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Sobre la sociedad anarquista (entrevista a Noam Chomsky)

Conversación con Peter Jay.



P.J.: Profesor Chomsky para empezar quizá sería lo mejor que tratara de decirnos qué es lo que no se ha de entender por anarquismo; la palabra anarquía, como es sabido, proviene del griego y significa literalmente sin gobierno, pero supongo que quienes hablan de anarquía o de anarquismo como sistema de Filosofía política no quieren con eso decir simplemente que son partidarios de que a partir del 19 de enero del año que viene, pongamos por caso, deje de existir de repente todo gobierno tal como hoy lo entendemos y que ya no habrá ni policía ni normas de la circulación, ni leyes ni recaudadores de impuestos y ni siquiera servicios de correos, teléfonos y telégrafos, etc. Me imagino que con esas palabras entienden algo más complicado que todo eso.

Chomsky: Bueno, entendámonos; le digo sí a algunas de sus cuestiones y no a otras. Lo más probable es que los defensores de la anarquía o del anarquismo sean partidarios de que no haya policía, pero no de que deba prescindiese de las normas del tráfico. Yo querría empezar diciendo que el término anarquismo abarca una gran cantidad de ideas políticas y que yo prefiero entenderlo como la izquierda de todo movimiento libertario. Desde estas posiciones podríamos concebir el anarquismo como una especie de socialismo voluntario, es decir: como un socialismo libertario, o como un anarcosindicalismo, o como un comunismo libertario o anarquismo comunista, según la tradición de Bakunin, Kropotkin y otros. Estos dos grandes pensadores proponían una forma de sociedad altamente organizada, aunque organizada sobre la base de unidades orgánicas o de comunidades orgánicas. Generalmente, por estas dos expresiones entendían el taller y el barrio, y a partir de este par de unidades orgánicas derivar mediante convenios federales una organización social sumamente integrada que podría tener alcances nacionales e internacionales. Toda decisión, a todo nivel, habría de ser tomada por mayoría sobre el terreno y todos los delegados representantes de cada comunidad orgánica han de formar parte de ésta y han de provenir de la misma, a la cual han de volver y en la cual, de hecho, viven.

P.J.: Así que no se trata de una sociedad en la que no haya, literalmente hablando, gobierno, sino más bien de una sociedad en la que la dirección principal de la autoridad viene de abajo. Contrariamente a las democracias representativas tales como las que existen en Estados Unidos y en Gran Bretaña que adoptan una forma de autoridad de arriba abajo, aunque en última instancia decidan los votantes.

Chomsky: Esa democracia representativa estadounidense o británica la critica un anarquista por dos razones. Primero porque se ejerce un monopolio del poder centralizado en el Estado y, segundo -críticamente hablando-, porque la democracia representativa está limitada a la esfera política sin extender de un modo consecuente su carácter al terreno económico. Los anarquistas de la tradición a que aludimos siempre han creído que el control sobre la propia vida productiva es la condición sine qua non de toda liberación humana verdadera, de hecho, de toda práctica democrática significativa. Es decir, que mientras haya ciudadanos que estén obligados a alquilarse en el mercado de mano de obra a quienes interese emplearlos para sus negocios, mientras la función del productor esté limitada a ser utensilio subordinado, habrán elementos coercitivos y de opresión francamente escandalosos que no invitan ni mucho menos a hablar en tales condiciones de democracia, si es que tiene sentido hacerlo todavía.

P.J.: ¿Da la historia ejemplos duraderos y a cualquier escala un tanto sustancial de sociedades que se hayan aproximado al ideal anarquista?

Chomsky: Sí, han existido sociedades cuantitativamente pequeñas que creo han logrado bastante realizar ese ideal, aparte de que da la historia ejemplos de revolución libertaria a gran escala de estructura principalmente anarquista. Pero volviendo a lo primero, personalmente creo que el ejemplo tal vez más dramático es el de los kibbutzim israelíes, los cuales durante un largo periodo estuvieron realmente regidos por principios anarquistas, es decir: autogestión, control directo de los trabajadores en toda la gestión de la empresa, integración de la agricultura, la industria y los servicios, así como la participación y prestación personales en el autogobierno. Me atrevo a afirmar que tuvieron un éxito extraordinario en casi todas las medidas que tuvieron que imponerse.

P.J.: Pero seguramente estaban, y aún lo están, encuadrados esos kibbutzim en el marco de un Estado tradicional que les garantiza cierta estabilidad fundamental.

Chomsky: No siempre ha sido así. La historia de los kibbutzim es bastante interesante a este respecto. Sólo desde 1948 están engranados en la maquinaria de un Estado convencional. Antes sólo obedecían a los imperativos de un enclave colonial y, en realidad, existía una sociedad subyacente, mayormente cooperativista, que de hecho no formaba parte del sistema supraestructural del mandato británico, sino que funcionaba subrepticiamente fuera del alcance de este mandato. Y aun hasta cierto punto, esa sociedad cooperativista sobrevivió a la fundación del Estado de Israel, pero -naturalmente- acabó por integrarse en él perdiendo así, a mi parecer, gran parte de su carácter socialista libertario la región de los kíbbutzim israelíes, por razón del proceso político que la misma fundación de una nación acarreaba, amén de otros procesos acarreados por la historia de la región en su coyuntura internacional que no hay por qué tratar aquí.
Sin embargo, como instituciones socialistas libertarias en funciones, creo que los kíbbutzim israelíes pueden pasar por un modelo interesante y sumamente apropiado para sociedades industriales avanzadas en la medida en que otros ejemplos existentes en el pasado no lo son.
Un buen ejemplo de revolución anarquista realmente a gran escala -de hecho el mejor ejemplo que conozco- es el de la revolución española de 1936, durante la cual, y en la mayor parte de España republicana, se llevó a cabo una revolución anarquista (o eminentemente inspirada en el anarquismo) que comprendía tanto la organización de la agricultura como de la industria en extensiones considerables, habiéndose desarrollado además de una manera que, al menos visto desde fuera, da toda la impresión de la espontaneidad. Pero si buscamos las raíces más hondas y sus orígenes, caemos en la cuenta de que ese resultado es debido a unas tres generaciones de abnegados militantes organizando sin cesar, experimentando, pensando y trabajando por difundir las ideas anarquistas entre vastas capas de la población en aquella sociedad eminentemente preindustrial, aunque no preindustrial del todo. También esta experiencia tuvo gran éxito, tanto desde el punto de vista de las condiciones humanas como de las medidas económicas. Quiere decirse que la producción continuó su curso con más eficiencia si cabe; los trabajadores del campo y de la fábrica demostraron ser perfectamente capaces de administrar las cosas y administrarse sin presión alguna desde arriba, contrariamente a lo que habían imaginado muchos socialistas, comunistas, liberales y demás ciudadanos de la España republicana (¡por no hablar de la otra!) y, francamente, quién sabe el juego que esta experiencia habría podido dar para el bienestar y la libertad del mundo. Por desgracia, aquella revolución anarquista fue destruida por la fuerza bruta, a pesar de que mientras estuvo vigente tuvo un éxito sin precedentes y de haber sido, repito, un testimonio muy inspirador en muchos aspectos sobre la capacidad de la gente trabajadora pobre de organizar y administrar sus asuntos de un modo plenamente acertado sin opresión ni controles externos o superiores. Ahora bien; en qué medida la experiencia española es aplicable a sociedades altamente industrializadas, es una cuestión que habría que investigar con todo detalle.

P.J.: Lo que aparece claro para todo el mundo es que la idea fundamental del anarquismo se ancla en la prioridad del Individuo -no necesariamente aislado, sino precísamente junto con otros individuos- y la realización de su libertad. Esto nos suena a lo que proclamaban los fundadores de los Estados Unidos. ¿Qué ha pasado con la experiencia estadounidense que ha hecho de aquella libertad invocada por dicha tradición una palabra sospechosa y hasta corrompida en los oídos de los pensadores anarquistas y de los socialistas libertarios como usted?

Chomsky: Permítame aclarar ante todo que yo no me considero un pensador anarquista. Digamos que soy un compañero de viaje por derivación, del anarquismo. Siempre se han expresado los pensadores anarquistas muy favorablemente respecto a la experiencia estadounidense y al ideal de la democracia jeffersoniana. Ya sabe que para Jefferson el mejor gobierno es el que gobierna menos, o la apostilla a este aforismo de Thoreau según la cual el mejor gobierno es el que no gobierna nada en absoluto. Ambas frases fórmulas las han repetido los pensadores anarquistas en toda ocasión y a través de los tiempos desde que existe la doctrina anarquizante.
Pero el ideal de la democracia jeffersoniana -dejando aparte el hecho de que fuese todavía una sociedad con esclavos- se desarrolló dentro de un sistema precapitalista, o sea: en una sociedad en la cual no ejercía el control ningún monopolio ni habían focos importantes de poder privado. Es realmente sorprendente leer hoy algunos textos libertarios clásicos. Leyendo, por ejemplo, La crítica del Estado (1791) de Wilhelm von Humboldt, obra muy significativa que de seguro inspiró a Mill, se da uno cuenta que no se habla en ella para nada de la necesidad de oponerse a la concentración del poder privado y más bien se trata de la necesidad de contrarrestar la usurpación del poder coercitivo del Estado. Lo mismo ocurre en los principios de la tradición estadounidense. ¿Por qué? Sencillamente, porque era ésa la única clase de poder que existía. Quiero decir que Von Humboldt daba por supuesto que todo individuo poseía más o menos un grado de poder similar, pero de poder privado, y que el único desequilibrio real se producía en el seno del Estado centralizado y autoritario, y que la libertad debía ser protegida contra toda intervención del Estado y la Iglesia. Esto es lo que él creía que había que combatir.
Ahora bien; cuando nos habla, por ejemplo, de la necesidad de ejercer control sobre la propia vida creadora, cuando impreca contra la alienación por el trabajo, resultante de la coacción o tan sólo de las instrucciones o dirigismo en el trabajo de cada uno, en vez de actuar por autogestión, entonces revela su ideología antiestatal y antiteocrática. Pero los mismos principios sirven para la sociedad industrial capitalista que se formó más tarde. Estoy inclinado a creer que Von Humboldt, de haber persistido en su búsqueda ideológica, habría acabado por ser un socialista libertario.

P.J.: Todos estos antecedentes, ¿no sugieren que hay algo inherente al estado preindustrial en todo lo relativo a la aplicabilidad de las ideas libertarías? En otras palabras: que las ideas libertarías presuponen necesariamente una sociedad básicamente rural con una tecnología y una producción bastante simples y cuya organización económica tienda a ser de pequeña escala y localizada.

Chomsky: Vamos a ver, separemos su cuestión en dos preguntas: primera, ¿qué han pensado al respecto los anarquistas?; y segunda, ¿cómo opino yo? En lo que respecta a las respuestas anarquistas tenemos por lo menos dos. En primer lugar hay una tradición anarquista -que podríamos hacer partir de un Kropotkin- con ese carácter que acaba de describirnos. Pero en segundo lugar existe otra tradición anarquista que al desarrollarse desemboca en el anarcosindicalismo y que ve en el anarquismo la manera adecuada de organizar una sociedad compleja de nivel industrial altamente avanzado. Y esta tendencia dentro del anarquismo se confunde, o por lo menos se relaciona muy estrechamente con una variedad de marxismo izquierdista de la especie de los comunistas espartaquistas, por ejemplo, salidos de la tradición de Rosa Luxemburgo y que más tarde estuvo representada por teóricos marxistas como Anton Pannekoek, quien desarrolló toda una teoría sobre los consejos obreros de la industria, siendo él mismo un hombre de ciencia, un astrónomo.
Pues bien; ¿cuál de estos dos puntos de vista es el que se ajusta a la verdad? O en otros términos: ¿tienen por objeto los conceptos anarquistas una sociedad preindustrial exclusivamente o es el anarquismo también una concepción adecuada para aplicarla a la organización de una sociedad industrial altamente avanzada? Personalmente, creo en la segunda opción, es decir, creo que la industrialización y el avance de la tecnología han cerrado consigo posibilidades de autogestión sobre un terreno vasto como jamás anteriormente se habían presentado. Creo, en efecto, que el anarcosindicalismo nos brinda precisamente el modelo más racional de una sociedad industrial avanzada y compleja en la que los trabajadores pueden perfectamente tomar a su cargo sus propios asuntos de un modo directo e inmediato, o sea, dirigirlos y controlarlos, sin que por eso no sean capaces al mismo tiempo de ocupar puestos clave a fin de tomar las decisiones más sustanciales sobre la estructura económica, instituciones sociales, planeamiento regional y suprarregional, etc. Actualmente, las instituciones rectoras no les permiten a los trabajadores ejercer control ninguno sobre la información necesaria en el proceso de la producción ni tampoco poseen por lo demás el entrenamiento requerido para entender en esos asuntos de dirección. Por otra parte, en una sociedad sin intereses creados ni monopolios, gran parte de ese trabajo -administrativo incluido- podría hacerse ya automatizado. Es del dominio público que las máquinas pueden cumplir con un gran porcentaje de las tareas laborales que hoy corren a cargo de los trabajadores y que, por lo tanto, éstos -una vez asegurado mecánicamente un alto nivel de vida- podrían emprender libremente cualquier labor de creación que antes objetivamente les habría sido imposible imaginar siquiera, sobre todo en la fase primeriza de la revolución industrial.

P.J.: Seguidamente querría atacar el problema de la economía en una sociedad anarquista, pero ¿podría pintarnos con algo más de detalle la constitución política de una sociedad anarquista tal y como se la imagina usted en las condiciones modernas de vida actual? Se me ocurre preguntar, por ejemplo, si existirían en esa sociedad partidos políticos y qué formas residuales de gobierno seguirían existiendo en la práctica.

Chomsky: Permítame esbozar lo que yo creo podría obtener aproximadamente un consenso entre los libertarios, esbozo que naturalmente me parece en esencia, aunque mínimo, correcto para el caso. Empezando por las dos clases de organización y control, concretamente: la organización y el control en el lugar de trabajo y en la comunidad, podríamos imaginar al efecto una red de consejos de trabajadores y, a nivel superior, la representación interfábricas, o entre ramos de la industria y comercio, o entre oficios y profesiones, y así sucesivamente hasta las asambleas generales de los consejos de trabajadores emanados de la base a nivel regional, nacional o internacional. Y desde el otro punto de vista, o sobre la otra vertiente, cabe imaginar un sistema de gobierno basado en las asambleas locales, a su vez federadas regionalmente y que entienda en asuntos regionales, a excepción de lo concerniente a oficios, industria y comercio, etc., para luego pasar al nivel nacional y a la confederación de naciones, etc.
Ahora bien; sobre el cómo se habrían de desarrollar exactamente estas estructuras y cuál sería su interrelación, o sobre si ambas son necesarias o sólo una, son preguntas éstas que los teóricos anarquistas han discutido y acerca de las cuales existen muchas variantes. Por ahora, yo no me atrevo a tomar partido; son cuestiones que habrá que ir elaborando y dilucidando a fondo y con calma.

P.J.: Pero, ¿no habrían, por ejemplo, elecciones nacionales directas, o partidos políticos organizados de punta a punta, como si dijéramos? Claro que si así fuera posiblemente se crearía alguna especie de autoridad central lo que sería contrarío a la idea anarquista.

Chomsky: No, bueno, la idea anarquista propicia que la delegación de autoridad sea la mínima expresión posible y que los participantes, a cualquiera de los niveles, del gobierno deben ser directamente controlados por la comunidad orgánica en la que viven. La situación óptima sería, pues, que la participación a cualquier nivel del gobierno sea solamente parcial, es decir: que los miembros de un consejo de trabajadores que, de hecho, ejercen sus funciones tomando decisiones que los demás trabajadores no tienen tiempo de tomar, sigan haciendo al mismo tiempo su trabajo en el tajo, taller o fábrica en que se empleen, o su labor o misión en la comunidad, barrio o grupo social al que pertenecen.
Y respecto a los partidos políticos, mi opinión es que una sociedad anarquista no tiene forzosamente por qué prohibirlos. Puesto que, de hecho, el anarquismo siempre se ha basado en la idea de que cualquier lecho de Procusto, cualquier sistema normativo impuesto en la vida social ha de restringir y menoscaba notablemente su energía y vitalidad y que, más bien, toda clase de nuevas posibilidades de organización voluntaria pueden ir apareciendo a un nivel superior de cultura material e intelectual. Pero yo creo, sinceramente, que si llega el caso de que se crea necesaria la existencia de partidos políticos habrá fallado la sociedad anarquista. Quiero decir que, a mi modo de ver, en una situación con participación directa en el autogobierno y en la autogestión de los asuntos económicos y sociales, las disensiones, los conflictos, las diferencias de intereses, de ideas y de opiniones tendían que ser no sólo bien acogidas, sino cultivadas incluso, para ser expresadas debidamente a cada uno de los distintos niveles. No veo por qué habrían de coincidir esas diferencias con unos partidos que no se crean a partir de las diferencias, sino para crearlas precisamente. No creo que la complejidad del interés humano y de la vida venga mejor servida dividiéndola de ese modo. En realidad, los partidos representan fundamentalmente intereses de clase, y las clases tendrían que haber sido eliminadas o superadas en una sociedad como la que nos ocupa.

P.J.: Una última pregunta sobre organización política. Con esa serie jerárquica de asambleas y de estructura cuasi gubernamental, sin elecciones directas, ¿no se corre el peligro de que el órgano central o el organismo que está en la cúspide de la pirámide, como si dijéramos, se aleje demasiado de la base y que si tiene poderes en asuntos internacionales, por ejemplo, podría incluso disponer de fuerzas armadas u otros instrumentos de violencia y que, a fin de cuentas, estaría menos vigilado que lo está un gobierno en las actuales democracias parlamentarias?

Chomsky: Es condición de primera importancia en toda sociedad libertaria prevenir semejante rumbo en los asuntos públicos de carácter nacional e internacional y a ese fin hay que crear las instituciones necesarias. Lo que creo que es perfectamente factible. Personalmente, estoy convencido de que la participación en el gobierno no es un trabajo full-time. Puede serlo en una sociedad irracionalmente regida en la que se provocan toda clase de problemas por la misma irracionalidad de las instituciones. Pero en una sociedad industrial avanzada funcionando como es debido por cauces libertarios, me imagino que la puesta en ejecución de las decisiones tomadas por los cuerpos representativos, es una ocupación part-time que tendría que ser llevada a cabo por turno en el seno de cada comunidad y que debería además exigir como condición a los que la ejerzan el no dejar sus propias actividades profesionales, siquiera en parte. Supongamos que fuese posible entender el gobierno como una función de empresa equivalente a la producción de acero, pongo por caso. Si eso fuese factible -y yo creo que es una cuestión de hechos empíricos que tiene que obedecer a sus propias determinaciones y que no puede proyectarse como pura teoría-, si eso fuese factible, digo, la consecuencia natural sería organizar el gobierno industrialmente, como si fuera una rama más de la industria, con su propio consejo de trabajadores y su propia disciplina autogestionaria y su propia participación en las asambleas de mayor extensión o alcance.
Podría añadir aquí que así sucedió en los consejos de los trabajadores formados espontáneamente en algunas partes, como por ejemplo en la revolución húngara de 1956. Había en efecto, si no me equivoco, un consejo de empleados del Estado que se habían organizado sencillamente a la manera industrial o empresarial como otras ramas de la industria de tipo tradicional. Cosa semejante es perfectamente posible y tendría que ser -o podría ser- una barrera que impidiese la formación de esa especie de remota burocracia represiva que los anarquistas temen tanto, como es natural.

P.J.: Suponiendo que continuase existiendo una cierta necesidad de autodefensa a nivel bastante perfeccionado, no comprendo por su descripción de la sociedad anarquista cómo podría ejercerse un control efectivo por parte del dicho sistema de consejos representativos par-time y aun a varios niveles de abajo arriba, sobre una organización tan poderosa y técnicamente tan perfeccionada por la fuerza de las cosas como el pentágono, por ejemplo.

Chomsky: Bien, bien, precisemos un poco la terminología. Usted habla del Pentágono como organización defensiva, que es lo corriente. En 1947, cuando se aprobó la Ley de Defensa nacional, el antiguo Ministerio de la Guerra -que así se había venido llamando honradamente- pasó a llamarse Departamento de la Defensa. Por entonces era yo aún un estudiante y no me creía muy ducho en la materia, pero sabía, como todo el mundo, que si el ejército estadounidense hasta entonces podía haber estado implicado en la defensa de la nación -y parcialmente así había sido- en adelante ya no sería el Departamento de Defensa más que un ministerio de la agresión, y nada más.

P.J.: Según el principio de que no hay que creer nada hasta que se niegue oficialmente.

Chomsky: Exactamente. Un poco bajo el supuesto con que esencialmente había concebido Orwell el Estado moderno y su naturaleza. Y éste es exactamente el caso. Quiero decir que el Pentágono no es de ningún modo el instrumento del Ministerio de la Defensa. Jamás ha defendido a los Estados Unidos contra nadie y lo único que ha producido ha sido agresión; por eso creo que el pueblo norteamericano estaría mucho mejor sin Pentágono que con él. Pero en todo caso no lo necesita para su defensa. Su intervención en los asuntos internacionales nunca ha sido -bueno, nunca es mucho decir, pero costaría trabajo encontrar una excepción- su posición o actitud característica la de apoyar la libertad o la de defender al pueblo. No es éste el papel que desempeña la organización militar tan vasta que controla el Departamento de la Defensa. Sus tareas son más bien dos bien distintas y ambas bastante antisociales.
La primera es la de salvaguardar un sistema internacional en el que los llamados intereses estadounidenses -con lo que se quiere significar principalmente intereses comerciales sigan floreciendo. La segunda tarea cumple una misión económica internacional. De ahí que el Pentágono haya sido el más importante mecanismo keinesiano por el cual el gobierno interviene para mantener lo que cómicamente se llama la salud de la economía mediante la incitación a producir, es decir, llevando a la producción del despilfarro.
Ahora bien, ambas funciones sirven a ciertos intereses, a intereses dominantes de hecho, intereses dominantes de clase en la sociedad estadounidense. Pero no creo que sirvan ni poco ni mucho al interés del público y un semejante sistema de producción de despilfarro y de destrucción sería desmantelado en lo esencial en una sociedad libertaria. Pero no hay que hablar demasiado de estas cosas. Si nos imaginamos, por ejemplo, una revolución social en los Estados Unidos -cosa que está muy lejos, diría yo-, mas si esto ocurriera, es difícil imaginar que hubiese un enemigo real de fuerza capaz de amenazar la revolución social del país; no iban a atacarnos Méjico o Cuba pongamos por caso. No creo, pues, que una revolución en Estados Unidos necesitase defenderse contra un agresión exterior. Mientras que si se proclamase una revolución social en Europa occidental, creo que en tal caso el problema de la defensa adquiriría caracteres críticos.

P.J.: Iba a decirle que seguramente no puede ser inherente a la idea anarquista la falta de autodefensa, ya que hasta ahora todos los experimentos anarquistas han sido aniquilados desde fuera.

Chomsky: Ya, lo que pasa es que a esas cuestiones no se puede contestar más que específicamente y siempre en relación con casos históricos concretos y en condiciones objetivas.

P.J.: No, es que se me hacía difícil entender lo que decía del control democrático adecuado para esa clase de organización, ya que me parece muy improbable que los generales se controlasen a sí mismos del modo que a usted le pareciese bien.

