografía resulta esencial para una película, en la medida en que sabrá incorporar adecuadamente imagen y color al soporte físico correspondiente. Pero encontramos también en el cine el esfuerzo escenográfico del teatro, que crea un espacio destinado no sólo a ser marco de una acción, sino también a comunicar al espectador un sentimiento permanente. Encontramos igualmente, desde luego, la voluntad narrativa de la literatura bajo una forma técnica específica que es el guión, esto es, el relato adaptado al lenguaje cinematográfico. Y encontramos, por supuesto, la música; aunque sea un asunto sujeto a discusión, somos muchos los que pensamos que la gran música contemporánea, la que alcanza a comunicar plenamente belleza al oyente, está precisamente en el cine, y basta pensar en las partituras de John Barry (Memorias de África, Bailando con lobos, Cotton club), Randy Edelman (El último mohicano) o la de Jean-Claude Petit para el Cyrano de Rappenau.

De manera que, en muchos sentidos, el cine es el soporte más adecuado para la obra de arte total en la edad contemporánea, del mismo modo que en el siglo anterior, para Wagner, lo había sido la ópera. Eso no quiere decir que cualquier película consiga el propósito: el talento sigue siendo un requisito indispensable. Pero esto sí quiere decir que, hoy, la cantidad de medios y recursos que está a disposición del creador facilita el camino.

Con todo esto quiero subrayar, muy particularmente, que el soporte de la imagen móvil, a pesar de lo que sostiene un cierto discurso nostálgico, no está reñido con el concepto clásico de arte, sino todo lo contrario: ofrece una plataforma material excelente para empujar la comunicación artística hasta donde el talento del cineasta sea capaz de escalar. Si películas como Blade Runner, de Ridley Scott, pueden convertirse en "películas de culto" es justamente por su capacidad para comunicar plásticamente imágenes y sentimientos con una profundidad insuperable. Pongo este ejemplo a título personal, pero cualquiera de ustedes podrá aportar sus propios ejemplos. Naturalmente, como ocurre en todas las artes, también en el cine hay obras menores, composiciones destinadas a satisfacer un rápido consumo, y no faltan las obras deleznables, aquellas que podemos considerar como urgentemente prescindibles. Esto, en todo caso, no afecta al cine como soporte artístico: todos estamos de acuerdo en que hay un cine que merece el calificativo de gran arte y otro que, aunque técnicamente sea arte, no merece mayor consideración. Pero ese mal cine no es peor que cualquiera de las miles de novelas olvidadas e ignoradas del siglo XIX a cuyos oscuros autores nadie recuerda ya. La existencia de obras frustradas no refuta la cualidad de una disciplina artística.

Recapitulemos: ya hemos visto que estamos en una sociedad del espectáculo, que esa sociedad genera su propio tipo de arte y que ese tipo específico de arte es el cine o, más extensamente, la imagen móvil sonora como plataforma de expresión. Vayamos ahora a un desarrollo lógico de estos planteamientos: el papel que la televisión ocupa en este nueva época del arte.

El problema de la televisión

En la televisión, en principio, debería regir el mismo criterio técnico que en el cine: su soporte es también la imagen móvil sonora; su principio técnico es el mismo que el del cine, aunque sean diferentes los procesos de elaboración de la obra. Nada impide, en fin, que el creador de productos para la televisión derrame su talento en la composición plástica de imágenes y colores, en la creación de espacios habitados por la matemática de la escenografía, en la confección narrativa del guión televisivo, en la música que acentúa y subraya la comunicación entre el autor y el espectador. Y sin embargo, ¿por qué apenas somos capaces de recordar una sola obra televisiva de la que sea posible decir que es una obra de arte? Haciendo memoria, en nuestro país podríamos rescatar algunos títulos, muy pocos. Por ejemplo: La cabina, de Antonio Mercero. Nadie negará que La cabina, por la profundidad de su relato, por la interpretación de los actores y por el sugestivo carácter de su puesta en escena es una obra de arte.

Citemos otro ejemplo muy reciente: la versión de Escrivá sobre Arroz y tartana, de Blasco Ibáñez. ¿Pero esto es propiamente televisión, o es más bien cine –cine en pequeño formato? Para el espectador, la diferencia es prácticamente inapreciable. Y para el autor, tampoco es una diferencia decisiva. Este obstáculo lógico lo vamos a encontrar permanentemente en el terreno de los telefilmes, las TV movies, las películas para televisión: desde un punto de vista estético, es difícil tomar pie en estas obras para decidir de manera nítida que la televisión es arte. Y sin embargo, es el único ejemplo claro de arte en la televisión.

El panorama se hace más negro si uno enciende la televisión a cualquier hora del día. Veremos puestas en escena estrepitosas de sujetos que se gritan atrocidades para solaz del público, veremos espacios de carácter informativo que convierten en espectáculo la vida (y, más frecuentemente, la muerte) de los puntos más alejados del planeta, veremos relatos cuya profundidad o cuya elaboración apenas alcanza el grosor de un cabello… Veremos, en fin, un montón de cosas que, ciertamente, no sólo no son arte, sino que, además, difícilmente podrían serlo. ¿Es posible hacer arte en un informativo? Esta pregunta recuerda aquellos chistes sobre la imposibilidad de bailar la música del telediario. Y sin embargo, nadie negará que en toda puesta en escena narrativa, incluso si se trata de un reality-show, pueden comparecer elementos propiamente artísticos. ¿Por qué no somos capaces de reconocerlos en la mayor parte de la producción televisiva?

Bien: de entrada, hay que señalar que nunca es bueno pedirle peras al olmo. Y es que la mayor parte de la producción televisiva no se contempla a sí misma como una obra de arte. Por así decirlo, la dimensión artística no entra en el orden prioridades de un realizador, de un guionista, de un director o de un periodista en la mayor parte de los productos televisivos. Esto es así porque la televisión no es tanto un arte como una técnica –una técnica puesta al servicio de diferentes formas de comunicación, entre las cuales puede figurar la comunicación artística, o puede que no. Lo veremos mejor si mantenemos la comparación con el cine.

Inicialmente, en efecto, el cine tampoco era tanto un arte como una técnica puesta al servicio de una forma de comunicación: las primeras películas son simples retratos de escenas costumbristas, una cámara que se quedaba abierta ante el mundo y grababa directamente lo que allí aconteciera, como hoy haríamos con nuestra cámara doméstica de vídeo. No es hasta los años veinte del siglo pasado cuando podemos empezar a hablar de vocación artística de la cinematografía, y eso sin perder de vista que la mayor parte de la producción de la época son historietas de carácter cómico. Por otro lado, el cine seguirá siendo hasta los años cuarenta una técnica puesta al servicio del género informativo o del género documental. Algunas piezas de estos géneros pueden ser consideradas propiamente como obras de arte por su concepción, por sus aspiraciones y por su confección –esa fue, por ejemplo, la gran aportación de Leni Riefenstahl al cine documental-, pero la inmensa mayoría de estas obras no difieren mucho, desde el punto de vista de su cualidad estética, de un reportaje periodístico con imágenes en movimiento. El cine empezó a ser considerado un arte cuando tuvo expresamente tal vocación: nombres como Renoir o Clair son decisivos en este aspecto. Y así el cine, aunque siguió siendo una técnica de comunicación informativa hasta muy entrado el siglo XX, pudo legítimamente reivindicar para sí, al mismo tiempo, el estatuto de séptimo arte.

La televisión no es un género, sino una técnica.

Pues bien, el camino de la televisión es semejante, pero con la importante salvedad de que aún no ha reivindicado título alguno, sino que, por el contrario, sigue considerándose a sí misma, ante todo, como un soporte técnico: el soporte de la visión a distancia. En este sentido, cuando hablamos de producción televisiva estamos englobando bajo un solo epígrafe a una multitud de géneros que, en realidad, poco tienen que ver entre sí.

Es televisión, evidentemente, la información en imágenes: los informativos, los "telediarios", son televisión en estado puro, pero, desde el punto de vista de su concepción, están sometidos a unas leyes que son las mismas de la información en general, la que leemos en los periódicos o escuchamos en la radio. El espacio que la televisión informativa deja a quien quiera hacer "arte" es sumamente reducido: no va más allá de la pulcritud en la redacción de los textos y de la creatividad en el montaje de las imágenes. El espacio para la creatividad se amplía cuando hablamos de la información en gran formato: el género documental, también cuando se trata de programas divulgativos.

Aquí el realizador puede permitirse lujos que son propiamente artísticos. Sin embargo, el concepto de este tipo de televisión no es en modo alguno artístico: la elaboración del mensaje está subordinada a su objetivo informativo o divulgativo. Alguno de esos mensajes puede alcanzar cumbres estéticas ciertamente estimables, pero nadie aceptaría un programa divulgativo que sacrifique esa finalidad, su finalidad, a la mayor belleza de la composición. Y no hay más.

También es televisión el programa de simple entretenimiento. Pero tampoco es arte. En esta familia encontramos, por ejemplo, el socorrido espectáculo de variedades apuntalado sobre las actuaciones de intérpretes de la canción o de cualquier otra disciplina. Como ocurre en el género informativo, aquí el campo para la creatividad artística del profesional de la tele es limitadísimo: no va más allá de una realización vistosa. Más aún: en este género, la autonomía de la televisión como lenguaje específico queda enteramente subordinada a un lenguaje principal que es el del artista que actúa, el cantante que ejecuta sus números sobre el escenario, por ejemplo. Conste que, con frecuencia, detrás de las cámaras encontramos a profesionales de excepcional valor, gentes que aplican a su función técnica –una función, por otro lado, en absoluto sencilla- una maestría verdaderamente encomiable. Bajo ningún concepto quisiera que de mis palabras pudiera nadie deducir un menosprecio cualitativo a ese trabajo.

Sencillamente, sostengo que eso no es arte –porque está sometido a una finalidad cuyo criterio rector no es nunca la creación. Y el mismo criterio cabe aplicar a todos aquellos programas cuya función es poner en escena la realidad social más cotidiana a través del debate, la tertulia o, simplemente, el ruido: no hay en ellos espacio para voluntad artística alguna.

Sin salir del género del entretenimiento, en los últimos años hemos asistido al surgimiento de un subgénero nuevo: la creación, desde la televisión, de mundos autónomos, ajenos a la realidad física exterior, ajenos a la realidad no televisiva. Aquí podemos incluir eso que nosotros hemos llamado intimity-show y que los productores llaman "telerrealidad": se coge a sujetos de carne y hueso, se les arranca de su circunstancia personal y social concreta y se los inserta en una narración preconcebida cuyo contexto es tan variado como la supervivencia en una isla desierta, la seducción sexual, la adquisición de una vivienda o la simple exhibición de la propia privacidad. No negaré que tras todo este montaje hay un cierto aliento creativo superior, algo así como una vocación de construir realidades nuevas. Lo que pasa es que, desde mi punto de vista, se trata de un aliento creativo perverso, maligno, algo así como la mano siniestra del Doctor Mabuse que, en las películas de Fritz Lang, manipula a unos individuos que, para esa mente enferma, son ya sus criaturas. El intimity, la "telerrealidad", no carece de elementos que es posible interpretar como arte: la construcción –previa o sobrevenida- de un relato, la selección de un dramatis personae a partir de seres reales y no ficticios, la administración de emociones en el espectador, también el proceso selectivo de las imágenes sobre cada avatar narrativo… Pero, desde una perspectiva propiamente estética, estos elementos artísticos no difieren de los que podemos hallar en las películas pornográficas, donde también hay una técnica narrativa visual puesta al servicio de una exhibición directa del objeto, al servicio de un proceso de exposición en el que deliberadamente se ha procedido, como primer paso, a demoler aquel aura que antes caracterizaba al objeto artístico.

El único género en el que la televisión no es sólo un instrumento, sino que puede considerarse como una disciplina artística propiamente dicha, es el género de la narración audiovisual, la ficción, las series. Este género es perfectamente comparable a lo que la narrativa representa dentro del mundo literario. Como en la narrativa literaria, también en la narrativa televisual hay obras de fuste y obras menores, piezas memorables y otras que caen rápidamente en el olvido. Desde el culebrón de tercera clase hasta la gran telenovela sentimental, desde la serie menor de carácter cómico o simplemente grotesco hasta el gran relato coral, hay una amplia escala que da testimonio de cómo la televisión puede convertirse en un arte específico. Apartemos, por las razones antes descritas, a los telefilmes: éstos no son tanto televisión como cine, y la organización de sus secuencias narrativas está cortada por el patrón cinematográfico: una historia cerrada, autónoma, con principio y final en un solo bloque. El patrón televisual es distinto: la historia se prolonga varias semanas (trece o veintiséis), cabe reconstruir el argumento sobre la marcha, el relato debe adaptar su ritmo a las pausas publicitarias y, además, el creador está obligado a tratar cada capítulo al mismo tiempo como parte y como todo. La teleserie asume de entrada todas esas exigencias, y con ello adopta un lenguaje propio, específico. Pues bien, yo estoy convencido de que es posible hacer brotar arte de ese lenguaje.

La teleserie como arte televisivo.

Fíjense ustedes en todo lo que hace falta para poner en marcha una serie de televisión. Primero hace falta una idea, es decir, qué se quiere contar. Después se requiere poner esa idea por escrito, esto es, un relato. Además hay que adaptar el relato al ritmo televisivo, o sea, no sólo a su interpretación por actores, sino también al sistema de pausas y reanudaciones que la televisión impone. El relato, evidentemente, ha de ser interpretado, para lo cual hacen falta actores. Estos actores no funcionan solos, sino que necesitan un director, el cual no sólo ha de velar por la buena puesta en escena de la historia, sino que también debe guiar el trabajo de los intérpretes. Todo el conjunto debe desarrollarse en el interior de espacios determinados, espacios que normalmente son mucho más reducidos que los del cine, no sólo por razón de su extensión cuantitativa, sino también por motivos presupuestarios, y que sin embargo deben ser lo suficientemente elocuentes para impresionar al espectador. También hace falta una música: aquí no cabe una banda sonora al estilo de la pantalla grande, sino que la música cumple una función de reclamo, de atractivo, también de seña de identidad, y por eso la apuesta fundamental es la música de apertura de la serie, la que sirve de fondo al enunciado del título y de los intérpretes, porque en esos dos minutos debe comunicar al espectador la conveniencia de que permanezca delante de la pantalla. Concurren también otras artes que no tienen por qué ser menores: el grafismo de los rótulos, el montaje de secuencias visuales en un estilo hermanado con el de la publicidad, a base de impactos breves y directos… Pues bien: todo eso, y algunas otras cosas más, tiene que concurrir en la elaboración de una teleserie. ¿Hay o no hay razones para pensar que la televisión puede ser un arte?

Naturalmente, esto es el paisaje general. Después, cada cual pintará las cosas con colores de distinto valor. Habrá series que nos parecerán excelentes por el trabajo de sus intérpretes, aunque su historia sea de una insoportable trivialidad. Habrá otras que merecerán la mejor calificación por su ritmo narrativo, aunque su escenografía renquee. Otras, en fin, aportarán una puesta en escena de gran lujo para camuflar un argumento insustancial.

Como en toda disciplina artística, habrá creaciones estimables y habrá otras desdeñables. Esto, como es sabido, no depende tanto del género que se trabaje como del trabajo en sí mismo y del talento de quien lo ejecuta. Y el talento es el menos igualitario de los dones de Dios.

Sentado esto, supongo que todos podremos estar de acuerdo en que una buena serie para televisión es una obra de arte, con los mismos títulos con que puede serlo una buena película para la pantalla grande. Si ustedes me fuerzan, una buena serie es más arte que una mala película: en cualquier episodio de CSI o de 24 – o de Hospital central, por poner un ejemplo español- hay más arte que en Torrente, el brazo tonto de la ley. Y sin embargo, ¿por qué nos resulta, por lo general, tan difícil reconocer el carácter artístico de las producciones para televisión? Porque hay que decir que esto es así: cuando uno dice "arte", lo que se le viene a la cabeza es Leonardo, Velázquez o Bernini, no Bruckheimer o Mercero. ¿A qué se debe esto? ¿A qué se debe que los productos para televisión nos parezcan, en el mejor de los casos, un arte de usar y tirar, que puede sorprender o incluso emocionar una semana, pero que son rápidamente olvidados a los pocos meses?

Yo creo que esto se debe a buenas razones: para empezar, todos somos testigos de cuán rápidamente evoluciona el formato de la serie televisiva, hasta el punto de que un producto que hace diez años hizo furor, hoy nos resulta vetusto, como aceleradamente envejecido; además, el producto televisivo está sometido a la violenta presión de la competencia ya no diaria, sino minuto a minuto, de manera que no hay posibilidades materiales de dejar que una historia se desarrolle por sí misma; en tercer lugar, la televisión, precisamente por ser el escaparate privilegiado de la sociedad del espectáculo, se rige por leyes de condición extremadamente efímera (el imperio de lo efímero, como decía Lipovetsky hablando de la moda), unas leyes que imponen, ante todo, la permanente renovación de unos productos que son muy rápidamente no sólo consumidos, sino también consumados, de inmediata extinción. Es todo esto lo que hace que, a mi juicio, sea imposible aplicar al producto televisivo aquel carácter de perdurabilidad que por definición hay que atribuir a la obra de arte y que en el cine todavía tenía vigencia. Si ustedes me lo permiten, me gustaría detenerme brevemente en cada uno de esos factores: la rápida evolución de los formatos narrativos, la presión de la competencia extrema y las leyes del "imperio de lo efímero".

Los límites del arte en televisión.

La evolución de los formatos televisivos es un hecho que cualquiera puede constatar en todos los terrenos: en el informativo, en el del entretenimiento y, por supuesto, también en el narrativo. Veamos ejemplos que a todos nos resultarán familiares. En su día, el serial de Ibáñez Serrador Historias para no dormir nos pareció excelente, y ciertamente lo era; pero hoy lo revisitamos y lo primero que advertimos es que eso no parece tanto televisión como teatro puesto en escena. Otra serie de gran relevancia en la historia de la televisión en España fue Crónicas de un pueblo, dirigida por Antonio Mercero; hoy nos resulta pedestre, primaria. Hablando de Mercero –un autor al que yo tengo en gran estima-, citemos otros dos éxitos históricos: Verano azul y Farmacia de guardia; la historia de la televisión en España no puede escribirse sin mencionar estas dos obras, pero hoy nadie se atrevería a programar unas historias así, tanto por la candidez de sus planteamientos argumentales como por la lentitud de su puesta en escena. Estoy citando deliberadamente ejemplos de producciones que sin duda alguna pueden ser consideradas obras de arte –de arte televisivo. Desde el punto de vista técnico, estético y ético, se trata de obras de gran nivel. Sin embargo, apenas han soportado el paso de los años.

La perdurabilidad es una seña de identidad del arte. El paso de los años ennoblece las obras de Chaplin, llena de espiritualidad a las de John Ford e incluso realza al spaghetti-western de Sergio Leone. Por el contrario, ese mismo paso del tiempo aniquila al arte concebido para televisión. Viejas grandes series americanas como Ironside, El fugitivo o Bonanza, hoy nos evocan alguna era geológica anterior.

Se me podrá objetar que estoy proponiendo obras realizadas hace más de veinte años, lo cual inevitablemente tiene que confirmar mi presunción de que los formatos televisivos cambian demasiado deprisa. Pero fijémonos en obras mucho más recientes, obras que supusieron una importante innovación narrativa en la producción para televisión, y veremos que han envejecido a ojos vista.

Por ejemplo, la serie de Chris Carter Expediente X. Las primeras dos, tres temporadas fueron fascinantes y cualquier espectador, incluso los poco proclives a la sugestión de lo paranormal, tenían que reconocer que ahí había una forma nueva de contar las cosas.

Sin embargo, la cuarta y la quinta temporada resultaron ya rutinarias, repetitivas, casi "viejas", y ello a pesar de que el planteamiento general del producto apenas había cambiado. Al final, a Expediente X sólo seguían enganchados, precisamente, los espectadores proclives a la temática paranormal.

Otro ejemplo: la serie Twin Peaks, de David Lynch. Su barroquismo formal y el carácter onírico del relato revolucionaron la narrativa televisual. La revolución duró apenas un par de años.

Otro ejemplo más: las grandes historias policiales de Steven Bochco, Canción triste de Hill Street y Policías de Nueva York. La primera, que fue una revelación, envejeció al tercer año. La segunda nació ya vieja. Bochco probó fortuna después con Murder One. No sólo probó fortuna –y la tuvo-, sino que además empleo recursos narrativos nuevos –nuevos y muy buenos. La primera tanda de episodios fue maravillosa y dejó a la audiencia con la boca abierta. La segunda ya no despertó mayor interés.

Lo más asombroso es que la innovación prosigue, que siempre es posible seguir aportando novedad, y además novedad cualitativamente estimable. Recientemente hemos visto dos productos –uno de ellos, aún en pantalla- que también han supuesto importantes innovaciones estéticas y narrativas en el arte televisivo. Uno de esos productos es la serie CSI, patroneada por Jerry Bruckheimer, que, por su manera de entender la luz y el color, y por su modo aséptico de acercarse a las temáticas más escabrosas, se ha ganado la admiración de público y crítica. El otro producto es la serie 24, de Surnow y Cochran, que apostó por algo tan tremendo como la narración en tiempo real (cada minuto de relato televisivo es un minuto en la historia de los protagonistas) e incorporó además unos extraordinarios efectos de encuadres simultáneos. La serie 24 fue igualmente alabada por la crítica, aunque su recepción por el público resultó más fría. Sin embargo, ahí está la constatación de que es posible seguir innovando.

En España hemos tenido muy pocos ejemplos de audacias innovadoras. Quisiera citar, no obstante, el caso de la serie Policías, de Factoría de Ficción, cuya novedad estribaba sobre todo en un uso muy personal de la cámara y del montaje. Desde mi punto de vista, Policías ha sido uno de los mejores productos de la televisión española en un plano artístico. Pero no hay que olvidar que jamás gozó de un abrumador respaldo del público.

Este pequeño recorrido que acabamos de hacer a través de la producción televisiva reciente tiene una sola finalidad: demostrar con ejemplos por todos (o por casi todos) conocidos que la televisión está sometida a un proceso de innovación narrativa muy rápido; no sólo constante, sino también constantemente acelerado, de manera que los estilos se hacen viejos al día siguiente de haber triunfado. Esa velocidad de vértigo impide al espectador guardar memoria artística (esa memoria con la que recordamos a Balzac, a Dumas o a Galdós) de las historias que la tele le ha contado. En cierto modo, el creador de obras para la televisión ha de aceptar de antemano que su destino va a ser como el de la flor del cerezo: belleza de un día.

He mencionado antes un segundo factor que interfiere en la cualidad artística de los productos para televisión: la presión de la competencia, una presión que ya no se vive semana a semana, ni siquiera día a día, sino minuto a minuto, en la guerra con otro producto de la competencia por captar la mayor parte de un mercado publicitario necesariamente limitado. Hoy, en efecto, una serie de televisión ya no puede considerarse a sí misma como una historia autónoma, sino que su despliegue está relacionado con una franja horaria determinada en la que otros canales emiten otros productos, y en la que ha de comparecer un número determinado de anuncios publicitarios que permitan a la cadena considerar que el producto es rentable. Esa rentabilidad se mide segundo a segundo en función de una variable que se llama cuota de pantalla, ese share que tanto obsesiona a los programadores: el porcentaje de espectadores que en ese momento ve cada canal. En el terreno que nos ocupa, que es el de la creación, esa presión del mercado significa una sola cosa: si una historia no es capaz de mantener el interés sostenido de más del 20 por ciento de la audiencia desde el primer momento, esa historia estará condenada a desaparecer.

Quiero hacer una salvedad importante: aquí no se trata de denunciar al mercado, ni mucho menos de censurar el hecho de que el creador de historias tenga presente al público. Desde el principio de la historia del arte, todo creador quiere, ante todo, comunicar su obra al prójimo; el público es imprescindible en el proceso de la creación. Y parece bastante saludable que uno, al concebir una historia, se pregunte cómo hacerla para ser bien entendido y, si es posible, para ser muy aplaudido. El factor comercial forma parte del mismo proceso: la publicidad acudirá de manera casi inevitable al producto, a la historia que consiga llegar al público.

Ahora bien, en la televisión actual esta lógica se ha llevado hasta unos extremos tan insensatos que han terminado por invertir el proceso: ya no se imagina uno la historia y luego estudia cómo contarla al público, sino que ahora las productoras estudian a qué público han de llegar para recaudar publicidad y, en función de eso, conciben la historia. Asistimos así al nacimiento de historias sectoriales o sectorializadas en las que, venga o no a cuento, tiene que haber un matrimonio joven, un abuelo, unos pocos niños, bastantes adolescentes, ocasionalmente un disminuido y preferiblemente un inmigrante, de manera que el productor o el agente comercial, cuando vaya a un canal, pueda vaticinar que tales o cuales sectores del público van a seguir la historia en cuestión, lo cual es inmediatamente traducido en familias de anuncios comerciales. Por poner un ejemplo paródico, esto es como si Cervantes, antes de escribir Don Quijote, hubiera acudido a ver a un sponsor comercial y le hubiera dicho: "Mire usted, se me ha ocurrido que podríamos hacer una historia situada en La Mancha, para explotar publicitariamente el mercado de los vinos de Valdepeñas, donde apareciera una venta o posada, lo cual interesará a Paradores Nacionales, y que entre los personajes tuviera, además, un canónigo, un bachiller y un barbero, para tocar a las casas comerciales de productos de clerecía, juventud estudiantil y ramo esteticién. Y además podemos sacar a un vizcaíno, para contratarle anuncios al BBVA, y hacer un capítulo en Barcelona, para que nos dé publicidad el Forum de las Culturas". Esto es una perversión completa del proceso creativo.

Y es también una manera como cualquier otra de limitar la creatividad, que desde ahora queda constreñida, mutilada desde su misma concepción, en función de finalidades estrictamente comerciales.

Las víctimas de este planteamiento son aquellos productos que, por mantener un estilo narrativo clásico, de interés progresivo, son incapaces de enganchar un buen porcentaje en su estreno y se ven sacudidos de un lado a otro de la "parrilla" hasta su extinción final. Un ejemplo elocuente es el de la serie El pantano, en Antena 3: un producto quizá no fulgurante, pero sí de muy buen corte, que terminó naufragando como a su título corresponde.

Pero, además, ese fenómeno de la comercialización previa de la creación despliega efectos letales sobre la variedad y riqueza de las narraciones. Porque, con contadas excepciones, termina llevando a que todo el mundo quiera hacer la misma serie. En España tenemos muy buenos ejemplos de ello. Nuestra industria audiovisual, y esto es de justicia reconocerlo, ha experimentado unos progresos asombrosos en materia de series de ficción: hoy en nuestro país se hacen series que se cuentan entre las mejores del mercado internacional y que incluso se exportan, como ocurrió con Médico de familia. Pero la presión de la competencia comercial, esto es, la certidumbre de que todos juegan en el mismo campo, con un sólo balón y en una sóla portería, está conduciendo a que todos apuesten por el mismo corte de producto: una historia costumbrista bajo formato de comedia coral, superpoblada de personajes seleccionados mediante el mismo proceso de "casting" (el de la correspondencia con los sectores de consumo antes mencionados) y donde el relato evoluciona en función de las reacciones del público. Los Serrano, Aquí no hay quien viva, Casi perfectos o Mis adorables vecinos son, ciertamente, historias distintas, pero, en realidad, todos están contando las mismas historias. Y eso ocurre incluso con productos de personalidad temática más acusada, como Siete vidas, o sin personalidad en absoluto, como Ana y los siete.

Yo no responsabilizaría de ello tanto a los creadores como a los productores, es decir, a quienes diseñan la estrategia para que el producto "funcione" comercialmente. Y responsabilizaría también a los programadores de las cadenas, que han demostrado con creces su incapacidad para aguantar en pantalla una historia y esperar a que el espectador se adhiera a ella. Para conseguir que la creación venga avalada por el éxito, se apuesta por el éxito al margen de la creación. El resultado es una creación exitosa, sin duda, desde el punto de vista comercial, pero extremadamente plana (extraplana) desde el punto de vista artístico.

Naturalmente, si todos los creadores juegan a lo mismo, si todas las historias que nos cuentan son, en el fondo, la misma historia, nadie puede seriamente esperar que el espectador conceda a esos relatos la perdurabilidad que caracteriza a la obra de arte. Al contrario, en nuestra televisión la historia se ve, el espectador asiente, la sigue, la adquiere como hábito y, cuando termina, la sustituye por otra que le va a llenar exactamente la misma necesidad –la necesidad, en el fondo, de verse a sí mismo.

No sería justo si eludiera mencionar las excepciones. Hay productos que se atienen a un entorno temático y lo sostienen durante años: El comisario, Hospital central, Cuéntame, por ejemplo. No siempre alcanzan cumbres estéticas razonables, pero hay que reconocerles la voluntad de crear historias autónomas, incluso aunque en lo técnico –y, a veces, en lo artístico- queden por debajo de esos otros productos, las comedias costumbristas de corte coral. En todo caso, creo que el diagnóstico general es evidente para cualquier espectador que siga con ánimo frío las evoluciones de nuestras series: todas se parecen cada vez más; todas se olvidan cada vez más rápido.

En mi enumeración de los límites de la creatividad artística en televisión había citado un tercer elemento: el imperio de lo efímero, es decir, esa dinámica enloquecida que nos lleva a consumir novedad tras novedad hasta extinguirla en un solo movimiento. Quisiera detenerme un poco en ella para cerrar el círculo de mi intervención, porque, en efecto, aquí es donde más gráficamente se percibe que la televisión es hoy, en la mayor parte de los casos, un arte de usar y tirar. Y es que no sólo la televisión sufre este sino: en el cine, la mayor parte de la producción es de usar y tirar; en la literatura, las librerías están llenas de libros de usar y tirar; incluso en las artes plásticas es cada vez más común encontrar piezas concebidas para una exposición concreta que después desaparecen sin deja rastro.

Vivimos en una sociedad que ha hecho del consumo no ya un hábito, no ya una obligación, sino una auténtica patología: el consumo de la novedad es una fiebre que se ha apoderado de prácticamente todos los terrenos, tanto en la producción industrial como en la producción cultural. Hoy la mayor parte de la producción cultural no supera el estatuto efímero de la canción del verano, concebida para sonar un par de meses, llenar faltriqueras y deshacerse después en el aire. Que las creaciones para televisión sufran la misma suerte no es sino de una lógica aplastante: al fin y al cabo, la televisión es el medio de lo efímero por antonomasia. ¿Quién se acuerda de aquel señor que gritaba "Quién me pone la pierna encima"? Sin embargo, llenó horas y horas de emisión.

Estos tres elementos, que yo he examinado separadamente, en realidad están estrechamente relacionados entre sí. El imperio de lo efímero empuja a los públicos a una sed de novedad que sólo se sacia no mediante el consumo, sino, propiamente, mediante la consunción de una obra tras otra. Esto lleva a los creadores a una carrera cabalmente épica en pos de la innovación, que es arte siempre nuevo. Pero lleva también a los productores a instalarse en las posiciones más seguras, aquellas que han demostrado su capacidad para resistir la competencia minuto a minuto, aunque sea a costa de la perpetua reiteración. Y todo esto, en definitiva, es la sociedad del espectáculo. Una sociedad en la que la televisión, en buena medida, queda obligada a ser arte de usar y tirar –y otras muchas veces, a no ser arte en absoluto.

¿Esto es bueno o es malo? Sinceramente, no lo sé. Pero es lo que hay. Y lleva tanto tiempo siendo así, y esta dinámica parece tan instalada en la entraña misma del sistema, que, sinceramente, me veo poco inclinado al lamento. Quizá bastaría con repetir aquellas palabras con las que Arnold Gehlen cierra su impresionante estudio sobre la sociología y la estética de la pintura moderna: "A la postre, no se puede tener todo: veinte kilos anuales de dulces y cosas para mascar, saciedad, confort, despreocupación y espacio para reivindicaciones, libertad y derecho a voto generalizados, vacaciones y una larga vida. Quien después de todo ello reclamase, además, ‘cultura’ sería demasiado humano: ni bueno, ni malo, sino insaciable".

Quizá.

[Deusto, 13 de Mayo de 2004]

La Ideología Americana

Francis Parker Yockey


Este individualismo orgánico fue formulado en constituciones escritas y en una literatura político-literaria. Es típico del espíritu de esta literatura la Declaración de Independencia. Como fragmentos de Realpolitik [54] este manifiesto de 1776 es magistral; apunta al Futuro, y abraza al Espíritu de la Epoca del Racionalismo, que era entonces predominante en la Cultura Occidental. Pero, en el siglo XX, la parte ideológica de esta declaración es simplemente fantástica; "Declaramos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres son creados iguales; que todos son dotados por su creador de derechos inherentes e inalienables; que entre éstos se encuentran la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para asegurar estos derechos, se instituyen los gobiernos entre los hombres, derivándose sus justos poderes del consentimiento de los gobernados; que cuando una forma de gobierno es contraria a estos fines, el pueblo tiene derecho a alterarlo o abolirlo, instituyendo un nuevo gobierno, que base su fundamento en unos principios y organice sus poderes de forma tal que sea la más efectiva para asegurar su seguridad y felicidad". Y continuó diciendo, refiriéndose a la Guerra de Secesión entonces en curso: "... nos encontramos comprometidos en una gran guerra civil, para demostrar que esta nación, o cualquier nación así concebida y así dedicada, puede sobrevivir".

Esta ideología continuó hasta mediados del siglo XX, e incluso después de la Primera y la Segunda Guerra Mundiales cuando predominaba una perspectiva totalmente diferente e incompatible, fue ofrecida al territorio de origen de la Civilización Occidental como un modelo a ser imitado. Sólo el éxito material, enteramente fortuito, que sonrió a las armas americanas, hizo posible que esta ideología sobreviviera en el decurso de un siglo que la había superado y, no porque es un instrumento para dividir y desintegrar a Europa, debe ser examinada aquí esta arcaica ideología.

La Declaración de Independencia está saturada del pensamiento de Rousseau y Montesquieu. La idea básica, como en todo el Racionalismo, consiste en establecer la ecuación de lo que debiera ser con lo que será. El Racionalismo empieza por confundir lo racional con lo real, y termina por confundir lo real con lo racional. Este arsenal de "verdades" sobre la igualdad, derechos inalienables e inherentes, refleja el espíritu crítico emancipado, sin respeto por los hechos y la tradición. La idea de que los gobiernos son "instituídos" con un propósito utilitario, para satisfacer una demanda de hombres "iguales", y que esos hombres "iguales" dan su "consentimiento" a una cierta "forma" de "gobierno", y luego la suprimen cuando ya no sirve para este propósito, es pura poesía racionalista, y no corresponde a ningún hecho que haya ocurrido alguna vez en parte alguna. La fuente del gobierno es la desigualdad de los hombres: esto es un hecho. La naturaleza del gobierno es un reflejo de la Cultura, la Nación, y la etapa de desarrollo de ambos. Así, cualquier nación puede tener una de las dos posibles formas de gobierno: un gobierno eficiente o un gobierno deficiente. Un gobierno eficiente lleva adelante la Idea de la nación, y no la "voluntad de las masas", ya que ésta no existe si la dirección es eficiente. El liderazgo se hunde, no cuando "el pueblo" racionalmente decide abolirlo, sino cuando tal liderazgo llega a un grado de decadencia que se socava a sí mismo. Ningún gobierno, en ninguna parte, esta "fundado" en "principios". Los gobiernos son la expresión de instintos políticos, y la diferencia de instintos entre los distintos pueblos es la fuente de la diferencias en su práctica del gobierno. Ningún "principio" escrito afecta la práctica del gobierno en los más mínimo, y para lo único que sirve es para enriquecer el vocabulario de las disputas políticas.

Esto es tan verdadero para América como para cualquier otra unidad política que haya existido en cinco milenios de historia de las Grandes Culturas. Contrariamente a cierto sentimiento mesiánico existente en América, ésta no es completamente singular. Su morfología y su destino pueden leerse en la historia de otras colonias, en nuestra Cultura, y en otras anteriores.

En la Declaración de Independencia, la referencia al gobierno cuyo propósito es asegurar la "seguridad" y la "felicidad" de la población es una tontería racionalista. Gobernar es el proceso de mantener en forma a la población para la tarea política, la expresión de la Idea de la Nación.

La cita de Lincoln refleja todavía la época del Racionalismo, y en la Europa de entonces aún se podía sentir y comprender tal ideología, pues aún cuando Estado, Nación y Tradición continuaban existiendo en Europa — aunque debilitados — siempre hubo resistencia a las ideologías racionalistas, fueran de la variedad de Rousseau, de Lincoln, o de Marx. Ninguna nación fue nunca "dedicada a una proposición". Las naciones son creaciones de una Gran Cultura, y en su última esencia son ideas místicas. Su llegada, sus individualidades, su forma, su marcha, todo, constituyen reflejos de altos desarrollos culturales. Decir que una nación está "dedicada a una proposición" es reducirla a una abstracción que puede ser plasmada en una pizarra para una demostración en una clase de Lógica. Esto es una caricatura de la Nación-Idea. Hablar de tal manera de una Nación es insultarla y rebajarla: nadie moriría nunca por una proposición lógica. Si tal proposición — que más allá de ser proclamada "evidente" — no es convincente, la fuerza armada no conseguirá que lo sea.

La palabra "libertad" es uno de los principales tópicos de la ideología americana. La palabra sólo puede ser definida negativamente como liberación de algún freno. Ni siquiera el más furibundo ideólogo americano aboga por una total libertad con respecto a cualquier forma de orden, y paralelamente, ni la más estricta tiranía ha deseado jamás prohibirlo todo. En un país "dedicado" a la "libertad" los hombres fueron sacados de sus casas bajo amenaza de la cárcel, fueron declarados soldados y mandados a las antípodas como medida de "defensa" tomada por un gobierno que no pidió el "consentimiento"de sus masas, sabiendo perfectamente que tal "consentimiento" habría sido rehusado.

En el sentido práctico, la libertad americana significa libertad ante el Estado, pero es obvio que esto es mera literatura, toda vez que nunca hubo un Estado en América, ni tampoco se sintió la necesidad de que existiera. La palabra libertad es, pues, meramente un concepto en una religión materialista, y no representa nada en el mundo de los hechos americanos.

En la ideología americana es también importante la Constitución escrita adoptada en 1789, como resultado de la labor de Hamilton y Franklin. Su interés por ella era práctico, ya que su idea consistía en unificar las trece colonias en una sola unidad. Como unión en sí no hubiera podido ser descrita como un gobierno, sino más bien como una anarquía reglamentada. Las ideas de la Constitución estaban inspiradas sobre todo en los escritos de Montesquieu. La idea de la "separación de poderes", particularmente, se debe a este teorizante francés. De acuerdo con dicha teoría, los poderes del gobierno son tres: legislativo, ejecutivo y judicial. Como todo el cristalino pensamiento racionalista, esto se vuelve oscuro y confuso cuando se aplica a la vida Real. Estos poderes sólo pueden separarse en el papel, pero no en la Vida. Nunca estuvieron realmente separados en América, aunque la teoría pretenda que sí lo estuvieron. Con la irrupción de una crisis interna en la tercera década del siglo XX, todo el poder del gobierno central fue abiertamente concentrado en el ejecutivo, y pronto se encontraron teorías para abonar este hecho, que continuó llamándose "separación".

Las diversas colonias conservaron la mayoría de los poderes que les interesaban: el poder de darse sus propias leyes, mantener una milicia y conducirse en estado de independencia económica con respecto a las otras colonias. La palabra "estado" ("State") fue escogida para designar a los componentes de la Unión y esto condujo a nuevas confusiones en el pensamiento ideológico, toda vez que las formas estatales europeas, en las cuales el Estado era una Idea, fueron tomadas como un equivalente de los "estados" americanos, los cuales eran, sobre todo, unidades territoriales económico-legales, sin soberanía, finalidad, destino, ni propósito.

En la Unión no había soberanía, es decir, ni siquiera la contrapartida legal de la Idea-Estado. El gobierno central no era soberano, como tampoco lo era ninguno de los gobiernos estatales. La soberanía estaba representada por el acuerdo de dos tercios de los estados y el legislativo central, o sea, dicho en otras palabras: una abstracción pura. Si hubieran habido cincuenta, o cien millones de eslavos, o incluso de indios, en las fronteras americanas, hubiera habido una noción diferente acerca de esas cosas. Toda la ideología americana presuponía la situación geopolítica de América. No habían potencias vecinas, ni poblaciones hostiles, fuertes, numerosas y organizadas. No habían peligros políticos... sólo un amplio territorio semi-vacio, apenas ocupado por salvajes.

También fue importante en la ideología americana el sentimiento de universalidad expresado en el citado discurso de Lincoln. A pesar de que la Guerra de Secesión no tuvo nada que ver con ninguna clase de ideologías y, en cualquier caso, la exposición razonada y legalista de los Sudistas era más consecuente que la idea Yanki. Lincoln se sintió obligado a inyectar una ideología en esa Guerra. El oponente no podía ser, simplemente, un rival político, que buscaba lograr los mismos poderes que el Yanki; debía ser un enemigo total, resuelto a destruir la ideología americana. Este sentimiento informó todas las guerras americanas a partir de entonces: todo enemigo político fue considerado ipso facto como un oponente ideológico, aún cuando el enemigo en cuestión no mostrara interés alguno en la ideología americana.

En la época de las guerras mundiales, esta tendencia a mezclar las ideologías con la política se extendió a escala mundial. La potencia que América escogía por enemiga era, forzosamente, enemiga de la "libertad", la "democracia", y todas las demás palabras, mágicas pero sin sentido, de la misma categoría. Esto condujo a extraños resultados. Cualquier potencia luchando contra la que América había gratuitamente escogido como enemiga se convertía ipso facto en una potencia amante de la "libertad". Así, la Rusia de los Romanoff y la Rusia Bolchevique fueron potencias amantes de la "libertad" en su momento.

La ideología americana llevó a América a considerar como aliados a países que no devolvieron el cumplido, pero el ardor americano no se enfrió por ello. Esta clase de política sólo puede ser considerada en Europa como adolescente y en verdad, toda pretensión de que los problemas y formas del siglo XX pueda ser descritos de acuerdo con una ideología racionalista del siglo XIX es , inmadura o, para decirlo más claramente, tonta.

En el siglo XX, cuando el tipo de ideología racionalista ya había sido descartado por la avanzada Civilización Occidental, la universalización americana de la ideología se volvió mesianismo: la idea de que América debe salvar al mundo. El vehículo de la salvación debe ser una religión materialista en la que la "democracia" tome el lugar de Dios, la "Constitución" el de la Iglesia, los "principios de gobierno" el de los dogmas religiosos, y la idea de la libertad económica el de la Gracia de Dios. La técnica de la salvación consiste en someterse al dólar o, en último caso, someterse a las bayonetas y a los altos explosivos americanos.