Chomsky: La dificultad estriba en que yo quiero apuntar la complejidad de la cuestión. Todo depende del país y de la sociedad de que se trate. En los Estados Unidos se plantea una clase específica de problemas. Si la revolución social libertaria se declara en Europa, creo que entonces los problemas que surgirían serían muy serios, ya que se plantearía de inmediato un gran problema de defensa. Porque supongo que si en la Europa occidental se consiguiese un socialismo libertario de cierta envergadura, se ceñiría sobre ella una amenaza militar inminente por dos partes, por la parte de la Unión Soviética y por la de Estados Unidos. Luego, el primer problema sería cómo defenderse. Con este problema tuvo que enfrentarse la revolución española. Porque no sólo estaba amenazada in situ por la intervención militar fascista, sino también por las unidades armadas comunistas y por los enemigos liberales de la retaguardia y de las naciones vecinas. Ante semejante magnitud y número de ataques, el problema de la defensa era el más grave, por ser de vida o muerte.
A pesar de todo esto, creo que hay que plantearse la cuestión de si la mejor manera de hacerlo es a base de ejércitos centralizados con toda su tecnología disuasiva; la verdad, no creo que la cosa sea tan de cajón. Por ejemplo, no creo que un ejército europeo-occidental centralizado impediría un ataque ruso o estadounidense con el fin de acabar con un socialismo libertario, porque la suerte de ataque que esperaría, francamente, no sería quizá militar, sino económico por lo menos.

P.J.: Pero por otra parte, tampoco es de esperar ya las clásicas algaradas de campesinos armados con horcas y hoces...

Chomsky: No hablamos de campesinos, sino de sociedades desarrolladas industrialmente y de elevado urbanismo. Se me ocurre que su mejor arma sería atraer la simpatía de las clases trabajadoras de los países atacantes. Pero repito que hay que ser prudente. Y no es nada improbable que la revolución necesitara tanques, ejército y que así se labrara su propia ruina por las razones antedichas. Es decir, creo que es muy difícil imaginarse cómo podría funcionar en régimen revolucionario un ejército central con sus tanques, aviones y armas estratégicas. Y si eso es necesario para salvar las estructuras revolucionarias, ¡ay de la revolución!

P.J.: Si el mejor método de defensa es, como usted dice, granjearse las simpatías de las organizaciones políticas y económicas, tal vez sería a este propósito oportuno entrar más en el detalle. En uno de sus ensayos dice usted que en una sociedad decente, todo el mundo tendría la oportunidad de encontrar un trabajo interesante y a cada cual le estaría permitido usar sus talentos por ofrecérsele las más amplías oportunidades a ese mismo objeto. Después se pregunta: ¿Y qué más haría falta? ¿Acaso una recompensa exterior en forma de lujos o de poder? Eso en el caso de que supongamos que el hacer uso de los propios talentos en un trabajo interesante y socialmente útil no nos recompensa por sí solo. Creo que esta manera de razonar agrada a mucha gente. Pero aun así necesita alguna explicación. Personalmente creo que el trabajo que a la gente puede parecer interesante o atractivo o satisfactorio no tiene por qué coincidir necesariamente con la clase de trabajo que tiene que hacerse por necesidad, sí queremos mantener el nivel de vida que la gente exige y al que está acostumbrada.

Chomsky: En efecto, hay una cantidad de trabajo que tiene que hacerse, si queremos mantener el actual nivel de vida. Está por contestar la pregunta: ¿en qué medida este trabajo tiene que ser oneroso? Recordemos que ni la ciencia, ni la tecnología ni el simple intelecto se han dedicado a examinar la cuestión con el fin de abolir el carácter pesado y autodestructivo de algunos trabajos necesarios en nuestra sociedad. Esto es debido al hecho de que siempre se ha contado con la reserva de un cuerpo considerable de esclavos a sueldo que harán cualquier trabajo, por duro que sea, antes que morir de hambre. Pero si la inteligencia humana se aplicara a resolver el problema de cómo hacer tolerables los trabajos más pesados que la sociedad requiere, no sabemos cuál sería la salida. Tengo para mí que gran parte de esos trabajos podrían hacerse totalmente tolerables. Esto aparte de que me parece un error creer que toda labor físicamente dura tiene que ser onerosa. Hay mucha gente -yo incluido- que emprende trabajos duros para relajarse. No hace mucho, por ejemplo, se me ocurrió plantar treinta y cuatro árboles en un prado detrás de mi casa, lo que implicaba tener que cavar treinta y cuatro hoyos. Considerando lo que normalmente hago como ocupación, eso representa un trabajo bastante pesado, pero he de confesar que disfruté haciéndolo. Sin embargo, estoy seguro que no habría disfrutado de tenerlo que hacer con un capataz delante y a horas fijas, etc. Aunque si es una tarea tomada por interés también puede hacerse. Y sin tecnologías, sin pensar en cómo planear el trabajo, etc.

P.J.: A esto podría decirte que existe el peligro de que esta manera de ver el problema sea una ilusión bastante romántica, sólo posible de abrigar por una pequeña élite de intelectuales, profesores, periodistas, etc. que están en la situación tan privilegiada de ser pagados por lo que les gusta hacer y harían de otras formas.

Chomsky: Por eso empecé por poner por delante un gran si condicional. Dije que primeramente hay que preguntarse hasta qué punto el trabajo necesario para la sociedad -o sea, el trabajo requerido para mantener el nivel de vida que queremos- ha de ser por fuerza pesado u oneroso. Yo creo que la respuesta sería: mucho menos de lo que lo es hoy; pero convengamos en que hasta cierto punto siga siendo sucio. Aun así, la respuesta es muy simple: ese trabajo sucio debe ser distribuido equitativamente entre todos los que son capaces de hacerlo.

P.J.: Entonces, que cada cual se pase cierto número de meses al año en la cadena de producción de automóviles y otro tanto recogiendo basuras u otras faenas ingratas...

Chomsky: Si es que efectivamente son éstas tareas de imposible autosatisfacción. Pero yo no lo creo, francamente. Cuando veo trabajar a los operarios, digamos a los mecánicos de automóvil por ejemplo, creo que muchas veces puede ser no poco motivo de orgullo cumplir con la tarea. El orgullo de un trabajo complicado y bien hecho en el que hay que hacer uso de la inteligencia, especialmente cuando uno está interesado en la gestión de la empresa y hay que contribuir a las decisiones de cómo organizar el trabajo, para qué sirve, cuáles son los objetivos de ese trabajo, etc. Yo creo que todo esto puede ser una actividad satisfactoria y recompensadora que, de hecho, requiere las capacidades que los trabajadores despliegan de buen grado. Pero la verdad es que estoy hablando hipotéticamente. Supongamos que quedase un residuo de trabajo que nadie quisiera hacer; en tal caso no hay más que distribuirlo entre todos equitativamente, pero por lo demás que la gente ejerza libremente sus talentos a su buen entender.

P.J.: Supongamos ahora, profesor, que ese residuo fuese muy grande, como hay quien sostiene que sería si el trabajo para producir un noventa por ciento de lo que todos quisiéramos consumir se realizara cumplidamente. En tal caso, organizar la distribución de este trabajo sobre la base de que todo el mundo hiciera una pequeña parte de los trabajos sucios o pesados, resultaría echar mano de algo absurdamente ineficaz. Porque para eso habría que entrenar y equipar a toda la gente, porque toda tendría que pasar por los trabajos sucios, de lo que sufriría la eficacia de toda la economía y, por consiguiente, el nivel de vida se rebajaría ostensiblemente.

Chomsky: Bueno, ante todo hay que convenir en que nadamos sobre puras hipótesis, ya que no creo que sus porcentajes sean ni mucho menos reales. Ya he dicho que si la inteligencia humana se aplicara a proyectar una tecnología adaptada a las necesidades del productor humano en vez de hacerlo al revés tendríamos la solución. Ahora se plantea el problema inverso: cómo adaptar el ser humano a un sistema tecnológico ideado para otros objetivos, es decir, la producción para el beneficio. Estoy convencido de que si se hiciera lo que digo el trabajo indeseado será mucho menos cuantioso de lo que usted sugiere. Pero como quiera que sea, fíjese que tenemos dos alternativas: la primera es distribuirlo equitativamente, la segunda es crear las instituciones adecuadas para obligar a un grupo de la población a hacer los malos trabajos so pena de morirse de hambre. Esas son las dos alternativas.

P.J.: No digo obligados, sino que podrían hacer esos trabajos incluso voluntariamente los que considerasen que valía la pena hacerlos a base de una mayor remuneración correspondiente.

Chomsky: Ah no, supongo que ya ha sobreentendido que para mí todo el mundo ha de recibir por su trabajo, sea cual sea, una recompensa igual. Y no olvide que actualmente vivimos en una sociedad en que la gente que hace los trabajos pesados no es mejor remunerada que la que hace su trabajo voluntariamente; todo lo contrario es verdad. De la manera en que funciona nuestra sociedad, una sociedad de clases, los que hacen los trabajos más duros, más pesados o más sucios son los que cobran menos. Esos trabajos se hacen, sin más, pero nosotros no queremos ni pensar en que existen, porque sabemos que hay una masa de gentes miserables que sólo controlan un solo factor de la producción: su fuerza de trabajo, que tienen que vender; o tendrán que aceptar esa clase de trabajos porque no tienen otra cosa que hacer y antes que morir de hambre se emplean por los más bajos salarios. Acepto la corrección. Imaginémonos tres clases de sociedades: la primera, la corriente, en la cual el trabajo indeseable se da a los esclavos a sueldo. Luego un segundo sistema en que el trabajo ingrato, después de haber hecho todo lo posible para darle sentido, es distribuido y, en fin, el tercer sistema en el que el trabajo malo da derecho a una paga extraordinaria, tanto que por ella acceden a hacerlo algunos voluntariamente. Pues bien; yo creo que el segundo y el tercer sistema están de acuerdo -en estos términos vagos en que estamos hablando- con los principios anarquistas. Personalmente me inclino por el segundo, pero ambos están totalmente alejados de toda organización social vigente y de toda tendencia a cualquier organización social en la actualidad.

P.J.: Se lo plantearé de otra manera. Me parece que se está ante una opción fundamental, por mucho que se la quiera camuflar, entre el trabajo satisfactorio de por sí y el trabajo que hay que organizar sobre la base del valor que tiene lo producido para la gente que lo usa o consume. Y la sociedad organizada sobre la base de dar a todo el mundo las mismas oportunidades para llevar a cabo sus más caras aficiones, lo que expresa en esencia la fórmula del trabajo por el trabajo mismo, tiene su culminación lógica en el monasterio o convento, donde la clase de trabajo practicado, o sea, el rezo, es un trabajo de autoenriquecimiento del propio trabajo. No se produce nada que sea de provecho para nadie, así que, o bien hay que vivir a un nivel de vida lo más bajo, o bien hay que resignarse a morir de hambre.

Chomsky: Bien, aquí hace usted unas suposiciones de hecho con las que no estoy de acuerdo en absoluto. Yo creo que parte de lo que le da sentido al trabajo es su utilidad, es el hecho de que sus productos se puedan utilizar. El trabajo del artesano tiene su sentido al menos en parte por la inteligencia y la destreza que ha de poner en él, pero también en parte porque es un trabajo útil. Lo mismo diría yo que vale también para los hombres de ciencia. Creo que el hecho de que la clase de trabajo que uno está haciendo sirva para otra cosa -que es el caso del trabajo científico, como usted sabe-, que contribuya a algo más es muy importante, aun prescindiendo de la elegancia o la belleza que uno pueda lograr con su trabajo. Estoy convencido que esto vale para todas las actividades humanas. Creo además que si echamos una ojeada por una buena parte de la historia de la humanidad, nos daremos cuenta de cuántos han sido los que han sacado satisfacción -y no poca- del trabajo productivo y creador que han estado haciendo; pero también creo que la industrialización propicia enormemente esa satisfacción. ¿Por qué? Pues porque gran parte de las faenas fastidiosas y sin atractivo pueden hacerlas las máquinas, lo que significa que automáticamente el radio de acción del trabajo humano realmente creador resulta muy notablemente agrandado. Pero a otra cosa. Usted habla del trabajo libremente emprendido como afición o hobby. Yo no lo juzgo así. Pienso que el trabajo libremente elegido y ejecutado también puede ser trabajo útil e importante. También plantea usted un dilema que muchos se plantean, a saber: entre el deseo de satisfacción en y por el trabajo y el deseo de crear cosas de valor para la comunidad. Pero no está tan claro que se trate, en efecto, de un dilema y menos de una contradicción. No me parece obvio, ni mucho menos -yo creo que es falso- eso de contribuir a un mayor placer y satisfacción en el trabajo sea inversamente proporcional al valor del resultado.

P.J.: Yo no diría inversamente proporcionado para mí podría no tener relación alguna. Pongamos algo muy simple como vender helados en la playa un día de fiesta. Es un servicio a la sociedad. Hace calor y no hay duda de que el público quiere helados. Por otro lado, es difícil ver aquí en qué medida llevar a cabo esta tarea de vender helados puede ser motivo de placer profesional ni pueda tener algún sentido, virtud o ennoblecimiento social. ¿Por qué razón habría de dedicarse a prestar ese servicio sí no te recompensa de alguna manera?

Chomsky: Le advierto que más de una vez he visto a vendedores de helados con cara de pascuas...

P.J.: Sí estaban ganando dinero a puñados lo creo.

Chomsky: ... y que parecían muy contentos de estar vendiéndoles helados a los niños, lo cual me parece una manera de pasar el tiempo perfectamente razonable y estimulante, si se compara con otras ocupaciones, con miles de ocupaciones diferentes. Recuerde que cada persona tiene su ocupación y me parece que la mayoría de las ocupaciones existentes -y en esencial aquellas que entran en la clasificación servicios, o sea, que entran en relación con el prójimo-, conllevan de por sí una satisfacción u otra y unas recompensas inherentes a ellas asociadas, esto es, en el trato con los individuos a los que prestan sus servicios. Para el caso es lo mismo dar clases que vender helados. Admito que para vender helados no se necesitan ni la dedicación ni la inteligencia necesarias para impartir enseñanza y que tal vez por esta razón sea una ocupación menos envidiada. Pero si así fuera, tendría que ser repartida entre todos.
Pero todo esto aparte, lo que trato de decir es que nuestra creencia caracterizada de que el placer en el trabajo, la satisfacción en el trabajo o no tiene o tiene relaciones negativas con el valor del resultado, está estrechamente relacionado con un estadio particular de la historia social, esto es: el capitalismo, en cuyo sistema los seres humanos son instrumentos de producción. Lo dicho antes no tiene por qué ser, ni mucho menos, la verdad. Por ejemplo, si pasamos revista a las numerosas entrevistas hechas con obreros que trabaran en cadena por sicólogos industriales, echaremos de ver que una de las cosas de que más se quejan es de que su trabajo no pueda hacerse bien, que la cadena va tan de prisa que no pueden hacer su trabajo decentemente. Hace poco leía en una revista gerontológica un estudio sobre la longevidad en el que se trataba de encontrar los factores útiles para predecir la longevidad -ya sabe: el fumar, el beber, los factores genéticos-, todo lo habían examinado. Pues bien, ¿sabe cuál es el factor más favorable? La satisfacción en el trabajo.

P.J.: Ya, la gente que tiene un trabajo agradable vive más, ¿no?

Chomsky: Bueno, sí, la gente que está satisfecha con su trabajo. Lo que me parece muy lógico, puesto que no sólo nos pasamos en el trabajo una gran parte de nuestra vida, sino que en el trabajo es donde más ejercemos nuestra capacidad creadora. Ahora bien; ¿qué es lo que lleva a esa satisfacción en el trabajo? Creo que son muchas cosas, pero el saberse haciendo algo útil para la comunidad es un factor nada desdeñable. Muchos están satisfechos de su trabajo por creer que están haciendo algo importante, algo que vale la pena hacer. Igual pueden ser maestros como médicos, científicos como artesanos o agricultores. Sentir que lo que uno está haciendo es importante, digno de hacerse, no sólo refuerza los vínculos sociales sino que también es un motivo de satisfacción personal, porque con un trabajo interesante y bien hecho nace esa especie de orgullo de quien se autorrealiza, de quien pone en práctica sus habilidades personales. Y no creo que esto vaya a dañar de cualquier modo que sea el valor de lo producido, sino más bien al contrario. Pero concedamos que hasta cierto punto lo perjudicase. Llegada la sociedad a tal punto, debe decidir la comunidad cómo hacer los compromisos necesarios. Al fin y al cabo, cada individuo es a la vez productor y consumidor y por lo tanto cada individuo ha de tomar parte en esos compromisos socialmente determinados, es decir, si verdaderamente hay necesidad de establecer compromisos. Porque me permito insistir en que se ha exagerado mucho la naturaleza de estos problemas a causa del efecto aberrante del prisma que interpone el sistema verdaderamente coercitivo y destructor de la personalidad en que vivimos.

P.J.: De acuerdo. Usted dice que la comunidad tiene que tomar decisiones sobre compromisos eventuales, pero no es menos sabido que la teoría comunista previene estas posibilidades completamente, ya por la planificación, ya en materia de inversiones, de prioridades de inversión nacional, etc. En una sociedad anarquista cree usted que no se tolerara tanta superestructura gubernamental necesaria al parecer para hacer planes, tomar decisiones sobre inversiones por ejemplo si hay que dar prioridad a lo que la gente quiera consumir o a lo que la gente quiera hacer en materia del trabajo.

Chomsky: No estoy de acuerdo. Me parece que las estructuras anarquistas, o para el caso las de los marxistas de izquierda, basadas en el sistema de los consejos y federaciones de trabajadores, se bastan y se sobran para tomar una decisión sobre cualquier plan nacional. De igual manera funcionan a ese nivel -digamos nacional- las sociedades de socialismo estatal al tener que elaborar planes nacionales. En esto no hay ninguna diferencia. Donde la hay -y grande- es en la participación de tales decisiones y en el control que sobre ellas se ejerce. Los anarquistas y marxistas de izquierda -consejistas, espartaquistas- toman estas decisiones desde la base. Es la clase trabajadora informada la que las toma a través de sus asambleas y de sus representantes directos que viven y trabajan entre ellos. Pero en los sistemas de socialismo estatal, el plan nacional viene trazado por la burocracia nacional que acumula para sí y monopoliza toda la información necesaria y que toma las decisiones. De vez en cuando se presenta al público y le dice: Podéis escogerme a mí o a ése, pero todos formamos una misma burocracia remota que no está a vuestro alcance. Éstos son los polos, éstas son las oposiciones polarizadas dentro de la tradición socialista.

P.J.: O sea que, de hecho, sigue desempeñando un papel importante el Estado, e incluso posiblemente los empleados públicos, la burocracia, pero lo que es distinto es el control ejercido sobre ellos.

Chomsky: Bueno, yo no creo, francamente, que se necesite una burocracia separada del resto para poner en ejecución las decisiones gubernamentales.

P.J.: Se necesitan varias formas de pericia.

Chomsky: Ya, pero digamos que se trata de una pericia en materia de planificación económica, puesto que no hay duda de que en toda sociedad industrial compleja tendría que funcionar un grupo de técnicos encargados de trazar planes, de explicar las consecuencias de toda decisión importante, de poner en antecedentes a las personas que han de decidir sobre las consecuencias de sus propias decisiones según se desprende del estudio y modelo de programación, etc. Pero lo importante es que estos sistemas de planificación no son otra cosa que industrias, con sus propios consejos de trabajadores y formando parte de todo el sistema de consejos; la diferencia consiste en que estos sistemas de planificación no son los que toman las decisiones. Producen planes de la misma manera que las fábricas de automóviles producen coches. Los planes están, pues, a disposición de los consejos de trabajadores y se someten a las asambleas de consejos, de la misma manera que los automóviles se fabrican para correr con ellos. Ahora bien; lo que este sistema requiere es una clase trabajadora educada. Y esto es exactamente lo que somos capaces de conseguir en sociedades industrializadas de alto desarrollo.

P.J.: ¿En qué medida el éxito del socialismo libertario, o del anarquismo, depende realmente de un cambio fundamental en la naturaleza humana, tanto en su motivación como en su altruismo, así como en sus conocimientos y su grado de refutamiento?

Chomsky: No sólo creo que depende de eso, sino que todo el propósito del socialismo libertario contribuye a lo mismo, efectivamente. Se trata de contribuir a una transformación de la mentalidad, exactamente la transformación que el hombre es capaz de concebir en cuanto concierne a su habilidad en la acción, su potestad de decidir en conciencia, de crear, de producir y de investigar, exactamente aquella transformación espiritual a que los pensadores de la tradición marxista izquierdista, desde Rosa Luxemburgo, por ejemplo, pasando por los anarquistas, siempre han dado tanta importancia. De modo que por un lado hace falta esa transformación espiritual. Y por otro, el anarquismo tiende a crear instituciones que contribuyan a esa transformación en la naturaleza del trabajo y de la actividad creadora, en los lazos sociales interpersonales simplemente, y a través de esa interacción, crear instituciones que propicien el florecimiento o eclosión de nuevos aspectos en la humana condición. En fin, la puesta en marcha de instituciones libertarias siempre más amplias a las que pueden contribuir las personas ya liberadas. Así veo yo la evolución del socialismo.

P.J.: Y por último, profesor Chomsky, ¿qué opina de las posibilidades hoy existentes para fundar sociedades según acaba de bosquejarlas en los países Industriales más importantes de Occidente en el próximo cuarto de siglo más o menos?

Chomsky: No creo ser lo bastante sabio ni estar lo bastante informado como para hacer predicciones de este tipo, es más: creo que aventurarse a semejantes pronósticos dice más de la personalidad que del juicio del que los lanza. No obstante, tal vez podría decir esto: hay tendencias obvias dentro del capitalismo industrial hacia una concentración de poder en estrechos imperios económicos dentro de un marco que se está convirtiendo cada vez más en un Estado totalitario. Estas tendencias vienen desarrollándose desde hace bastante tiempo y, francamente, no veo nada que pueda contenerlas. Creo, pues, que estas tendencias seguirán su curso formando parte del anquilosamiento y la decadencia de las instituciones capitalistas.
Ahora bien; creo que este recurso hacia un totalitarismo de Estado y hacia una concentración económica exasperada -ambas cosas en conexión, por supuesto irán engendrando reacciones, tentativas de liberación personal, de liberación social, que adoptarán toda clase de formas. Por toda Europa se levanta un clamor reclamando la participación obrera o la codeterminación y hasta el control de los trabajadores. Por ahora todas esas tentativas son mínimas. Más bien creo que son engañosas y que, de hecho, pueden minar los serios esfuerzos de la clase obrera por liberarse. Pero en parte constituyen también una respuesta pertinente por representar una intuición y un entendimiento robustos de que la coerción y la opresión, ya sean hechas poder económico privado o burocracia estatal, no forman parte necesariamente de la vida humana, ni muchísimo menos. Cuanto más concentración de poder y autoridad, más rebelión y mayores esfuerzos para organizarse a fin de destruirlas. Tarde o temprano esos esfuerzos serán coronados por el éxito. Así lo espero

Entrevista a Juan Antonio Llopart Senent (en inglés)

Juan-Antonio Llopart Senent is 33 years old, married and the father of a child. He works in a record distribution company. Since his adolescence, his life has been closely related to Spanish Revolutionary Nationalism. A member of the Unified Secretariat of the European Liberation Front, he directs the Spanish Republican Social League (in the past, European Alternative) and Tribune magazine. He is the author of the book, "Ledesma Ramos, A National Bolshevik?" and is currently preparing a work on the "fascist left" in Spain.


QUESTION: Juan-Antonio Llopart, tell us about your militant past.