La ideología americana es una religión, tal como lo fue el Racionalismo del Terror francés, del Jacobinismo, de Napoleón. La ideología americana es contemporánea de ellos, y ellos están muertos. Tan completa e internamente muertos como lo está la ideología americana. Su principal utilidad en la actualidad — 1948 — reside en dividir a Europa. El elemento Michel europeo se aprovecha de cualquier ideología que prometa "felicidad" y una vida sin esfuerzo ni energía. De este modo la ideología americana no sirve más que para un propósito negativo. El Espíritu de una época pasada no puede proporcionar ningún mensaje a una época que la sigue, pero puede negar la nueva época e intentar retrasarla, distorsionarla y apartarla de su ámbito vital. La ideología americana no es un instinto, ya que no inspira ninguno. Es un sistema inorgánico, y cuando uno de sus dogmas molesta, es rápidamente descartado. Así, la doctrina religiosa de la "separación de poderes" fue expulsada de la lista de dogmas sagrados en 1933. Anteriormente, el dogma sagrado del aislamiento había sido abandonado en 1917, cuando América intervino en una Guerra de Occidente que no le concernía ni afectaba en absoluto. Resucitado después de la Primera Guerra Mundial, fue nuevamente descartado en la Segunda Guerra Mundial. Una religión política que de tal manerca enciende y apaga sus doctrinas sobrenaturales, no resulta convincente, ni desde un punto de vista político, ni desde un punto de vista religioso. La "Doctrina" de Monroe, por ejemplo, hizo saber, a principios del siglo XIX, que todo el hemisferio Occidental era una esfera de influencia imperialista americana. En el siglo XX, esto se convirtió en el estatuto especial de una doctrina esotérica, para uso doméstico, mientras que el dogma externo era llamado "política de buena vecindad".

La ideología de un pueblo no es más que vestimenta intelectual. Puede corresponder — o no — al instinto de ese pueblo. Una ideología puede ser cambiada de un día para otro, pero no el carácter de un pueblo. Una vez que éste ha sido formado, es definitivo e influencia a los acontecimientos más que a estos a él.

Principios básicos del Cooperativismo

Introducción

En el presente trabajo puede encontrar los principios básicos el cooperativismo, la clasificación de este que se divide en 7 principios, libre acceso y adhesión voluntaria, control Democrático, distribución de excedentes en proporción a las operaciones, limitación de intereses al capital, neutralidad política y religiosa venta al contado, fomento de la educación y obras sociales.

En el presente trabajo puede encontrar los básicos el , la clasificación de este que se divide en 7 , libre acceso y adhesión voluntaria, Democrático, de excedentes en proporción a las , limitación de intereses al , neutralidad y religiosa al contado, fomento de y obras sociales.

A sí mismo o solo eso sino además podemos ver lo que es la empresa como fuente de ocupación, la Fuentes de financiamiento los tipos de acciones preferentes y participantes, los prestamos fiduciarios o hipotecarios los tipos de bonos.

Esto con el fin de saber de que forma se puede presentar el capital esto es mas usado en las empresas y entre gobiernos, como ejemplo podemos citar: Los eurobonos en Guatemala comprados por el presidente Alfonso Portillo y vendido en su mayor cantidad al IGSS, estos bono serán cobrados por el IGSS al gobierno con los interés correspondientes.

1. Libre Acceso y Adhesión Voluntaria:

La cooperación es la expresión económica de la democracia y, por consiguiente, la libertad individual es el jefe de su funcionamiento social.

2. Control Democrático:

Las asociaciones cooperativas se rigen mediante las más limpias y depuradas normas democráticas: libre manifestación de la voluntad de cada persona con igual valor a la de los demás; un hombre, un voto con absoluta independencia del capital, ya que este es servidor y nunca amo; y autonomía frente al Estado, con las únicas limitaciones que la moral y la ley imponen para proteger los intereses de la comunidad.

3. Distribución de Excedentes en Proporción a las Operaciones:

Este principio llamado de Howart, es la esencia de la cooperación en cuanto es afirmación del sentido de servicio solidario y negación de lucro, señalando la diferencia entre las asociaciones cooperativas y las sociedades civiles y mercantiles. Los excedentes obtenidos, vale decir la diferencia entre el precio de costo y el precio de venta, se distribuyen en proporción a las operaciones efectuadas y no en proporción al capital invertido. A mayor gasto, mayor ahorro.

4. Limitación del Interés al Capital:

Las asociaciones cooperativas para su formal desarrollo y eficiente funcionamiento social requieren capital. Empero en ellas éste no ejerce el dominio absoluto que tiene en las sociedades mercantiles, en las cuales la distribución de beneficios se hace en proporción al mismo sin tener en cuenta a la persona, sino que es un simple servidor al que se le paga con interés limitado.

5. Neutralidad Política y Religiosa:

Con el objeto de mantener siempre la unidad entre los miembros de las cooperativas se ha establecido ese principio. El cooperador tiene completa libertad de pensar y opinar en las órdenes políticas y religiosas pero es conveniente que sus creencias no sean llevadas al seno de la asociación, para evitar que el apasionamiento pueda desviar el objetivo o provocar choques entre personas, quebrando la unión.

6. Venta al Contado:

El crédito es siempre un factor negativo en el sistema cooperativo. Compromete los medios económicos y frena el desarrollo de la asociación l limpiar o paralizar sus actividades. Quien compra al contado, compra más barato y puede ahorrar contribuyendo a la prosperidad y estabilidad económica de la asociación.

7. Fomento de la Educación y Obras Sociales:

Esta es la regla de oro de la cooperativa: educar y servir, con el objeto de elevar el nivel de vida espiritual y material de los miembros de la comunidad.

El buen éxito y el amplio desarrollo alcanzado por el movimiento cooperativo en todas las naciones se debe al estricto cumplimiento de estos principios:

Las empresas de servicio público: Se llaman servicios públicos a aquellos que presta el estado y que satisfacen necesidades colectivas. En estas actividades económicas por lo general se limita la competencia con la finalidad de prestar un servicio más eficiente y más barato. La razón de esta peculiaridad es porque dichas empresas requieren una fuerte inversión y explotan factores escasos o descubrimientos técnicos de gran especialidad. En otras palabras, porque si se dejara libre a la iniciativa privada su explotación, tendría que operarla en condiciones monopolísticas.

El servicio público, se caracteriza por su utilidad y muchas veces por el grado de necesidad, razón por la cual garantiza un crecido número de usuarios lo cual generalmente implica una fuerte inversión.

Por las razones anotadas anteriormente, es que el propio Estado toma a su cargo la operación de esta clase de servicio. Sin embrago, esto no imposibilita la alternativa de que El Estado las confiera por concesión a la iniciativa privada, para que ésta la opere. En nuestro país, encontramos ejemplos de esta clase:

  • Ferrocarriles Internacionales de Centro América;
  • Empresa Eléctrica de Guatemala, S.A.; y
  • Compañía de Agua del Mariscal.

La concesión de servicios públicos de esta naturaleza, conlleva para el Estado, La obligación de velar por el estricto cumplimiento de la concesión, especialmente en lo que se refiere a tarifas del servicio que se encuentra operando bajo estas condiciones.

EL COOPERATIVISMO

1.- ¿Qué es el Cooperativismo?
El cooperativismo es una herramienta que permite a las comunidades y grupos humanos participar para lograr el bien común. La participación se da por el trabajo diario y continuo, con la colaboración y la solidaridad.

1.- ¿Qué es el ?
El es una herramienta que permite a las comunidades y humanos participar para lograr el bien común. La participación se da por diario y continuo, con la colaboración y la .

2.- ¿Cuáles son los valores del cooperativismo?
El cooperativismos, como movimiento y doctrina, cuanta con seis valores básicos. Estos son:

El cooperativismos, como y doctrina, cuanta con seis básicos. Estos son:

I. Ayuda Mutua.
II. Responsabilidad.
III. Democracia.
IV. Igualdad.
V. Equidad.
VI. Solidaridad.

3.- ¿Cuáles son los principios del Cooperativismo?
En el presente trabajo puede encontrar los básicos el , la clasificación de este que se divide en 7 , libre acceso y adhesión voluntaria, Democrático, de excedentes en proporción a las , limitación de intereses al , neutralidad y religiosa al contado, fomento de y obras sociales. El es una herramienta que permite a las comunidades y humanos participar para lograr el bien común. La participación se da por diario y continuo, con la colaboración y la .El cooperativismos, como y doctrina, cuanta con seis básicos. Estos son:
Como complemento de los valores señalados, los principios básicos del cooperativismo son siete:

I. Membresía abierta y voluntaria.
II. Control democrático de los miembros
III. Participación económica de los miembros.
IV. Autonomía e independencia.
V. Educación, entrenamiento e información.
VI. Cooperación entre cooperativas.
VII. Compromiso por la comunidad.

4. - ¿Qué es una cooperativa?
La cooperativa es una forma de organizar empresas con fines económicos y sociales, donde lo importante es trabajar en común para lograr un beneficio. Se diferencia de otro tipo de empresa en que es más importante el trabajo de los asociados que el dinero que aportan.

5.- ¿Cuál es el objetivo final del cooperativismo?
El cooperativismo busca desarrollar al HOMBRE, con el valor de la cooperación, de la igualdad, de la justicia, del respeto y del trabajo conjunto.6.- ¿Cuál es el símbolo o emblema del cooperativismo?


El símbolo del cooperativismo son dos pinos de color verde oscuro, sobre un fondo amarillo, encerrados en un círculo también verde. Los pinos significan inmortalidad, constancia y fecundidad, también la necesidad del esfuerzo común. El círculo significa la unión y la universalidad del cooperativismo. El fondo amarillo representa sol, que es la fuente de la vida para el hombre.7.- ¿Cuál es la bandera del cooperativismo?
La bandera tiene siete franjas horizontales con los colores del arco iris. Dichos colores representan todas las banderas del mundo. Es un símbolo de la solidaridad de todas las personas y todas las naciones.LA EMPRESA COMO FUENTE DE OCUPACIÓN.

Uno de los factores que intervienen en la producción es el factor humano o factor de trabajo. Es indudable que la participación de este factor en la producción viene a constituir uno de los móviles del progreso económico.

La organización de los negocios conlleva la utilización de los diversos factores de la producción, y entre ello el factor humano. El desarrollo de las grandes y medianas empresas demanda de la comunidad, los trabajadores necesarios y especializados para desarrollar su actividad de producción. Por esta razón es muy importante que el Estado promueva e impulse el desarrollo educativo de un país con la finalidad de preparar el personal que demandará la empresa en su desarrollo. Los países poco desarrollados encuentran a menudo la demanda de personal especializado que no puede suplir por falta de centros de adiestramiento vocacional adecuado.

Determinación del tipo de sociedad que conviene a una empresa, de acuerdo con las necesidades del medio y los que se persiguen:

Una vez determinado el plan de organización que más convienen a la nueva empresa, queda por determinar el tipo de sociedad mercantil que conviene a la misma. No hay ninguna forma de organización de empresas conocida, hasta ahora que se adopte a todos los tipos de negocios.

En síntesis todas tienen determinados ventajas y desventajas que es necesario evaluar en el momento de la organización.

O sea que nadie, querría invertir su dinero sin antes saber la clase de negocios que se va a organizar, cómo va a funcionar, el lugar en que se va establecer, posibilidad de éxito que se tenga, y en fin, todo aquello relacionado con su organización en general.

Establecido lo anterior, veamos qué tipo de sociedad mercantil se adoptará para financiar el capital necesario. Para ello, habría que entrar analizar el medio en que va a desarrollarse en sus actividades, las necesidades de capital y los fines que se persiguen.

Si el medio en que se va establecer la nueva empresa es económica y comercialmente desarrollada, donde no existen prejuicios contra determinados tipos de sociedades, tales como en las accionadas, el problema queda reducido a determinar el tipo de sociedad según las necesidades y fines que se persiguen.

Una cosa distinta será si el medio es poco desarrollado y existe un desconocimiento casi completo de los tipos de sociedades por acciones.

En éste caso el problema se complica, pues si las necesidades de capital son muy diferentes a la colocación de acciones, se podrá recurrir a los préstamos en los centros colectiva o la empresa individual.

El promotor deberá considerar una serie de factores en el momento que planifica la organización, con el objetivo de dar a la empresa que organiza, la forma o estructura adecuada para su desenvolvimiento.

Entre otros, es necesario considerar los siguientes:

  1. Facilidad de constitución;
  2. Posibilidades de reunir fondos necesarios;
  3. La responsabilidad de los socios o partícipes;
  4. En quien reside la autoridad y la responsabilidad dela dirección;
  5. Estabilidad que ofrece para la aplicación;
  6. Qué facilidades ofrece para la aplicación;
  7. Legislación que afectará a la empresa; y
  8. Grado de fiscalización que ejercitará al Estado.

FUENTES DE FINANCIAMIENTO.

Dentro de la organización económica que impera en el mundo occidental, las fuentes de financiamiento están representadas por las personas e instituciones que son capaces de proveer el capital para el financiamiento de las empresas. En general estas personas o instituciones se denominan inversionistas, las cuales desean invertir su capital en empresas que les produzcan el máximo rendimiento o dividendo. Por lo general, la inversión se canaliza al sistema bancario, donde inversionistas profesionales o pequeños ahorrantes depositan sus capitales con la finalidad de que estos sean colocados en las empresas, en forma de préstamos o créditos, o bien directamente destinado a la compra de valores como sucede con los bancos de inversión.

El financiamiento tiene dos grandes fuentes: el capital propio y el capital prestado. El primero proviene de los propios inversionistas o socios de las empresas, y el capital prestado se obtiene del sistema bancario o instituciones especializadas en financiamiento de empresas.

Cuando se trata de la empresa individual generalmente el promotor es el propietario de la empresa quien provee el capital invirtiendo sus fondos privados en la misma.

En las empresas colectivas existe una identidad o relación directa entre los promotores y socios de la empresa, de manera que el financiamiento se produce o se origina por la relación de socios y promotores, generalmente los promotores interesan a un grupo de socios quienes proveen el capital de la empresa.

El caso de la empresa de responsabilidad limitada es más o menos semejante al de la colectiva, diferenciándose en que la aportación de los socios deberá efectuarse previa a su funcionamiento, ya que la legislación exige la aportación del 25% del capital antes de iniciar sus operaciones.

La experiencia indica que en los casos de la empresa individual la colectiva y la de responsabilidad limitada no requiere grandes sumas de capital para desarrollar sus operaciones, lo cual permite que la capitalización se desarrolle o este a cargo de los socios inversionistas. Existen excepciones en aquellas empresas que adoptando las formas de organización indicadas, requieren fuertes montos de capital para organizarse.

En las empresas accionadas o sociedades anónimas, el capital está constituido por el valor de las acciones emitidas, el cual se integran con emisiones de bonos y obligaciones que complementan la capitalización.

Las características que reviste la empresa accionada, por constituir una de las formas de organización de la empresa moderna cuyo objetivo es la capitalización de fuente de monto de capital para emprender actividades de producción importantes, amerita una explicación amplia de las variadas formas de acciones, bonos, obligaciones que dicha empresa emita, con el objeto de hacer atractivo por el inversionista la inversión de su capital.

El capital de las empresas accionadas como se ha dicho, estará representada por las acciones emitidas, las cuales pueden ser comunes y ordinarias, y preferentes o privilegiadas. Los derechos que confieren las acciones a sus tenedores son las siguientes:

     

  1. Derecho de propiedad en el patrimonio indivisible de la sociedad;

     

     

  2. Derecho de la trasferencia de la acción;

     

     

  3. Derecho de percibir dividendos;

     

     

  4. A inspeccionar los libros de la empresa;

     

     

  5. A suscribir los aumentos del capital;

     

     

  6. A voto en las asambleas generales; y

     

     

  7. A participación en el capital y las reservas y en caso de liquidación.

     

Se llama valor nominal de la acción, al valor que la empresa establece para cada acción, la cual va escrita en el título respectivo. En algunas oportunidades las empresas emiten acciones sin valor nominal.

ACCIONES PREFERENTES

Son aquellas que además de gozar de los derechos o privilegios inherentes alas acciones comunes, tienen ciertas prorrogativas, en cuanto al activo o en cuanto al dividendo.

Preferencia en Cuanto al Activo.

Significa que las acciones en caso de disolución tienen preferencia en el reparto del activo con preferencia a otras acciones.

Preferencia en Cuanto a Dividendo.

Significa que tiene derecho a percibir un tipo determinado de dividendo de las ganancias o utilidades, antes de asignar el dividendo de las acciones no preferentes y comunes.

ACCIONES PARTICIPANTES Y NO PARTICIPANTES.

Acciones preferentes sin participación son aquellas que según los términos de su emisión, reciben un dividendo preferente de tipo estipulado y nada más, y el dividendo restante sea cual fuera, para las acciones ordinarias.

Acciones preferentes con participación son aquellas que perciben un dividendo preferente de tipo estipulado y después comparten con las demás acciones el resto de los beneficios declarados dividendos. El tipo de participación puede ser simple, inmediata o especial.

Participación Simple.

Es un sistema por medio de la cual las acciones preferentes reciben un primer dividendo de un tipo señalado, y luego un segundo dividendo es repartido entre las acciones ordinarias, hasta llegar al mismo tipo de ser posible; y si después de ambos repartos queda un sobrante se distribuye por igual las acciones preferentes ordinarias.

Participación Inmediata.

Es este sistema las acciones preferentes perciben un dividendo estipulado, y luego el resto se distribuye por igual entre las acciones preferentes y ordinarias sin abonar a estas un dividendo especial alguno. En otras palabras, las preferentes gozan dos repartos.

Participación Especial.

Este sistema no es único y tiene diversas modalidades, por ejemplo, se da a las referentes un 6% del dividendo, luego lo mismo a las acciones ordinarias; luego a las preferentes un 4% y a las ordinarias un 2%; así sucesivamente hasta agotar el excedente.

ACCIONES ACUMULATIVAS Y NO ACUMULATIVAS.

Con el objeto de hacer atractiva la inversión en acciones preferentes a veces se establece que las acciones de un dividendo estipulado, el cual se acumula en los años malos, o sea cuando la empresa no tiene utilidades; en otras palabras en un año que la empresa tiene utilidades suficientes, se cubre los dividendos que se acumularon, a estas acciones se les llama acumulativas. Por el contrario a veces se establece que a las preferentes no se les pagará dividendos en períodos en que no hay utilidades, a estas acciones se les llama no acumulativas.

ACCIONES AMORTIZABLES

Acciones preferentes amortizables, son aquellas que las sociedades pueden amortizarlas o rescatarlas de sus poseedores en condiciones y términos naturalmente establecidos en la escritura social.

ACCIONES CONVERTIBLES

Son aquellas que son canjeables a voluntad del propietario, por otros valores convenidos. La conversión a diferencia de la amortización depende del tenedor o poseedor del título.

ACCIONES PREFERENTES PROTEGIDAS

Algunas compañías con el objeto de garantizar o proteger el dividendo, establecen que cada año antes del reparto del dividendo a las ordinarias, un monto determinado para el fondo de reserva destinado a pago de dividendos de las acciones preferentes protegidas, hasta alcanzar determinado monto, con el objeto de pagar los dividendos de dichas acciones aún en los años en que no haya utilidades.

ACCIONES DE FUNDADOR, PROMOTOR Y ADMINISTRADOR.

Estas acciones se establecen por la escritura social, están destinadas a los fundadores o promotores por sus servicios prestados, generalmente se establece que solo pueden percibir dividendos cuando la sociedad haya alcanzado un período de prosperidad.

ACCIONES GARANTIZADAS

Son aquellas cuyo dividendo esta garantizado por otra compañía distinta de la emisora por lo general la que utiliza el capital de esta última. Por ejemplo las compañías de ferrocarriles arriendan con frecuencia o explotan la propiedad de otras empresas, y estas como parte del pago garantizan el pago de dividendos.

OTROS TIPOS DE ACCIONES.

Acciones condicionadas, acciones ultra preferentes, acciones sin voto, y acciones con derecho de voto.

CAPITAL PRESTADO.

El capital prestado es obtenido de diversas fuentes de financiamiento, ya sea que las empresas lo soliciten a bancos o instituciones de crédito especializadas en esta clase de operaciones o a inversionistas por medio de la emisión de bonos y obligaciones.

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PRÉSTAMOS FIDUCIARIOS E HIPOTECARIOS.

La fuente más conocida de capital prestado esta representada por el sistema bancario. Son estos los que otorgan préstamos fiduciarios en los cuales la garantía descansa sobre la solvencia económica, la reputación y la honorabilidad de los empresarios. Otras veces los bancos prestan con garantía hipotecaria de los terrenos, edificios, instalaciones y eventualmente sobre el equipo o maquinaria de la empresa, tomando en este caso la modalidad de préstamo prendario.

Generalmente los préstamos fiduciarios se utilizan para proveer de capital de trabajo, ya que tienen corta duración, es decir que son a corto plazo; por el contrario los préstamos hipotecarios se utilizan para realizar inversiones y su duración es de largo plazo.

 

 


PRESTAMOS HIPOTECARIOS
Como su nombre lo indica son los prestamos cuya garantía es hipotecaria , es decir se reciben en garantía bienes inmuebles como viviendas o terrenos.

Existen varios tipos, préstamos hipotecarios , según su destino:

1. Compra de vivienda
2. Compra de terreno
3. Compra de terreno y construcción de vivienda
4. Mejoras de vivienda
5. Liberación de hipotecas( Vivienda, terreno o ambos)
6. Consumo

Compra de vivienda Compra de terreno Compra de terreno y de vivienda Mejoras de vivienda Liberación de hipotecas( Vivienda, terreno o ambos) Consumo
  • El monto máximo a financiar es hasta 80% de valor de garantía cuando son los casos del 1 al 5.
  • Cuando el préstamo es para consumo hipotecario se toman en una relación préstamo garantía máxima hasta un 70%.
  • La relación cuota ingreso para préstamos hipotecarios es hasta un 30% del sueldo.
  • Para los préstamos de: Compra de vivienda, Compra de terreno, Compra de terreno y construcción y Mejoras de vivienda ,se pueden redescontar con fondos RAP, FONAPROVI.
  • Para liberación de hipotecas únicamente se redescuenta con fondos RAP
PARA QUE LAS PERSONAS PODAMOS ACCEDER A LOS FONDOS RAP DEBEMOS SER COTIZANTES DEL REGIMEN.
LOS FONDOS DE FONAPROVI PUEDEN ACCEDER TODA PERSONA QUE NO POSEA VIVIENDA.

REQUISITOS

LIBERACIÓN DE HIPOTECA

1. Apertura de cuenta de Ahorro con esta Asociación.
2. Fotocopia de Escritura de Hipoteca del Inmueble.
3. Certificado del Registro de La Propiedad, del Gravamen del Inmueble.
4. Constancia de la Institución o persona con quien esta hipoteca el inmueble.
En la misma deberá de contener:

a) Saldo de la Deuda
b) Aceptación de Liberación de Gravamen
c) Generales de la persona quien comparece en el acta de liberación.
d) Formato de Actas de liberación (En Algunos Casos)

Saldo de la DeudaAceptación de Liberación de GravamenGenerales de la persona quien comparece en el acta de liberación. Formato de Actas de liberación (En Algunos Casos)

5. Constancia de empleo o estados financieros debidamente autorizados, si es el caso.
6. Fotocopia de documentos personales.
7. Avaluó del inmueble.
8. Croquis de Ubicación de la Propiedad.
9. Referencias Comerciales y/o Bancarias.
10. Recibo de Bienes Inmuebles.
11. Recibos de Servicios Públicos de la Propiedad (Agua, Luz y teléfono)
12. Solicitud de crédito llenada y firmada.

Constancia de o debidamente autorizados, si es el caso. Fotocopia de personales. Avaluó del inmueble. Croquis de Ubicación de la Propiedad. Referencias Comerciales y/o Bancarias.Recibo de Inmuebles. Recibos de Servicios Públicos de la Propiedad (, y ) Solicitud de llenada y firmada.

COMPRA DE VIVIENDA

1. Apertura de cuenta de Ahorro con esta Asociación.
2. Fotocopia de escritura Publica de la Propiedad
3. Constancia de Registro de la Propiedad de que el bien inmueble este libre de Gravamen.
4. Fotocopia de Documentos personales del comprador y vendedor.
5. Constancia de empleo o estados financieros recientes.
6. Avaluó del Inmueble.
7. Promesa de venta debidamente Autenticada.
8. Referencias Comerciales y/o Bancarias
9. Recibo de bienes de Inmuebles.
10. Croquis de Ubicación de La Propiedad.
11. Recibos de Servicios Públicos (agua, Luz y teléfono)
12. Constancia de Catastro de No poseer Bienes.
13. Solicitud de crédito llenada y firmada.

CONSTRUCCIÓN DE VIVIENDA

1. Apertura de la Cuenta de Ahorro con esta Asociación
2. Fotocopia de Escritura Publica del Terreno.
3. Constancia del Registro de la Propiedad de que el terreno esta libre de Gravamen.
4. Planos de construcción de la Vivienda
5. Presupuesto de Construcción.
6. Permiso Municipal de Construcción.
7. Fotocopia de Documentos Personales del Solicitante.
8. Constancia de catastro de no poseer Bines Inmuebles
9. Avaluó del Inmueble.
10. Croquis de Ubicación del Terreno.
11. Referencias Comerciales y/o Bancarias
12. Recibo de Bienes Inmuebles
13. Recibo de Servicios Públicos (agua, Luz y Teléfono)
14. Croquis de Ubicación de la Propiedad.
15. Solicitud de crédito debidamente llenada y firmada

 

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LOS BONOS

Otro tipo de capitalización utilizado por las empresas es la emisión de bonos, los cuales se emiten con garantía hipotecaria de algún activo de la empresa o garantizándolos con el activo total de la empresa.

La característica esencial de los bonos es facilidad de reunir capital para la empresa, porque se distribuye entre un mayor numero de inversionistas, con el cual se logra una participación inmediata y suficiente para las necesidades de la empresa. Generalmente, el sistema bancario sirve de vehículo para la colocación de los bonos. En toda emisión de bonos debe hacerse constar, denominación, objeto y domicilio de la empresa; importe de la emisión, tipo de interés; lugar y fecha de pago, etc. Los bonos pueden ser nominales o al portador. El tenedor de un bono es acreedor de la empresa que lo emite y por consiguiente recibe un interés especificado en el titulo del bono. Un bono no representa parte de la propiedad de la empresa

. Concepto de bono

de bonode bono

"Las obligaciones son títulos de crédito que incorporan una parte alícuota de un crédito colectivo constituido a cargo de una sociedad anónima. Serán considerados bienes muebles, aun cuando estén garantizadas con derechos reales sobre inmuebles"
Los bonos son certificados que se emiten para obtener recursos, estos indican que la empresa pide prestada cierta cantidad
de dinero y se compromete a pagarla en una fecha futura con una suma establecida de intereses previamente, y en un periodo determinado
Cuando un inversionista compra un bono, le esta prestando su dinero ya sea a un gobierno, a un ente territorial, a una agencia del estado, a una corporación o compañía, o simplemente al prestamista.
Es un instrumento a través del cuál el "emisor" se compromete a devolver en una fecha determinada el monto recibido en préstamo del "inversor" y a retribuir dicho préstamo con una cantidad periódica en concepto de "intereses".

2. Características generales de los bonos

Cuando la empresa realiza una emisión de bonos debe tener en cuenta los siguientes aspectos:
Características De Conversión
Este permite que el acreedor convierta los bonos en cierto número de acciones comunes. El acreedor convierte su bono solamente si el precio de mercado de la acción sobrepasa el precio de conversión. Esta característica se considera atractiva por parte del emisor y del comprador de bonos corporativos.

Opción de compra
La opción de compra se incluye en casi todas las emisiones de bonos, esta da al emisor la oportunidad de amortizar los bonos a un precio establecido de su vencimiento. En ocasiones el precio de amortización varía con el transcurso del tiempo, disminuyendo en distintas épocas definidas de antemano.
El precio de amortización se fija por encima del valor nominal del bono para ofrecer alguna compensación a los tenedores de los bonos redimibles antes de su vencimiento. Generalmente la  opción de compra es ventajosa para el emisor ya que le permite recoger la deuda vigente antes de su vencimiento. Cuando caen  las tasas de interés, un emisor puede solicitar para redención un bono vigente y hacer otra emisión de un nuevo bono a una tasa de interés más baja, por ende cuando se elevan las tasas de interés no se puede ejercer el privilegio de amortización, excepto para cumplir con requerimientos del fondo de amortización.
Para vender un bono amortizable, el emisor debe pagar una tasa de interés más alta que la de emisiones no amortizables de riesgo igual.  La opción de compra es útil para forzar la conversión de bonos convertibles cuando el precio de conversión del título esté por debajo del precio del mercado.

La opción de compra se incluye en casi todas las emisiones de bonos, esta da al emisor la oportunidad de amortizar los bonos a un precio establecido de su vencimiento. En ocasiones el precio de varía con el transcurso del , disminuyendo en distintas épocas definidas de antemano.El precio de se fija por encima del valor nominal del bono para ofrecer alguna compensación a los tenedores de los bonos redimibles antes de su vencimiento. Generalmente la  opción de compra es ventajosa para el emisor ya que le permite recoger la deuda vigente antes de su vencimiento. Cuando caen  las , un emisor puede solicitar para redención un bono vigente y hacer otra emisión de un nuevo bono a una más baja, por ende cuando se elevan las no se puede ejercer el privilegio de amortización, excepto para cumplir con requerimientos del fondo de amortización.Para vender un bono amortizable, el emisor debe pagar una más alta que la de emisiones no amortizables de igual.  La opción de compra es útil para forzar la conversión de bonos convertibles cuando el precio de conversión del título esté por debajo del precio del .

Cupones De Compra
Los "warrants" o cupones de compra forman parte de los bonos como garantía adicional, para hacerlos más atractivos para compradores en perspectiva. Un cupón de compra es un certificado que da a su tenedor el derecho a comprar cierto número de acciones comunes a un precio estipulado.

Los "warrants" o cupones de compra forman parte de los bonos como garantía adicional, para hacerlos más atractivos para compradores en perspectiva. Un cupón de compra es un certificado que da a su tenedor el derecho a comprar cierto número de acciones comunes a un precio estipulado.

Comercialización Y Venta
Las principales emisiones de bonos se pueden hacer de dos maneras, por colocación directa o por ofertas públicas
La colocación directa de bonos implica la venta de una emisión de bonos directamente a un comprador o a un grupo de compradores, usualmente grandes instituciones financieras tales como compañías de seguros de vida o fondos de pensión. Las emisiones de bonos de colocación directa no difieren en forma significativa de un préstamo a largo plazo y virtualmente no tienen mercado secundario.
Como los bonos se colocan directamente con los compradores, no es necesario es registro de la emisión en la comisión de valores de bolsa. Las tasas de interés de bonos que se colocan directamente son ligeramente superiores a la de emisiones públicas similares, ya que evitan ciertos costos administrativos y de suscripción.

Las principales emisiones de bonos se pueden hacer de dos maneras, por colocación directa o por ofertas públicasLa colocación directa de bonos implica la venta de una emisión de bonos directamente a un comprador o a un de compradores, usualmente grandes instituciones financieras tales como compañías de de vida o fondos de pensión. Las emisiones de bonos de colocación directa no difieren en forma significativa de un préstamo a largo plazo y virtualmente no tienen secundario.Como los bonos se colocan directamente con los compradores, no es necesario es registro de la emisión en la comisión de valores de bolsa. Las de bonos que se colocan directamente son ligeramente superiores a la de emisiones públicas similares, ya que evitan ciertos administrativos y de suscripción.

Ofertas públicas
Los bonos que se venden al público los colocan generalmente los bancos inversionistas que están en el negocio de vender valores corporativos. El banco inversionista recibe del emisor la compensación por el servicio y su comisión es un porcentaje del monto principal estipulado previamente por las partes. Los bonos que se emiten en ofertas públicas se deben registrar en la comisión de valores de bolsa.
El precio al cuál se ofrecen estos bonos difieren a menudo de la tasa establecida o del cupón de bonos, si otros instrumentos de deuda-riesgo similar producen en el momento una tasa de interés más alta que la tasa de cupón de bono, éste tiene que venderse con descuento, es decir por debajo de su valor nominal, pero si la tasa ésta por debajo de la tasa del cupón del bono, este se vende con prima, o sea con un valor mayor al nominal.

Los bonos que se venden al público los colocan generalmente los bancos inversionistas que están en el negocio de vender valores corporativos. El inversionista recibe del emisor la compensación por el servicio y su comisión es un porcentaje del monto principal estipulado previamente por las partes. Los bonos que se emiten en ofertas públicas se deben registrar en la comisión de valores de bolsa.El precio al cuál se ofrecen estos bonos difieren a menudo de la tasa establecida o del cupón de bonos, si otros instrumentos de deuda- similar producen en el momento una más alta que la tasa de cupón de bono, éste tiene que venderse con descuento, es decir por debajo de su valor nominal, pero si la tasa ésta por debajo de la tasa del cupón del bono, este se vende con prima, o sea con un valor mayor al nominal.

Forma De Emisión
Formas:
Las obligaciones podrán ser nominativas, a la orden o al portado y tendrán igual valor nominal, que serpa de cien quetzales o múltiplos de cien.

Las obligaciones podrán ser nominativas, a la orden o al portado y tendrán igual valor nominal, que serpa de cien quetzales o múltiplos de cien.

Nominativo:
Son aquellos títulos en los que se indica el nombre de la persona determinada como su titular. Es esta la única persona facultada para exigir el cumplimiento de la obligación documentada. Sin embargo, este título puede circular a través de la cesión de créditos.

Son aquellos títulos en los que se indica el nombre de la persona determinada como su titular. Es esta la única persona facultada para exigir el cumplimiento de la obligación documentada. Sin embargo, este título puede circular a través de la cesión de .

Requisitos y forma de pago

Generalmente es ordinaria directa, en cupones que comprenden capital e intereses, insertos en el mismo documento, con vencimiento iguales y sucesivos, salvo el último cupón que puede ser diferente. En el caso de los bonos convertibles en acciones, lo usual es que la amortización sea en una sola cuota al vencimiento

Amortización de un Bono:
Corresponde a la cancelación total (única vez al vencimiento) o parcial de la deuda (en fechas predeterminadas),

Corresponde a la cancelación total (única vez al vencimiento) o parcial de la deuda (en fechas predeterminadas),

Cupón:
Es el monto que paga un bono en cada período en concepto de renta y/o amortización. Los bonos están formados por uno o varios cupones que representan los diferentes pagos que va hacer el bono a lo largo de su vida.

Es el monto que paga un bono en cada período en de renta y/o amortización. Los bonos están formados por uno o varios cupones que representan los diferentes pagos que va hacer el bono a lo largo de su vida.

Clasificación de los bonos

Los bonos pueden ser públicos y mercantiles. Los primeros son emitidos por el Estado o por las municipalidades con el objeto de reducir el medio circulante, o bien para realización de obras publicas. Los bonos mercantiles son emitidos por las empresas y su objeto es obtener capital de las inversionistas.

Atendiendo el objeto que los bonos deben llenar, se dividen así:

     

  • Bono de Adquisición.

     

Que son emitidos con la finalidad de adquisición de activo fijo.

     

  • Bono Consolidado.

     

  • Se llama así porque tiene por objeto consolidar en una sola emisión, distintas emisiones hechas anteriormente.

     

  • Bonos de Conversión.

     

  • Estos bonos tienen por objeto convertir en una sola deuda las emisiones que se hubieran hecho anteriormente, contando con la emisión del poseedor de dichos bonos.

Por la garantía pueden dividirse en:

     

  • Bonos de Obligación Preferente:

     

Son los que se emiten con la garantía en la primera hipoteca.

     

  • Bonos de Primera, Segunda o Tercera Hipoteca.

     

  • Como su nombre lo indica, se garantizan con las hipotecas primera, segunda, etc.

     

  • Bonos con Garantía Especifica

     

  • Son los que se emiten con garantía de algún activo.

     

  • Bonos Sin Garantía Hipotecaria

     

  • Son los que se emiten sin garantía de hipoteca.

     

  • Bonos Endosados o Avalados.

     

  • Son los que se emiten con la garantía o el aval de una empresa diferente a la emisora

     

  • Bonos Participantes.

     

  • Se emiten por excepción y se caracterizan porque pueden percibir un interés adicional cuando las utilidades alcanzan determinado monto.

     

  • Bonos de Interés Sobre Utilidades.

     

  • Dentro del medio financiero se utilizan poco y los intereses únicamente se pagan cuando la empresa ha obtenido suficientes ganancias.

Por la forma de amortización y pago:

     

  • Bonos Redimibles

     

Son emitidos a un plazo determinado, pero pueden ser llamados anticipadamente a rendición a voluntad de la empresa.

     

  • Bonos Convertibles.

     

  • Son los que facultan al tenedor a cambiarlos o convertirlos en otros valores de la empresa.

     

  • Bonos en Serie.

     

  • Son los que forman parte de una misma emisión y se van poniendo a la venta en series sucesivas.

     

  • Bonos de Amortización.

     

  • Son los que se emiten con respaldo de un fondo de amortización tomado de las utilidades que garantizan el pago del interés y del principal a su vencimiento.

Extinción de los Bonos.

Representando los bonos una deuda de la empresa frente a terceros, las formas de extinguir los bonos se determinan: conversión, refundición, y rendición.

Conversión

Consiste en cambiar un bono por otro, generalmente mas atractivos para su poseedor.

Consiste en cambiar un bono por otro, generalmente mas atractivos para su poseedor.

Re Fundición:

Consiste en la extinción de una emisión y su canje por otra de distinta naturaleza, generalmente se hace con el sentimiento de tenedor de bono.

Consiste en la extinción de una emisión y su canje por otra de distinta , generalmente se hace con el sentimiento de tenedor de bono.
La opción de compra se incluye en casi todas las emisiones de bonos, esta da al emisor la oportunidad de amortizar los bonos a un precio establecido de su vencimiento. En ocasiones el precio de varía con el transcurso del , disminuyendo en distintas épocas definidas de antemano.El precio de se fija por encima del valor nominal del bono para ofrecer alguna compensación a los tenedores de los bonos redimibles antes de su vencimiento. Generalmente la  opción de compra es ventajosa para el emisor ya que le permite recoger la deuda vigente antes de su vencimiento. Cuando caen  las , un emisor puede solicitar para redención un bono vigente y hacer otra emisión de un nuevo bono a una más baja, por ende cuando se elevan las no se puede ejercer el privilegio de amortización, excepto para cumplir con requerimientos del fondo de amortización.Para vender un bono amortizable, el emisor debe pagar una más alta que la de emisiones no amortizables de igual.  La opción de compra es útil para forzar la conversión de bonos convertibles cuando el precio de conversión del título esté por debajo del precio del .Los "warrants" o cupones de compra forman parte de los bonos como garantía adicional, para hacerlos más atractivos para compradores en perspectiva. Un cupón de compra es un certificado que da a su tenedor el derecho a comprar cierto número de acciones comunes a un precio estipulado.Las principales emisiones de bonos se pueden hacer de dos maneras, por colocación directa o por ofertas públicasLa colocación directa de bonos implica la venta de una emisión de bonos directamente a un comprador o a un de compradores, usualmente grandes instituciones financieras tales como compañías de de vida o fondos de pensión. Las emisiones de bonos de colocación directa no difieren en forma significativa de un préstamo a largo plazo y virtualmente no tienen secundario.Como los bonos se colocan directamente con los compradores, no es necesario es registro de la emisión en la comisión de valores de bolsa. Las de bonos que se colocan directamente son ligeramente superiores a la de emisiones públicas similares, ya que evitan ciertos administrativos y de suscripción.Los bonos que se venden al público los colocan generalmente los bancos inversionistas que están en el negocio de vender valores corporativos. El inversionista recibe del emisor la compensación por el servicio y su comisión es un porcentaje del monto principal estipulado previamente por las partes. Los bonos que se emiten en ofertas públicas se deben registrar en la comisión de valores de bolsa.El precio al cuál se ofrecen estos bonos difieren a menudo de la tasa establecida o del cupón de bonos, si otros instrumentos de deuda- similar producen en el momento una más alta que la tasa de cupón de bono, éste tiene que venderse con descuento, es decir por debajo de su valor nominal, pero si la tasa ésta por debajo de la tasa del cupón del bono, este se vende con prima, o sea con un valor mayor al nominal.Las obligaciones podrán ser nominativas, a la orden o al portado y tendrán igual valor nominal, que serpa de cien quetzales o múltiplos de cien. Son aquellos títulos en los que se indica el nombre de la persona determinada como su titular. Es esta la única persona facultada para exigir el cumplimiento de la obligación documentada. Sin embargo, este título puede circular a través de la cesión de . Corresponde a la cancelación total (única vez al vencimiento) o parcial de la deuda (en fechas predeterminadas),Es el monto que paga un bono en cada período en de renta y/o amortización. Los bonos están formados por uno o varios cupones que representan los diferentes pagos que va hacer el bono a lo largo de su vida.Consiste en cambiar un bono por otro, generalmente mas atractivos para su poseedor.Consiste en la extinción de una emisión y su canje por otra de distinta , generalmente se hace con el sentimiento de tenedor de bono.

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Rendición.

Consiste en el pago del bono a su vencimiento o antes, si está estipulado en la emisión que pueden ser llamados a redención por sorteo.Obligaciones.

Otra de las fuentes de capitalización de las empresas, consiste en la emisión de obligaciones, que generalmente se realizan con garantía hipotecaria del activo de la empresa. La modalidad más interesante consiste en las obligaciones denominadas cedulas hipotecarias, que fraccionan el valor total de una hipoteca.

Otra de las de capitalización de las empresas, consiste en la emisión de obligaciones, que generalmente se realizan con garantía hipotecaria del activo de la empresa. La modalidad más interesante consiste en las obligaciones denominadas cedulas hipotecarias, que fraccionan el valor total de una hipoteca.

OTRAS FUENTES DEL FINANCIAMIENTO EXTERNO.

Existen fuentes de financiamiento internacional de carácter bancario; se trata de instituciones bancarias internacionales cuyo propósito es estimular la producción de los países en vías de desarrollo. Entre otras pueden mencionarse las siguientes:

Existen internacional de bancario; se trata de instituciones bancarias internacionales cuyo propósito es estimular la producción de los países en vías de desarrollo. Entre otras pueden mencionarse las siguientes:

     

  • Banco internacional para la reconstrucción y fomento (BIRF)

     

     

  • Banco de importación y exportación (EXIBANK)

     

     

  • La corporación internacional financiera (CIF)

     

     

  • Banco internacional e desarrollo (BID), y otros

     

Disolución – Fracasos; Auditoria Interna.

La disolución ocurre en aquellas empresas constituidas en personas jurídicas. Se entiende por disolución al fenecimiento o muerte de la persona jurídica.

La disolución ocurre en aquellas empresas constituidas en personas jurídicas. Se entiende por disolución al fenecimiento o de la persona jurídica.

Una sociedad mercantil, puede disolverse por las causas siguientes:

     

  1. Por mutuo acuerdo de los socios que la integran;

     

     

  2. Por fenecimiento del plazo estipulado para su existencia.

     

     

  3. Por retiro de uno de los socios.

     

     

  4. Por quiebra de la sociedad (perdida del 50% del capital social);

     

     

  5. Por fallecimiento de un socio.

     

     

  6. Por concluir el objetivo por el cual se constituyo; y

     

     

  7. Por quiebra de uno de los socios; que la integran.

     

Auditoria Interna.

La auditoria interna: es un elemento del control interno, siendo su principal función, la de evaluar y fiscalizar los demás medios de control.

La auditoria interna: es un elemento del , siendo su principal , la de evaluar y fiscalizar los demás de control.