LLOPART: I joined the Youth Front at 16. After its dissolution, I was an activist in Barcelona for the Falangist Movement of Spain until 1986. Estimating that it was sterile to continue to fight under the label 'falangist', I then founded the Solidaristic Autonomous Movement which amalgamated with various other small groups to give rise to the Solidaristic Third Way. We published a Spanish version of European Revolution and were more or less the Hispanic branch of the French Third Way Movement. This movement entered a period of crisis in 1990. I then joined, with some other members, the group Avant Garde. At the same time I was the person in charge of the National Front Youth in Barcelona. This didn't last very long because of the impossibility of working as a NR within a Spanish nationalist right party. I then contributed to the creation of the European Alternative.


QUESTION: Why was this group created?

LLOPART: I was with former members of the Solidaristic Third Way who had joined the Avant Garde. This group evolved from revolutionary nationalism to the nationalist right, successively becoming the Institute of Social Studies then National Democracy.

This evolution we did not accept. We wanted to work with an alternative that was national revolutionary, socialist and European. The size of the movement was not important to us and it still isn't. What was important to us was the quality of our militants and their fidelity to our ideas.


QUESTION: What are the ideological bases of the Republican Social League (LSR)?

LLOPART: We refer mainly to the revolutionary national-syndicalism of Ramiro Ledesma Ramos, founder of the JONS. We are also indebted to German revolutionary nationalists like Paetel or Jünger, and with the doctrinal contributions of Jean Thiriart. It is also significant to announce the influence on the LSR of Iberian-American Third Way movements like the Justicialismo of Peron or the Aprisme of Haya de la Torre.


QUESTION: You were defined as National Bolsheviks. Why?

LLOPART: The labels have little importance, what counts are facts. European Alternative was always a NR organization.

To be defined as a National Bolshevik is a manner of asserting the social struggle. It is a way of making known as significant characters Bombacci, Niekisch, Strasser, Paetel, etc. It's a key to prevent Rambos, crazies, and idiots who want to join us.

To be defined as a National Bolshevik is to be NR in a radical and determined way.


QUESTION: You are very critical with respect to the Spanish nationalist right. Why is that?

LLOPART: The nationalist right, it's just the right. Consequently, they do not have any relationship with us. A NR cannot act in a party that hijacks the word Spain but forgets the Spaniards... A NR cannot accept a liberal economic policy. A NR cannot be close to that which does not understand the diversity of the people.

A NR must work in a militant NR community, in a NR organization, with a NR program. Those who do not understand that are neither nationalists nor revolutionaries...

Today in Spain, there are two organizations that one can define as the nationalist right: Alliance for National Unity and National Democracy. These two structures do not have anything in common with NRs and even if there is a minority of NRs in their ranks, they by no means act as such. In that, our situation can be different from that in France and Belgium.


QUESTION: What is your relationship with the falangist groups and what do you think of the restoration of the FEJONS (note: the Spanish phalange of the JONS) enterprise by Gustavo Morals and Miguel Hedilla?

LLOPART: We do not have any official relation with any falangist group. That known, we do have good relationships with certain falangists and certain members of the Republican Social League were members of falangists groups in the past.

With regard to the restoration of the FEJONS, I believe that this restoration was done only at the top and did not touch the base. It should not be forgotten that historically the Falange was its worst enemy. The Republican Social League, however, is keeping a good eye on this restoration attempt of the Falange by former Hedillist militants. For this reason it was always affirmed to be favorable to constitute a United Front with the FEJONS. But I do not know if the Falange is laid out to start discussions with us.


QUESTION: And Francoism? What do you think about it?

LLOPART: No NR can be pro-Franco. Franco's regime imprisoned ours as well as the Republicans.

The regime that controlled Spain for 36 years was nothing but a right-wing regime blessed by the Catholic Church and the Spanish financial oligarchy. Nothing more.


QUESTION: What is the position of the LSR with respect to religion?

LLOPART: Spain is still very influenced by Catholicism and its morals. The LSR is a lay movement in which believers and non-believers cohabit.

On a purely personal basis I am interested more by the European spiritual roots of our people than by the Judeo-Christian imports.


QUESTION: What relationships do you see between the Hispanic world and Europe?

LLOPART: The LSR is a Pan-European movement that considers Europe a Nation. Europe must bring its assistance to those movements that fight for Iberian-American unity and liberation from Yankee imperialism.

The LSR considers Spain the natural link between Europe and Iberian-America, but we oppose the idea that Iberian-American people belong to Spain.


-Translated from the March 1988 issue of Résistance!, official publication of UNITÉ RADICALE

Entrevista a Noam Chomsky (en portugués)

Tomado de www.econac.net

Ao lado da economia oficial está o dinheiro da Máfia, a droga e a corrupção. Ficamos com a sensação de que a economia invisível se tornou mais importante que a visível...

Está correcto, mas só em parte. A economista britânica Susan Strange (1), no seu último livro, demonstra que o dinheiro gerado pela corrupção e pela droga é muito pouco quando comparado com outra forma de corrupção, a saber, todas as técnicas utilizadas pelas multinacionais para se livrarem de pagar impostos. Por exemplo, se uma empresa instala a sua sede social nas Ilhas Virgens britânicas, isso não é considerado corrupção. Uma multinacional pode escolher o país onde repatriará os seus benefícios, mas a isto chama-se “optimização fiscal”. A multinacional organiza-se administrativamente para pagar os impostos no país onde as cargas fiscais são mais baixas. É corrupção, mas é legal.

É provável que esta corrupção legal tenha repercussões muito mais importantes que a ilegal...

A corrupção legal constitui uma temática de estudo muito interessante, mas muito poucas pessoas se têm dedicado a estudá-la porque esta chega até ao centro do próprio poder. Calcula-se que aproximadamente metade do dinheiro da droga circula através dos bancos norte americanos. Ou seja: os bancos norte americanos branqueiam metade do dinheiro do narcotráfico. Existem meios para erradicar esta prática, e, de facto, no início dos anos oitenta fez-se algum intento.

Nos Estados Unidos, quando se deposita uma quantidade elevada de dólares em qualquer banco é necessário declarar o depósito às autoridades federais. Portanto, era necessária uma declaração escrita. Até 1980, os fiscais de Miami notaram que se estava a efectuar uma grande afluência de dinheiro nos bancos da cidade. Então puseram em marcha a operação Greenback (término de Argot para “dinheiro”), uma investigação policial que pretendia descobrir quais os bancos que faziam circular dinheiro ilegalmente. George Bush (2), que durante a Administração Reagan ascendeu ao posto de “Czar da droga”, acabou rapidamente com esta operação.

A imprensa norte americana difundiu esta informação?

Um jornalista mais conhecido, no mínimo, mencionou o caso: Jefferson Morley. Mas os políticos não querem enfrentar os bancos.

A que se poderia comparar a Máfia da actualidade?

A Máfia estadunidense está antiquada. A maioria dos delinquentes actuais são homens de negócios normais. E a justiça tem vindo a colocar fora de jogo, pouco a pouco, os antigos capos mafiosos. Agora que a sociedade obedece a regras mais restritas e racionais, a Máfia copia o mundo empresarial.

E sobretudo o das multinacionais, já que para a Máfia desapareceram as fronteiras: a polícia de cada país não pode ultrapassar as fronteiras, mas as Máfias sim...

Os países mais poderosos já não precisam de fronteiras.

Quando os Estados Unidos querem destruir metade da produção farmacêutica do Sudão, não vacial em fazê-lo. E não esqueçamos do que o que está a acontecer nos Andes! Os Estados Unidos obrigaram os países andinos a aceitar a sua política de destruição dos cultivos de coca. Estes países são contra essa medida, pois sabem que quem padecerá das consequências será a população local:- os camponeses. Quando se fumigam os cultivos com produtos tóxicos, ao mesmo tempo são destruídas muitas outras coisas. E, segundo a maioria dos especialistas, tampouco se conseguiu acabar com a produção de cocaína. Por outro lado, toda a gente sabe que o problema tem mais a haver com a “procura” do que com a “oferta”. O problema está nos Estados Unidos, não na Colômbia.

Também se sabe que aplicar medidas preventivas seria muito mais eficaz que criminalizar, proibir ou destruir cultivos no estrangeiro. Contudo, normalmente, as medidas preventivas não encontram financiamento. E além disso, que direito têm os Estados Unidos em empreender um ataque militar e uma guerra biológica contra um país cuja produção agrícola não lhe agrada, sem sequer levar em conta que os camponeses se vêem obrigados a cultivar estes produtos por causa da política neo liberal que lhes foi imposta? Na Ásia morrem milhares de pessoas todos os anos devido a substâncias mortais fabricadas nos Estados Unidos. Terá a China direito a bombardear as plantações de tabaco da Carolina do Norte (Estado americano) como represália?

Em qualquer caso, nos Estados Unidos a corrupção política tem aumentado muito nos últimos anos. Foram tomadas algumas medidas contra isto?

Tudo depende do que se entende como corrupção. Por exemplo, nas eleições (3) de 1998, 95 em cada 10 0 candidatos que foram eleitos investiram mais dinheiro que os seus adversários na sua campanha eleitoral. E quase todo este dinheiro era procedente do mundo empresarial. Ou seja: o sector privado comprou, por assim dizer, 95 em cada 100 membros do Congresso. Mas isto não é considerado corrupção.

O New York Times publicou um interessante artigo sobre este assunto. O Congresso acaba de concluir o debate sobre o pressuposto e já tinham começado a dividir os denominados “suplementos de carne”, por assim dizer, as “medidas diversas” de interesse local que se votam in extremis para contentar determinados congressistas. É evidente que os congressistas mais influentes são os que mais recebem. Em 1999 bateram o seu próprio recorde e repartiram uma quantidade considerável de dinheiro entre os seus amigos e eleitores ricos. E era dinheiro público! Os piores, com diferença, são os que recortam os programas sociais ou propõe que as mães pobres recebam vales alimentares em vez de um subsídio para que aprendam a não depender das ajudas sociais. Todos os anos, Newt Gingrich (4), o mais chulo de todos, arregaça-se para enviar a maior quantidade possível de dinheiro público aos seus eleitores ricos da Georgia. E a imprensa está ao corrente de tudo isto, supostamente.

Não acredita que o tendão de Aquiles do liberalismo reside nos paraísos fiscais e no racionamento da circulação de dinheiro?

É certo que, sem as telecomunicações, não existiriam os mercados financeiros tal como os conhecemos, contudo, no passado já existiram outras revoluções ainda maiores e, mesmo assim, uma mesma tecnologia pode ser utilizada com fins totalmente distintos. A tecnologia é neutra. Por exemplo, pensemos na lira italiana ou em qualquer outra moeda, só tem valor porque a sociedade decide atribuir-lhe um, mas a lira não vale nada por si mesma. Não é mais que um bocado de metal ou de papel. A moeda é o resultado de uma decisão colectiva, o mesmo vale para o dinheiro electrónico. É indiferente falarmos de papel moeda, de moeda escritural ou de dinheiro electrónico: trata-se fundamentalmente do mesmo.

As novas tecnologias não se inventaram para favorecer a especulação e de facto podiam estar ao serviço das pessoas, ajudando a organizar a nossa existência.

O problema radica bem mais nos paraísos fiscais. Actualmente têm tendência a proliferar.

Os paraísos fiscais estão muito concentrados geograficamente: por exemplo, vejamos os acordos comerciais efectuados com a China que foram aprovados pelo Congresso em Novembro de 1999. Se tudo funciona como desejam os Estados Unidos, graças a estes acordos as entidades financeiras norte-americanas acabarão por controlar os mercados financeiros chineses, os bancos chineses e as sociedades de inversão chinesas. É esse o objectivo. Foi o que ocorreu na Coreia do Sul, quando os Estados Unidos obrigaram o país a abrir o seu mercado. O resultado foi um crack da bolsa, obviamente, e agora as instituições financeiras norte-americanas começaram a perder o controlo sobre os bancos sul-coreanos.

Voltemos à questão da circulação dos capitais. Segundo afirma, como se distribui o dinheiro?

Diariamente circulam cerca de dois mil milhões de dólares em formato electrónico. Este dinheiro não cria novos activos, uma vez que se limita a mudar de proprietário.

A maior parte destes capitais servem para financiar aquisições empresariais. Uma pequena parte destina-se a investimentos directos no estrangeiro, e outra pequena parte serve para criar algo novo: por exemplo, quando a Volkswagen instala uma fábrica no Brasil. Mas grande parte do dinheiro invertido no estrangeiro corresponde a aquisições empresariais. A privatização não é mais que a passagem dos activos de uma empresa pública para uma empresa privada ou para uma multinacional estrangeira. Em geral, estes activos são cedidos porque há corrupção. E segue-se o mesmo processo em todo o lado, do México até à Rússia.

Não se conhece bem o alcance dos movimentos de capitais distintos, uma vez que a maior parte dos países não divulgam cifras concretas...

Por outro lado, o Departamento do Comércio norte-americano publica um informativo detalhado sobre o que denomina de “investimentos directos no estrangeiro”. Em meados dos anos noventa, na época dos “novos mercados emergentes”, passei dois ou três anos a observar as cifras publicadas. E comprovei que no hemisfério ocidental (com excepção do Canadá), na época em que os mercados emergentes geravam uma grande euforia, cerca de 25 em cada 100 dos investimentos directos no estrangeiro foram parar às Bermudas, cerca de 10 em cada 100 às Ilhas Virgens britânicas, e outros 10 em cada 100, ao Panamá. Deste modo, metade do dinheiro investido no estrangeiro acaba em paraísos fiscais, e é provável que uma pequena parte provenha, ilegalmente, do dinheiro da droga.

Os paraísos fiscais só existem porque são convenientes aos países ricos. E se lhes convém a sua existência, é porque, assim, as grandes empresas podem roubar impunemente os cidadãos. É esse o papel do Estado: conseguir que os ricos enriqueçam cada vez mais.

Está claro: se as empresas podem roubar os cidadãos instalando a sua sede num paraíso fiscal e deixando de pagar impostos, porque vamos impedi-lo?

Como se pode lutar contra este fenómeno?

Bastaria que os Estados Unidos dissessem às Ilhas Caimão ou às Ilhas Virgens que se tinham cansado desta história. Sejamos sinceros: se os Estados Unidos quiserem acabar com esta prática, podem fazê-lo de imediato.

Por outra ordem de ideias, pensemos no que aconteceu com a Indonésia. Os Estados Unidos e a Grã Bretanha apoiaram claramente esse país. Durante todo o ano de 1999, quando Timor Leste foi cenário de atrocidades terríveis, piores que as do Kosovo, os Estados Unidos e a Grã Bretanha negaram-se a intervir.

Finalmente, em Setembro de 1999, quando quase toda a população foi obrigada a sair de Timor Leste e o país se encontrava completamente devastado, Clinton foi submetido a tais pressões, tantos nos Estados Unidos como na Austrália, que se viu obrigado a fazer algo e criticou os generais de Jacarta. Quarenta e oito horas depois, o Governo punha término às matanças e autorizava a entrada de uma força multinacional.

Teria sido suficiente aprovar uma lei...

Não é necessária uma lei específica. Eu acredito na lei, parece-me algo bom, mas se não é respeitada não serve para nada. E estas pessoas não respeitam o direito internacional. Quando as forças da OTAN bombardearam o Kosovo, preocuparam-se por estar a infringir a Carta das Nações Unidas? Não.

Não subestima o poder dos juizes na luta contra a corrupção?

Sem apoio externo, os juizes não têm poder nenhum. O Governo trava-os por uma razão muito sincera: nem as grandes empresas nem os Estados querem ser submetidos a uma investigação judicial.

As empresas geram mais vítimas do que a delinquência na via pública. Sem excepção, quase nunca são perseguidas. Em 1988 levou-se a cabo um processo muito pouco habitual. Duas das mais importantes companhias farmacêuticas norte-americanas, a Lilly e a Smithkline, foram acusadas de provocar a morte de oitenta pessoas após colocarem à venda medicamentos acompanhados de informações confusas. Receberam uma multa de oitenta mil dólares por causarem a morte de oitenta pessoas. Por outro lado, se alguém matar oitenta pessoas na rua, vai directamente para o corredor da morte.

Na Itália, por exemplo, onde a corrupção se tinha generalizado, a Operação Mãos Limpas alterou a situação.

Mas com uma dificuldade, quando os juizes intentam actuar com independência dos governos, estes travam-nos.

Nos EUA quando os fiscais, que desempenham o mesmo papel dos juizes na Europa, começaram a investigar o dinheiro do narcotráfico que estava a entrar nos bancos da Flórida, o vice-presidente George Bush, que era na altura responsável pela luta contra a droga, travou-os logo a seguir. Como a opinião pública não sabia nada sobre o assunto, não pôde exercer nenhum tipo de pressão.

De qualquer modo, visto da Europa, ficamos com a impressão de que os Estados Unidos têm um sistema judicial eficaz.

Castigam-se os crimes cometidos pelas empresas? Não. E, sem excepção, este tipo de delitos causam muitas mais vítimas do que a delinquência comum; isto é algo no qual coincidem todos os criminólogos e juristas. Acontece o mesmo em Inglaterra. Recentemente escrevi um prefácio para um livro do jurista britânico Gary Slapper, Blood In The Bank , sobre os crimes e delitos que têm cometido as grandes empresas em Inglaterra.

O aparato jurídico existe e a justiça funciona, mas não pode ser utilizada contra os poderosos, a menos que se exerça uma pressão muito forte.

Vejamos um exemplo especialmente esclarecedor. Nos anos cinquenta, o Governos dos Estados Unidos colocou em marcha um dos mais ambiciosos programas de engenharia social de todos os tempos. Consistia em desmantelar a rede de transportes públicos em benefício das carreiras de autocarros e de aviões.

Até então tínhamos tido um sistema de transportes ferroviário muito eficaz. Nos anos quarenta, Los Angeles dispunha de uma rede electrificada muito bem organizada e que não contaminava. Foi comprada por três companhias: a General Motors, a Firestone Rubber Company e a Standard Oil. E estas três empresas desmantelaram a rede ferroviária para favorecer o transporte de carreira (em autocarro e automóveis), com o qual podiam ganhar muito dinheiro. Após serem acusadas de associação ilícita, foram julgadas e condenadas com uma multa ridícula, de uns cinco mil dólares.

Logo, amparando-se dos interesses de Defesa Nacional, entrou em cena o Governo norte-americano e construiu uma rede de auto-estradas da qual fazem parte todas as vias importantes que existem hoje em dia nos Estados Unidos. Ao mesmo tempo, o Governo destruiu a rede ferroviária e dedicou-se a construir aeroportos. Como resultado, criou-se um sistema de transportes que não se baseia na lógica do serviço público, e sim na lógica industrial.

Quais foram as consequências?

Foram enormes, começando pelo deterioramento dos centros históricos das cidades e a deslocação dos habitantes para a periferia. As cidades já não têm centro, as pessoas vivem nos arredores, onde existem muitos centros comerciais. Resumindo podia dizer-se que hoje em dia as pessoas vivem em centros comerciais.

Este gigantesco programa de engenharia social, desenhado para enriquecer os fabricantes de automóveis, pneus, etc e as petrolíferas, tiveram também um grande impacto na sociedade, nos hábitos de consumo, nas relações pessoais. Levou ao alienamento e à ruptura das comunidades. E por acaso se julgou ou condenou alguém? Não. Mas existem leis que permitem fazê-lo. Mas a realidade é que ninguém está consciente do que ocorre.

Ouvindo-o falar ficamos com a sensação de que se tratam de tendências iniludíveis e implacáveis...

Para que as pessoas reagissem teriam de dispor de informação. Por isso sou um firme partidário da educação popular, compreendida como algo muito distinto dos meios de comunicação social, da escola ou da cultura intelectual dominante. Em segundo lugar, seria necessária uma mobilização como a que conduziu à instauração dos direitos humanos ou a que apregoava a igualdade entre homens e mulheres. (5)

Na Suíça notou-se uma alteração no início dos anos noventa, quando o cantão de Genebra elegeu como fiscal Bernard Bertossa, um homem partidário da cooperação judicial, e além do mais adoptou-se uma lei que obriga as empresas que transferem dinheiro para outros países a identificar as compartilhas com sedes em paraísos fiscais.

Quando o povo pressiona, podem conseguir-se coisas, os mecanismos jurídicos não faltam, já que a maior parte das leis necessárias já existem.

A Suíça é um caso aparte: nem sequer está garantida a liberdade de expressão. Por exemplo, na última vez que estive na Suíça a convite da Liga Internacional de Mulheres pela Paz e pela Liberdade, uma ONG, que me convidou para pronunciar uma conferência na Universidade de Genebra. Algumas semanas antes de discursar telefonou-me a presidente da Liga e disse-me que a polícia suíça queria ver o texto da minha conferência antes de eu a efectuar, e além disso queria que eu me restringisse ao texto que estava escrito. Naturalmente que neguei aceitar esta imposição, e a Liga Internacional de Mulheres também se opôs. Finalmente, a conferência foi celebrada no Centro Europeu de Investigação Nuclear, que se situa em território internacional. (6)

Quem compreende que num país civilizado não se possa pronunciar uma conferência numa universidade sem que a polícia leia o texto antes?

Na Suíça acontecem coisas deste tipo. Na realidade, a Suíça não possui um Governo verdadeiro, é um país regido por bancos. O Governo encarrega-se da educação, dos transportes públicos, de tudo o que é da competência de uma Administração Local. Na Suíça, um historiador de diplomacia não pode trabalhar com documentos oficiais porque não existe um arquivo nacional digno desse nome. Contudo, mesmo num país assim, quando a opinião pública desperta, as coisas podem ser mudadas.

Notas:

1 – Susan Strange, Mad Money , University of Michigan, 1998.

2 – George Bush, que não conseguiu ser eleito candidato do Partido Republicano para as eleições presidenciais de 1980, foi eleito vice-presidente por Ronald Reagan, seu adversário durante as primárias. Enquanto ocupava este cargo foi responsável de diversas iniciativas, como a política de liberalização federal ou a luta contra a droga. Depois de ser eleito presidente dos Estados Unidos em 1988, George Bush retomou os grandes princípios da “guerra contra a droga” decretada por Ronald Reagan.

3 – Esta informação procede do Center for Responsive Politics, uma instituição independente que analisa os resultados eleitorais.

4 – News Gringrich, fervente partidário da revolução conservadora, eleito presidente da Câmara de Representantes depois da vitória dos republicanos nas eleições legislativas de 1994. O seu tom provocador e a radicalidade das suas posturas morais converteram-no no homem que ocupava o terceiro cargo mais importante da Administração e num dos líderes republicanos mais populares. Após ser eleito em Janeiro de 1998, viu-se obrigado a demitir-se depois de ser condenado por fraude fiscal.

5 – As mobilizações para a declaração dos “direitos humanos” e o apoio ao feminismo foram efectuadas pelo próprio sistema, sem mencionar que já apoiava o próprio poder dominante da igualdade, etc... Não se apoiou uma declaração dos “deveres humanos”, nem foi criado um apoio às mulheres que desejassem ser mães de família numerosa, isso sim, nunca teve o apoio do sistema demo-liberal.

6 – Supomos que Chomsky não se recorde de que o revisionismo esteja proibido na Suíça e em muitos outros países... e que não os deixam falar nem em território internacional nem em nenhum outro sítio. Deve-se esta razão à existência de temas que são verdadeiramente anti-sistema, e outros que são só aborrecidos para o sistema.

Esta entrevista surgiu originalmente com o título “La Economia Invisible” na revista Autogestión , esta tradução foi efectuada com base no texto reproduzido na publicação Bajo La Tirania , nº 65, Maio de 2004

Noam Chomsky está sentado no seu gabinete da Faculdade de Linguística e Filosofia do Massachusetts Institute of Technology (MIT), em Harvard, onde ensina há quase cinco décadas. As eleições americanas foram apenas há menos de uma semana, mas parecem ter passado longe daquela sala. Para quem se identifica com as linhas tradicionais do anarco-sindicalismo e do socialismo libertário, a contagem dos votos só pode ser encarada com um sorriso e um encolher de ombros. Outro resultado mudaria os EUA assim tanto?

Noam Avram Chomsky nasceu em Filadélfia, Pensilvânia, a 7 de Dezembro de 1928. Filho de um académico judeu nascido na Rússia, cedo revelou uma invulgar capacidade intelectual.

Após ter estudado linguística, matemática e ciência política, tornou-se um dos mais brilhantes académicos norte-americanos, com uma vasta obra publicada em todo o mundo e que lhe mereceu inúmeros doutoramentos honoris causa . Títulos como American Power and the New Mandarins , Peace in the Middle East? , The Culture of Terrorism , Manufacturing Consent ou Hegemony or Survival contribuíram para o prestígio deste crítico feroz da política externa dos EUA.

Que consequências tem a reeleição de George Bush?

Nos Estados Unidos vamos assistir à continuação do esforço intenso para desmantelar o sistema de Protecção Social que tem sido desenvolvido no último século. Basta ver a reacção das administrações das empresas e dos grupos de lobby aos resultados eleitorais. Estão em euforia completa. E vai prosseguir o ataque ao sistema de impostos progressivos. Esta Administração continuará a reduzir os impostos para os mais ricos. E os outros que vão vivendo.

E internacionalmente?

Os planos iniciais deles (a Administração Bush) eram muito ambiciosos. Tencionavam transformar o sistema militar americano, de forma a pôr o mundo inteiro em risco de aniquilação imediata. Mais tarde houve uma contra-reacção. A Rússia tratou de se equipar para ficar à altura e muitos estrategos começaram a recear que tudo aquilo podia significar o juízo final. Vão também continuar a minar tratados internacionais, desde o Protocolo de Quioto, sobre as emissões de dióxido de carbono, aos tratados sobre desarmamento. Os planos iniciais incluíam levar a agressividade e a violência o Médio Oriente não só ao Iraque, mas provavelmente também ao Irão e à Síria, podendo passar ainda pela América do Sul. Mas penso que esses planos ficaram abalados, devido aos extraordinários fracassos da guerra no Iraque. Devia ter sido a ocupação militar mais fácil da história.

Afinal, longe disso...

Devido a uma total incompetência e arrogância conseguiram criar uma resistência, que ganhou bastante força e agora não podem dominar. Se pensarmos na II Guerra Mundial, os americanos estão a ter mais problemas no Iraque do que os Nazis na Europa ocupada. Estes resolveram o assunto mais depressa, recorrendo a colaboradores locais, à polícia local, mais o apoio de soldados alemães. No Iraque isto acabou por ter mais custos e sair muito mais caro e, assim, tornou-se improvável o uso directo da força noutros locais.

E sem ser directo?

Vão apoiar-se mais na subversão, como fizeram com o golpe de Estado na Venezuela, e possivelmente também em forças israelitas que estão a ser intensamente apoiadas pelos americanos, como uma espécie de força mercenária e que pensariam utilizar talvez no Irão, embora não me pareça que ainda o façam. De qualquer modo não creio que possam continuar com a agressividade internacional que tinham planeado, embora os programas militares devam prosseguir. No entanto, devo dizer que a população se opõe fortemente a todas estas medidas.

De certeza?

As posições do povo americano são muito diferentes das dos dois partidos. A grande maioria da população acredita que devem ser as Nações Unidas e não os Estados Unidos a liderar, para resolver conflitos internacionais. E opõe-se ao uso da força, excepto em circunstâncias muito limitadas, como se o país for atacado ou estiver em risco disso. As pessoas são a favor da adesão dos Estados Unidos ao Protocolo de Quioto, ao Tribunal Penal Internacional (TPI) ou aos tratados de desarmamento. Não querem que os recursos que eram dantes utilizados em Saúde, Educação ou Protecção Social vão para o armamento. Isso são posições que ultrapassam até as fronteiras entre republicanos e democratas. Mas nenhum dos dois partidos responde a estas questões.

Se a maioria da população pensa assim, porque foi Bush reeleito?

Isso não significa muito. Aliás, nem sequer aprendemos nada nestas eleições que já não soubéssemos antes. Cada candidato conseguiu cerca de 30% dos votos, atendendo ao número total de eleitores. Bush teve um pouco mais de 30% e Kerry um pouco menos de 30%. Só 60% dos eleitores se deram sequer ao trabalho de votar. E a diferença entre eles foi pequena para um país grande e significa muito pouco. Se esse reduzido grupo de pessoas tivesse votado noutro sentido ou ficasse em casa, Kerry era eleito, sem que o país fosse muito diferente por causa disso.

Realmente?

As pessoas não votaram nas questões de fundo. Quando se vêem as sondagens, só 10% dos eleitores escolheram pelas ideias ou pelas políticas de cada candidato. O resto votou pela imagem. E quem cria a imagem sabe disso. Bush foi apresentado como um líder forte na guerra ao terrorismo e como alguém com valores. E as pessoas preocupadas com o terrorismo e o que chamam valores optaram por ele. Mas votaram numa imagem, não numa realidade. O mesmo se passou com John Kerry. Foi projectado como um candidato preocupado com a economia ou o sistema de saúde. Então, as pessoas para quem, de facto, essas são as questões mais importantes votaram nele. Mas é preciso tentar ver as políticas que estão por detrás dessas imagens. Isso só se descobre com práticas, não com palavras.

Uma vitória diferente não teria feito diferença no Iraque?

John Kerry não tinha um programa diferente para o Iraque. Isso era uma coisa correcta que Bush dizia. Internamente, Kerry não iria atacar o limitado mas existente sistema de taxação progressiva do código fiscal. As administrações das empresas não estariam muito preocupadas, se ele ganhasse, mas não ficariam a festejar como estão. E é possível que tivesse uma política menos agressiva internacionalmente. Há algumas diferenças entre ambos, mas não era sobre isso que estávamos a falar, mas sim porque razão votaram as pessoas. As pessoas preocupadas com o terrorismo votaram em Bush. Ele vai protegê-las disso? Não. Ele aumenta a ameaça do terrorismo. Bush e os seus conselheiros sabiam perfeitamente que era provável que a invasão do Iraque fizesse crescer o terrorismo. Mas eles tinham outras prioridades.

Então?

Se todos os iraquianos sabem isso, não há razão para que nós ignoremos tal facto. O Iraque fica exactamente no coração dos recursos energéticos mundiais. Tem imensa energia intocada e barata. Quem controlar o Iraque terá uma alavanca poderosa para controlar o mundo. Além de todos os lucros que isso representa para as corporações americanas, quem controlar a energia fica com uma influência enorme sobre os principais rivais dos EUA, isto é, as economias da Ásia e da Europa. Logo a seguir à II Guerra Mundial se percebeu isso. Quem controlasse o petróleo ficaria com o que o departamento de Estado chama “uma enorme fonte de poder estratégico”. Não se importam se aumenta o terrorismo.

Mas muita gente acreditou nisso...

As pessoas que escolheram Bush a pensar que se defendiam do terrorismo, estavam completamente erradas. Votaram no aumento do terrorismo sem saber. E o mesmo se passa, quando as pessoas dizem que votaram Bush pelos seus valores. Mas que valores? Se olharmos para as administrações das empresas, estão eufóricos. Porquê? Porque Bush é contra o aborto? Não, porque vai dar-lhes presentes. Isso é que são os valores. Enriquece os mais ricos e faz pagar os custos disso aos trabalhadores e também aos nossos filhos e netos. São eles que vão pagar a conta da destruição do ambiente e do aumento do défice. Se olharmos para Kerry, não era assim tão diferente.

Não?

Dizia que ia melhorar a Saúde, mas não defendia o que a maioria da população quer, isto é, um sistema nacional de saúde, semelhante ao que existe nos outros países industrializados. E isto nem sequer era uma opção, porque ninguém apresentava esta proposta. Na maioria das questões, a população está mais à esquerda do que os dois partidos. Ou, em termos europeus, mais ao centro, deixando os dois partidos à direita. Apenas votam em imagens que são falsas e enganadoras.

A reeleição de Bush que consequências terá em todo o Médio Oriente? A guerra no Iraque não vai parar tão cedo...

Não é claro. Como disse, os nazis na II Guerra Mundial e até os russos na Europa do Leste resolveram o assunto muito mais facilmente. Isto que se passou no Iraque é invulgar. Possuem tanto poder, a desproporção de meios é tão grande que é difícil acreditar que não funcione. Vejamos Fallujá, que estão outra vez a atacar. Já conseguiram eliminar grande parte da população enquanto bombardeavam a cidade. Os marines atacaram em grande força. É uma incompetência enorme que não tenham sido capazes de conquistar a cidade em poucos dias. Mas como têm uma força enorme nas mãos, talvez acabem por conseguir derrotar a resistência...

E se conseguirem?

Arranjarão para o Iraque uma solução semelhante à que já encontraram para outros, em que são teoricamente independentes. Na América Central, os países são autorizados a tornar-se independentes, desde que façam o que lhes dizem. Caso contrário, são esmagados. Toda a História americana nos mostra isso. É preciso ser cego para não ver essa realidade. È o que estão agora a tentar conseguir no Iraque ou, então, não faria sentido ter invadido o país. Se fizer o que lhe dizem, será livre. E tentarão chegar tão longe quanto puderem no resto da região. No caso de Israel, a escolha é clara. Israel é tão poderoso e os palestinianos tão fracos, que eles partem do princípio de que Israel os esmagará. Os palestinianos não possuem riquezas nem poder. Portanto, não têm direitos, pelos mais elementares princípios da força das nações.

Se Arafat vier a ser substituído, qual pode ser o papel de Bush?

É interessante porque, quando Bush fez o seu discurso visionário a anunciar que ia levar a democracia ao Médio Oriente, Yasser Arafat era já um líder democraticamente eleito, ao contrário do que sucede em quase todo o Médio Oriente. Foi imediatamente posto de lado. Decidiram que não o queriam, porque não fazia o que lhe diziam. É por isso que estavam encantados com Portugal e com Espanha, mas não com a França e a Alemanha. No caso de Portugal, não conheço os números, mas sei que a maioria da população era contra a guerra. Em Espanha o Governo deu o seu apoio contra a esmagadora vontade da população. A certa altura só 2% se mostravam favoráveis à guerra. Em França e na Alemanha agiram de acordo com a vontade das pessoas. Por isso, em relação a Arafat, se arranjarem alguém que permita a Israel ficar com a maioria dos territórios ocupados, muito bem. Será pura democracia.

In Visão nº 610, 11/11/04.

Silvio Gesell

Robert Steuckers



Silvio Gesell fue siempre un economista inconformista. Tomó parte en los gobiernos de los consejos de Baviera junto a otros personajes inclasificables como Ernst Niekisch, Erich Mühsam o Gustav Landauer. Nacido en Saint-Vith, Gesell desarrolló en el más importante de sus ensayos, Die natürliche Ordnung (El orden natural), un proyecto de redistribución de tierras en orden a conseguir que cada hombre pudiera ser autónomo y poder vivir de manera independiente frente a las estructuras abstractas de la modernidad burguesa. Günther Bartsch, autor alemán que se ha ocupado de su biografía y de sus ideas, le llama "ácrata", esto es, hombre libre de toda tutela, ya sea ésta de carácter político, religioso o administrativo. Para Klaus Schmitt, quien ha redescubierto para la izquierda inconformista alemana la figura de Gesell a pesar de criticar algunos aspectos de su pensamiento, el ácrata republicano y consejista (räterepublikanisch) fue uno de los críticos de mayor envergadura frente al "poder de Mammon". Gesell, efectivamente, pretendía acabar con la abrumadora presencia del dinero a través de una economía entre los pueblos y los Estados basada en lo que él denominó "dinero evanescente" (Schwundgeld), al tiempo que teorizó sobre una "doctrina del dinero libre". Por "dinero evanescente", Gesell entendía una moneda que no se pudiera acumular y por la que no se debiera pagar interés alguno. Para Gesell, toda acumulación de dinero constituía un "pecado capital". Todo capital que no se tradujera inmediatamente en "cosas" (máquinas, herramientas, técnica, educación, tierras, ganado, etc.) debía, por un imperativo moral y económico, perder todo su valor. Años más tarde, esta idea fundamental de Gesell fue retomada por el padre del "distribucionismo" C.H. Douglas y por el poeta norteamericano Ezra Pound, quien veía en el gobierno de su país un instrumento del "Demonio Mammon". Douglas, en Canadá, elaboró sólidos proyectos de base "distribucionista". Pound, por su parte, demostró un desprecio intransigente, absoluto, lo que pudiéramos llamar una cólera lírica, contra el dinero y los distintos sistemas bancarios, expresando su rechazo absoluto a través del apoyo a la "República de Salò" de Mussolini, poco antes de concluir la segunda guerra mundial. Pound trató de convencer a sus compatriotas de no combatir al fascismo republicano del período 1943-1945. Tras la conclusión de las hostilidades, Pound fue recluido durante doce años en un psiquiátrico en los Estados Unidos, experiencia tras la cual marchó a vivir al Tirol con su hija Mary de Rachewiltz. Murió en 1972.



Aparte de su doctrina económica relativa al "dinero evanescente" o el "dinero libre", Gesell teorizó igualmente sobre una suerte de anarcofeminismo, garante de la protección a las mujeres y los niños contra todo tipo de explotación masculina. Esta variante de las especulaciones sobre el arquetipo matriarcal, que arranca de la obra de Bachofen, implica una crítica muy concisa del patriarcado (y de todas las formas del derecho patriarcal), ya que, desde su punto de vista, esta forma de poder situaba a los niños en una posición muy débil en el seno de la sociedad. Desde este punto de vista, Gesell se ha convertido en el precursor del derecho infantil. En la práctica, el anarcofeminismo significaría el establecimiento de una renta para las madres. "Gesell y sus discípulos pretendían confiar la propiedad de la tierra a las madres y convenir con ellas una renta relativa a los bienes raíces hasta que sus hijos alcanzaran los dieciocho años de edad. Una federación de madres administraría el suelo nacional y, más tarde, en un futuro, el conjunto de tierras del planeta, derecho que llevaría asocida la posibilidad de arrendar fincas al mejor postor. Mediante la aplicación de este procedimiento, cada persona, o cada grupo (p. ej.: un gremio) podría beneficiarse de las mismas oportunidades, podría explotar la tierra y verse libre de los parásitos privados o de la administración" (p. 124). Gesell dio un nombre científico a este sistema: "matriarcado fisiocrático".



Otras contribuciones interesantes de Bartsch y Schmitt en esta obra sobre Gesell es la introducción de textos de Gustav Landauer ("Sehr wertvolle Vorschläge") y de Erich Mühsam ("Ein Wegbahner. Nachruf zum Tode Gesells 1930").

Conclusión: este libro nos ayuda a comprender la complejidad, variedad y posibilidades de las ideas que convergieron en la República de los Consejos de Baviera tras la Gran Guerra. Si Niekisch ha sido redescubierto en la actualidad y ampliamente estudiado, sin embargo se ha dejado de lado su proximidad con personajes como Landauer, Mühsam y el propio Gesell. Sería interesante, asimismo, analizar el parentesco ideológico entre Gesell, Douglas y Pound, y proceder a estudios comparativos. Ni qué decir tiene que también sería oportuno la confrontación de las doctrinas de Gesell con las teorías nacional-revolucionarias de Henning Eichberg formuladas en las décadas sesenta y setenta y, a partir de 1980, retomadas por la revista alemana Wir Selbst. Eichberg siempre puso el acento en la dimensión maternal de la vida, al sobrevalorar la noción de "matria" —maternidad y protección— sobre la de "patria", que consideraba represiva. Son similitudes que el historiador de las ideas no debería dejar pasar por alto.

[Comentarios al libro de Klaus Schmitt y Günter Bartsch (eds.), Silvio Gesell, "Marx" der Anarchisten. Texte zur Befreiung der marktwirtschaft vom Kapitalismus und der Kinder und Mütter vom patriarchalischen Bodenunrecht, Karin Kramer Verlag, Berlín, 1989. Traducción de Infoeuropa].

Fundamentos de la doctrina justicialista

I
EL HOMBRE

El ser humano nace de la familia, grupo social básico que constituyen sus padres y del cual recibe la vida y cuidados de toda naturaleza. Se desarrolla en el seno de una Comunidad más amplia que se constituyó a lo largo de los siglos y que le proporciona la herencia del pasado, sin la cual no se diferenciaría de la fiera: no sólo los bienes materiales, sino también y sobre todo sus caracteres biopsíquicos y la civilización y cultura de su tradición.
De ahí que el hombre sea un animal social: depende de la sociedad que le da la vida y los medios de aprovecharla plenamente, conforme con su derecho natural de individuo. Tiene, por lo tanto, la obligación, no menos natural, de aportar a la Comunidad todo lo que es capaz de darle y, eventualmente, de sacrificarse por ella.
Sólo en el marco social el ser humano se realiza plenamente, mandando si tiene las cualidades requeridas, obedeciendo si lo necesita para afirmarse en grado máximo; pero nunca aceptando pasivamente la existencia. La Comunidad no es ningún rebaño: para progresar en toda la medida de lo posible, necesita que todos sus miembros, cada uno en el lugar que su capacidad le asigna, luchen constantemente. No se transforma la naturaleza con gozadores; no se vencen los obstáculos con cobardes. El heroísmo es la virtud primera del hombre. Vivir peligrosamente es vivir como ser humano; vivir tranquilamente es subsistir como vaca destinada al matadero. Los hombres Heroicos hacen los pueblos fuertes. Y sólo los pueblos fuertes hacen la historia.



II
LA COMUNIDAD

Natural o voluntariamente, el ser humano forma parte de distintos grupos sociales y asociaciones de naturaleza diversa, cada uno de los cuales tiene su orden propio que se opone en alguna medida al de los otros y que permanecen unidos, sin embargo, por vínculos de solidaridad más fuertes que sus antagonismos. El hombre es miembro de una familia, de un taller, de una parroquia, de un club deportivo, etc., fuera de los cuales no podría ni procrear, ni producir, ni rezar, ni divertirse. Las familias agrupadas en cierto territorio constituyen un municipio; varios municipios, una provincia; varias provincias, una nación. Y lo mismo ocurre, o debería ocurrir, con los demás grupos de función común.
La Comunidad se presenta, pues, como una pirámide de federaciones diferenciadas que desempeñan cada una su papel particular en el seno del organismo social. No se trata de un mero conglomerado, sino de un conjunto unitario que nace, se desarrolla y muere como un individuo. Surgida del pasado, la Comunidad crea su historia afirmándose en el presente por adaptación a condiciones de vida siempre cambiantes y se proyecta en el futuro con una masa de posibilidades que le corresponderá a ella hacer reales o rechazar en el olvido.
Para afirmarse cada vez más, la Comunidad nacional tiene que ser dueña de su destino. Esclavizada por una potencia extranjera o proletarizada por la finanza internacional, la nación no puede sino sobrevivir, humillada y explotada. Pero tampoco puede dar lo mejor de sí misma cuando una fracción de sus integrantes la gobierna en provecho propio o explota el trabajo ajeno. No hay Comunidad nacional sin soberanía política, independencia económica ni justicia social.



III
EL ESTADO

Los grupos federados que constituyen la Comunidad no sólo están destinados a coexistir, sino también a colaborar, en el sentido preciso de la palabra, como los miembros de una familia. Tienen que desempeñar cada uno su papel particular en el seno del organismo social. Sus funciones respectivas son complementarias. No se puede concebir una harmonización de tantas actividades diversas e interdependientes sin un orden jerárquico, que implica el mando. Es ésta la razón primordial por la cual toda Comunidad posee un órgano especializado en conducción política: el Estado. A él corresponde dar a la multiplicidad necesaria de los grupos y federaciones la unidad sin la cual no habría sino el caos.
Para conducir a la Comunidad, el Estado necesita conocerla, y no sólo en su realidad presente. No puede crear la historia sin saber de dónde vienen los elementos de que dispone, o sea sin aprehenderlos en su evolución. Para poder proyectar la intención histórica de la nación, el Estado debe interpretarla y, más aún, encarnarla.
También debe dar a las fuerzas internas del cuerpo social la unidad y continuidad que no poseen espontáneamente. De los grupos, asociaciones y comunidades intermedias surgen dinamismos que constituyen la “materia prima” de la duración comunitaria. Pero tales dinamismos tienden a desgastarse en antagonismos estériles que el Estado tiene que superar, haciendo que las fuerzas hostiles concurran a la afirmación nacional.



IV
LA SUBVERSIÓN BURGUESA

A fines del siglo XVIII o principios del XIX el orden social natural fue quebrado por un fenómeno patológico cuyas consecuencias seguimos padeciendo. Grupos marginales de la sociedad comunitaria, que se dedicaban al comercio de ultramar y, clandestinamente, al préstamo a interés, se habían enriquecido sin conseguir con ello más que comodidades materiales. Aspiraban al poder y, después de un largo proceso de subversión ideológica, lograron apoderarse del Estado francés y posteriormente, por la fuerza o la propaganda, de los demás Estados del mundo occidental.
La burguesía adaptó entonces a sus necesidades las estructuras del Estado, convirtiéndolo de órgano rector de la Comunidad en instrumento de su propia dominación. Pero las “fuerzas de ocupación” estaban divididas en numerosos grupos competidores, debido a su misma naturaleza mercantil. Con el fin de que ninguno de dichos grupos pudiera desplazar a los demás, la burguesía triunfante dividió al Estado en tres poderes autónomos e hizo depender los cargos públicos más importantes de un proceso electoral individualista. Cada grupo constituyó su propio partido. Reservado, en un primer momento, a los burgueses mediante el sufragio censal, el derecho de voto fue extendiéndose paulatinamente a medida que se conseguía adoctrinar al pueblo gracias al monopolio de los medios de difusión: escuela y prensa. Si una elección daba, a pesar de todo, resultados insatisfactorios, siempre se la podía anular.
Así quebradas su unidad y su continuidad, el Estado ocupado por la burguesía era sumamente débil. No podía, pues, tolerar la existencia de comunidades intermedias poderosas, a las cuales no estaba seguro de poder imponer su voluntad. De ahí que disolviera los gremios, avasallara la iglesia y hasta, en algunos países, dividiera las provincias históricas. Su meta era convertir al pueblo organizado en una masa de individuos aislados, “nacidos expósitos y destinados a morir solteros”, como dijo Renan. Pues, por débil que fuera, el Estado burgués siempre podía dominar a un rebaño de seres humanos indiferenciados. En nombre de una Libertad mítica e irreal, la burguesía se empeño en quitar al hombre los fueros y libertades de que gozaba anteriormente en virtud de su función. Y lo consiguió en gran medida.