Lo anteriormente expuesto, nos indica que pesa sobre el auditor interno, una gran responsabilidad, debido a que su función como tal lo obliga a:

     

  1. Vigilar si los bienes de la hacienda son adecuadamente controlados y contabilizados

     

     

  2. Si los egresos han sido debidamente autorizados.

     

     

  3. Si se observan las normas de procedimientos vigentes: y

     

     

  4. Si las cuentas y sus estados periódicos presentan un cuadro imparcial de las operaciones

     

Los demás elementos de control interno, son puestos en conocimiento del personal a través de organigramas de organizaciones con planes contables y reglamentación interna.Control Interno.

Un sistema de control interno, puede definirse como la coordinación del sistema de contabilidad y de los procedimientos de empresas, de tal manera que el trabajo de un empleado llevando a cabo sus labores delineadas en una forma independiente, compruebe continuamente el trabajo de otro empleado hasta determinado punto que pueda involucrar la posibilidad de fraude o errores.

Un sistema de , puede definirse como la del sistema de y de los de empresas, de tal manera que de un empleado llevando a cabo sus labores delineadas en una forma independiente, compruebe continuamente el trabajo de otro empleado hasta determinado punto que pueda involucrar la posibilidad de o errores.

Son elementos constituidos de control interno; los siguientes.

  1. Organizacional estructural.
  2. Procedimiento de trabajo.
  3. La contabilidad de registros.
  4. Informes.
  5. Estándares de rendimiento; y
  6. Auditoria Interna.
CONTROL CONTABLE DE UNA EMPRESA

Organización de la contabilidad de una empresa.

Organización de la de una empresa.

La organización del sistema de contabilidad, cuando se trate de empresas pequeñas, con frecuencia es factible, que ciña estrechamente a principios estandarizados, los cuales con mínimos ajustes pueden emplearse en diversas clases.

En cambio las medianas y grandes empresas, se tropezará con la complejidad, la especialización y por consiguiente, con la estructuración de un sistema de medida.

Se hace necesario, para la implantación de un sistema de contabilidad, la especialización y por consiguiente, con la estructuración de un sistema a la medida.

Con lo anteriormente expuesto, se comprueba el principio de aplicación del elemento constituido del control interno ORGANIZACIÓN ESTRUCTURAL.

La creación de una organización y la delegación de responsabilidades son sin duda alguna, requisitos inmediatos de control.

Lo cual obedece a que una organización depende en último término de sus componentes individuales, la asignación de cargo brinda la oportunidad de colocar a cada gente en el lugar en donde sus aptitudes podrán rendir el máximo individual y colectivo consideradas. Esta separación de las funciones encierra el germen de un control mejor de un desenvolvimiento de trabajo más adecuado.

Las computadoras personales constituyen una herramienta muy importante el registro de las operaciones diarias que realiza las empresas en la actualidad.Sistemas de Contabilidad.

Se entiende por sistema, el conjunto ordenado de principios y reglas coordinadas entre si, sobre determinada materia.

Como consecuencia en el aumento del comercio y la ampliación de la industria se ha impuesto la necesidad de establecer normas de la contabilidad, de las diferentes empresas que las llevan a cabo.

Como sistemas de contabilidad, aplicados a las diferentes empresas, pueden citarse:

     

  1. Sistema de partida simple:

     

     

  2. Sistema de partida doble;

     

     

  3. Sistema de pólizas;

     

     

  4. Sistemas de comprobantes; y

     

     

  5. Sistema de inventario perpetuo, etc.

     

En la practica, puede determinarse que no existe ningún sistema fijo de los enumerados anteriormente, pues como es de conocimiento de los estudiosos de la materia, la partida doble es el sistema universalmente usado, aunque no siempre se adapta a las exigencias de la empresa.

Pero como es natural, en todo el sistema de contabilidad bien planificado, debe obtenerse un máximo de información como un mínimo de esfuerzo. En tales circunstancias, para obtener los mejores resultados debe recurrirse a diversos procedimientos que tiendan a simplificar el trabajo. Y en esta actividad, como en tantas otras de la vida moderna las maquinas brindan una buena oportunidad para lograr eficacias y rapidez.

EL REGLAMENTO INTERNO DE LA EMPRESA

De acuerdo que para el efecto determinara la legislación laboral guatemalteca:Reglamento Interno de trabajo es el elaborado por el patrón de acuerdo con las leyes, reglamentos, pactos colectivos, y contratos vigentes que lo afectan, con el objeto de precisar las condiciones obligatorias a que deben sujetarse, el patrono y sus trabajadores, con motivo de la ejecución o prestación concreta del trabajo.

Como es natural por innecesario no se incluirán en el reglamento las disposiciones contenidas en la ley.

La Ley, establece que todo patrono que ocupen en su empresa permanentemente diez o más trabajadores, queda obligado a elaborar y poner en vigor su respectivo reglamento interior de trabajo.

Así mismo, todo reglamento interior de trabajo debe ser aprobado previamente por la inspección de trabajo; debe de ser puesto en conocimiento de los trabajadores con quince días de anticipación.

A la fecha en que va a comenzar a regir, deberá imprimirse en caracteres fácilmente legibles y se ha detener constantemente colocado, por lo menos en dos de los sitios más visibles del lugar de trabajo, en su defecto a de suministrarse impresa en un folleto a todos los trabajadores de la empresa de que se trate.

Las disposiciones que contienen el párrafo anterior deben observarse también para toda modificación derogatoria que haga el patrono del reglamento interior de trabajo.

Lo mismo que, este reglamento comprenderá las reglas de orden técnico y administrativo necesarias para la buena marcha de la empresa; las relativas a higiene y seguridad en las labores, como indicaciones para evitar que se realicen los riesgos profesionales e instrucciones para prestar los primeros auxilios en caso de accidentes, y en general todas aquellas otras necesarias para la conservación de la disciplina y el buen cuidado de los bienes de la empresa. Además debe contener:

     

  1. Las horas de entrada y salida de los trabajadores o periodos de descanso durante la jornada;

     

     

  2. El lugar y el momento en que debe comenzar y terminar las jornadas de trabajo.

     

     

  3. Los diversos tipos de salarios y las categorías de trabajo a que correspondan;

     

     

  4. El lugar, día y hora de pago;

     

     

  5. Las disposiciones disciplinarias y procedimientos para aplicarlas. Es entendido que se prohíbe descontar suma alguna de salario de los trabajadores en concepto de multa y de la suspensión del trabajo, sin goce de salario, no puede decretarse por más de ocho días, sin antes haber oído al interesado y a los compañeros que este indique.

     

     

  6. La designación de las personas del establecimiento ante quines debe presentarse las peticiones de mejoramiento o reclamos en general y la manera de formular unos a otros.

     

     

  7. Las normas especiales pertinentes a las diversas clases de labores, de acuerdo con la edad y sexo de los trabajadores y las normas de conducta, presentación y compostura personal que estos deben guardar, según lo que requiera la índole del trabajo.

     

CONCLUSIÓN

Como conclusión podemos decir que las asociaciones cooperativas se rigen mediante las más limpias y depuradas normas democráticas: libre manifestación de la voluntad de cada persona con igual valor a la de los demás; un hombre, un voto con absoluta independencia del capital, ya que este es servidor y nunca amo; y autonomía frente al Estado, con las únicas limitaciones que la moral y la ley imponen para proteger los intereses de la comunidad.Y que la forma movimiento de las empresas se rige mas que nada por documentos los cuales son percibidos o concedido, en caso de las acciones, al vender una acción estamos dando una parte de la empresa al comprador, lo cual lo hace propietario de ella.

(Monografía de Mario Flores)

La hora de la micro-política

Robert de Herte

En la era de la modernidad, la política ha sido pensada de manera esencialmente institucional o contestataria de la institución. El poder central era el objetivo de las prácticas y las luchas políticas. Cuando los descontentos eran demasiado numerosos, asistíamos a movimientos de cólera, e incluso insurrecciones. Hoy se asiste a su implosión. Hoy no nos movilizamos, nos desentendemos. No solamente sucede que los poderes oficiales son cada vez más impotentes, sino que la abstención no deja de progresar. Por muy "cercanos al pueblo" que pretendan estar, los políticos se esfuerzan en vano por asegurar de forma patética su apuesta por la "transparencia", sus programas ya no interesan a nadie.

Aquellos que no comprenden que el mundo ha cambiado se sienten desolados. Ven desaparecer algo que era considerado ya como familiar a sus vidas y constatan una sensación de ruptura. Confunden el fin de un mundo, el suyo, con el fin del mundo. Olvidan que la historia está abierta, y que aquello que es superado anuncia nuevas recomposiciones. Como la ola, dice Michel Maffesoli, que avanza mientras parece recular.

No hay que confundirse de cara a este movimiento de "reacción", al interpretarlo como una "deserción" de tipo clásico. Se trata en verdad de una nueva "secesio plebis". Como a imagen de un individuo, cuando su cuerpo ya no sigue a su voluntad. Pero aquí, hablamos del cuerpo social. Dentro de este movimiento de sedición instintiva, el cuerpo social se desvincula de la consciencia de la institución, del poder estatal. No se reconoce más en lo instituido, en la clase política. No es que se haya vuelto indiferente a todo. Solo es que ha comprendido que la verdadera vida esta fuera de ahí.

Esta dinámica es desconcertante puesto que, contrariamente a lo que estamos acostumbrados a ver, no tiene un fin pre-establecido. No está guiado por vastas teorías, no se fija grandes objetivos a conseguir. Las grandes nociones abstractas (patria, clase, progreso, etc) a la luz de los que habíamos querido cambiar el mundo para hacerlo mejor, tuvo por efecto convertirlo en peor, de forma que hoy se nos aparecen como vacíos de sentido. La Historia (con mayúscula) se ha retirado del escenario en beneficio de las historias particulares, al igual que las grandes epopeyas en beneficio de las narraciones locales. Después de quince siglos de doctrinas que pretendieron decir como el mundo debía de ser, volvemos a la idea de que el mundo debe ser entendido tal y como es. No hay que temer este movimiento, de este funcionamiento a la vez opaco y prometedor.

La mundialización, que constituye actualmente el marco de nuestra historia, no es menos paradójica. Por un lado, es unidimensional, por lo que parece provocar por todos los lados la extinción de la diversidad bajo todas sus formas. Por otro, supone una fragmentación inédita. De esta manera, restituye la posibilidad de un modo de vida "auto-político", fundado sobre la auto-organización a todos los niveles, y además la posibilidad de un tipo de práctica democrática que se había vuelto impracticable dentro de los grandes conjuntos nacional-unitarios.

La acción local permite ciertamente vislumbrar un retorno a la democracia directa, de tipo orgánico y comunitario. Una democracia de este tipo, tiene en cuenta tanto el momento de la deliberación como el de la decisión, e implica sobre todo una importante participación. Se basa también en las nociones de subsidiariedad y reciprocidad. Subsidiariedad: que las comunidades puedan en lo posible decidir por sí mismas aquello que les concierne, y que no deleguen a un nivel superior más que la parte de poder que ellas mismas no puedan ejercer. Reciprocidad: que el poder de decidir otorgado a algunos esté acompañado del poder dado a todos de controlar a aquellos que deciden. Esta forma de gestión responde a la definición de poder dado por Hannah Arendt, no como un contrato, sino como un poder de hacer y de actuar juntos. Vuelve a pensar la política a partir de la noción de autosuficiencia, buscando crear las condiciones para esta autosuficiencia a todos los niveles: familias ampliadas o recompuestas, comunidades vecinales, de ciudades y de regiones, comités locales, sistemas inter-comunales, ecoregiones y mercados locales.

La Revolución de 1789, al consagrar los derechos del individuo independiente de toda pertenencia comunitaria, ha pretendido poner fin a un sistema de asociacionismo, al que reprochaba hacer de "cortina de humo" entre el individuo y el Estado soberano. Rousseau no era ni mucho menos hostil al régimen asociativo, del que Tocqueville hizo tras él uno de los útiles de la libertad. En el siglo XIX, el modelo de representación no ha dejado competir en lugar del de asociación. "La idea proudhoniana de federalismo, recuerda Joël Roman, fue explícitamente propuesto en oposición a la representación política, y el naciente movimiento obrerista se encontrará ligado en primer término a la noción de asociación". Este modelo ha inspirado mas tarde experiencias muy diversas (concejistas, comunitarias y cooperativas). Estamos viendo como renace en nuestros días, con un nuevo rostro.

La noción de comunidad está directamente ligada al de la democracia local. Al mismo tiempo que una realidad humana inmediata, la comunidad es un instrumento de creación del imaginario social. Es a partir de ésta que es posible hoy recrear lo colectivo. La dimensión colectiva asocia a aquellos tienen una causa por alzar en común: pertenecen a mi comunidad aquellos que, en la vida diaria, se enfrenta a los mismos problemas que yo. Poner el acento sobre las comunidades significa rehabilitar las "matrias" carnales, concretas, frente a la patria abstracta, inmensa, anónima y lejana. Este re-enraizamiento dinámico, abierto, no significa una regresión, un cerramiento o una sustitución. Privilegia las nociones de reciprocidad, de ayuda mutua, de solidaridad con lo próximo, de intercambios de servicios y de economías paralelas, de valores compartidos. La resistencia a la homogeneización planetaria no podrá operarse más que a nivel local.

Pensar globalmente, actuar localmente: ésta es la clave de la micro-política. Se trata de terminar con la autoridad y la expertocracia que nos vienen dados desde arriba, dictando desde lo alto de la pirámide las reglas generales, así como con una sociedad donde la riqueza aumenta al mismo ritmo que se desagrega el vínculo social. Contra la mentalidad de asistencia y el Estado-Providencia, se trata de trabajar por la reconstrucción de los vínculos de reciprocidad, la resocialización del trabajo autónomo, la aparición de nuevos "nichos" sociales y la multiplicación de "nudos" en el seno de las "redes" asociativas. Se trata de hacer reaparecer al "hombre habitante" por oposición al hombre que no es más que productor y consumidor. Se trata de colocar lo local en el centro, y lo global en la periferia. Retorno al lugar, al paisaje, al ecosistema, al equilibrio. ¡ La verdadera vida está por fuera del sistema !

[Revista Elements, primavera 2001]

Los socialistas franceses

Alain de Benoist

[Traducción: Santyago Rivas]



"Entre el socialismo proudhoniano o blanquista y el socialismo marxista, existe un desacuerdo más grave que una simple querella política o una rivalidad de escuela. Son dos temperamentos los que se enfrentan, más aun: dos concepciones de la vida las que se oponen".

El sujeto ha sido tratado, especialmente, por Camile Bouglé (El socialismo francés, 1932), Máxime Leroy (Los precursores franceses del socialismo, 1948) y, sobre todo, por Robert Aron (Los socialistas franceses frente al marxismo, 1974).

El libro de Robert Aron, resultado de una investigación de cuarenta años, se presenta como una historia de la cuestión social, desde la "prehistoria del proletariado" hasta la actualidad.

El antiguo régimen distinguía dos grandes sectores de producción: la pequeña industria organizada en corporaciones y en cuerpos de oficios, cuyos miembros disponían de una cierta independencia, y las grandes fábricas, estrechamente vinculadas a la autoridad real. La Revolución hizo desaparecer a las unas y a las otras. Al mismo tiempo, la semana fue ampliada a diez días, y los trabajadores no disponían mas que de tres días de reposo al mes. Antes de 1789, disfrutaban, por media, de 84 por año.

"La ley Chapelier, en 1791, abolió las corporaciones, sometiendo las instituciones obreras a la tutela del Estado. En el nombre de la libertad, se gestaba una nueva forma de opresión".

Al alba de la era industrial, el "socialismo francés" hizo su aparición con Babeuf (1760-1797). Enseguida vinieron Saint-Simon, Fourier, Leroux, pensadores generosos, utópicos, de imaginación desbordante o calenturienta, según se vea.



Las víctimas de la Comuna de París de 1871

Los teóricos de la segunda generación, Blanqui (1805-1881), Louis Blanc (1811-1882), Constantin Pecqueur (1801-1887), son hombres de coraje e invención. Pero no son políticos. "Ignoraban –escribe Robert Aron–, por evoluciones oscuras, tortuosas o divergentes, que un pensamiento debe evolucionar antes de insertarse en la práctica".

Abarcando todos los problemas desde el principio, planificaron al detalle inmensos edificios teóricos, de forma inmutable y perfecta, en el esfuerzo por construir una doctrina que nada podría mermar. Fourier declara: "Nos enfrentamos a 5.000 años de malentendidos entre el Creador y la criatura". "Dios es el mal" afirma Proudhon. Pero Pierre Leroux comenta: "Creíamos que todo edificio religioso debería desaparecer porque logramos probar la caducidad del sistema católico. Si este se derrumba, la religión no desaparecerá del mundo, solamente se transformará".

Aron dedica su libro "A los comuneros de 1871, víctimas de la reacción versallista y de la falsificación marxista".

El suceso fue, en efecto, decisivo. Lejos de ser un movimiento "premarxista", la Comuna fue "una revolución inflamada por el patriotismo, hostil a la centralización estatal, y en la cual Marx y Engels, conjugando sus esfuerzos con la burguesía versallista, desearon su fracaso para asegurar la hegemonía de su doctrina en el socialismo naciente".

En el comité del movimiento insurreccional no figuraban más que tres marxistas, frente a una inmensa mayoría de blanquistas y proudhonianos.

Las contradicciones de la época encontraron su ilustración simbólica en el rostro trágico del insurgente Louis Rossel, fusilado a la edad de 27 años. Edith Thomas escribió sobre él: "Rechazado por los admiradores de la Comuna, que le abandonaron, odiado por los herederos de Versalles, de los que se mofaba, Rossel no pertenece más que a su sola persona. Esa es su grandeza" (Rossel, 1967).

En 1866, Karl Marx describía con estas palabras a los obreros parisinos: "Obreros de lujo, sobreasalariados, felices, sin duda, de pertenecer a la vieja basura. Ignorantes, vanidosos, pretenciosos, babosos, inflados de énfasis". El 20 de julio de 1870, en las vísperas de la guerra, declara: "Los franceses tienen necesidad de una buena paliza". Todo se explica cuando Marx precisa: "La preponderancia alemana en Europa transportará el centro de gravedad del movimiento obrero de Francia a Alemania. Esto significará, al mismo tiempo, la preponderancia de nuestra teoría sobre la de Proudhon".

Robert Aron divisa en Marx el "defecto metafísico", que consiste, como en Descartes, en creer que "las leyes de la mecánica son las mismas que las leyes de la naturaleza". Pero la verdad no es de naturaleza intelectual. El intelecto se contenta con poner el orden que más le conviene en los hechos naturales constitutivos de la realidad. Antes de ser construido, el mundo es percibido –y el modo en que se percibe determina el modo en que se construye.



Sorel y Proudhon

Los dos principales adversarios de Marx son dos franceses: un saboyano P.J. Proudhon, y un normando, Georges Sorel. Precursor del federalismo y de la "revolución europea", Proudhon propone un nuevo equilibrio de fuerzas sociales. Oponiendo "una dialéctica de la vida a la dialéctica de la muerte, a lo que se reduce en definitiva el sistema marxista" define el socialismo como la aplicación del antiguo axioma suum cuique, "a cada uno lo que le corresponde" –según su capacidad (Memorias de un revolucionario). En 1850, escribe: "El hombre es ante todo un animal guerrero: es por (medio de) la guerra que se manifiesta en lo sublime de su naturaleza". En sus Cuadernos, precisa: "Aquello que los pueblos de la Edad Media odiaron por instinto (el amor al dinero y el cultivo de la vida muelle), yo también lo odio con reflexión, irrevocablemente".

Louis Dimier, quien fuera uno de los profesores del Instituto de la Acción Francesa (y que, a iniciativa de Georges Valois y Henri Lagrange, fue incluido en el "Círculo Proudhon", quizás el primer grupo que unió a militantes socialistas y nacionalistas), le cita en 1907 entre sus Maestros de la contrarrevolución durante el siglo XIX.

Teórico de la "violencia proletaria", que le parece "algo muy bello y muy heroico", Georges Sorel concebía el socialismo como una "filosofía de las costumbres". Contesta la división de la sociedad en clases y brama contra los "intelectuales parisinos" del movimiento obrero.

"El sindicalismo revolucionario –escribe–, debería asemejarse a los ejércitos napoleónicos, en donde los soldados realizaban proezas extraordinarias a sabiendas que seguirían siendo pobres".

En 1840, los niños de diez años trabajaban de 12 a 14 horas por jornada en los telares industriales. Era la época del "capitalismo salvaje". En la actualidad, en Occidente, el nivel de vida del mayor número es, de lejos, es más elevado. De este modo, en adelante, la cuestión implica menos la cantidad como la calidad de la existencia.

Cada vez que ha capturado el poder, el "socialismo" ha tenido que renegar de sí mismo, cuando no se transforma en un "panzercomunismo" (según la expresión de Pierre Teruel). El Estado soviético, que debería "automarchitarse" para dar lugar a la ciudad fraternal, se convirtió en el más frío de los monstruos fríos, en la "gran cachiporra" de la que hablara Lenin en El Estado y la revolución.

En 1933, Robert Aron y Arnaud Dandieu habían constatado: "Cuando el orden ya no es orden, es necesaria la revolución. Y la única revolución que consideramos es la revolución del orden" (La revolución necesaria).

El 17 de mayo de 1846, dos años antes de la aparición del Manifiesto comunista, Proudhon escribía a Karl Marx: "¡No podemos ejercer de líderes de una nueva intolerancia! Acojamos, alentemos todas las protestas. Mancillemos todas las exclusiones y todos los misticismos. Con esta condición yo entraría en vuestra asociación. De otro modo, no".

Y fue no. Y la querella todavía permanece.

Comunitarismo en America Latina

Por Pablo Guerra.

Introducción.