V
EL CAPITALISMO

Con el régimen demoliberal, el dinero se convierte en la fuente exclusiva del poder. La disolución de los gremios y la legalización del préstamo a interés eliminaban todo obstáculo al enriquecimiento mediante la explotación del hombre por el hombre: del hombre pobre por el hombre rico; del productor al parásito.
Prometiendo a los demás la libertad política, la burguesía se aseguró la libertad económica, que utilizó para anular la primera. Pues la Libertad era indivisible, absoluta para todos: para el fuerte y para el débil, para el rico y para el pobre. O sea, como dijo Julio Guesde, para el zorro y para la gallina: ¿por qué la gallina se quejaría de que el zorro se la comiera si ella tiene plena libertad de tragarse al zorro?
Con su riqueza hasta entonces inutilizada, los burgueses abrieron manufacturas y el libre artesano de antaño se convirtió en un asalariado. No fue más dueño de sus herramientas ni del producto de su labor. Se limitó a vender su trabajo al capitalista, quien fijaba el precio en función de la “ley” de la oferta y de la demanda. Claro que el obrero tenía absoluta libertad de no aceptar el trato y en consecuencia, como también lo dijo Julio Guesde, de morirse de hambre.
Así se dividió la sociedad en clases: por un lado, el conjunto de los detentadores de los medios de producción, o sea, la burguesía capitalista; por otro, el conjunto de los asalariados, o sea, el proletariado; entre las dos, el conglomerado de todos aquellos que no revistaban en ninguno de los bandos, o sea, la clase media. Otrora estamental, vale decir funcional, la estratificación de la Comunidad se hacía económica: los explotadores, los explotados y, en el medio, los que no eran netamente ni lo uno ni lo otro.



VI
EL CAPITALISMO DE ESTADO

Carlos Marx preveía, a mediados del siglo pasado, que el capital se iría concentrando en un número de manos cada vez más reducido y que la clase media sería absorbida por el proletariado. Tales predicciones no se han cumplido en el mundo liberal. Por el contrario, los dueños del capital se han ido multiplicando y las clases medias se amplían constantemente, absorbiendo a sectores cada vez más importantes de la clase obrera. La minoría burguesa, que había sabido conquistar el poder a sangre y fuego en los decenios que siguieron a 1789, evidentemente ya no era la misma. Se había ablandado con la vida fácil y se manifestaba incapaz de llegar al soñado monopolismo integral.
De repente, en 1917 y en un país, Rusia, donde el capitalismo, embrionario, aún no había logrado imponerse, una minoría insurrecta, muy semejante por su composición a los jacobinos, se adueño del poder y, a través del Estado ocupado por ella, se convirtió en el único detentador–colegiado- de los medios de producción, de difusión y de represión. A lo largo de los años, esa minoría combatiente se fue transformando en una oligarquía tecnoburocrática cerrada, que supo realizar un capitalismo perfecto, evitando los escollos del liberalismo. Fuera de ella, sólo había proletarios indefensos, cuyos sindicatos no eran sino instrumentos de poder del Estado-patrón.
Entre el capitalismo liberal y el capitalismo estatal no existía, pues, -ni existe- otra diferencia que la que procede de distintos grados de cohesión y eficacia. Tal diferencia era más marcada que hoy en vísperas de la segunda guerra mundial. Desde aquel entonces, y especialmente en los últimos años, el sistema soviético se ha ido liberalizando hasta reintroducir el lucro y la competencia entre las empresas, mientras que el sistema liberal se iba endureciendo como consecuencia de la guerra, con intervención cada vez mayor del Estado en la conducción de la vida económica.



VI Bis
EL SINDICALISMO

No se podía esperar, por supuesto, que los asalariados aceptaran pasivamente la situación que se les imponía. Muy pronto, proletarios más conscientes y más valientes que los demás empezaron a organizarse para la lucha. No constituían sino una minoría ínfima, pero dura y decidida. Con un heroísmo digno de los tiempos homéricos, como muy bien dijo Jorge Sorel, supieron interpretar a la clase obrera y alzarse contra el sistema democapitalista. Como un ejercito en guerra, en medio de la incomprensión y, a menudo, de la hostilidad de sus compañeros de miseria, subieron al asalto del Estado burgués, con la única arma de que disponían: la huelga. Arma insuficiente, ésta, por cierto. Pues los patronos, dueños del poder comunitario, recurrieron a la policía y, de ser preciso, al Ejército. El sindicalismo revolucionario, como tal, fracasó.
Paradójicamente, los héroes de la lucha de clases consiguieron, sin embargo, una serie de victorias en el terreno en que menos las buscaban. Las huelgas aisladas –pues la misma condición proletaria nunca permitió llevar a cabo los grandes proyectos de huelga general- no inquietaban sobre manera al Estado burgués, pero sí perjudicaban a los patrones contra los cuales se hacías. Para quitar a los líderes revolucionarios el apoyo de la masa de los asalariados, basta con ceder ante sus reivindicaciones materiales y aumentar un tanto los salarios. Las condiciones de vida y de trabajo de los obreros empezaron así a mejorar. No faltaron entonces dirigentes sindicalistas para pensar que más valía abandonar un combate sin esperanza y negociar con la burguesía la incorporación pacífica del proletariado al sistema vigente, a cambio de ventajas cada vez mayores. Los héroes dejaron el lugar a mercaderes que sustituyeron la lucha por el regateo y la componenda. El sindicalismo reformista no representaba ningún peligro para la burguesía. Antes al contrario, garantizaba la permanencia del régimen demoplutocrático. Entonces, los sindicatos mediatizados fueron autorizados por ley, ya meros apéndices, ruidosos pero tranquilizadores, del sistema imperante.
Con el tiempo, la clase obrera de los países más industrializados se fue aburguesando. En cuanto a sus condiciones de vida, se diferencia muy poco, hoy en día, de las clases medias. Pero sus integrantes siguen siendo asalariados, subesclavos bien alimentados. Sus dirigentes han llegado a constituir una oligarquía capitalista, no sólo la buena vida, sino también, directa o indirectamente, el poder. Son empresarios como los demás, mancomunados como los demás para la defensa del sistema.



VII
EL PODER SUPRANACIONAL

El más craso error que se pueda cometer al estudiar el mundo de hoy es el de creer que capitalismo liberal y capitalismo estatal son enemigos irreconciliables. En realidad, no pasan de competidores, como podían serlos potencias demoliberales del siglo pasado. Rivalizan por el dominio de colonias y mercados, pero se encuentran solidarias cuando el sistema común está en peligro. Lo demostró a las claras la segunda guerra mundial como también, en nuestro país, el contubernio de liberales y comunistas en 1945 y 1955.
Más aún, todo parece indicar que existe, por encima de los bloques demoplutocrático y soviético, una potencia supranacional que los maneja a su guisa. Está probado que un consorcio bancario internacional subvencionó abundantemente a Trotsky en 1917. No fue, evidentemente, un hecho accidental. La gran finanza no tiene patria, sino solamente intereses. Guerra fría y conflictos localizados no son sino episodios de mutua conveniencia, que permiten a los Estados Unidos mantener a flote su tambaleante economía y a la Unión Soviética reforzar la tensión interna sin la cual su imperios correría serio peligro de desintegrarse. Lo más probable es que quienes atienden, en Washington y en Moscú, el teléfono que une la Casa Blanca al Kremlin hablen un mismo idioma, y que este idioma no sea ni el ruso ni el inglés.



VIII
EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO

No faltaron, en el siglo XIX, grupos revolucionarios que se alzaran contra el poder burgués. Pero su enfoque del problema era parcial. Unos, salidos de las clases medias, luchaban por la liberación del Estado y, a través del Estado, de la Nación. Otros, formados en el seno del proletariado, buscaban liberar a la clase obrera de la opresión capitalista. No se daban cuenta que su enemigo era el mismo: la minoría burguesa que, dueña del poder político, avasallaba la Comunidad y explotaba a los productores. A menudo, por mutua incomprensión, nacionalistas y socialistas se enfrentaban, neutralizándose, debidamente incitados al efecto por agitadores a sueldo.
Para que la revolución auténtica se hiciera factible, fue preciso que los grupos nacionalistas tomaran conciencia de la opresión capitalista que ellos sufrían exactamente como el proletariado, y que los grupos obreros tomaran conciencia del avasallamiento de la Comunidad histórica por la oligarquía burguesa. Entonces sí surgieron movimientos revolucionarios nacionales que supieron realizar la síntesis del nacionalismo y del socialismo, del espíritu de tradición y del espíritu de revolución. Negando los antagonismos anticuados, estos movimientos constituyeron verdaderos Estados supletorios que se hicieron los instrumentos de la intención directriz de sus respectivas Comunidades.
Las revoluciones nacionales de nuestro siglo se realizaron en dos estadios. El primero consistió en la liberación del Estado de la ocupación burguesa, lo que implicaba la reestructuración funcional. El segundo, en la liberación de la Comunidad y, en especial, del proletariado, de la explotación económico-social que padecían, lo que implicaba la transformación total del sistema capitalista de producción y distribución. Lo segundo era más difícil de realizar que lo primero: la historia reciente lo prueba.



IX
LA REVOLUCION NACIONAL JUSTICIALISTA

En nuestro país, el proceso revolucionario se desarrollo de un modo un tanto diferente. El golpe militar del 4 de junio de 1943 ya había liberado el Estado, con un enfoque exclusivamente político, cuando surgió el peronismo, integrado por grupos nacionalistas civiles y por la gran masa obrera. El movimiento revolucionario no se había constituido, depurado ni fogueado en la lucha. Carecía de doctrina y de cuadros y hasta, dividido en partido y gremios, de unidad orgánica. No supo endurecerse ni unificarse desde el poder. Antes al contrario, cometimos el error de permitir –y a veces imponer- la afiliación indiscriminada al partido, debilitándolo así aun más. Sólo los gremios constituían una fuerza coherente, pero incompleta por su mismo carácter clasista,
Por otro lado, la revolución nacional justicialista estalló y se desarrollo en el momento internacional más difícil. Vencida en el país, la Unión Democrática dominaba el resto del mundo con el nombre de Naciones Unidas. La presión política y militar de los aliados había sido muy seria –en algunas oportunidades, irresistible- en los años anteriores y permanecia latente. Cambiar brutalmente las estructuras políticas y económicas hubiera sido considerado una verdadera provocación, con posibles consecuencias sumamente peligrosas para nuestra misma soberanía.
El Estado justicialista tuvo, por lo tanto, que actuar dentro del marco institucional creado por la oligarquía, o sea con instrumentos inadecuados a sus propósitos. Se limitó a dar un nuevo sentido a formas caducas. En el campo político, la mayoría electoral que lo respaldaba le permitió gobernar sin suprimir el régimen de partidos. En el campo económico, el macizo apoyo de los gremios le permitió instaurar la justicia social sin destruir el capitalismo. Sólo en los últimos tiempos de nuestra primera época de gobierno, un tanto relajadas las tensiones internacionales, pudimos empezar a quitarnos la careta. Las constituciones de La Pampa y El Chaco hicieron su lugar a la representación sindical y se socializaron algunas empresas. Pero, salvo estas pocas excepciones, por lo demás incompletas, la revolución nacional justicialista se limitó a eliminar efectos de causas estructurales que permanecían, constitucional y legalmente, en vigencia. Bastó, en 1955, un intrascendente golpe insurreccional para que el régimen demoliberal volviera a funcionar como si nada, o casi nada, hubiera cambiado desde 1943.



X
HOY: DOCTRINA Y MOVIMIENTO

Hay que aprender las lecciones de la batalla perdida. Muchos entre nosotros, pero no todos, han sabido hacerlo a través de diez años de persecución y de lucha. Sin embargo, nuestro movimiento sigue siendo gregario, cuando sólo las minorías operantes, expresión legítima del pueblo, son capaces de hacer revoluciones. Tenemos a millones de electores; no tenemos a los pocos miles de militantes organizados que nos son imprescindibles para dar victoriosamente el asalto al poder burgués.
No se puede organizar a fuerzas revolucionarias sin darles previamente la formación doctrinaria sin la cual no hay disciplina ni conciencia de los objetivos a alcanzar. Mucho se ha hecho, en los últimos años, para precisar las grandes líneas ideológicas del justicialismo. Nuestros historiadores revisionistas ya han ganado la batalla, en su campo, y la mitología liberal ya no engaña a nadie entre nosotros. Nuestros sociólogos y economistas han profundizado científicamente nuestra doctrina, especialmente en sus aspectos estructurales. Hoy, la Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento está dando a esta tarea una orientación orgánica y normativa y empieza a formar nuestros militantes.
Queda por constituir, en el seno del Movimiento, una milicia combatiente que sepa encarnar, con espíritu heroico, al pueblo revolucionario todo, al margen de la estratificación clasista que nos impuso el capitalismo burgués y que sueñan en hacer perdurar los ideólogos marxistas, fieles a esquemas superados.



XI
MAÑANA: EL ESTADO COMUNITARIO

Volveremos, muy pronto, a liberar el Estado. No deberá, entonces, permanecer ningún resabio institucional de la ocupación burguesa. El Estado debe responder a nuestra realidad y a nuestras necesidades, no solamente en sus intenciones y sus obras, sino también en sus estructuras.
La nueva Constitución Justicialista asegurará la unidad y continuidad del Estado en la persona de su Jefe, situado por encima de los tres poderes institucionales. Garantizará una auténtica representación popular a través de las comunidades intermedias y cuerpos constituidos de la nación: provincias, gremios, Iglesia, universidades, fuerzas armadas, etc. Respetará y fomentará la autoconducción y los fueros de los grupos sociales y comunidades intermedias.
Así el Estado estará en condiciones de desempeñar satisfactoriamente sus funciones: todas sus funciones, y sólo sus funciones.
Esto supone, naturalmente, la supresión total y definitiva de los partidos políticos que constituyen los instrumentos del engaño demoliberal. Ni la Comunidad está hecha orgánicamente de partidos, ni una parte de la nación, en pugna con las demás, puede expresar validamente la intención histórica del todo, unitario y complejo a la vez. Sólo en Estado soberano, librado de la ocupación clasista y partidista, tiene por misión conducir a la Comunidad con vistas a su cada vez mayor afirmación.



XII
MAÑANA: LA EMPRESA COMUNITARIA

Considerada en su aspecto funcional, la empresa es una comunidad jerarquizada de productores, diversamente especializados, que aúnan esfuerzos para fabricar determinado artículo o prestar determinado servicio, valiéndose para ello de las herramientas o máquinas que impone la técnica moderna.
Considerada, por el contrario, en su aspecto legal, esta misma empresa no pasa, hoy en día, de ser un mero capital que compra máquinas, materias primas y trabajo. Pura ficción. Pues si con un golpe de varita mágica se suprimieran los dueños del capital, la empresa seguiría funcionando sin la menor perturbación, mientras que pararía y desaparecería si se eliminasen los productores.
No basta, por lo tanto, mejorar el nivel de vida del proletariado. No basta dar al productor el lugar que le corresponde en la Comunidad. No resuelve nada cambiar el capitalista sustituyendo la oligarquía burguesa por una oligarquía burocrática. Lo que hace falta es suprimir el salariado, devolviendo a la empresa, aprehendida en su realidad orgánica, la posesión y, de ser posible, la propiedad de su capital, así como la libre disposición del fruto de su trabajo.
Cualquier ente social –individuo, grupo o comunidad- tiene el derecho natural de poseer los bienes que le son imprescindibles para subsistir y realizarse plenamente. El municipio, por ejemplo, tiene naturalmente derecho a la propiedad de la vía pública o de la red de alumbrado. El municipio en sí, no la suma de sus habitantes. Cuando alguien viene a instalar en una ciudad, no tiene que comprar su parte de calle ni de usina; ni la vende cuando se va. La empresa es también un ente social independiente de sus integrantes individuales del momento. Es ella la que tiene que ser dueña de su capital, al que encontrará y usufructuará el productor entrante y dejará para su sucesor el productor saliente. Esto vale tanto para la empresa industrial como para la empresa agropecuaria. Los reformistas pequeños burgueses que quieren lotear las unidades orgánicas de nuestro campo fomentan el minifundio y la miseria. La tierra debe ser de quienes la trabajan, como las máquinas de quienes trabajan en ellas. Tal principio no supone, en absoluto, el parcelamiento de la propiedad de los instrumentos de la producción, sino la supresión de las propiedad individualista de bienes que otros –individuos o grupos- necesitan. O sea la supresión del parasitismo en todas sus formas.
Eliminado el parasitismo capitalista, las clases desaparecerán ipso facto. No habrá más burgueses ni proletarios, sino productores funcionalmente organizados y jerarquizados en sus empresas.
El gremio perderá entonces el carácter clasista que le ha impuesto una lucha necesaria cuya responsabilidad no lleva y volverá a convertirse en una federación de empresas comunitarias, con el patrimonio asistencial que necesita y los poderes legislativos y judicial que definirán sus fueros. En cada gremio, un banco distribuirá el crédito entre las empresas, dentro del marco de la planificación y conducción económica del Estado Nacional.
La revolución justicialista no busca, pues, llegar a una componenda entre capitalismo individualista y capitalista estatal, ni “mejorar las relaciones entre capital y trabajo”. Repudia íntegramente cualquier forma de explotación del hombre por el hombre y quiere volver, en todos los campos, al orden social natural. Es éste el sentido de nuestra TERCERA POSICIÓN.




Escuela Superior de Conducción Política
del Movimiento Nacional Justicialista

Decano: Tte. Gral. JUAN PERON

Secretario Nacional: Licenciado Hugo Petroff

DEPARTAMENTO DE DIFUSIÓN
ESCUELA CENTRAL

Entrevista a Greg Palast

FMI: EL VERDADERO PLAN
Transcripción de la entrevista radial realizada a GREG PALAST, Periodista de la BBC y del London Observer, por Alex Jones.en el Show de Radio de Alex Jones, la tarde del lunes 4 de marzo de 2002


ALEX JONES: Esta información raja la tierra. ¿Puede explicarla para nosotros y decirnos qué es lo que han hecho los economistas?
GREG PALAST: Bien. Le diré dos cosas. Uno: hablé con el ex-economista en jefe, Joe Stiglitz que fue despedido por el Banco Mundial. En la BBC y con The Guardian. Pasé algún tiempo haciéndole preguntas. Era como una de las escenas de Misión imposible. Usted sabe: ésas en dónde el tipo viene del otro bando y uno lo interroga durante horas. Así obtuve la informacion "interna" de lo que pasaba en el Banco Mundial. Además, algunas otras cosas que no me dijo las obtuve de otras fuentes. Stiglitzno me iba a dar documentos internos del Banco pero hubo otra gente me entregó una pila gigantesca de documentos secretos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
ALEX JONES: Para no comprometerlo a él, lo hizo otra persona.
GREG PALAST: No. Él no quiere hablar de eso, pero obtuve realmente un montón de documentos de fuentes completamente independientes.
ALEX JONES: Así como obtuvo el documento W199I, de la misma gente que lo obtuvimos nosotros.
GREG PALAST: Y una de las cosas que pasó es que, de hecho, yo iba a estar en una entrevista en la CNN con el director del Banco Mundial Jim Wolfensen y él dijo que no aparecería jamás en la CNN si ellos me ponían al aire. Y la CNN hizo la cosa más loca del mundo y me sacó del aire.
ALEX JONES: Entonces ahora ellos amenazan con el boicot total.
GREG PALAST: Si, así es. Lo que encontramos fue lo siguiente: Encontramos dentro de estos documentos que, básicamente, ellos exigen a las naciones firmar "acuerdos secretos", en los cuales los gobiernos acuerdan vender sus activos claves. Los gobiernos acuerdan tomar pasos económicos que devastan realmente a las naciones implicadas (había un promedio para cada nación de ciento once puntos a firmar). En el caso de que los gobiernos no sigan esos pasos se les corta el acceso a todo el crédito internacional. En un caso así, Usted no podría pedir prestado dinero en el mercado internacional. No puede sobrevivir sin pedir prestado, si es una persona o una corporación o un país, sin pedir prestado algún dinero y tener algún crédito y...
ALEX JONES: Por la deuda inflada que ellos mismos han creado...
GREG PALAST: Si. Bien, mire: una de las cosas que sucedieron es que obtuvimos ejemplos de esto. He obtenido recientemente documentos internos de la Argentina, Del plan secreto argentino. El documento está firmado por Jim Wolfensen, el presidente del Banco Mundial. A propósito, para que sepa, están muy enojados conmigo por haber obtenido los documentos, pero no han desmentido la autenticidad de los documentos. Aunque, al principio sí. Al principio dijeron "Esos documentos no existen". Los mostré en televisión. Y puse algunos en la web. Realmente tengo copias de algunos...
ALEX JONES: ¿En gregpalast.com?
GREG PALAST: Si, gregpalast.com . Entonces se retractaron y dijeron: “sí; esos documentos son auténticos pero no los discutiremos con usted y de todos modos lo mantendremos fuera del aire”. Así fue. Pero lo que decían los documentos es: mire, usted toma un país como la Argentina, el cual está, usted sabe, en llamas. Ya han tenido cinco presidentes en cinco semanas porque su economía ha sido destruida completamente...
ALEX JONES: ¿No son seis ahora?
GREG PALAST: Sí. Es como si hubiera un presidente por semana porque no pueden mantener a la nación de una pieza. Y esto sucedió porque Argentina empezó a fines de los '80, por órdenes del FMI y del Banco Mundial a vender todos sus activos, los activos públicos. Me refiero a cosas que nosotros ni locos haríamos en los EEUU, como vender el sistema de agua potable.
ALEX JONES: Entonces ponen nuevos impuestos a la gente. Crean un gobierno enorme, todo estatizado y luego pasan las empresas del gobierno a los privados, al FMI y al Banco Mundial. Cuando volvamos de la pausa, quiero llegar a la parte en que usted habla de los cuatro pasos que elegantemente describe, donde sobornan por miles de millones a los políticos pagándoles en cuentas Suizas para hacer esta transferencia de activos.
GREG PALAST: Así es.
ALEX JONES: Esta es una de las historias más grandes que he oído, señor. Disculpe, por favor continúe.
GREG PALAST: Entonces eso era lo que pasaba.Y este es apenas uno de los casos. Y por cierto, no es un caso cualquiera. El sistema de agua potable de Buenos Aires se vendió por monedas a una compañía llamada Enron. También un gasoducto que corre entre Argentina y Chile fue vendido a una compañía llamada Enron.
ALEX JONES: Y luego los globalizadores desarman Enron después de transferir los activos a otra corporación falsa y así borran las pistas del robo.
GREG PALAST: Ud. lo ha entendido bien. Y a propósito:¿sabe usted por qué vendieron el oleoducto a Enron? Fue porque recibieron una llamada de alguien llamado George W. Bush en 1988.
ALEX JONES: Increíble, señor. Quédese en el dial. Hablamos con Greg Palast.
ALEX JONES: Estamos hablando con Greg Palast. Es un periodista premiado, un Americano quién ha trabajado para la BBC, El Guardián de Londres, y otros importantísimos medios. Greg ha obtenido y difundido documentos que son una bomba para la actividad criminal de los globalizadores. No hay otra palabra para nombrarlo. Usted puede acceder por inforwars.com, o a su sitio en la web - gregpalast.com, o a cualquiera de los otros informes magníficos que ha estado publicando. Ahora tiene los documentos secretos. Hemos visto como actúan el FMI y el Banco Mundial por años. Llegan, sobornan a los políticos para transferir los sistemas de agua potable, las vías férreas, las compañías telefónicas, las compañías nacionalizadas de petróleo, las companías de gas. Los gobiernos las regalan por nada. Los globalizadores les pagan los sobornos individualmente. Miles de millones por cabeza en cuentas bancarias suizas. Y el plan es la esclavitud total para toda la población. Lo anticipamos en esta radio. Era una corporación falsa para lavar dinero, el dinero de la droga, y lo que se imagine. Esto es muy grande y difícil de creer. Pero está sucediendo actualmente. Greg Palast ahora ha difundido la historia mundialmente. Ha entrevistado al ex-economista en jefe del Banco Mundial. Continúe por favor señor Palast con todos estos puntos. Para nuestros oyentes, en resumen, ¿Cuál es el sistema que usted está desenmascarando?
GREG PALAST: Estamos desenmascarando que están sistemáticamente destrozando a las naciones, sea Ecuador o Argentina. El problema es que algunas de estas malas ideas están llegando a los EE.UU. En otras palabras, se les acaban los países para desangrar. Y el problema es que quien lo dice es el ex-economista en jefe del Banco Mundial. No es algún tipo de segunda línea. A propósito: unos meses después de que fue despedido del Banco Mundial, le fue otorgado el Premio de Nobel en Economía. Por lo que está claro que no es ningún tonto. Me contó que fue a los países donde estaban hablando acerca de privatizar y vender los activos. Y básicamente, ellos sabían. Sabían, y miraron para otro lado cuando se entendió que los líderes de estos países y los ministros principales se quedarían con centenares de millones de dólares.
ALEX JONES: Pero eso ni siquieran es una privatización. Simplemente se lo robaron a la gente y se lo entregaron al FMI/Banco Mundial.
GREG PALAST: Se lo entregaban generalmente mediante pantallas, como el Citibank que era muy grande y absorbió la mitad los bancos argentinos. También tenemos a la British Petroleum tomando los oleoductos en Ecuador. Y lo que le conté de Enron tomando los sistemas de agua potable en todo el mundo. El problema es que destruyen estos sistemas también.(...) Esto va más allá que un caso de corrupción, es más grave que alguien haciéndose rico en con el gasto público.
ALEX JONES: Y el FMI obtuvo hace poco el control sobre los Grandes Lagos (N del T: al norte de EEUU). Ahora tienen el control total sobre el abastecimiento de agua. Eso apareció en diario "Tribune” de Chicago.
GREG PALAST: Bien, el problema que tenemos es que el FMI y el Banco Mundial son, en un 51% , propiedad del Tesoro de Los Estados Unidos. Entonces la pregunta es: ¿Qué obtenemos por el dinero que ponemos allí? Y parece ser que lo que obtenemos es desastres en varias naciones. Indonesia está en llamas. El Economista en Jefe del Banco Mundial, Stiglitz, me decía que él comenzó preguntando qué estaba sucediendo. Usted sabe: a todos los lugares adonde vamos, en cada país en que nos metemos, destruimos toda su economía y acaban en llamas. Y él decía que hizo este tipo de preguntas y por eso lo echaron del Banco Mundial. Dijo que incluso planean los disturbios sociales. Saben que cuando aprietan a un país y destruyen su economía, obtendrán disturbios sociales en las calles. Pero dicen, "bien ese es el disturbio social del FMI". En otras palabras: al tener un disturbio social, usted pierde. Todo el capital se fuga de su país y eso le da la oportunidad al FMI para sumar luego más condiciones.
ALEX JONES: Y eso los hace aún más desesperados. Entonces esto realmente es una guerra económica imperial para destruir países. Y ahora lo están haciendo aquí con Enron. Se han vuelto tan codiciosos que se están preparando para tomar este país (los EEUU).
GREG PALAST: He hablado recientemente en California con los investigadores principales del Estado de California por el caso Enron. Ellos me comentaron algunos de los juegos que estos tipos hacen. Nadie está consciente de eso. No es sólo que algunos accionistas hayan perdido su dinero. Se han succionado millones, miles de millones de dólares del bolsillo público en Texas y en California.
ALEX JONES: ¿Dónde están los activos? Vea; todos dicen: “no quedan activos dado que Enron era una corporación falsa “. Eso me dijeron los peritos que he entrevistado. Han transferido todos los activos a otras corporaciones y bancos.
GREG PALAST: Bien sí, este tema parece un juego de cartas y engaños de apostadores y mafiosos. Quiero decir: recuerde que en el fondo se mueve dinero. Por ejemplo, se pagaron las facturas de electricidad de California, y según las investigaciones, dicen que recibieron innecesariamente electricidad por un costo de 9 a 12 mil millones de dólares. Y no sé como van a recuperar ese dinero ahora.
ALEX JONES: Bueno, sé que atraparon al Gobernador comprando electricidad por $137 el megawatt y vendiéndolo a Enron por $1 por megawatt y haciéndolo una y otra vez.
GREG PALAST: Sí. El sistema se había salido completamente fuera de control y estos tipos sabían exactamente lo que estaba sucediendo. Usted tiene que entender que algunos de los tipos que diseñaron el sistema en California para la desregulación de la electricidad fueron después a trabajar para la Enron. De hecho, yo estoy en Londres ahora y tenemos la noticia de que la Corona Británica tiene alguna responsabilidad aquí. El tipo que estaba en el comité de revisión de Enron era Lord Wakeham. Y este tipo es muy especial, no hay un conflicto de intereses en el cual el tipo no haya estado implicado.
ALEX JONES: Y él es la cabeza visible de N.M. Rothschild.
GREG PALAST: No hay ningún negocio en el que no esté metido. Está en algo así como cincuenta directorios de distintas empresas. Y uno de los problemas consiste en que era, supuestamente, el titular del comité auditor encargado de la revisión de los libros contables de Enron. Y de hecho, le estaban pagando honorarios de consultoría por debajo de la mesa. Estuvo en el gobierno de Margaret Thatcher y es uno de los que autorizó a Enron para venir a Gran Bretaña y asumir el control de centrales eléctricas en Gran Bretaña. Además, tomaron el control de un sistema de agua potable en el centro de Inglaterra. Para ser más claros: este tipo les aprobó la entrada y en contrapartida ellos le dieron un puesto en el directorio. Pero, además de ponerlo en el directorio, le dieron un contrato de consultor con enormes honorarios. Así que ya ve: este sujeto estaba supuestamente a cargo del comité de revisión que controlaba cómo manejaban sus cuentas.
ALEX JONES: Bueno, también preside el comité que regula los medios.
GREG PALAST: Sí, es él. Por eso he tenido grandes problemas. Porque él me regula a mí.
ALEX JONES: Están tratando también de hacer aprobar leyes en Inglaterra por las cuales, si usted tiene sobre su propiedad, por ejemplo, un pozo de agua de 800 años de antigüedad, o en algunos casos un pozo de 2000 años construido por los romanos, ellos vienen y le dicen "le ponemos un medidor de agua en el pozo". Usted ni siquiera puede tener su propia agua.
GREG PALAST: Si. Y ese es el Lord Wakeham. Es un empleado de Enron. Es un tipo muy particular. No se lo puede tocar, porque como usted ha dicho, regula los medios. Si usted lo critica, le impedirá escribir sobre el tema.
ALEX JONES: Investiguen en N.M.Rothschild, encontrarán todo allí. Ahora, vamos por esos cuatro puntos. Quiero decir, los que usted ha obtenido de los documentos. Los cuatro puntos de la receta del FMI/Banco Mundial para poner un país de rodillas y destruir los recursos de la gente.
GREG PALAST: De acuerdo. Primero usted abre los mercados de capital. Esto es: vende sus bancos locales a bancos extranjeros. Luego implanta lo que se llama "precios de mercado". Esto es lo que pasó en California donde todo fue "mercado libre" y terminó con facturas por el servicio de agua potable. Aún no nos imaginamos vendiendo compañías de agua en los Estados Unidos de América, pero imagínese a una compañía privada como Enron siendo propietaria de su agua. Los precios se irían por las nubes. Luego usted abre sus fronteras para comerciar. Libre comercio total . Y recuerde que Stiglitz que era el economista en jefe. Recuerde que él dirigía este sistema. Él era el hombre que hacía los números. Y fue él quien me dijo que esto era como las "guerras del opio". Fue él quien me dijo "esto no es libre comercio; esto es comercio a la fuerza". Esto es la guerra. Con esto, están destruyendo las economías de los países.
ALEX JONES: Bueno, mire: China tiene un 40% de tarifa sobre nosotros. Nosotros tenemos un 2% sobre ellos. Eso no es comercio libre y justo. Esto es forzar completamente a toda la industria hacia un país que los globalizadores controlan.
GREG PALAST: Bien, usted conoce lo de Walmart. Escribí un trabajo sobre eso. No sé si usted leyó mi libro. Permítame mencionar que he publicado un libro: “La mejor democracia que el dinero puede comprar”. Es acerca de cómo, desgraciadamente, América se ha puesto en venta. “La mejor democracia que el dinero puede comprar” sale esta semana. Tengo una historia allí acerca de cómo Walmart tiene 700 plantas en China. Pero no hay casi nada en una tienda de Walmart que venga de los Estados Unidos de América, a pesar de todas las banderas colgadas en la pared.
ALEX JONES: Exactamente, como en la novela 1984 de Orwell. Tienen las banderas que dicen "Compre Americano" pero no hay nada americano para comprar. Es el doble discurso orwelliano.
GREG PALAST: Lo que es aún peor es que ponen una fábrica y al lado construyen una fábrica melliza que por dentro es una prisión. Puede imaginarse las condiciones de estos trabajadores que producen esos hermosos artículos para Walmart. Es realmente...
ALEX JONES: Y si alguien de la élite necesita un hígado, sólo tienen que hacer un pedido telefónico.
GREG PALAST: (Risas) Lo sé. Es cruel. De hecho, hablé con un sujeto. Harry Wu, ese es su nombre. Realmente, él estuvo adentro. Estuvo en prisiones chinas por 19 años. Como nadie creyó en sus horribles historias, se introdujo nuevamente en la prisión, llevó una cámara con él y sacó fotografías de las condiciones de detención y dijo: “estas son las condiciones de las fábricas donde Walmart obtiene sus artículos. Es todo...
ALEX JONES: A mí me amenazaron con no salir nunca más en la televisión aquí en Austin (Texas) cuando puse al aire un video de unas niñas pequeñas de 4 años, encadenadas, más flacas que los judíos en los campos de concentración, a punto de morir. Me amenazaron: "Si usted vuelve a poner al aire eso otra vez, será arrestado".
GREG PALAST: Bueno, es cierto. El material que me ha sido entregado, por desgracia, también horroriza. Por el otro lado, Stiglitz fue muy valiente al salir y hacer esas declaraciones. Como dije, él no me proporcionó los documentos. Los documentos sellaron la historia porque decían lo que realmente estaba sucediendo. En ellos realmente se decía "firme en la línea punteada para acordar las 111 condiciones para cada nación". Y el público no sabe nada. El público no tiene ni idea de qué diablos está sucediendo. Todo ellos saben...
ALEX JONES: Volviendo a la privatización. Vamos a esos cuatro puntos. Esa es la clave. Les daban miles de millones a los políticos para entregar todo.
GREG PALAST: Si, él — Stiglitz — lo llamó "sobornización". Esto es: usted vende la compañía de agua y eso vale, por diez años..., digamos que eso vale cerca de 5 mil millones de dólares. Diez por ciento de eso son 500 millones. Usted se puede imaginar cómo funciona. Hablé con un senador argentino hace dos semanas. Le hice una entrevista en vivo. Él dijo que recibió una llamada de George W. Bush en 1988 diciendo que se entregara el gasoducto argentino a Enron. Me refiero a nuestro actual presidente. Mi entrevistado dijo que, después de la llamada. lo que le pareció realmente espeluznante fue que Enron pagaría un quinto del precio mundial por el gas. Cuando preguntó “¿cómo puede ser que ustedes nos hagan una oferta tan ridícula?” le dijeron: — no directamente Bush pero sí un socio en el trato — "Bueno, si nosotros sólo pagamos un quinto del precio, eso deja una pequeña porción para usted que podría ingresar en su cuenta bancaria suiza". Así es como se hace.
ALEX JONES: Esto es el ....
GREG PALAST: Tengo la película. Mi entrevistado es muy conservador. Conoce bien a la famila Bush. Fue ministro de obras públicas en Argentina y me dijo: "Sí, yo recibí esa llamada". Yo le pregunté: “¿De George W. Bush?”. Y me contestó : “Sí, en noviembre de 1988”. El tipo lo llamó y le dijo que le dé el gasoducto a Enron. Ahora este es el mismo George W. Bush quien dijo no conocer a Ken Lay (presidente de Enron) hasta 1994. Entonces, usted sabe...
ALEX JONES: Y ahora tenemos estas audiencias por lavado de dinero. Usted sabe que yo estuve en Enron ayer en Houston porque ahora vivo aquí en Austin. Estábamos como a 9 metros de la puerta, en la vereda — lo tengo en video — y unos guardias salieron y dijeron: “usted no puede filmar”. Yo les dije, "entonces arréstenme". Quiero decir, estaba hablando en la vereda, Greg.
GREG PALAST: Bueno, yo estuve allí en mayo, informando al público de Inglaterra que nunca había oído hablar de Enron, pero... Y éstos son los tipos que han descubierto cómo engañar a este gobierno. De hecho, nosotros vimos algunos documentos interesantes, un mes antes de que Bush asumiera. Bill Clinton — pienso que para desquitarse con un sponsor de la campaña de Bush — sacó a Enron fuera del mercado de California. Puso un tope a los precios que podrían cobrar. No podrían cobrar más que cien veces el precio normal de la electricidad. Eso trastornó a Enron. Entonces Ken Lay escribió personalmente una nota a Dick Cheney para que sacara el tope de Clinton a los precios. Dentro de las 48 horas de la asunción de George W. Bush, su departamento de Energía derogó el tope para Enron... OK, ¿Cuánto vale eso para esos tipos? Usted sabe cuanto debe valer eso. Compensó en sólo una semana todos los donativos para la campaña.
ALEX JONES: ¡Escuche las bombas que está soltando!. Usted entrevista a estos ministros, la cabeza anterior del FMI, el economista del Banco Mundial, ha obtenido los documentos, las cuentas bancarias suizas de gente sobornada, todo esto. Pero, en fin:... pasemos a la Parte 2. A lo que hacen después de que comienza la destrucción de un país.
GREG PALAST: Bien. Les dicen que deben comenzar a hacer recortes presupuestarios. Un quinto de la población de Argentina está desempleada, y ellos les dicen que corten drásticamente los beneficios a los desempleados. Que saquen los fondos de pensiones. Que corten el presupuesto de la educación. Me refiero a cosas horriblemente perversas. Ahora, si usted recorta la economía en el medio de la recesión creada por estos tipos, va a demoler absolutamente a toda la nación. Después de que fuimos atacados el 11 de septiembre, Bush salió y dijo: “debemos gastar $50 a $100 mil millones de dólares para salvar nuestra economía”. Nosotros no comenzamos por recortar el presupuesto. Al contrario: empezamos por tratar de salvar esta economía. Pero ellos le dicen a estos países: “usted tiene que recortar, y recortar, y recortar”. Y ¿por qué?. Según los documentos, es para que puedan hacer los pagos a los bancos extranjeros. Los bancos extranjeros cobran entre el 21% y el 70% de interés. Esto es usura. De hecho, ha sido tan nefasto que le exigieron a Argentina que derogue las leyes contra los créditos usurarios. Porque cualquier banco sería un usurero según la ley Argentina.
ALEX JONES: Pero Greg, lo dijo usted mismo y los documentos lo muestran. Primero destruyen la economía para crear esa atmósfera. Crean el clima completo que genera esta situación.
GREG PALAST: Si, y entonces dicen, "bien amigo, no le podemos prestar dinero a menos que acepte estas tasas usurarias". Nosotros no permitimos que la gente cobre 75% de interés en los Estados Unidos. Eso es usura pura.
ALEX JONES: Vamos a la Parte 3 y a la Parte 4. ¿Qué hacen después de eso?
GREG PALAST: Como dije, se abren las fronteras para el comercio. Es la nueva Guerra del Opio. Una vez que han destruido una economía para que no pueda producir nada, una de las cosas más terribles es que fuerzan a las naciones a pagar precios horrendos por cosas como las drogas. Las drogas legales. Y a propósito: así es cómo se acaba por tener un comercio de drogas ilegales. Es que lo único que les queda para sobrevivir es vendernos drogas... y eso es cómo...
ALEX JONES: Y la misma CIA, la dictadura nacional de la seguridad, ha sido atrapada comerciando droga.
GREG PALAST: Usted sabe....: "solo estábamos ayudando a nuestro aliados...."
ALEX JONES: Esto es asombroso. Entonces, hunden a todo el mundo, destrozan la economía y luego compran lo que queda por monedas. ¿Cual es la Parte 4 del Plan del FMI y el Banco Mundial?
GREG PALAST: Bien. En la Parte 4, usted termina por desarmar el gobierno. Y a propósito: la verdadera Parte 4 es el golpe de estado. Eso es lo que no dicen. Y estoy enterándome de ello en Venezuela. Acabo de recibir una llamada del presidente de Venezuela.
ALEX JONES: Y ellos instalan su propio gobierno privado corporativo.
GREG PALAST: Lo que dijeron es: "Aqui tiene usted un presidente elegido por el pueblo" y el FMI ha anunciado, escuche esto, "que apoyarían un gobierno de transición si el presidente Chávez fuera derrocado". No dicen que se están involucrando en la política interna del país. Sólo dicen que apoyarían a un gobierno de transición. Lo que efectivamente están diciendo es: "pagaremos por el golpe de Estado si los militares derrocan al presidente actual, porque el presidente actual de Venezuela le ha dicho no al FMI". Chávez le dijo a los tipos del FMI que hagan las valijas. Ellos trajeron sus equipos y dijeron: “usted tiene que hacer esto y aquello otro”. Y él contestó: “Yo no tengo que hacer nada”. Y les agregó: “Lo que haré es esto: voy a duplicar los impuestos a las petroleras porque tenemos mucho petróleo en Venezuela. Y si duplico los impuestos sobre las corporaciones petroleras entonces tendré todo el dinero que necesito para los programas sociales y para el gobierno; y seremos una nación muy rica”. Bien, apenas dijo eso, le comenzaron a fomentar problemas con el ejército. Le advierto: preste atención a ese país: el presidente de Venezuela será derrocado (...) o será asesinado. No le van a permitir el aumento del impuesto a las petroleras.
ALEX JONES: Greg Palast, aquí está el problema. Usted lo dijo cuando salió al aire. Estan hambrientos. Están por hacer lo mismo con los EEUU. — Enron, por toda la evidencia que he visto hasta ahora, era una pantalla. Roban los activos y luego los transfieren a otras compañías globales más antiguas. Lego limipian todo y roban los fondos de pensiones. Ahora nos dicen que el terrorismo puede atacar en cualquier momento. Dicen: “sucederá si usted no cede sus derechos civiles”. Bush no incluyó al Congreso y a los otros que se supone debieran estar en el gobierno paralelo en el caso de un ataque nuclear. Según el Washington Post: -"El Congreso no fue informado sobre el Gobierno en las Sombras". Tenemos al Presidente del Senado que no estaba enterado . Esto se parece a un golpe de estado aquí en los EEUU. Me estoy dando cuenta de ello. Mejor difundamos esta información o estas hambientas criaturas se quedarán con todo.
GREG PALAST: Estoy muy preocupado por una cosa. He informado esto en los medios principales de Gran Bretaña. Estoy en la BBC a pesar del Lord Wakeham. Sé que él no me quiere allí. Pero estoy en la BBC. Estoy en el diario principal, que es el equivalente del New York Times, y podemos publicar la información. Me da mucha pena que aquí (en EEUU) tengamos que usar una prensa alternativa, una red alternativa de radio para poder sacar la información que realmente importa. Quiero decir que la información debiera estar disponible para cada Americano. Después todo, es nuestro gobierno.

Referencias:
Primera versión en castellano: www.NuevasBases.org
El original en inglés se encuentra en: www.gregpalast.com
Ver también: www.InfoWars.com

Entrevista a Valdimir Volkoff

Definir lo "políticamente correcto".
Entrevista con Vladimir Volkoff
Marc Vittelio
[traducción de Damián Verde]

Vladimir Volkoff es doctor en filosofía, profesor de inglés, militar durante la guerra de Argelia, funcionario del Ministerio de Defensa y, más tarde, profesor de lenguas y literaturas francesa y rusa en Estados Unidos. Fue el primer escritor que Francia dedicó seriamente sus estudios a estudiar la manipulación informativa. Pariente de Tchaikovsky, es uno de los escritores mejor situados a la hora de explicar el concepto que conocemos como "políticamente correcto", tema de su último libro publicado en Editions du Rocher: "La désinformation par l’image".
Nos hemos encontrado con este autor que rezuma humor y cultura por todos sus poros y que nos ha prodigado algunos consejos para combatir ese veneno que ataca nuestra sociedad.
—¿Cuál es su definición de lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto tal y como lo conocemos en la actualidad representa la entropía del pensamiento político. Como tal, es de imposible definición puesto que carece de un verdadero contenido. Su fundamento básico es aquello del "todo vale". En él encontramos restos de un cristianismo degradado, de un socialismo reivindicativo, de un economicismo marxista, y de un freudismo en permanente rebelión contra la moral del yo. Si comparamos el hundimiento del comunismo con una explosión atómica, diríamos que lo políticamente correcto constituye la nube radioactiva que sigue a la hecatombe.
—¿En qué consiste lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto consiste en la observación de la sociedad y la historia en términos maniqueos. Lo políticamente correcto representa el bien y lo políticamente incorrecto representa el mal. El summun del bien consiste en buscar en las opciones y la tolerancia en los demás, a menos que las opciones del otro no sean políticamente incorrectas; el summum del mal se encuentra en los datos que precederían a la opción, ya sean éstos de carácter étnico, histórico, social, moral e incluso sexual, e incluso en los avatares humanos. Lo políticamente correcto no atiende a igualdad de oportunidades alguna en el punto de partida, sino al igualitarismo en los resultados en el punto de llegada.
—¿Quién lo inventó?
—Nadie ha inventado lo políticamente correcto: nace como consecuencia de la decadencia del espíritu crítico de la identidad colectiva, ya sea esta social, nacional, religiosa o étnica.
—¿Quién lo practica?
—Lo políticamente correcto es de uso común entre los intelectuales desarraigados, pero como es contagioso, es normal que otras personas estén contaminadas sin que por ello sean conscientes de ello.
—¿Cómo podemos desintoxicarnos?
—La desintoxicación es difícil, en la medida en que vivimos en un mundo en el que los media (y la palabra media es, en sí, un barbarismo políticamente correcto) han adquirido una importancia desmesurada y son precisamente éstos los encargados del contagio masivo. El primer remedio consiste en tomar conciencia de que lo políticamente correcto existe y que circula sobre todo a través de nuestro vocabulario. El segundo, sería tomar conciencia de que el "yo" forma parte de un "nosotros" y de que ese "nosotros" debe proteger al "yo" contra el "se dice..." políticamente correcto. El tercer remedio consiste en poner en práctica la conciencia de renuncia a toda terminología políticamente correcta y a las ideologías sobre las que se apoya. Por ejemplo, hay que decir "aborto" en lugar de "interrupción del embarazo", "sordo" en lugar de "deficiente auditivo", "vejez" en lugar de "tercera edad", "sinvergüenza" en lugar de "inadaptado". Un "docente" nunca llegará a ser un "maestro".
—¿Cuáles son los estragos producidos por lo "políticamente correcto"?
—Consisten fundamentalmente en confundir el bien y el mal, bajo el pretexto de que todo es materia opinable.
—Aparte de la nación, ¿cuáles son los blancos predilectos de lo "políticamente correcto"?
—Los blancos predilectos son la familia, las tradiciones y, sobre todo, la creencia en ello, puesto que para lo políticamente correcto solo hay una verdad y lo demás es falso.
—¿Tiene usted la impresión de que Francia es uno de los países más tocados por lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto es supranacional como todas las enfermedades. Si estamos en condiciones de afirmar que nació en determinadas universidades americanas, no es menos cierto que se expandió rápidamente por todo el mundo. Quizá en los países de tradición cristiano-ortodoxa se resiste más y mejor a esta epidemia, probablemente debido a la propaganda comunista, quizá a la propia fe religiosa. Lo hemos visto recientemente con los casos de Serbia y Rusia.
—¿Cómo detectar a una persona "políticamente correcta"?
—Una persona políticamente correcta se considera a sí misma tolerante, pero no practica la tolerancia...
—¿Cómo evitar la contaminación?
—Es verdad que lo políticamente correcto nos acecha y se presenta siempre con argumentos inocentes y de fácil asimilación. Se trata de rechazar su inocencia y repudiar esa facilidad de asimilación. Es necesario, asimismo, prevenirse contra el mimetismo de hablar como los demás. Repito aún a riesgo de parecer pesado, el vocabulario políticamente correcto es el principal vehículo de contagio. En cualquier caso, hay que afirmar que lo políticamente correcto es una fe débil y que, como tal, no resiste a una enérgica aplicación del espíritu crítico. No hay que ser sumisos a los sentimientos y opiniones generalizados: el espíritu contradictorio más obtuso vale siempre más que la aceptación liberal del pasto mediático.
—Según vd., ¿cuáles pueden ser las consecuencias a corto y medio plazo del triunfo de lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto prepara el terreno de forma ideal para las operaciones de desinformación y para la expansión de la mundialización. Cuando todo el mundo crea que las verdades pueden ser objetos de truque, de que no existen ni verdades ni mentiras, el mundo estará preparado para recibir la misma propaganda, de participar de la misma pseudo-opinión pública fabricada para consumo universal. Y esta pseudo-opinión pública aceptará cualquier acción, incluidas las más brutales (como hemos visto en los recientes bombardeos sobre Belgrado), que indefectiblemente irán en beneficio de los manipuladores.