La historia de las ideas está plagada de hechos muy curiosos, y el desarrollo del comunitarismo como nueva perspectiva teórica no escapa a ello. Para muchos, el debate más apasionante en el mundo de los intelectuales a partir de los años setenta, es el que enfrenta a liberales por un lado y comunitarios por otro. Es así que desde entonces se han publicado numerosos textos resumiendo las principales ideas en cada bando. Esos textos han pasado a ser de uso habitual e incluso imprescindible en reuniones de trabajo, congresos académicos, cátedras universitarias, o por parte de profesionales e intelectuales deseosos de encontrar referencias inspiradoras para el delicado trabajo político y/o propositivo. Lo curioso, y hasta cierto punto paradójico, es que todo ese inusual dinamismo académico e intelectual contemporáneo, se basa no tanto en formulaciones teóricas absolutamente originales, sino fundamentalmente en proposiciones respaldadas en argumentos, ideas, posturas y escuelas de pensamiento, originadas y desarrolladas décadas o incluso siglos atrás.

Por lo tanto, quienes quieran conocer y entender el verdadero sentido y mensaje del comunitarismo contemporáneo, no debieran ignorar la complejidad de sus fuentes y marcos de interpretación. Para decirlo con otras palabras: la mera lectura de autores anglosajones en estas materias, es una lectura sesgada o al menos insuficiente. De allí la necesidad de incorporar otras fuentes y marcos interpretativos, sobre los que hemos insistido en numerosas ocasiones y sobre los cuáles volveremos en estas páginas.

Nuestro punto de partida teórico es el llamado "comunitarismo sensible" que Etzioni defendiera en sus clásicos "The Moral Dimension" (1988) y "The New Golden Rules" (1991); y que diversos profesores iberoamericanos divulgáramos entre otros, en el monográfico sobre comunitarismo, publicado por Arbor, y el de socioeconomía, publicado por Anthropos, ambos compilados por el catedrático y experto español, José Pérez Adán, y publicados en el 2000.

Este discurso comunitarista creemos deberíamos distanciarlo, aunque no tajantemente, del comunitarismo filosófico que representan entre los más notorios, hombres como Taylor, Sandel o Walzer. El nuestro es un comunitarismo más sociológico, que como demostraremos en este artículo, hunde raíces en otros comunitarismos del pasado muy caros al acervo doctrinario de numerosas corrientes del pensamiento latinoamericano o muy relevantes para numerosas experiencias de este continente, como es el caso del personalismo comunitario de Mounier, o del comunitarismo de Buber; o para ir más atrás en el tiempo, del comunitarismo que pretendía romper con la racionalidad capitalista de la sociedad (Gemmenschaft), tal como expusieran varios clásicos, entre ellos el más notable, Ferdinand Tönnies. Sin embargo comparte con los filósofos comunitaristas, su carácter marcadamente anti-individualista, rescatando la clave de personas insertas en comunidades, y de comunidades consideradas también como sujetos históricos con derechos y deberes.

Justamente una noción sobre el pensamiento comunitario del tipo que proponemos, está teniendo una presencia significativa en América Latina. Es así que los textos de Etzioni y de otros comunitaristas como José Pérez Adán han tenido ya una buena acogida entre diversos medios académicos e intelectuales del continente. Por otro lado, al igual de lo ocurrido en América del Norte, donde el discurso comunitarista tiene un fuerte impacto en el sistema político, en América Latina, el comunitarismo ha comenzado también a ser considerado por la clase política. En concreto, la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), a influjos de su Presidente, el chileno Gutemberg Martínez, ha promovido la constitución de reuniones especiales para dar cuenta de estas nuevas propuestas (ancladas en referentes doctrinarios anteriores) donde convergen la filosofía política y las ciencias sociales. Finalmente, también se han constituido en los últimos años, foros de comunitaristas en nuestro continente, con presencia significativa en Perú, Colombia, México, Argentina y Uruguay, entre otros países.

En ese marco de creciente interés latinoamericano por las elaboraciones de la Plataforma Comunitaria, resulta fundamental detenernos en algunos asuntos de particular importancia para darle mayor sentido en este sur del mundo. Es así que proponemos partir de dos ideas fundamentales, a saber: (1) el comunitarismo contemporáneo, si bien tiene origen anglosajón, hunde raíces en numerosas fuentes de pensamiento con influencia en los acontecimientos latinoamericanos; (2) la agenda teórica comunitaria puede y debe leerse en clave latinoamericana; para ello es necesario profundizar en ciertos aspectos estructurales menospreciados por la literatura del norte. Veamos más detenidamente estos asuntos.

El comunitarismo contemporáneo, si bien tiene origen anglosajón, hunde raíces en numerosas fuentes de pensamiento con influencia en los acontecimientos latinoamericanos.


Desde las ciencias sociales hacemos referencia a lo comunitario al menos desde dos puntos de vista muy distintos que llamaremos en esta ocasión, puntos de vista macro y micro social.

El concepto de lo comunitario desde el punto de vista macro social es el que nos ocupa fundamentalmente en esta obra. Sus autores fundacionales son Weber y Tönnies, sobre cuya influencia nos hemos extendido en otra oportunidad2. Más acá en el tiempo, debemos incluir a quienes han desarrollado teoría en el marco de la Communitarian Network.

En su The Moral Dimension: Towards a New Economics de 1988, Etzioni desarrolla un complejo concepto de lo comunitario, justamente desde un punto de vista macro social, que nos aproxima más bien a una entidad orgánica, a un "nosotros" de normas, valores y principios, que funcionaría como soporte privilegiado de toda acción individual. El individuo, de esta manera, se comprende en relación a su medio, pero a diferencia de las concepciones totalitarias, existe una especie de tolerancia social, de donde emerge la importancia de lo consensual no solo en materia de derechos, sino también de deberes.

En La Nueva Regla de Oro, de 1991, señalaría que el paradigma de lo comunitario implica entonces una delicada combinación de orden social y autonomía.

Los comunitaristas, de esta manera, se separan radicalmente de la concepción liberal acerca de los vínculos entre individuo y sociedad; existiendo entonces un notable acercamiento teórico con ideas que tuvieron mucha influencia en los años de postguerra: nos referimos a las contribuciones fundamentalmente, entre otros, de Mounier y Maritain, ambos de mucha influencia en Latinoamérica, continente quizás más abierto entonces a las propuestas culturales francesas que a las propuestas surgidas en Norteamérica, una tendencia que comienza a revertirse con ese proceso de norteamericanización, que algunos todavía confunden con la globalización.

Mounier, por ejemplo, sentenciaba en su Manifeste au Service du Personalisme de 1936, que el liberalismo había impuesto la visión de

"un individuo abstracto, buen salvaje pacífico y paseante solitario, sin pasado, sin futuro, sin vínculos, sin carne, provisto de una libertad sin norte, ineficaz juguete embarazoso con el que no se debe dañar al vecino y que no se sabe como emplear si no es para rodearse de una red de reivindicaciones que le inmovilizan con mayor seguridad aún en su aislamiento. En tal mundo, las sociedades no son más que individuos agigantados, igualmente replegados sobre sí mismos, que encierran al individuo en un nuevo egoísmo y le consolidan en su suficiencia..." .(9)

En el plano propositivo, y luego de repasar el valor de la Persona y los vínculos del yo - nosotros que retomaría luego Etzioni, comprueba la imposibilidad de fundar la comunidad esquivando la persona, de donde surge su concepto de comunidad personalista, o dicho de otra manera, una persona de personas.

En íntima conexión con los planteos de los modernos comunitaristas continuaba señalando:

"Si fuese preciso dibujar su utopía, describiríamos a una comunidad en la que cada persona se realizaría en la totalidad de una vocación continua fecunda, y la comunión del conjunto sería una resultante viva de estos logros particulares. El lugar de cada uno sería, en ella, insustituible, al mismo tiempo que armonioso con el todo. El amor sería su vinculo primero, y no ninguna coacción, ningún interés económico o vital, ningún mecanismo extrínseco. Cada persona encontraría allí, en los valores comunes, trascendentes al lugar y al tiempo particular de cada uno, el vínculo que los religaría a todos" . (10)

Maritain, por su lado, llega al concepto de comunidad luego de distinguir filosóficamente el individuo de la persona, y de señalar que "por naturaleza" la persona exige vivir en sociedad. Pero, lo importante y sustancial de su análisis es que el fin de esta sociedad no es el bien individual, sino el bien común; distanciándose por tanto de la visión individualista que destruye la sociedad, y de la totalitaria que destruye la dimensión personalista. Llegamos entonces a una conceptualización de lo comunitario como aquello relacionado al bien común, en el marco de un "humanismo integral".

En América Latina, continente inspirado en los valores culturales de estilo barroco a diferencia de la modernidad positivista que caracterizaría al mundo anglosajón, estas ideas tuvieron un impresionante eco y a su vez fueron fuente de inspiración propias, sobre todo en las corrientes humanistas cristianas. Las primeras obras del teólogo de la liberación, el P. Gustavo Gutiérrez, por ejemplo, estuvieron muy influidas por estas visiones comunitarias, también presentes en otros teólogos pertenecientes a diversas iglesias cristianas. Es así que los escritos surgidos en el marco de la primera reunión de teólogos latinoamericanos (Petrópolis, 1964), toman como referencia entre otros, a Mounier, Maritain y Teilhard de Chardin. Las ideas de estos grandes del pensamiento mundial, serían leídas en clave de “liberación” por parte de quienes están obligados a “ver” un continente básicamente católico pero sumido en la miseria, a “juzgar” a la luz de los valores del Evangelio, y a actuar en consecuencia.

En el plano político, no se puede ignorar la influencia de estas primeras ideas comunitarias, en el pujante movimiento demócrata cristiano de los años sesenta. Uno de los discípulos más reconocidos de los citados autores franceses, ha sido sin duda el arquitecto y sociólogo uruguayo, Juan Pablo Terra. En su clásico libro "Mística, Desarrollo y Revolución" de 1969, basa su análisis propositivo, en dos grandes pilares: el ideal democrático y el ideal comunitario. Este último, consiste fundamentalmente "en la idea de convivir compartiendo, por una consciente aceptación fraternal. Ese convivir y compartir, supone poner en común los derechos sobre muchas cosas, manejar, administrar, usar y gozar muchas cosas fraternalmente, sin tuyo ni mío". Recalca luego, que lo comunitario es básicamente un modo de relación entre personas, más que de relaciones con las cosas, en alusión al fenómeno muy discutido en la década del sesenta sobre la propiedad, que en este caso prefiere el autor manejar sin dogmas, admitiendo la necesidad de una pluralidad de combinaciones posibles.

De manera que lo que comparten estos autores al hacer mención a lo comunitario es una mirada "macro social" en el entendido que privilegian el conjunto de los atributos sociales, dirigiendo sus miradas a un proyecto de cambio más general ("Sociedad Comunitaria" vs. "Sociedad Individualista", etc), ya sea de connotaciones conservadoras ("vuelta al pasado", como sugiere por momentos Tönnies), ya sea de corte progresista, como claramente se presenta en los autores contemporáneos citados.

Una segunda lectura es la que se puede hacer desde una mirada más micro sociológica: en tal sentido consideraremos técnicamente comunidad, a aquella unidad de organización social caracterizada por una unión basada en fundamentos afectivos, emotivos y tradicionales, en el marco de una relación que pretende mediante relaciones consensuales legitimar las normas fundamentales de convivencia.

Así como desde el primer punto de vista (macrosocial) podemos hablar de “sociedad comunitaria”, desde el punto de vista micro social, más bien corresponde hablar de “experiencias comunitarias” en lo social, cultural y económico.

En América Latina es muy clara la existencia de cierta continuidad entre ambas miradas: la noción de “sociedad comunitaria” en el continente es fruto de numerosas experiencias comunitarias que le han dado soporte, desde las culturas nativas, hasta la importancia de las instituciones familiares, de ayuda mutua y reciprocidad que actualmente son visibles; así como de numerosas experiencias concretas de carácter comunitario en el plano socioeconómico o inclusive pastoral (recordemos el origen de las Comunidades Eclesiales de Base, impulsadas por la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín de 1968).

América Latina debería definir su propia Plataforma Comunitaria.
A pesar del éxito que han tenido los autores comunitaristas del primer mundo en nuestro continente, así como de la pertinencia de los principales ejes del debate comunitarismo vs. Liberalismo, lo cierto es que los latinoamericanos deberíamos corregir ese mal hábito de “consumir” acríticamente las elaboraciones teóricas surgidas en contextos de abundancia y postmaterialismo, ciertamente distantes a nuestra realidad. Para ello asoman como proféticas las advertencias que ya sobre mediados del Siglo XX hacía el sociólogo Gino Germani bajo los conceptos “efecto demostración” y “efecto fusión”.

En tal sentido, veremos a continuación algunos aspectos fundamentales del comunitarismo del primer mundo que creemos pertinentes para nuestro tercer mundo latinoamericano, y luego ensayaremos el hincapié que deberíamos realizar en aras de una perspectiva más latinoamericanista sobre los temas que nos convocan.

A nuestro criterio, la crítica hacia la modernidad individualista que dio origen a las primeras versiones comunitaristas, tienen significativa validez para el caso latinoamericano, sobre todo cuando esa crítica tiene como referencia no tanto a liberales de inspiración neokantiana, interesados en buscar los vínculos necesarios entre los principios liberales y el sentido de la justicia (Rawls, Dworkin, etc.), sino fundamentalmente a los abanderados de un liberalismo e individualismo extremo, representado por los seguidores de Frederick Von Hayek, que en esta parte del mundo se conoce como neoliberalismo. Justamente estos neoliberales han sido promotores de una noción de sociedad absolutamente mercantilizada donde muy poco papel le toca jugar al Estado, o a las normas y comportamientos morales y virtuosos de los actores.

En los últimos años del Siglo XX hubo en América Latina, un proceso de avance de ese liberalismo radical, con mucha incidencia en las dimensiones culturales, sociales y económicas de nuestros países. En palabras del ex presidente chileno, Patricio Aylwin:

“El tipo de sociedad y de cultura que prevalece en nuestros días, al menos en el mundo occidental, es un sistema de convivencia humana cuyo eje central es el mercado. De las “economías de mercado” –sin duda las más eficientes para crear riqueza, pero injustas para distribuirla- estamos pasando a “sociedades de mercado”, en las que prevalece una cultura materialista y economicista en la que el “tener” vale más que el “ser” y, consiguientemente, las personas se convierten en esclavas de las cosas.

Esto ocurre paralelamente a un proceso de creciente individualismo: de la afirmación de la libertad individual como el valor más importante, que lleva a las personas a ser hostiles a cualquier clase de regulaciones –ya provengan del Estado, de tradiciones culturales y aún de lazos familiares-, se pasa a una especie de egocentrismo que las induce a vivir preocupadas sólo de si mismas y de su entorno más cercano, indiferentes a lo que ocurra en el mundo y hasta en su propio país, a menos que afecte a sus intereses personales.

Consecuencia y expresión de este fenómeno son el egoísmo, el consumismo y la competitividad prevalecientes. La preocupación por nuestra propia vida nos torna indiferente a los dolores ajenos. Aunque las noticias de catástrofes suelen conmovernos, rara vez nos interesamos por la suerte de la gente pobre que vive en nuestras vecindades... No puedo ocultar que eso es algo que me escandaliza”3.

Las respuestas a estas tendencias no se hicieron esperar, comenzando a operar con fuerza nociones tendientes a proponer alternativas a las visiones liberales - individualistas. Es así que Guillermo León Escobar se pregunta si hubo cambios de valores en Latinoamérica. La respuesta es positiva, argumenta el intelectual colombiano:

“permanecen, sin duda, los postulados éticos de libertad, de justicia, de equidad –sustituyendo la igualdad- y de solidaridad, pero esos postulados se veían ayer con el catalejo del liberalismo y no son pocos los que hoy profesan mirándolos a través del catalejo de la comunidad o de la sociedad civil nacientes, lo que entrega claramente dos formas de vivirlos en la dimensión personal y social. Esto permite, por ejemplo, que existan –como en verdad existen- en el ámbito de la cultura política dos discursos: el continuado de la tradición liberal y el discurso “social” que lee de manera diferente tales postulados”4.

Es así que en nuestro continente han surgido numerosas y valiosas experiencias comunitarias surgidas en el seno de su dinámica sociedad civil. A manera de ejemplos, podemos citar en materia rural, las importantes movilizaciones de los pueblos indígenas, sobre todo luego del levantamiento de Chiapas en 1994. A nivel urbano, entre otras, son de rescatar las iniciativas surgidas a nivel popular en Argentina, luego del estrepitoso derrumbe del modelo neoliberal en Diciembre del 2001.

También tiene plena validez para el caso latinoamericano el llamado a apostar fuerte por las instituciones familiares. Numerosos estudios en los últimos años vienen señalando cuáles son los cambios más significativos en la materia, a saber:

Mayor diversidad en los tipos de familia, producto de una mayor amplitud en los estilos de vida.
Transformaciones demográficas, orientadas fundamentalmente a reducir significativamente la relación pasivo/activo.
Cambios en los roles sociales: mayores roles femeninos y caída del modelo de “aportante único”.
Aumento de la jefatura de hogar femenina.
Heterogeneidad de las estructuras familiares por tipos y etapas de ciclos familiares.
Visibilidad de la violencia intrafamiliar.
Persistencia del reparto tradicional del trabajo doméstico5.


Como se puede observar, es posible discernir cambios positivos y otros negativos desde el punto de vista comunitario. Es así que aparecen como mayormente preocupantes, aquellas tendencias que rompen con cierta valoración social y cultural hacia la familia en nuestro continente, representando fuertes cambios comportamentales dirigidos más bien hacia los modelos de desarraigo típicos de los países materialmente más avanzados. Resulta paradigmático en ese sentido, la reducción de los hogares multigeneracionales y el aumento en el número de hogares unipersonales. Estos últimos han crecido en todos los países latinoamericanos, salvo Panamá, y ya representan en algunos países como Argentina y Uruguay, más del 15% de los hogares6. La jefatura de hogar femenina en hogares pobres e indigentes, por otra parte, es uno de los indicadores más negativos desde el punto de vista comunitario: se trata por lo general de hogares habitados por muchos niños donde no existe la figura paterna y donde –por tanto- una madre o abuela se hace cargo de todas las tareas inherentes al mantenimiento del hogar. La expansión de este tipo de hogar es una de las muestras más claras, así como de mayores consecuencias negativas, del individualismo machista.

En otros términos, los principales problemas detectados por la CEPAL en la materia son la violencia intrafamiliar, el desempleo y la desintegración familiar. Esta última es entendida fundamentalmente como la destrucción de proyectos familiares por medio de la separación o divorcio. Obviamente que la crítica comunitarista a este fenómeno es puramente sociológica (no nos interesan en esta ocasión los casos individuales). UNICEF, ha llamado la atención en tal sentido, acerca de los vínculos entre la felicidad y la integración familiar, destacando que una de las variables que influye de manera más decidida en la expresión del sentimiento de felicidad o infelicidad lo constituye la presencia de ambos padres en el hogar.

En un Informe titulado “La voz de los niños”, destaca que la prevalencia de felicidad de los niños que viven con ambos padres es del 74% en América Latina contra el 83% en la Península Ibérica. Para los niños que viven sólo con la madre, la prevalencia desciende al 62% y al 75% respectivamente, descendiendo aún más entre los niños que viven sólo con el padre (62% y 67% respectivamente).

“La ausencia del padre en la familia, notablemente superior en América Latina (29% contra 11% de la Península Ibérica), junto al menor porcentaje -arriba mencionado- de niños viviendo con ambos padres, que expresan un sentimiento de felicidad, podrían llevar a pensar que lo que los niños latinoamericanos reclaman no es la presencia física de los padres en el hogar sino su presencia afectiva y activa en la vida de los niños. En un período de cambios profundos en la composición de las familias, estos datos, más que a conclusiones definitivas, llevan a formular nuevas preguntas sobre las nuevas formas de vida familiar en las sociedades contemporáneas”.

En relación al problema de la violencia, el Informe es contundente al señalar que

“la complejidad de los cambios en las relaciones familiares se ve reforzada por la presencia de la violencia y las conductas agresivas en el hogar. Esta constituye una variable de alto impacto en escenarios, públicos y privados, de la vida social. De nuevo, una diferencia significativa se plantea entre las dos regiones, con una mayor violencia presenciada por los niños latinoamericanos en sus hogares (26% contra 16% de la Península Ibérica)”7.

La misma centralidad en una agenda latinoamericana es visible con respecto al rescate que hace el comunitarismo norteamericano y europeo sobre el rol de la educación formal, y más específicamente hablando, de las escuelas, consideradas en sí mismas como agentes indispensables en la formación del carácter y de la educación moral de los niños.

En América Latina, sin embargo, la situación es muy delicada al menos por dos razones. En primer lugar por la escasa porción del gasto público que se dirige a la educación, lo que lleva a una reducida atención, pero por sobre todas las cosas a márgenes menores de calidad (al decir de Borón, el problema no consiste en el acceso a la educación, sino en el acceso a la buena educación: “Si bien la matrícula se ha incrementado con mucha rapidez en los últimos treinta años, por otra parte, con esa misma rapidez se ha visto erosionada la calidad: la enseñanza de la lengua, matemáticas y ciencias deja mucho que desear en muchos lugares”)8. Es así que en latinoamericana solo el 45% de los niños declaran asistir a la escuela para aprender, según datos de UNICEF.

En segundo lugar, por la irrupción en los últimos años de nuevos paradigmas organizacionales que ven a la escuela no tanto como una institución para formar en valores cívicos y solidarios (como se la comprendió, por ejemplo, con el surgimiento de las primeras reformas educativas populares sobre principios del Siglo XX), sino más bien como puente entre las familias y el mercado de trabajo. Es así que en los años noventa proliferaron los técnicos que defendían un sistema educativo funcional a los intereses de los circuitos económicos. Desde este punto de vista, un sistema educativo eficiente es aquel que nutre a sus integrantes, de las habilidades necesarias para ingresar con éxito al mercado laboral.

También es significativo el llamado que hacen los comunitaristas en el sentido de profundizar la participación política de los ciudadanos. En América Latina, una de las deudas pendientes es la escasa cultura cívica de sus ciudadanos, y la peor inercia al respecto de los Estados, que poco hacen para llevar el poder hacia la ciudadanía. Es así que en muchos de nuestros países, la mayoría de la población ya no cree en algunos de los principales mecanismos e instituciones democráticas. Las encuestas de opinión pública en 17 países de América Latina, muestran que en tan solo 3 de ellos, el grado de satisfacción con el funcionamiento de la democracia es similar al de los países de Europa Occidental. A un nivel general, sólo el 37% de los latinoamericanos se siente conforme con sus democracias, contra el 53% en los países de la Unión Europea9.

Para muchos, esta especie de abandono de cierta posición optimista ingenua acerca del alcance de las democracias en nuestros países, es desencadenante de una serie de reflexiones tendientes a dotar de nuevos retos la configuración democrática del continente. Es así que el comunitarismo se ve revalorizado en los últimos años, cuando se insiste en la necesidad de incorporar el discurso republicano y valorativo en estas cuestiones.

A nivel de las prácticas, han surgido además, desde la recuperación democrática, en los años ochenta, aunque con más acento a partir de los noventa, algunas experiencias positivas tendientes a acercar los mecanismos democráticos y cívicos al común de la gente, como ser el programa de presupuesto participativo desarrollado por el Estado de Río Grande do Sul, en Brasil, entre otras iniciativas orientadas con sentido de descentralización y participación popular.

Otro de los asuntos centrales en el discurso comunitarista de buen recibo en el continente es el vinculado al fortalecimiento de los tejidos sociales, uno de los temas predilectos por parte de Robert Bellah, quien se ha encargado de hacer notar la importancia de la activación ciudadana en los EUA. De esta manera, una de las principales líneas de reflexión al amparo del pensamiento comunitarista tiene que ver con el tercer sector, esto es, aquellas organizaciones de la sociedad civil que fomentan mecanismos de participación y acción ciudadana con perspectiva pública.

En este sentido, los latinoamericanos tenemos mucho que mostrar de positivo. En los últimos años hemos constatado a lo largo y ancho del continente, un notable brío de distintas experiencias de organizaciones sociales y populares tendientes a satisfacer necesidades desatendidas ya sea por un Estado cada día menos benefactor, ya sea por un mercado que raramente se interesa por aquello que no tenga rédito económico. De esta manera, nuestros países han sido escenarios de prácticas comunitarias que han ido fortaleciendo lo que numerosos autores llaman “capital social”, y que nosotros preferimos denominar factores comunitarios (o factor C, al decir de Luis Razeto).

Es así que adquieren particular interés desde nuestra óptica, las diversas experiencias de economías solidarias que hemos trabajado extensamente en América Latina, donde se muestra cómo la propiedad compartida, la autogestión, los valores comunitarios, la solidaridad, etc., permitieron el desarrollo humano de notables casos: los Talleres Solidarios y la Fundación Solidaridad en Chile; el modelo de desarrollo local cooperativo de San Gil, en Colombia; las Ferias Cooperativas y las Asociaciones de productores de Barquisimeto; el sistema productivo local de la Villa El Salvador de Lima; o de Maquita Cuschunchic de Ecuador; la organización económica de diversas comunidades indígenas del continente; los asentamientos del MST en Brasil; o diversas experiencias de comunidades cristianas, etc. En todos los casos, se observa claramente cómo la solidaridad pasa a “activarse” también en el plano económico con resultados alentadores a la vista.

El éxito demostrado por estas y otras experiencias solidarias inclusivas, ha llevado a que fueran rescatadas no solo por sectores de corte alternativo, sino además por los propios organismos internacionales, caso del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, quienes le han estado prestando mucha atención a estos fenómenos en los últimos años: el GrameenBank de Mohamed Yumus con innumerables experiencias similares distribuidas en todo el continente, así como la Villa el Salvador de Lima, las Ferias Populares de Barquisimeto, o el presupuesto participativo en Porto Alegre son solo algunas de las experiencias que figuran como modelos a imitar en varias obras de los citados organismos multilaterales.

Muy vinculado a este fenómeno de la participación ciudadana, surge a nuestro criterio un último elemento central en el discurso comunitarista, que adquiere particular importancia en América Latina: nos estamos refiriendo al fenómeno de la corrupción. El Prof. Etzioni señalaba en oportunidad de una conferencia brindada ante numerosos políticos demócrata cristianos del continente, que “allí donde la corrupción es un hecho duradero, no están dadas las condiciones básicas para que una sociedad sea plenamente comunitaria”10. Pues bien, si como dice el último Informe de la organización Transparencia Internacional, América Latina es el continente más corrupto del mundo, entonces se estaría muy lejos de ese objetivo.

Los datos en la mayoría de nuestros países son elocuentes. En el Perú, por ejemplo, 75% de sus ciudadanos cree que la corrupción persistirá en ese país, a pesar de estar iniciados 240 procesos judiciales por presuntos actos de corrupción cometidos durante el gobierno de Fujimori, quien exiliado en Japón habría huido con 180 millones de dólares pertenecientes a las arcas públicas.

En Colombia, por su lado, además de la corrupción manejada por los “señores de la droga”, una encuesta realizada por el Banco Mundial, revelaba que el cincuenta por ciento de los contratos de privados con el Estado "se pagaron con sobornos".

En Argentina, mientras tanto, el Ministro de Economía que hiciera famoso el “milagro” argentino de la convertibilidad (Domingo Caballo), ha comparecido a la justicia junto al ex presidente Carlos Menem (1989-1999) quien permaneció en prisión domiciliaria por seis meses en 2001, acusado de tráfico ilegal de armas y lavado de dinero.

Menem también enfrenta una causa judicial iniciada el año pasado por haber recibido supuestamente once millones de dólares del gobierno de Irán para que ocultara la presunta participación de ese país en el atentado contra una mutual judía en 1994 en Buenos Aires, en el que murieron 87 personas.

Lamentablemente los anteriores no son casos aislados, ya que en buena parte del resto de los países aparecen presidentes, ex mandatarios y funcionarios involucrados en procesos por corrupción, siendo los más notorios Hugo Banzer (Bolivia), los paraguayos Luis González Macchi y Juan Carlos Wasmosy, Rafael Callejas de Honduras, Leonel Fernández de República Dominicana y Oscar Alemán, de Nicaragua, todos gobernantes recientes, que no solo no supieron o no quisieron luchar contra la corrupción generalizada, sino que además, habrían participado activamente en un juego que continúa desgastando aún más las bases más esenciales de una vida comunitaria.

Ahora bien, una verdadera y legítima plataforma comunitarista en Latinoamérica debería hacer hincapié no solo en los asuntos comunes con el resto del mundo, sino además en los propios. En tal sentido, quisiéramos remarcar la necesidad de incorporar y poner el acento en los asuntos pendientes desde el punto de vista de un proyecto equitativo.

Lamentablemente América Latina recibe un nuevo milenio con viejos dramas sociales. El número de personas pobres, en constante crecimiento, asciende a más de 220 millones, estando 90 millones en situación de pobreza extrema. Esos números representan según la CEPAL, aproximadamente al 44% de la población total.

La pobreza y la pobreza extrema conviven en nuestro continente con la opulencia de unos pocos. Es así que el nuestro se considera el continente más inequitativo del mundo. Según el Banco Interamericano de Desarrollo, mientras que el coeficiente Gini en materia de distribución de los ingresos ronda entre 0,30 y 0,35 en Europa, en América Latina se ubica en torno a 0,50. Por lo demás, como señala el citado informe del BID, “el problema no muestra señales claras de mejoramiento”. Si los años setenta manifestaron un mejoramiento, éste se vio fuertemente afectado en la llamada “década perdida” de los ochenta, para no registrar cambios visibles en la última década del milenio11.

Pues bien, en ese marco de creciente pobreza e inequidad, no es viable pensar en condiciones duraderas para crear una buena sociedad, tal como la reflexionan los teóricos del norte, esto es, haciendo hincapié en la necesidad de crear un orden moral que pueda convivir en difícil equilibrio, con las libertades individuales. Justamente nuestra posición es que América Latina ha hecho hincapié en los asuntos del orden y de las libertades, empujando hacia un segundo plano la necesidad de incorporar los valores de justicia y solidaridad. Un ejemplo muy ilustrativo en tal sentido nos lo da el Prof. Sanin S.J., cuando nos recuerda, por medio de las divisas de los escudos de Colombia y Chile, cuán lejos llegaron las ideas del liberalismo y del positivismo, y qué escaso impacto han generado las ideas de solidaridad12. El escudo de Colombia, por ejemplo, dice “libertad y orden”, en tanto el de Chile, que reza “por la razón o la fuerza”, representa lo mejor del modelo del siglo de las luces. El de Brasil, por su parte dice “Orden y Progreso”. En ningún caso, al igual de lo sucedido con el resto de las cosas en nuestro continente, la justicia, la equidad, o la solidaridad se hicieron presentes con la fuerza y centralidad con que se manejaron los conceptos positivistas y liberales desde el siglo XIX.

Etzioni es consciente de esa deuda pendiente en América Latina, al señalar que “no se puede tener una comunidad si la mitad de la gente está viviendo con limusinas, casas lujosas y la otra mitad vive en abierta pobreza”13. A pesar de ello, es evidente que los escritos comunitaristas del norte atienden con mucha oportunidad los aspectos morales y culturales, pero al costo muchas veces de desatender mayormente los aspectos estructurales de la sociedad, algo que desde una Latinoamérica cada vez más pobre e inequitativa, no podemos soslayar o dejar en un segundo plano.


Habida cuenta de este obstáculo objetivo que representan los viejos problemas sociales de América Latina, se vuelve entonces imperioso poner el acento en cómo resolver esos dramas de inequidad desde un paradigma comunitarista, como primer paso para sentar las bases hacia una buena sociedad.

Vayan en tal sentido dos desafíos y propuestas diferenciales con respecto al resto de los paradigmas, especialmente con respeto al paradigma liberal, hoy hegemónico o al menos mayoritario en el discurso académico.

Uno de los desafíos consiste, al decir de Polanyi, en volver a imbricar (embedded) la economía a los valores sociales, tanto en el plano teórico como en el plano de las prácticas concretas. Efectivamente, somos de la idea que el discurso económico y sus prácticas se han ido desligando del marco social en el que supieron estar insertos hasta al menos buena parte del siglo XVIII. Se constata en tal sentido, el desarrollo de una teoría económica desconocedora del manejo filosófico, sociológico e incluso ético, sobre todo desde la irrupción de las teorías marginalistas primero, y de las teorías neoclásicas luego. Ello ha estado unido a crecientes prácticas económicas concretas de nuestros tiempos, caracterizadas por las distancias manifiestas con respecto a las normas y valores morales más comúnmente desarrollados por las distintas comunidades.

Otro de los desafíos tiene que ver con la correcta teorización de las principales categorías económicas empleadas en nuestro lenguaje socioeconómico. Al hacerlo, ciertas polémicas tan actuales, como las del tipo “más mercado o más Estado”, nos resultarán mal planteadas. Más bien propugnamos una visión de multiplicidades de lógicas y racionalidades económicas que dan origen a un “mercado determinado” (concepto gramsciano con antecedentes ricardianos), que será más o menos democrático y más o menos justo, según se expresen algunas manifestaciones, a saber: la satisfacción de las necesidades humanas, también concebidas integralmente; y la presencia, en forma equilibrada, de al menos las tres grandes lógicas que creemos existen en la actividad económica contemporánea: la capital individualista, la pública estatal, y la perteneciente a la sociedad civil organizada con criterios solidarios.

La realidad de nuestro continente, sin embargo, es la de un mercado determinado que lejos de acercarse al paradigma de mercado democrático y justo que proponemos, está haciendo avanzar la lógica capital individualista -causa y efecto a la vez, de lo que podemos llamar una cultura neoliberal adveniente-, por sobre la lógica pública estatal y la lógica solidaria.

En resumen, un paradigma de mercado democrático y justo (sobre cuyas características no nos podremos detener en esta ocasión), con intervención equilibrada de los tres sectores, en el marco de una economía subsumida a los valores sociales, creemos son propuestas y desafíos realmente significativos para el moderno comunitarismo desde perspectivas socioeconómicas que tengan como referente, en este caso, la particular realidad de nuestro continente latinoamericano.

El sindicalismo revolucionario por Georges Sorel

Presentación

Por Chantal López y Omar Cortés

Georges Sorel (1847 - 1922), uno de los principales impulsores de la corriente del sindicalismo revolucionario, fue considerado, a principios del siglo XX, como un atrevidísimo teórico que, uniendo las concepciones de Marx, Proudhon y Bergson, alcanzó gran notoriedad.

Entre sus obras más conocidas, podemos resaltar, Reflexiones sobre la violencia escrita en 1908, y, Materiales para una teoría del proletariado, escrita en 1919.

Para desgracia de este filófoso político, sus concepciones terminarían siendo reivindicadas por las corrientes fascistas, y Georges Sorel acabaría siendo magnificado por Benito Mussolini y sus camisas negras.

Sin embargo, el ideario de Sorel despertó nuevamente intéres durante los finales de la década de 1960 en la corriente anarcomarxista, puesto que su deseo por unir los conceptos de Proudhon y Marx en la síntesis del sindicalismo revolucionario, se convierte en fehaciente prueba de ello.

Nadie sabe para quien trabaja, podría ser uno de los epitafios que caerían de maravilla sobre este filósofo que auguraba un nuevo mundo.

En el ensayo que aquí publicamos, Sorel desglosa, de manera resumida, su teoría del sindicalismo revolucionario, así como los elementos que, en su opinión, le dan solidez, siendo uno de ellos el famoso concepto de la huelga general, arremetiendo, paralelamente, contra las corrientes del socialismo parlamentario.

Para terminar diremos que, de ninguna manera, deben ser desechados apriorísticamente sus análisis y opiniones, por las simpatías que despertaron en la corriente fascista, sino, antes bien, deben ser motivo de constante reflexión por parte de todas y todos los interesados en la filosofía política.

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El sindicalismo revolucionario

Me he preguntado con frecuencia si no debía insistir en las cuestiones que había tratado, de una manera demasiado breve o demasiado superficial, en el Porvenir socialista de los Sindicatos -aprovechándome de las experiencias ocurridas desde 1897 y de los conocimientos más extensos que he adquirido de los principios del socialismo, -para dar una exposición más clara, metódica y profunda del movimiento sindical. Siempre me ha detenido la extraordinaria amplitud de los problemas que se me presentaban, cuando me ponía a reflexionar sobre estas cosas; por otra parte, estos últimos años han sido singularmente ricos en hechos imprevistos, que han venido a hacer vanas las síntesis que parecían mejor establecidas. Cuando se cree haber hallado un sistema que abarca convenientemente las comprobaciones que se juzgan más importantes, un estudio más detallado o un incidente fuerzan a abandonar todo.

No estamos aquí en presencia de fenómenos pertenecientes a géneros clásicos, de fenómenos que todo trabajador serio pueda vanagloriarse de poder observar correctamente, definir con exactitud, explicar de manera satisfactoria, utilizando principios aceptados en la ciencia. Los principios faltan aquí en absoluto; es, por lo tanto, imposible llegar a describir con precisión y claridad; a veces, hasta hay que temer un excesivo rigor de lenguaje, porque estaría en contradicción con el carácter fluente de la realidad y ese lenguaje engañaría. Debe procederse por tanteos, probar hipótesis verosímiles y parciales, contentarse con aproximaciones provisionales, para dejar siempre la puerta abierta a correcciones progresivas.

Esta impotencia relativa debe parecer muy despreciable a los grandes señores de la sociología, que fabrican, sin el menor cansancio, vastas síntesis que abarcan una seudohistoria del pasado y un futuro quimérico; pero el socialismo es más modesto que la sociología.

Mi folleto es uno de estos tanteos. Cuando lo escribí, en 1897, estaba muy lejos de saber todo lo que sé hoy; por lo demás, me proponía un fin bastante restringido: llamar la atención de los socialistas sobre el gran papel que podían estar llamados a desempeñar los sindicatos en el mundo moderno. Veía que había muchos prejuicios contra el movimiento sindical y creía que este estudio contribuiría a disipar algunos; para conseguir mi fin, debía tocar muchas cuestiones más que profundizar ninguna.

En aquella época, la idea de la huelga general era odiosa para la mayor parte de los jefes socialistas franceses, y yo creí prudente suprimir un capítulo que había consagrado a mostrar la importancia de esta concepción. Desde entonces, han ocurrido grandes cambios: en 1900, cuando reedité mi artículo, la huelga general ya no era considerada como una simple insania anarquista; hoy es sostenida por el grupo del Mouvement Socialiste. Más de una vez, Jaurés ha dado a entender que era partidario de este modo de concebir la revolución (1); esto ha sucedido cuando ha necesitado el apoyo de los sindicalistas, pero luego ha rechazado esa utopía, que no conviene a los ricos accionistas de su periódico, a los dreyfusistas de la Bolsa ni a las condesas socialistas. Lo que debe atraer nuestra atención es que Lagardelle y Berth, a quienes nadie, en el mundo socialista, gana en talento, en saber y en abnegación, han llegado, mediante la observación y la reflexión, a defender la huelga general; gracias a esto, se han convertido en Francia en los representantes más autorizados del sindicalismo revolucionario.

Quizá no está lejano el momento en que no se encuentre mejor medio de definir el socialismo que por la huelga general; entonces se verá claramente que todo estudio socialista debe hacerse sobre las direcciones y cualidades del movimiento sindical.

En la tesis de la huelga general hay que señalar tres propiedades importantes:

1º En primer lugar, expresa de un modo infinitamente claro, que el tiempo de las revoluciones políticas ha terminado, y que el proletariado se niega a dejar constituir nuevas jerarquías. Esta fórmula no sabe nada de los derechos del hombre, de la justicia absoluta, de las constituciones políticas y de los parlamentos; no niega pura y simplemente el gobierno de la burguesía capitalista, sino también toda jerarquía más o menos análoga a la burguesía. Los partidarios de la huelga general aspiran a hacer desaparecer todo lo que había preocupado a los antiguos liberales: la elocuencia de los tribunos, el manejo de la opinión pública, las combinaciones de partidos políticos. Esto sería, desde luego, el mundo al revés; pero ¿no ha afirmado el socialismo que quería crear una sociedad enteramente nueva? Más de un escritor socialista, demasiado alimentado por las tradiciones de la burguesía, no llega, sin embargo, a comprender tal locura anarquista; se pregunta lo que podría venir después de la huelga general: sólo sería posible una sociedad organizada conforme al plan mismo de la producción, es decir, la verdadera sociedad socialista.

2º Kautsky afirma que el capitalismo no puede ser abolido fragmentariamente y que el socialismo no puede realizarse por etapas. Esta tesis es ininteligible cuando se practica el socialismo parlamentario: cuando un partido entra en una asamblea de deliberación, es con la esperanza de obtener concesiones de sus adversarios; y la experiencia muestra que, en efecto, las obtiene. Toda política electoral es evolucionista, aun admitiendo que muchas veces no obliga a transigir sobre el principio de la lucha de clases. La huelga general es una manera de expresar la tesis de Kautsky de un modo concreto; hasta ahora, no se ha dado ninguna fórmula que pueda llenar el mismo oficio.

3º La huelga general no ha nacido de reflexiones profundas sobre la filosofía de la historia; ha surgido de la práctica. Las huelgas no serían más que incidentes económicos de una importancia social mínima, si los revolucionarios no interviniesen para cambiar su carácter y convertirlas en episodios de la lucha social. Toda huelga, por local que sea, es una escaramuza en la gran batalla que se llama la huelga general. Las asociaciones de ideas son aquí tan simples que basta indicárselas a los obreros en huelga para hacer de ellos socialistas. Mantener la idea de guerra, hoy que tantos esfuerzos se hacen para oponer al socialismo la paz social, parece más necesario que nunca.

Los escritores burgueses, acostumbrados a catalogar las escuelas filosóficas y religiosas por medio de algunas fórmulas breves, conceden una importancia mayor a los axiomas que se leen a la cabeza de los programas socialistas. Con frecuencia han pensado que, criticando estas oscuras declaraciones y demostrando que están vacías de sentido reducirían el socialismo a la nada. La experiencia ha mostrado que tal método no conduce a nada y que el socialismo es independiente de los supuestos principios defendidos por sus teóricos oficiales. Yo compararía a éstos con los teólogos. Un sabio católico, Eduard Le Roy, se pregunta si los dogmas de su religión suministran algún conocimiento positivo sobre algo (2); promulgados para condenar determinadas herejías, parece que se habría conseguido mucha más claridad si se hubiesen limitado a simples negaciones. Los Congresos socialistas, asimismo, harían bien en decir que rechazan ciertas tendencias que se manifiestan en los partidos; si adoptan otro sistema, es porque sus axiomas son de tal modo vagos que puede aceptarlos todo el mundo.

Se afirma con frecuencia que es menester organizar al proletariado en el terreno político y económico para conquistar el poder, con objeto de reemplazar la sociedad capitalista por una sociedad comunista o colectivista, He aquí una fórmula magnífica y misteriosa que puede entenderse de muchas maneras; pero la más sencilla de todas las interpretaciones es la siguiente: provocar la formación de asociaciones obreras, propias para crear la agitación contra los patronos; hacerse el abogado de los obreros cuando están en huelga y pesar sobre las administraciones públicas para que intervengan en favor de los trabajadores; hacerse nombrar diputado con el apoyo de los sindicalistas (3), y usar de su influencia, bien para que obtengan algunas ventajas los electores obreros, bien para que se den puestos a algunos hombres influyentes del mundo trabajador (4); en fin, lanzar de vez en cuando algún discurso resonante sobre las bellezas de la sociedad futura. Esta política está al alcance de todos los ambiciosos, y no exige que se entienda nada de socialismo para practicarla: es la de Augagneur y demás diputados socialistas que no han querido seguir en el partido socialista.