(Obras de Vladimir Volkoff sobre la manipulación de la información: "Le montage", "La désinformation, arme de guerre", "Petite histoire de la désinformation", "Désinformation, flagrant délit", "Manuel du politiquement correct" y "La désinformation par l’image")

Entrevista a Paul Piccone

De la Nueva Izquierda al populismo posmoderno. Entrevista con Paul Piccone
Jorge Raventos

Versión completa de la entrevista realizada por Jorge Raventos a Paul Piccone, el orientador durante cuatro décadas de la revista estadounidense "Telos", a través de Internet.
Paul Piccone es uno de los intelectuales más singulares de los Estados Unidos. Vinculado en sus orígenes con las ideas de los maestros de pensamiento de la Escuela de Frankfurt (particularmente con aspectos de la obra desarrollada en América por Max Horkheimer y Theodor Adorno), Piccone, junto al núcleo que lo acompañó en la creación de la revista "Telos" en la década del 60, se constituyó en un animador de la entonces llamada Nueva Izquierda de los Estados Unidos, un movimiento heterogéneo en el que sus ideas tuvieron un sesgo revulsivo.

A cuatro décadas de su fundación, "Telos" - siempre orientada por Piccone - es una de las publicaciones más interesantes de América del Norte si lo que se busca es el análisis profundo, el debate franco y la apertura de ideas. Sus estudios sobre el populismo, el federalismo, la descentralización, los conflictos entre modernidad y tradición (para citar sólo algunas de las preocupaciones constantes de la revista) son particularmente incitantes para una lectura con ojos argentinos. La Universidad de Quilmes editó algunos de esos artículos en un tomo titulado "Populismo posmoderno" que constituye la única muestra del pensamiento de Piccone y sus compañeros de "Telos" publicada en castellano.

- "Telos" y usted han sido caracterizados entre los 60 y los 80 como referentes de la Nueva Izquierda americana. ¿Se siente cómodo hoy en esa definición?

- Se podría simplemente coincidir en que "Telos" efectivamente surgió de la Nueva Izquierda Americana. Pero tal respuesta resultaría engañosa.

Una respuesta tan corta no explicaría por qué desde su mismo comienzo "Telos" fue ignorada, y hasta odiada, por gran parte de la Nueva Izquierda de ese momento.

Tampoco explicaría porqué la revista no imitó la trayectoria autodestructiva del movimiento, sino que siguió viviendo, y hasta prosperando, mucho después de que la droga y el oportunismo redujeron toda oposición política a meros mecanismos de racionalización cuyo impacto no deseado sirvió para fortalecer al mismo establishment que pretendían destruir.

- ¿Qué era, en esos tiempos, la Nueva Izquierda en Estados Unidos?

- En rigor, al comenzar los 60 había dos grandes ramas dentro de la Nueva Izquierda: una (reformista) empeñada en hacer que el Estado volviera a establecerse a partir de los tradicionales valores americanos (derecho a la libre expresión, igualdad, prácticas democráticas) violados cotidianamente en las prácticas institucionales; la segunda corriente (revolucionaria) rechazaba el así llamado "american way of life" como inherentemente corrupto, como la ideología legitimadora de un nuevo imperialismo basado ya no en la cruda explotación económica, sino en una dominación cultural mucho más refinada. Estas dos alas nunca lograron fusionarse. Todo sueño de consolidar un solo movimiento de la Nueva Izquierda terminó abruptamente el verano del 69.

- ¿En cuál de esos dos sectores se alineaba "Telos"?

- Desde el comienzo, "Telos" se alió con los revolucionarios, comprendidas varias sectas marxistas residuales que se las habían arreglado para sobrevivir la represión estatal de los años 40 y 50. No estábamos allí por ninguna simpatía marxista-leninista, sino por la conciencia de que los valores tradicionales americanos que los reformistas reivindicaban habían sido corrompidos de manera terminal al transformarlos en algo completamente diferente.

- Los intentos, que comenzaron a principios del siglo XIX, de adaptar a las nuevas necesidades industriales el modelo americano federal basado en valores como la auto-determinación, el comunitarismo, la autonomía local, etc. (que habían predominado antes de la industrialización y la guerra civil), habían resultado en la transformación de esos mismos valores en un oxymorón tecnocrático, que terminaba enfatizando la centralización del poder, el planeamiento, la racionalización. Por cierto, esa transformación nunca pudo ser llevada hasta las últimas consecuencias y, así, hasta el día de hoy ambos modelos chocan, a veces de manera espectacular, como en el caso de las bombas de Oklahoma.

En los 60, "Telos" debía todavía desarrollar esta lectura crítica de la historia americana. La única opción viable para una renovación social genuina parecía ser un cambio axiológico cualitativo para reestablecer la coherencia política, una visión socioeconómica y principios realmente legítimos.

Esta visión nos colocaba en el lado más revolucionario de la Nueva Izquierda, en compañía de los más dogmáticos marxistas-leninistas, con quienes, por supuesto, no teníamos nada más en común. Nosotros sabíamos demasiado bien que la gloriosa clase trabajadora era políticamente irrelevante, que la economía marxista era una broma, y que el partido (al menos de la manera en que se había instalado en los países del socialismo realmente existente) no era mejor que una banda de gangsters. No es extraño, así, que los marxistas-leninistas nos consideraran más peligrosos que los apologistas académicos del sistema.

Incomprendido por los revisionistas y despreciados por los revolucionarios dentro de la Nueva Izquierda, "Telos" proponía un reexamen sistemático de la trayectoria del pensamiento radical del siglo, centrado especialmente en las tradiciones marxistas que habían sido reprimidas por el stalinismo y otros marxismos ortodoxos, como el marxismo occidental (en términos de Maurice Merleau-Ponty) y la Escuela de Frankfurt. Esta propuesta nos confinó, política y teóricamente, fuera de toda categoría reconocible. Y también, de hecho, nos ahorró el amargo destino que tuvo la Nueva Izquierda.

- ¿La oposición derecha-izquierda se ha vuelto obsoleta ahora o fue siempre una descripción engañosa? En todo caso, ¿qué es lo que la convirtió en equívoca: la globalización?

- Como categorías políticas, tanto "derecha" como "izquierda" tuvieron significados diferentes, según el período y los países. En Europa, en la medida en que el conservatismo tradicional fue exterminado por la Revolución Francesa y sus clones ideológicos en el resto del continente (con el resultado del desplazamiento definitivo del orden feudal por su contraparte "democrático"-burguesa), la diferenciación derecha-izquierda fue un verdadero caballo de Troya que ocultó una serie de crecientemente importantes luchas de poder, no entre capital y trabajo, sino entre aquellos con capital político y cultural y los que no lo tenían. Con la derecha tradicional políticamente fuera del cuadro, todos los proyectos políticos, incluyendo el marxismo y posteriormente el fascismo, fueron esencialmente programas de modernización que proponían diferentes vías de racionalizar el existente orden liberal despolitizando las relaciones sociales y reduciendo la política a la economía. Puesto que el nuevo modo de dominación se basa no sólo en el poder económico, sino en el poder político y cultural, el modo en que podía legitimar su poder la elite ascendente (la Nueva Clase de profesionales, intelectuales, expertos, políticos, etc.) hacía necesario traducir todas las relaciones políticas de poder en relaciones económicas, en las cuales los auténticos brokers de poder se presentan a sí mismos como representativos de otros intereses.

Así, hoy en día, prácticamente en todo Occidente, derecha e izquierda significan poco y nada y designan, en el mejor de los casos, partidarios del libre mercado que predican un liberalismo clásico decimonónico basado en un Estado mínimo y una libertad económica irrestricta, o estatistas que prefieren la versión del siglo XX del Estado de Bienestar, en la que el Estado se convierte en el agente económico más importante y trata de controlar y regular cada aspecto de la vida cotidiana. Esto explica por qué los conflictos políticos han sido reducidos a riñas administrativas sobre la perspectiva y extensión de medidas redistributivas.

En América del Norte las relaciones políticas se han desarrollado siguiendo líneas algo diferentes, pero con resultantes básicamente similares. Dado que Estados Unidos no había tenido un pasado feudal y que la Revolución Americana fue radicalmente diferente de la francesa, la distinción europea entre una izquierda burguesa y una derecha aristocrática nunca tuvo demasiado sentido. Sólo en el siglo XX, después del giro nacionalista que siguió a la guerra civil, las políticas americanas se volvieron comparables a las europeas. Antes de que la centralización del poder político interrumpiera el "american way of life" original, basado en el comunitarismo, el localismo, la autodeterminación y los acuerdos federales flexibles, era muy difícil categorizar a los partidos existentes - como los whigs, los federalistas, etc. - ya fuese como liberales o como conservadores. En los inicios de la Revolución Americana la mayoría de los verdaderos conservadores (los que se oponían a la ruptura con Gran Bretaña) se trasladaron al norte, a Canadá, para vivir en aquellos territorios que habían rehusado unirse a los rebeldes y preferían permanecer leales a la Corona Inglesa.

Hasta 1860, en los Estados Unidos puede haber habido centralistas y autonomistas, federalistas y antifederalistas, pero todos estaban dedicados tanto a "la igualdad" como a "la libertad", para emplear el criterio de Bobbio, muy generalizado pero muy equívoco, muy Nueva Clase, de distinción entre izquierda y derecha. El valor fundamental residía en una individualidad autónoma, extraída y secularizada de la herencia protestante fundacional, que subrayaba la libertad como precondición para una igualdad política real - y que implicaba al mismo tiempo, por cierto, desigualdad económica como resultante. La posibilidad de una poderosa burocracia central redistributiva, investida para recortar la libertad y con opciones fiscales ilimitadas era impensable en esos tiempos. Después de todo, la revolución había comenzado, precisamente como una revuelta impositiva con el té de Boston.

A fines de siglo XIX, las dislocaciones sociales surgidas de la rápida industrialización, la urbanización y, en general, la modernidad, se tradujeron en una crisis política que asfaltó el camino para el dominio del capital en prácticamente todos los aspectos. Pese a la versión Nueva Clase de la guerra civil, pintada como una cruzada moral contra el esclavismo sureño, lo que estaba realmente en discusión era la reconfiguración de los Estados Unidos en términos industriales más que agrarios, una reconfiguración que requería considerable centralización del poder político en Washington y la sistemática marginalización de los Estados como entidades políticas básicas. Como describieron los Lynd (1) en su obra clásica, "Middletown", esos cambios con el tiempo resultaron en una progresiva mercantilización y cuantificación de las relaciones sociales sumadas al debilitamiento de los estilos de vida tradicionales y desencadenaron enormes realineamientos políticos.

Lo que se convirtió en izquierda en sentido moderno surgió con el cambio de siglo como resultado de la movilización necesaria para crear un Estado fuerte y "neutral" administrado por la aburguesada Nueva Clase para contener y regular los, de otro modo, todopoderosos intereses del capital. Fue concebida para proteger a grandes sectores de la población - artesanos autónomos sistemáticamente reducidos a la condición de obreros dependientes - despojados de poder por las nuevas condiciones económicas, en un contexto en el que los consensos políticos existentes (liberalismo clásico) otorgaban al capital mano libre para hacer lo que quisiera. En un escenario marxista clásico, la impotencia de las nuevas masas industriales se tradujo directamente como necesidad de un equivalente americano del partido de vanguardia leninista de expertos y profesionales, único capaz de defender los intereses de masas crecientemente proletarizadas. Así, desde su mismo inicio, lo que existió de división izquierda - derecha en los Estados Unidos fue el resultado directo de la desintegración de la infraestructura política del país y el síntoma principal de una decadencia espiritual que aún no ha culminado.

Desde esta perspectiva histórica, la distinción izquierda-derecha retiene alguna validez. A riesgo de ser reiterativo: si hoy existe alguna diferencia real entre ambas ella reside en la adhesión a dos versiones diferentes del liberalismo: la clásica fórmula decimonónica del laissez faire versus el modelo siglo XX, versión Estado de Bienestar. El primer grupo se permite la nostalgia de un sistema largamente perimido, anfitrión fáctico de intereses capitalistas dominantes, mientras que el segundo aboga por mayor institucionalización - en términos liberal-democráticos antes que republicanos - de una sociedad terminalmente escindida entre una elite de la Nueva Clase y una plebe clientelizada que aquella mediatiza rutinariamente.

Pero incluso en esos términos la diferenciación pierde sentido en la actualidad. En la década de 1960, tras la aparentemente irreversible institucionalización del New Deal, los restos de la derecha americana fueron gradualmente colonizados por el neo-conservatismo: ex liberales de izquierda horrorizados por las consecuencias del nihilismo modernista y por la desintegración de los valores americanos de los siglos XVIII y XIX, como resultado de una industria cultural capaz de manipular conciencia y de ese modo mediar entre una producción masiva globalizada y un consumo masivo programado, que ya no estaba enraizado en necesidades tradicionales. Pese a algunos impulsos libertarios como la candidatura presidencial de Barry Goldwater y los esfuerzos de la primera etapa de la administración Reagan por redimensionar el Estado central, la derecha americana permanece dominada por la ideología neoconservadora, cuyo rol catatónico reside meramente en contener el crecimiento del aparato burocrático existente desplegando la retórica de un marchito liberalismo clásico.

- ¿Los grandes partidos se pueden entender en términos de derecha-izquierda?

- Lo que aun se puede identificar en esos términos en Estados Unidos son agregados heterogéneos que resumen acuerdos y compromisos de una amplia gama de grupos en conflicto. Como un todo, la así llamada derecha (esencialmente, el Partido Republicano) simula defender valores liberales tradicionales como el mercado, la libertad de empresa, el individualismo abstracto, la autonomía, etc.; mientras la izquierda (corporizada en el partido Demócrata) opera dentro de la misma órbita ideológica, pero insiste en los controles estatales para evitar la autodestrucción del sistema. En este sentido, la izquierda es aún más conservadora que la derecha por su permanente proclama de intervencionismo estatal en defensa de cualquier rincón de la vida pública que presuma erosionado por la modernidad, la globalización o la amenaza que sea.

Lo que vuelve más irrelevante la distinción es la lógica electoral de ambos partidos. Con el objeto de alcanzar la mayoría, cada uno de ellos debe ganar el centro, lo que empuja a ambos a proponer programas prácticamente indistinguibles. Para no perder ningún sector sustancial del electorado ambos evitan a toda costa cualquier tema polémico para enfrascarse, en cambio, en detalles poco significativos. El resultado es que, al final, las diferencias de las plataformas de ambos partidos tiende siempre a reducirse a magnitudes mínimas.

Esto ayuda a explicar la pasmosa continuidad tanto en materia de política doméstica como de política internacional, que se manifiesta en una despolitización de facto del proceso político, ahora reducido a un concurso entre sectores diferentes de la misma elite de poder.

El debate crucial sobre la legitimidad de intervención estatal en asuntos sociales, culturales o económicos ha desaparecido hace mucho. Lo que resta, en el mejor de los casos, es la discusión sobre en qué, cuándo y dónde el estado debe intervenir. Por esta razón es que las plataformas de Bush y Gore fueron tan notoriamente cercanas igual - lo que no es sorprendente- que sus respectivos resultados electorales.

Ninguno de estos desarrollos tiene demasiado que ver con la globalización (un proceso que ya estaba más que encaminado cuando Marx y Engels escribieron el Manifiesto Comunista). En virtud del poder exageradamente hegemónico de ese pensamiento burgués que reduce todo a relaciones económicas, hoy la globalización ha venido a ser considerada como fons et origo malorum, responsable por prácticamente todo lo que anda mal en cualquier parte. Por cierto, este poder hegemónico significa que los opositores de la globalización se mueven en el mismo universo ideológico liberal. Así, al priorizar las relaciones económicas sobre todas las demás, la crítica permanece entrampada en el marco liberal predominante, de acuerdo al cual la única solución consiste en el intervencionismo estatal efectivo a nivel global. La paradoja aquí reside en que, al oponerse a la racionalización de relaciones económicas globales, el movimiento antiglobalización termina abogando por la agenda de la Nueva Clase a nivel global, extendiendo así la globalización que procura detener, sólo que en términos diferentes. Lisa y llanamente se está extendiendo a escala global la vieja contraposición entre Estado y capital, que aspiraba a contener y regular el capital en un escenario nacional. Y el resultado es similar: el desarrollo y expansión de una Nueva Clase cosmopolita.

Dentro de este marco ideológico, la globalización se ha convertido en chivo expiatorio por la incapacidad y el fracaso de culturas particulares en resistir su manipulación por poderosos intereses económicos. Irónicamente, esta demonización de la globalización es, en sí, parte y resorte de la lógica íntima de la globalización: el énfasis quijotesco en intentos de revertir realidades económicas que están institucionalizadas de facto impide ver la primacía de esa dimensión cultural en la que el impacto devastador de la globalización puede ser amortiguado y hasta neutralizado.

- La palabra globalización se usa para tantas cosas que corre el riesgo de describir poco. ¿Cómo la define usted?

- No hay nada misterioso en la globalización como tal. En términos estrictamente económicos tiene que ver con el desarrollo de un mercado internacional, un proceso que está en marcha desde hace mucho. La única novedad aquí es el impacto que han tenido las nuevas tecnologías y medios de comunicación sobre las transacciones económicas financieras y la aceleración de la integración mundial. Estos desarrollos han tenido un efecto devastador en principio sobre las culturas pre-modernas que no estaban preparadas (y eran, pues, incapaces) para funcionar como la clase de agentes económicos autónomos presupuestos por las relaciones racionales de mercado.

Con todo, como mostró Hilferding casi un siglo atrás, este estado de cosas sólo puede ser temporario, pues esos desequilibrios económicos tienden a autorrectificarse en el tiempo como resultado del despliegue de la lógica íntima del capitalismo. Lo que es aún más importante al respecto es la inevitabilidad de un tipo de modernización, entendida no apenas como occidentalización o americanización (como lo venden Hollywood y el resto de la industria cultural) sino como la gradual constitución de agentes económicos colectivos capaces de competir racionalmente dentro de un marco global. Esto implica que, más allá de que a uno le guste o no, todo el mundo ha de conformarse a la lógica del capitalismo avanzado. La cuestión no es estrictamente económica sino, ante todo, cultural y política.

Así, el problema real de la globalización o integración económica internacional, tiene que ver no con la participación en el mercado global (que es inevitable), sino con la preservación y defensa de las culturas particulares. Esto no puede hacerse simplistamente con la resistencia a la penetración extranjera en los mercados locales. Lo importante es la capacidad de fortalecer la integridad cultural al tiempo que se intenta la globalización en los propios términos.

Contrariamente al modo en que habitualmente se entiende la modernización (como equivalente a occidentalización o americanización), desde el punto de vista de los globalizados antes que del de los globalizadores, modernización implica la creación de un tipo de entidades políticas independientes capaces de proteger la autonomía cultural al tiempo que de beneficiarse de la participación en los mercados globales. En otros términos, no es tanto el impacto económico de la globalización - modernización - lo que implica una amenaza en gran escala para sociedades económicamente débiles y marginales, sino sus consecuencias culturales: el relegar a poblaciones enteras a una suerte de sub-identidad cultural, privada de competir eficazmente en el mercado global.

Las defensas más efectivas contra la americanización y occidentalización no son medidas tontas como la legislación francesa contra la contaminación del idioma francés por el inglés, sino el fortalecimiento de las culturas locales cuya "racionalidad", en la era posmoderna, no puede seguir siendo cuestionada legítimamente desde el punto de vista de cualquier otra cultura. El retrasado reconocimiento de las raíces mitológicas de la racionalidad ha erosionado la pretendida superioridad de cualquier cultura que intente universalizar sus propios mitos particulares.

La globalización económica puede ser resistida eficazmente - o más bien contenida dentro de ciertos parámetros aceptables - sólo previniendo la globalización cultural. Lamentablemente, lo que sucede habitualmente es que, en países que, por ejemplo, no integran el G7, se produce una brecha entre una elite gobernante de la Nueva Clase bien integrada en la economía global (y así comprometida en la suerte de americanización necesaria para sostener las relaciones económicas existentes) y una plebe crecientemente americanizada y manipulada por la industria cultural en proceso de globalización. El resultado de esto es la ausencia de rendición de cuentas, políticas de gasto irresponsables y, tendencialmente, la bancarrota de esos países motivada por deudas públicas onerosas en las que esos regímenes incurren guiados prioritariamente por objetivos de corto plazo y políticas de autoengrandecimiento.

Por eso, la oposición a la globalización económica reduce la posibilidad de los países marginales de participar en la economía mundial (y, así, la posibilidad de huir del marginamiento) mientras deja incólume la americanización progresiva de la población y su demanda de bienes culturales y estilos de vida responsables de su dependencia. No es un accidente que el borrador final del NAFTA, bajo presión de los opositores a la globalización económica y de un ejército de oportunistas compañeros de viaje, haya terminado siendo un documento destinado a defender innumerables intereses particulares políticamente poderosos que nada tienen que ver con el genuino comercio libre. Así, resultó promoviendo más americanización y trivialización de Canadá, generando más dependencia de la economía canadiense de Wall Street y provocando la caída del dólar canadiense para acercarlo crecientemente al nivel del peso mexicano.

- En sus escritos emplea frecuentemente el concepto "Nueva Clase": ¿Podría desarrollarlo aquí? ¿Cómo se expresa el poder de esta clase, política e ideológicamente?

- El concepto de Nueva Clase no es para nada nuevo. Tiene raíces anarquistas que se remontan hasta Mikhail Bakunin, quien desplegó una cruda versión del concepto hace un siglo y medio para explicar la involución de la Primera Internacional. Jan Machasky desarrolló el concepto un poco más - de una manera aún más confusa - para hacer una crítica de la socialdemocracia a final del siglo. Los mismísimos Marx y Engels ya habían prefigurado ideas similares, pero nunca las desarrollaron sistemáticamente en sus escritos. Más recientemente el concepto resucitó gracias a Gyorgy Konrad e Ivan Szeleny, pero sólo para explicar el desarrollo del colectivismo burocrático en la ex Unión Soviética y sus satélites. Más o menos por la misma época - mediados de los 70 - una nueva versión más sofisticada y teorética fue reintroducida en la sociología occidental por Alvin W. Gouldner, quien se valió de la lingüística como su principium differentiationis, en vez de cuestionables datos económicos o las vagas relaciones de poder que teñían las formulaciones anteriores.