En mi opinión, no debe concederse la menor importancia a toda esta literatura. Los jefes oficiales del partido socialista se parecen, con harta frecuencia, a marinos de agua dulce a quienes el azar hubiese lanzado al gran mar y que navegasen sin saber hallar su camino en un mapa, reconocer las señales y tomar precauciones contra las tempestades. Mientras estos presuntos jefes meditan sobre la redacción de axiomas nuevos, acumulan vanidad sobre vanidad, y creen imponer su pensamiento al movimiento proletario, se encuentran sorprendidos por acontecimientos que todo el mundo espera, fuera de sus conciliábulos de sabios, y quedan estupefactos ante el menor incidente parlamentario (5).

Al mismo tiempo que los teóricos oficiales del socialismo se mostraban tan impotentes, unos hombres ardientes, animados de un sentimiento de libertad, de vigor prodigioso, tan ricos en amor al proletariado como pobres en fórmulas escolásticas, y que sacaron de la práctica de las huelgas una concepción clarísima de la lucha de clases, lanzaban el socialismo por la nueva vía que empieza a recorrer hoy (6).

El sindicalismo revolucionario turba las concepciones que se habían elaborado maduramente en el silencio del gabinete; marcha, en efecto, al azar de las circunstancias, sin cuidarse de someterse a una dogmática y dirigiendo más de una vez sus fuerzas por caminos que condenan los sabios. ¡Espectáculo desalentador para las almas nobles que creen en la soberanía de la ciencia en el orden moderno, que esperan la revolución de un vigoroso esfuerzo del pensamiento, y se imaginan que la idea dirige el mundo desde que éste se ha librado del oscurantismo clerical!

Es muy probable que se hayan perdido muchas fuerzas a consecuencia de esta táctica que, según ciertos intelectuales, merece el nombre de bárbara; pero también se ha producido mucho trabajo útil. Según prueba la experiencia superabundantemente, la revolución no posee el secreto del porvenir y procede como el capitalismo, precipitándose por todas las salidas que se le ofrecen.

El capitalismo no ha salido malparado de lo que se ha llamado su ceguera y su locura: si la burguesía hubiese escuchado a los hombres prácticos, sabios y morales, se habría horrorizado ante el desorden que creaba con su actividad industrial, habría pedido al Estado que ejerciese un poder moderador y habría seguido por una senda conservadora. Marx describe en términos magníficos la obra prodigiosa que ha sido realizada sin plan, sin jefe y sin razón: Como nadie lo había hecho antes que ella, ha mostrado de qué es capaz la debilidad humana. Ha creado otras maravillas que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas: ha realizado otras campañas que invasiones y cruzadas. (7).

La burguesía ha actuado revolucionariamente y contra todas las ideas que los sociólogos se forman de una actividad potente y capaz de alcanzar grandes resultados. La revolución se ha fundado en la transformación de los instrumentos de producción, hecha al azar de las iniciativas individuales; pudiera decirse que ha obrado según un modo materialista, ya que nunca la ha guiado la idea de los medios a emplear para conseguir la grandeza de una clase o un país. ¿Por qué no podría seguir el mismo camino el proletariado y marchar hacia adelante sin imponer ningún plan ideal? Los capitalistas, en su furor innovador, no se ocupaban lo más mínimo de los intereses generales de su clase o su patria; cada uno de ellos consideraba únicamente el mayor beneficio inmediato. ¿Por qué los sindicatos han de subordinar sus reivindicaciones a altos intereses de economía nacional y no se han de aprovechar todo lo posible de sus ventajas cuando las circunstancias les son favorables? El poder y la riqueza de la burguesía se basaban en la autonomia de los directores de empresa. ¿Por qué no se ha de basar la fuerza revolucionaria del proletariado en la autonomía de las rebeliones obreras?

En efecto, el sindicalismo revolucionario concibe su papel de esta manera materialista, calcada en cierto modo sobre la práctica del capitalismo. Saca partido de la lucha de clases, como el capitalismo lo había sacado de la concurrencia, empujado por un vigoroso instinto de producir una acción mayor de lo que permiten las condiciones materiales. Los individuos que se precian de conocer la ciencia social y la filosofía de la historia, se muestran muy desconfiados al ver manifestarse instintos tan indisciplinados; se preguntan, con una inquietud a veces cómica, adónde conducirá semejante barbarie; se preocupan de prever las reglas que el proletariado deberá adoptar cuando las fuerzas difusas de la revolución se concentren, se organicen y tengan necesidad de órganos reguladores. Hay en toda esta actitud de los doctos infinita ignorancia.

No he de recordar a los compatriotas de Vico lo que este gran genio ha escrito sobre las condiciones en medio de las cuales se producen los ricorsi, estos sobrevienen cuando el alma popular vuelve a estados primitivos; cuando todo es instructivo, creador y poético en la humanidad. Vico encontraba en la Edad Media la ilustración más firme de su teoría; los comienzos del Cristianismo serían incomprensibles si no se supusiese, en los discípulos entusiastas, un estado análogo al de las civilizaciones arcáicas. El socialismo no puede aspirar a renovar el mundo si no se forma de la misma manera.

No nos asombra, pues, ver a las teorías socialistas caer unas después de otras, mostrarse tan débiles cuando el movimiento proletario es tan fuerte; entre ambas cosas no hay más que un lazo artificial. Las teorías han nacido de la reflexión burguesa (8); se presentan, por lo demás, como perfeccionamientos de filosofías éticas o históricas, elaboradas en una sociedad que ha llegado, desde hace mucho, a los grados más altos de intelectualismo; estas teorías nacen, pues, ya viejas y decrépitas. A veces dan la ilusión de una realidad que les falta, porque expresan con fortuna un sentimiento accidentalmente unido al movimiento obrero y se deshacen tan pronto como ese accidente desaparece. El sindicalismo revolucionario que no toma nada del pensamiento burgués, tiene, en cambio, el porvenir abierto ante sí.

El sindicalismo revolucionario encarna, a la hora presente, lo que hay en el marxismo de verdadero, de profundamente original, de superior a todas las fórmulas: a saber, que la lucha de clases es el alfa y omega del socialismo; que no es un concepto sociológico para uso de los sabios, sino el aspecto ideológico de una guerra social emprendida por el proletariado contra todos los jefes de industria; que el sindicato es el instrumento de la guerra social.

Con el tiempo, el socialismo sufrirá la evolución que le imponen las leyes de Vico: deberá elevarse por encima del instinto y hasta puede decirse que esto ha comenzado ya; el marxismo rejuvenecido y profundo que defienden en Francia Lagardelle y Berth, en Italia valerosos escritores, en medio de los cuales brilla Arturo Labriola, es ya el producto de tal evolución. La sabiduría y profunda inteligencia de estos jóvenes marxistas, se manifiestan en que no pretenden anticiparse al curso de la historia y tratan de comprender las cosas a medida que se producen.

Yo quisiera llamar ahora muy brevemente la atención sobre algunas de las dificultades más graves que presenta el sindicalismo revolucionario.

a) Hemos partido de la idea de que el sindicalismo persigue una guerra social, pero se nos objeta que la guerra no puede ser considerada, a la hora presente, como el régimen normal de los pueblos civilizados; la guerra no es más que un incidente y todos los esfuerzos de la gente razonable tienden a hacer este incidente más caro y menos temible. ¿Por qué no introducir la acción diplomática en la guerra social, para conseguir la paz?

Hay una gran diferencia entre la guerra de los Estados y la de las clases. Ninguna potencia aspira ya a la monarquía universal, todas fundan su política en un ideal de equilibrio; de este modo, los conflictos se hacen muy limitados y la paz puede resultar de concesiones recíprocas. El proletariado, en cambio, persigue la ruina completa de sus adversarios y determina la noción de equilibrio por la propaganda socialista; las huelgas no pueden originar una verdadera paz social.

Cuando los sindicatos se hacen muy grandes, les ocurre lo mismo que a los Estados: los estragos de la guerra son entonces enormes, y los directores vacilan en lanzarse a aventuras. Muchas veces los defensores de la paz social han confesado que desearían que las organizaciones obreras fuesen muy poderosas para que de este modo estuvieran condenadas a la prudencia. Así como entre los Estados estallan a veces guerras de tarifas, que terminan por lo general en tratados de comercio, del mismo modo, el establecimiento de acuerdos entre grandes federaciones patronales y obreras, podría poner término a los conflictos sin cesar renacientes. Estos acuerdos, como los tratados de comercio, tenderían a la prosperidad común de los dos grupos, sacrificando algunos intereses locales. Al mismo tiempo que se hacen prudentes, las federaciones obreras grandes llegan a considerar las ventajas que les procura la prosperidad de los patronos y a tener en cuenta los intereses nacionales. El proletariado se ve así arrastrado a una esfera extraña a él, se transforma en el colaborador del capitalismo; la paz social parece próxima a convertirse en el régimen normal.

El Sindicalismo revolucionario conoce esta situación tan bien como los pacificadores y teme las centralizaciones fuertes; actuando de una manera difusa, puede mantener en todas partes la agitación huelguística: las guerras largas han engendrado o desarrollado la idea de patria; la huelga local y frecuente no cesa de rejuvenecer la idea socialista en el proletariado, de fortalecer los sentimientos de heroismo, de sacrificio y de unión, y de mantener siempre viva la esperanza de la revolución.

b) Se ha hecho observar que las antiguas revoluciones no han sido pura y simplemente guerras, sino que han servido para imponer sistemas jurídicos nuevos. ¿A qué puede tender la nueva revolución social?

Ya he dicho que las fórmulas teóricas oficiales del socialismo son muy poco satisfactorias; mas si se parte de la idea sindicalista, se ve uno naturalmente conducido a considerar la sociedad bajo un aspecto económico: todas las cosas deben reducirse al plano de un taller que marcha con orden, sin perder el tiempo y sin dejarse guiar por el capricho.

Si el socialismo aspira a transportar a la sociedad el régimen del taller, nunca se concederá bastante importancia a los progresos que se hacen en la disciplina del trabajo, en la organización de los esfuerzos colectivos, en el funcionamiento de las direcciones técnicas. En las buenas costumbres del taller está evidentemente la fuente de donde saldrá el derecho futuro; el socialismo herederá no sólo los instrumentos que hayan sido creados por el capitalismo y la ciencia que haya nacido del desarrollo técnico, sino también los procedimientos de cooperación que a la larga se habrán constituído en las fábricas, para sacar el mejor partido posible del tiempo, de las fuerzas y aptitudes de los hombres.

Estimo, en consecuencia, muy lamentables ciertos consejos que se han dado, más de una vez, a los obreros para desperdiciar el trabajo; el sabotaje es un procedimiento del antiguo régimen y no tiende en modo alguno a orientar a los trabajadores en el camino de la emancipación. En el espíritu popular quedan aún numerosas supervivencias lamentables de este género, que el socialismo debía hacer desaparecer.

c) Es evidente que en una sociedad las relaciones de los hombres no pueden estar reguladas únicamente por la guerra; en nuestros países democráticos, sobre todo, infinitas complicaciones hacen imposible mantener el estado de guerra en todos los dominios. Examinemos sumariamente los principales terrenos en los cuales se efectúa la unión:

1° Cuando se habla de la democracia, hay que preocuparse menos de las constituciones políticas que de lo que ocurre en las masas populares: la difusión de la prensa, la pasión con que el público se interesa por los acontecimientos y la influencia que la opinión pública ejerce sobre los gobiernos; he aquí lo que debemos tener en consideración. Todo lo demás, es secundario o no sirve sino de auxiliar a esta organización de la voluntad general. La experiencia enseña que la clase obrera no es la menos ardiente en tomar partido sobre cuestiones que no tienen ninguna relación con sus intereses de clase: leyes que tocan a las libertades, resistencia que determinadas Ligas oponen a los abusos, política exterior, anticlericalismo. Ha podido, pues, decirse que la democracia borra las clases. Más de una vez, los jefes de los partidos socialistas han tratado de encerrar al proletariado en el círculo de un magnífico aislamiento; pero las tropas no han seguido mucho tiempo a sus jefes. Las más sabias proclamas sobre el deber de los trabajadores resultan letra muerta cuando la emoción es demasiado viva. El asunto Dreyfus es bastante reciente para que sea necesario insistir.

2° Los Parlamentos no cesan de hacer leyes para la protección de los trabajadores; los socialistas se esfuerzan por conseguir que los tribunales inclinen su jurisprudencia en un sentido favorable a los obreros; la prensa socialista trata en todo momento de conmover a la opinión burguesa, apelando a los sentimientos de bondad, de humanidad, de solidaridad; es decir, a la moral burguesa. Los antiguos utopistas que esperaban una reforma social de la benevolencia o de las luces de los capitalistas mejor informados, han sido motivo de befa; y hoy parece que el socialismo recobra la vieja rutina y que solicita la protección de la clase que, con arreglo a su teoría, es la enemiga irreconciliable del proletariado. Los radicales hacen avances en el sentido de la legislación social, con la esperanza de que desaparezcan ciertos estados agudos que constituyen, en su opinión, la única razón de ser del socialismo. Los católicos sociales siguen el mismo camino, porque exigen de los ricos el cumplimiento del deber social.

Los socialistas no se han dado aún exacta cuenta de lo que produce esta política (9): no parece dudoso que haya tenido por consecuencia desarrollar el espíritu pequeño-burgués en muchos hombres elevados a puestos de responsabilidad por la confianza de sus compañeros.

3° El proletariado moderno está sediento de instrucción. La Iglesia ha creído que podría conquistar una gran influencia sobre su espíritu mediante la escuela; el Estado, en Francia, le disputa a la Iglesia con encarnizamiento la clientela obrera. Empero, se tendría una idea muy inexacta de la influencia ideológica de la burguesía, si nos atuviésemos a las estadísticas escolares; el proletariado está bajo la dirección de una ideología extraña, gracias al libro sobre todo. Muchas veces se ha deplorado que no haya una buena literatura socialista; pero en Francia, por lo menos, esta literatura es prodigiosamente débil y Ia gran prensa socialista está en manos de burgueses que hablan sin pies ni cabeza de todas las cosas que ignoran.

Cuando se reflexiona sobre estos hechos, se ve uno obligado a reconocer que la fusión de las clases sociales por los católicos sociales y los radicales, no es quizá una quimera tan absurda como pudiera pensarse de primera intención: no sería imposible que el socialismo desapareciese por un fortalecimiento de la democracia, si el sindicalismo no estuviera ahí para oponerse a la paz social. La experiencia porque acabamos de pasar en Francia de gobiernos deseosos de dar amplias satisfacciones a la clase obrera, no es bastante para hacer pensar que estas tentativas, por hábiles y audaces que sean, puedan vencer las dificultades que el sindicalismo revolucionario opone a la paz social; a medida que la democracia avanza, los sindicalistas han alzado el tono de la lucha y el resultado más seguro de esta experiencia parece ser el siguiente: que el instinto de guerra se ha fortalecido en la misma proporción en que la burguesía ha hecho concesiones en vista de la paz.

En mi estudio de 1897 había examinado el sindicalismo de un modo abstracto; quería en aquella época mostrar la gran variedad de recursos que contiene. Mas para estudiar a fondo el sindicalismo revolucionario actual, habría que limitarse a examinar lo que ocurre en un solo país. Las tradiciones nacionales constituyen un elemento considerable en la organización obrera y esta verdad, que nunca se repetirá bastante, aparece aquí con una claridad particular.

No sé si me engaño, pero se me antoja que Italia ofrece un terreno singularmente favorable a la extensión del nuevo socialismo. Posee hoy algunos de los mejores representantes de la doctrina revolucionaria, quizá los que a la hora presente la defienden con mayor autoridad; tiene órganos concebidos con un espíritu excelente, desde el punto de vista socialista, como la Avanguardia y el Divenire. Sería interesante indagar si toda la historia italiana no es el soporte de este movimiento.

El instinto de revolución total es antiguo en Italia y ha podido adoptar aspectos muy distintos; hoy, presta a la idea de huelga general una popularidad que no tiene en los demás países. El espíritu local permanece vivo, y el sindicalismo, por consiguiente, tal vez no está tan amenazado por el burguesismo de las grandes Federaciones como en Francia. La lucha de clases pudiera muy bien tomar en Italia sus formas más espléndidas, y el progreso del sindicalismo italiano deberá ser seguido con atención por todos los socialistas.

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Notas

(1) En el Congreso de París, en 1900, había votado en favor de la moción favorable a la huelga general, según el informe analítico oficial; pero, según la copia estenográfica, se habría abstenido.

(2) Eduard Le Roy: Qu'est-ce qu'un dogme? pp. 17-18. I (Tomado de la Quinzaine del 15 de Abril de 1906).

(3 En el Socialiste del 14 de septiembre de 1902, se quejan de que el secretario del sindicato ferroviario y los individuos más sobresalientes de esta asociación hayan trabajado, durante las elecciones, por los candidatos gubernamentales.

(4) En el Socialiste del 24 de febrero de 1901, se ve que el secretario de la Bolsa de Trabajo de Limoges, ha sido nombrado, gracias a la protección de Millerand, para un empleo de 5700 francos por año.

(5) Nada iguala la ingenuidad de nuestros socialistas imaginándose que Millerand no aceptaría una cartera ministerial, sino después de la revolución social, cuando todo el mundo, en la Cámara, sabía que corría tras de un ministerio.

(6) A este renacimiento del socialismo estará ligado, en Francia, el nombre de Fernand Pelloutier, que ha tomado una parte tan activa en la organización de las Bolsas del Trabajo, y que ha muerto antes de haber visto el resultado de la obra a que se había consagrado en cuerpo y alma.

Para muchos socialistas oficiales, Pelloutier fue solamente un oscuro periodista; ¡de tal modo ignoran la verdad sobre el movimiento obrero! El pobre y abnegado servidor del proletariado murió en un estado de miseria en 1901.

(7) Manifiesto comunista.

(8) Exceptúo aquí qué hay de esencial en el marxismo.

(9) Generalmente, los socialistas llaman a la legislación social derecho obrero; error análogo a aquél en que habrían incurrido los autores antiguos si hubiesen llamado derecho burgués al conjunto de reglas relativas a las relaciones que existían entre los señores feudales y los campesinos; la legislación social está fundada en la noción de sangre. Debería llamarse derecho obrero a las reglas que se refieren a todo el cuerpo de trabajadores, y que pueden, perfeccionándose, convertirse en el derecho futuro.

Autogestión

Un proyecto de práctica cotidiana
Por Jorge Robles - Tomado del fanzine GERMEN No. 3 de 1996

1.- Ninguna lucha puede tener éxito si no es consciente, si no persigue un fin concreto y definido. No es posible destruir
nada de lo existente si antes no hemos convenido entre nosotros mismos que es lo que queremos poner en lugar de aquello
que criticamos y queremos destruir. Los anarquistas concebimos la sociedad como una sociedad en donde todas las
relaciones mutuas de sus miembros están reguladas, no por las leyes, no por las autoridades,sino por medio de convenios
entre sus miembros; estando siempre en continuo desarrollo y cambio, según las necesidades de la vida libre y así lograr el engrandecimiento de los ideales libertarios.
2.- Entendemos como autogestión todas las opciones de auto organización social y comunitaria donde la comunidad misma,
ya sea sindical, cooperativa, campesina, de mujeres, jubilados, marginados y de cualquier otro sector social oprimido en
nuestra sociedad, tome en sus propias manos la tarea de resolver sus necesidades

3.- Entendemos como autogestión una serie de principios prácticos que encierran el funcionamiento básico de una
sociedad autogestionaria:

Democracia Directa

Acción Directa

Apoyo Mutuo

Extensión

Formación

5.- DEMOCRACIA DIRECTA: Son los interesados mismos los que toman sus decisiones, sin delegar en intermediarios la
responsabilidad de decidir sobre sus asuntos. Preponderando el concenso como la forma predominante en la toma de
acuerdos, y solo en casos extremos recurrir a la votación, evitando el "mayoriteo" y permitiendo, en lo posible, posiciones
propias a las minorías.

6.- ACCION DIRECTA: Si son los interesados mismos los que toman sus decisiones sin intermediarios, en la acción directa
son también ellos mismos los que gestionan sus propios acuerdos, también sin intermediarios.

7.- APOYO MUTUO: Desarrollar el concepto de solidaridad como principio ético de funcionamiento en todas las instancias en
las que participemos y asesoremos... empezando por nosotros mismos.

8.- EXTENSION: El crecimiento en nuestra práctica de estos principios autogestionarios, tanto en la comunidad, extendiendo
nuestra influencia tanto sectorial, como por regiones, así como la aplicación de los principios autogestionarios en nuestra
propia intimidad, no podemos manejar la autogestiónen el sindicato o en la cooperativa y ser unos tiranos e intolerantes en la
intimidad, con la familia, los compañeros o los trabajadores de la organización.

9.- FORMACION: El estudio y la actualización permanente nos permitirá manejar un mayor número de alternativas a valorar en
la toma de decisiones.

10.- Estos principios básicos de la práctica autogestionaria, que adaptados a las circunstancias particulares de cada caso, son
aplicables en cualquier instancia organizativa, desde el pequeño grupo sindical, la cooperativa, el barrio, la comunidad, el
pueblo y la sociedad misma; Ninguno es prioritario sobre los demás, no son sacrificables unos en función de otros. Son cinco y
se toman juntos.

11.- La autogestión, no solo es un proyecto a largo plazo es en sí mismo el método práctico para llegar a ella. Los medios tiene que estar de acuerdo con los fines.