Desafortunadamente, todos estos esfuerzos son inapropiados, y el concepto ahora es sistemáticamente rechazado y tomado como otro intento de reciclar y actualizar las muy desacreditadas noción marxista de clase - noción sobre la que Marx nunca pudo teorizar satisfactoriamente, y que, en el último capítulo trunco de El Capital queda como un testamento a la imposibilidad de completar el marxismo como algo más que una descripción de la génesis y estructura del capitalismo liberal. Por ende, aún la actualizada versión de Gouldner termina siendo tanto analítica como políticamente inútil, hasta el punto de que se basa en la misma ideología de la Nueva Clase que pretendía denunciar.

A diferencia de versiones anteriores, que trataban a los intelectuales y otros poseedores de capitales culturales como un todo relativamente homogéneo, Gouldner distinguía dos grupos conflictivos entre sí dentro de la Nueva Clase: los tecnócratas progresivos y los tecnócratas retrógrados. Según él, mientras el primer grupo es creativo, comprometido con el cambio y hasta responsable de todos los beneficios logrados durante la revolución tecnológica, los individuos del segundo grupo son parasitarios, orientados por las normas existentes, y resistentes a todo tipo de cambios al status quo. Tal reconfiguración del concepto ya no contrapone la Nueva Clase a otras formaciones sociales, sino que, para definir y explicar las dinámicas de las sociedades industriales avanzadas, asume automáticamente la legitimidad del dominio de la Nueva clase y pone el foco en el impacto social de los conflictos que explotan constantemente entre tecnócratas y burócratas.

Tal narración es inútil a la hora de entender, por ejemplo, la nueva serie de conflictos y crisis que han llegado a caracterizar la realidad de la posguerra fría, y permanece estancada en el proyecto de ingeniería social del Iluminismo bajo la bendición de la elite que en la Nueva Clase posee el conocimiento superior universalmente válido. Esto legitima lo que esta elite considera una muy necesaria racionalización de la sociedad. Opuesto a los valores occidentales tradicionales basados en la autonomía individual y la autodeterminación - el horizonte valorativo en el que están modulados, de fondo, todos los proyectos políticos contemporáneos -, tal planteo del problema de la racionalización universal presupone como permanente y no problemático específicamente al nuevo tipo de divisiones sociales y conflictos que el concepto esta destinado a explicar. En consecuencia descarta, por ejemplo, temas como el status de los intelectuales y de la hiper-profesionalización del conocimiento en tanto evidencias patológicas de modernidad, presuponiendo una división entre "expertos" con acceso al universo del saber y los valores (por lo tanto con capacidad para planear y tomar decisiones) y una masa clientelizada destinada a ser manejada y manipulada (aunque, presumiblemente, por su propio bien).

El énfasis exclusivo puesto en el conocimiento conceptual entroniza la racionalidad formal como el único modo legítimo de aprehender la realidad y le canta jaque mate por "irracionales" a los alternativos, intuitivos y generalmente informales modos de ser que hacen manejable y significativa la vida al común de la gente que no tiene pretensiones intelectuales o profesionales. El resultado es el nihilismo y una desintegración social progresiva. Sin lazos de cultura y tradición que automáticamente proveen a los individuos de identidad personal, sentido y medios para procesar los problemas cotidianos, la vida se torna cada vez más difícil de negociar, lo cual hace cada vez más necesarias las intervenciones de expertos, profesionales, etc., legitimando aún más a la hegemonía de la Nueva clase en todos los asuntos de la vida cotidiana. En este sentido, el concepto de la Nueva Clase encapsula el discurso de la modernidad: lo que la tradición marxista identificaba como el problema de alineación (pero erróneamente reducida y relegada a las relaciones de producción) y Heidegger, Schmidt - y la mayoría de los revolucionarios conservadores de la Alemania de entreguerras - atribuían equívocamente a la "tecnología", entendida como la degradación de lo humano hasta cumplir sólo funciones mecánicas. El paternalismo institucional resultante, al que la Escuela de Frankfurt culpaba de la proclividad de las clases obreras a seguir regímenes autoritarios, también ayuda a entender la creciente desigualdad económica y las diferencias de salarios entre los profesionales de la Nueva Clase y el resto de la sociedad.

La extensión de la hegemonía ideológica de la Nueva Clase - prolijamente vendida como un liberalismo neutral que proclama encarnar los principios supuestamente válidos universalmente del Iluminismo - se refleja en la ausencia de una oposición sustancial a su dominio. Sumados al individualismo abstracto y la igualdad formal, el profesionalismo actual - la primacía epistemológica de la racionalidad instrumental - y lo que Adorno denominó "lógica de la identidad" siguen siendo el dogma predominante. No es preciso reciclar la teoría de la circulación de las elites de Gaetano Mosca para darse cuenta de la medida en la cual intrincadas burocracias y tecnocracias permanecen en el poder, pese a los cambios y alternancias de administraciones democráticamente electas. El funcionariado está más allá de las prerrogativas democráticas y aún de modificaciones más radicales, como, por ejemplo, los cambios de regímenes fascistas a comunistas en Europa Oriental después de la II Guerra Mundial, que no amenazaron la permanencia institucional de la mayoría de los tecnócratas y burócratas - por lo menos la de aquellos que no fueron colgados o fusilados. El antiguo chiste del ejército americano sobre que los documentos viejos e irrelevantes sólo pueden ser destruidos previa copia por duplicado se aplica aún más al aparato dominante de la Nueva Clase. A pesar de la solemne promesa de Ronald Reagan de reducir la burocracia y las innumerables regulaciones que la sostienen, de hecho ambas crecieron durante su gobierno.

La Nueva Clase no es una "clase" en el sentido marxista de una relación con los medios de producción, sino en un sentido general, metafórico, que la describe como un grupo poseedor de capital cultural (conocimiento), que usa ese capital para asegurarse una posición social privilegiada con respecto a aquellos que no lo tienen. En la medida en que tales relaciones de poder sólo se pueden mantener privilegiando lo racional formal y los valores presuntamente universales y descartando como irracionales (o, en el mejor de los casos, pre-racionales) otros modos preconceptuales de ser, la Nueva Clase reclama la codificación exhaustiva de toda la realidad como precondición para reconocerla como tal, legitimando así sus propias habilidades particulares como único medio para acceder a esa realidad.

La institucionalización de éste predicamento artificial abre el camino no sólo para las enormes diferencias de salario entre los miembros de la Nueva Clase y aquellos sin ese capital cultural, sino también para el debilitamiento de todos aquellos que no están en condiciones de negociar a través de las nuevas redes profesionales de comunicación a través de las cuales se consagra la universalidad. Esta fractura social, que se da tanto a nivel local como a nivel global, genera un tipo de desigualdad mucho más corrosiva que cualquier otra que el antiguo capital alguna vez pudo crear, mucho más difícil de mostrar, confrontar políticamente y revertir en su momento.

- En su pensamiento, y en general en el de "Telos", hay una vigorosa defensa del federalismo, en términos de autonomía de pueblos y comunidades ante el gobierno central. ¿Puede definir su concepto del federalismo y el rol político que le asigna?

- Contra su sentido original (un sistema destinado a garantizar la autonomía y autodeterminación en un contexto en el que sólo algunas limitadas prerrogativas eran concedidas al gobierno central, creado específicamente para afrontar problemas comunes), el federalismo actual se refiere prioritariamente a la cuestión de la centralización del poder. Un sistema armado específicamente para garantizar las particularidades culturales de las unidades políticas que constituían la federación ha sido convertido en su opuesto, donde el Estado central contempla cada vez más a cada una de esas unidades como meras correas de transmisión para implementar los mandatos del centro. Esta inversión de sentido es un ejemplo perfecto de cómo la Nueva Clase ejerce su hegemonía de modo de redefinir la realidad a su propia imagen.

Pese a una gran dosis de resistencia en los niveles locales, esta sustitución de un sistema descentralizado por uno centralizado ha venido procesándose durante mucho tiempo. De hecho, se trata de un proceso inacabado y en los Estados Unidos sigue siendo una fuente de constantes fricciones entre el Estado central y los Estados. Lo que lo ha permitido es, entre otras cosas, el despliegue exitoso de la ideología de la Nueva Clase: un liberalismo gerencial muy lejano de su contraparte del siglo XIX. Al contraponer un gobierno central alegadamente basado en valores neutros, conocimiento científico y racionalidad, con comunidades locales ligadas sólo por tradiciones particulares, costumbres, religión, dialectos, etc., la Nueva Clase ha deslegitimado progresivamente a éstas últimas - por lo común, instrumentando las crisis que se dan - y así pavimentó el camino para la usurpación por el gobierno central de la mayoría de las funciones que originalmente constituían prerrogativas locales.

Lo que facilitó este proceso es la irresuelta ambigüedad de la Constitución, cuya Carta de Derechos habilita al gobierno federal a actuar en su defensa, desactivando así la décima enmienda que estipula una limitación explícita del gobierno central a tareas expresas. Combinada con el poderoso cepo fiscal del gobierno central y su capacidad para presionar a los Estados con la amenaza de retenerles sus fondos, la supremacía de los derechos por sobre todas las otras cuestiones ha significado que, para todos los asuntos prácticos, Estados Unidos funciona como una nación centralizada más que como una federación.

La reivindicación del significado original del federalismo en "Telos" siempre ha estado vinculada a la crítica de la democracia representativa como insuficientemente democrática, y con la necesidad de volver operativa la democracia directa, al menos en los niveles inferiores de la toma de decisiones. Al separar marcadamente una elite política de expertos de la Nueva Clase de una masa crecientemente alienada y por ello incompetente, la democracia representativa cae víctima de intereses privados en condiciones de financiar e, indirectamente, controlar el sistema político. En este sentido, la crítica marxista de la democracia burguesa como tendencialmente instrumental al capitalismo siempre ha mantenido actualidad. Sin una ciudadanía competente capaz y deseosa de controlar a sus representantes, éstos sólo rinden cuentas a los intereses privados que los sostienen. Lo que es especialmente problemático en este sistema es que, lejos de ser autorrectificatorio, tiende a ensanchar la brecha entre los representantes y aquellos a quienes dicen representar, con el resultado de un régimen de Nueva Clase cada vez menos democrático. En el nivel global se produce el mismo proceso con consecuencias igualmente debilitantes. Más allá de que la solución que habitualmente proponen - el gobierno mundial - puede ser peor que el problema, los opositores a la globalización están especialmente preocupados por la ausencia de una democrática rendición de cuentas.

- ¿Cree que en la era de la globalización el federalismo puede operar como instrumento organizativo para comunidades más amplias como los agrupamientos regionales de naciones?

- Es difícil determinar si generalizar el federalismo a niveles regionales o globales es posible (e inclusive deseable), ya que los poderes financieros que hacen funcionar la economía mundial no son fácilmente susceptibles de control político. Es obvio, sin embargo, que la institucionalización en ciertos países de un federalismo basado en una estricta subsidiariedad (y de ese modo basado en última instancia en una democracia directa, de abajo arriba) haría más sencillo traducir esas prácticas en un marco más amplio. Y, claramente, tal marco sería preferible al actual, en el que la ideología de derechos humanos de la ONU, conciliando con los intereses de Estados Unidos, trata de homogeneizar el planeta tras la imagen que la Nueva Clase estadounidense tiene de sí misma y de cómo debería ser el mundo.

- ¿Su concepto de federalismo está sólo ligado a lo político territorial (comunidades autónomas que comparten determinado espacio) o incluye también la conexión de comunidades funcionales, por caso, los sindicatos obreros u organizaciones independientes como mutuales, asociaciones de consumidores, etc.? En todo caso, que similaridades y diferencias observa en estos campos para el desarrollo de las ideas federalistas?

- Lo que usted describe no es federalismo, sino corporativismo. Aunque hay similaridades entre ambos conceptos, no son lo mismo. Las entidades corporativas no son comunidades en un sentido estricto, sino más bien asociaciones voluntarias, organizaciones libres que compiten y/o cooperan en la así llamada esfera pública en defensa de los intereses de sus miembros. Históricamente asociado en exclusividad con el fascismo, el corporativismo se ha transformado, de hecho, en la estructura organizativa normal de todas las sociedades industriales avanzadas, más allá de la sedicente descripción de cada una como liberal-democrática, social-demócrata o comunista. En un contexto en el que las elecciones democráticas se han deteriorado al nivel de un espectáculo ritual para legitimar la competencia entre grupos de la elite de la Nueva Clase, la única manera efectiva de administrar efectivamente una sociedad moderna consiste en modular las demandas y necesidades de corporaciones varias. Inclusive las federaciones basadas en comunidades suficientemente pequeñas como para facilitar la democracia directa tienen que tratar con todas las asociaciones voluntarias, grupos de interés o, en términos generales, las corporaciones que ellas contengan.

A diferencia de las entidades corporativas, en las que la participación es contingente y no define permanentemente identidades personales, las comunidades marcan a los individuos de un modo irrevocable. Uno no elige sus padres, su raza, su lugar de nacimiento, su idioma materno, religión, etc.. Del modo en que toma un trabajo en una fábrica, se afilia a un sindicato o cierto número de organizaciones voluntarias. Tampoco es posible modificar la propia estructura genética, los padres o la historia personal. Mientras las estructuras corporativas pueden ir y venir, las comunidades no, salvo circunstancias catastróficas. Esto explica también por qué es tan importante defender su particularidad cultural. En otros términos: las comunidades y las asociaciones voluntarias operan en diferentes niveles, lo que ayuda a entender por qué la ideología de la Nueva Clase da la bienvenida a las últimas, pero trata sistemáticamente de erosionar y homogeneizar aquéllas. Las comunidades se convierten en entidades políticas cuando ellas se definen de ese modo, mientras que las asociaciones voluntarias siempre se mantienen, en el mejor de los casos, como agencias económicas, con o sin lazos políticos con grupos de presión. Las comunidades pueden formar una federación si eligen hacerlo; las corporaciones sólo pueden solicitar reconocimiento y satisfacción de sus demandas dentro del sistema político vigente, sea éste el que sea.

- Usted defiende el populismo. En Argentina, por estar asociado al movimiento peronista, ese término ha sido demonizado desde distintos sectores: académicos, liberales, izquierdistas. ¿Cuál su definición de populismo?

- La demonización del populismo no es un fenómeno limitado a Argentina. El populismo es odiado e incomprendido en todo el mundo, especialmente por los académicos y la Nueva Clase, que inmediatamente lo asocian con el fascismo y otros regímenes autoritarios. El problema con esa asociación reside en que el populismo habitualmente es una reacción contra las falencias de la democracia y es siempre mucho más democrático que cualquier sistema basado en la democracia representativa. Con la posible excepción del populismo ruso, los movimientos populistas surgen en coyunturas históricas cuando el proceso democrático ha degenerado tanto que clama por una reacción auténticamente democrática. Dado que reacciones de esta índole nunca son articuladas o mediadas por intelectuales capaces de reconfigurarlas dentro de parámetros coherentes y "racionales", ellas terminan incluyendo todo tipo de visiones "políticamente incorrectas" sobre religión, inmigración, cuestiones raciales, etc. Como resultado, ellas son, ya sea demonizadas o despreciadas como irracionales, fascistas, etc., o, con el pretexto de representarlas legítimamente, son exitosamente instrumentalizadas para legitimar proyectos colectivistas de la Nueva Clase, como el New Deal.

Es sorprendente cómo académicos, por otra parte serios, que estudian el populismo (como Margaret Canovan, Yannis Papadopoulos y hasta Pierre André Taguieff) invariablemente prologan sus trabajos con disculpas acerca de que el término "populismo" es ambiguo, contradictorio o demasiado vago para ser manejado aunque, en reflexiones ulteriores, admiten que "democracia", "federalismo" y prácticamente cada otro concepto fundamental de la ciencia política es asimismo problemático. Esa fobia instintiva de la Nueva Clase se debe al hecho de que el populismo es anti-intelectual en el sentido de que rechaza la distinción entre intelectuales y no intelectuales, a través de la cual los primeros gobiernan y los segundos los siguen. En un estilo auténticamente democrático, reclaman que todos sean considerados igualmente calificados para participar en la clase de decisiones que afecta su vida. Consecuentemente, hasta los puntos de vista más rabiosos se las arreglan para encontrar expresión y hasta para ser adoptados como parte de los proyectos políticos particulares. Tal, lamentablemente, es el precio que se debe pagar por una democracia real desengrillada del dogmatismo liberal que define a priori lo que es aceptable y lo que no lo es, hasta llegar a minucias prohibitivas como el tema del fumar pasivamente, la "intensividad" en relación con cualquier grupo social, el considerar criminal las fantasías sexuales con menores, para no mencionar la cuestión de las drogas, el alcohol, etc.. Si la democracia es auto-correctiva (y lo es por definición, si no se le imponen valores ajenos, más allá de ella) entonces tales patologías o seudo-patologías serán corregidas en el curso normal de los acontecimientos. Finalmente, el populismo busca reivindicar valores culturales particulares que, si necesitan defenderse con estilos tan explícitos, o han degenerado a lo que, desde una perspectiva externa, aparece como patológico, o están amenazados por desarrollos difíciles de contener por medios normales. En cualquier caso, el populismo es siempre un síntoma de la crisis de la democracia y la autodeterminación.

- Últimamente, en los debates culturales y políticos, así como en los medios, se manifiesta un nuevo tipo de censura bajo la forma de lo "políticamente correcto": hay algunos temas que sólo pueden ser mencionados eufemísticamente o presentados con comentarios negativos, mientras que otros temas no pueden ser mencionados para nada. ¿Cuál es la causa de esta "corrección política"? ¿Es un fenómeno norteamericano, europeo o transnacional?

- La corrección política es solamente otra manera de nombrar a un fenómeno muy antiguo: el dogmatismo. Si alguien piensa que tiene acceso directo a "la verdad", toda otra alternativa sólo puede interpretarse como errores, pecados o crímenes. Todas las religiones - y el tipo de cultura que estas generan - caen dentro de esta categoría. Los talibanes son sólo una expresión extrema de este fenómeno. En el Occidente de hoy, las religiones han sido privatizadas y relegadas a un dominio pre-político por la secularización que suscitó el desarrollo del estado moderno tras las guerras religiosas del siglo XVII. El estado moderno se ha arreglado para contener y despolitizar el tipo de dogmatismo que, siglos antes, había llevado a las Cruzadas, la matanza de los infieles y un gran número más de atrocidades cometidas en nombre de la única real "Verdad". Por supuesto, la carnicería paró sólo en el Occidente. El colonialismo y el imperialismo continuaron esta tendencia hasta bien entrado el siglo XX, como está documentado por las experiencias belgas en el Congo y gran parte de la historia de las penetraciones de Occidente en Latinoamérica y Asia. El liberalismo clásico, por lo menos en teoría, defendió siempre a la libertad y la tolerancia, siempre y cuando nadie fuera dañado por determinadas prácticas. Cuando la creciente demanda de servicios sociales y la intervención estatal en las relaciones económicas abrió el camino para el crecimiento masivo de un gobierno central - y el incremento del poder de la Nueva Clase - el liberalismo clásico gradualmente se convirtió en un liberalismo gerencial.

Anteriormente el mayor problema consistía en la libertad y evitar que las resultantes actividades libres dañaran a otras personas. Ahora el estado gerencial llegaba para asegurar la equidad e inclusive para evitar el daño contra uno mismo - ya que ahora el Estado soportaría el costo de las consecuencias de todo comportamiento desafiante. Responsable por la conducta de todos, el estado intervencionista penetró en todo aspecto de la vida cotidiana, para asegurar la conformidad con el tipo de individualismo abstracto y racionalidad formal que presupone como condición para el bienestar social. Esto significa que lo que previamente funcionaba como meras guías regulatorias fue gradualmente convirtiéndose en el tipo de valores absolutos que subyace en las religiones tradicionales y, al mismo tiempo, fue generando el equivalente secular del tipo de dogmatismo que el liberalismo clásico se proponía originalmente dejar de lado. La corrección política es la forma que este dogmatismo toma dentro del liberalismo gerencial.

En casos extremos, cualquier cosa que amenace el dogma de la igualdad - ya no formal sino substancial - se convierte en anatema, y lo que previamente hubiera sido rechazado como simples "puntos de vista erróneos", ahora es demonizado y hasta criminalizado. En algunos países europeos es un crimen hasta el mero hecho de elevar la pregunta sobre si el Holocausto realmente tuvo lugar. En los Estados Unidos es absolutamente tabú sugerir que las diferencias raciales van más allá del color de piel y valores culturales particulares como el patriarcado u otros que estipulan cualitativamente roles diferentes según el género también son demonizados. La corrección política no se detiene en el límite de condenar ciertas conductas u opiniones particulares: se extiende hasta los sentimientos personales particulares. Las llamadas "leyes de odio" buscan homogeneizar estados psicológicos internos con represiones morales y normas estrictas semejantes a las de la Inquisición española.

El fervor casi fanático y la pasión desproporcionada de aquellos que promueven la corrección política sólo pueden ser explicados en términos religiosos. Especialmente en países con un pasado protestante o puritano, que han pasado por una rápida secularización luego de su modernización, como Estados Unidos y la mayoría de los países del norte de Europa, el liberalismo en general y la corrección política en particular se han convertido en los sustitutos racionales del tipo de religiones dogmáticas que fueron descartadas como supersticiones o mitos. Esto ayuda a entender por qué, por ejemplo, es más difícil encontrar corrección política en Latinoamérica o el sur de Europa, donde el catolicismo todavía es predominante. Lamentablemente (en el sentido de que es parte de la ideología de derechos humanos que está siendo impuesto por el Nuevo Orden Mundial auspiciado por los Estados Unidos y la ONU) se está empezando a manifestar en estos países también. Por cierto, la oposición por parte de sectas fanáticas como los talibanes es finalmente contraproducente, en el sentido de que ayuda a legitimar la misma ideología que rechaza.

- ¿Cuáles son, a su juicio, los debates culturales más importantes que hoy se plantean en Estados Unidos? ¿Dónde encuentra los mayores signos de vitalidad?

- En el frente cultural, el tema más debatido, lejos, es el multiculturalismo. Pero los términos de ese debate están distorsionados y tanto los que están a favor como los que se oponen al multiculturalismo quedan atrapados en la telaraña de un liberalismo gerencial, interesado antes que nada en preservar las relaciones sociales vigentes - aun a costa de tener que cambiarlo todo, como dice el viejo proverbio francés. Bajo el pretexto de respetar la autonomía cultural en el seno de una sociedad pluralista, la política sobre esta cuestión es realmente una versión "nueva y mejorada" de la vieja estrategia asimilacionista.

Estados Unidos era multicultural de facto hasta la Segunda Guerra, aun si ese multiculturalismo permanecía sumergido bajo una abrumadora hegemonía cultural wasp. Ese esfuerzo concertado para homogeneizar y "americanizar" poblaciones culturalmente heterogéneas, concentradas principalmente en las grandes zonas urbanas, sólo comenzó después de que resultara obvio que esas poblaciones no cumplían los requerimientos del nuevo mercado nacional en que se basaban la producción y el consumo masivos de la era fordista. Sólo una población homogénea, con referencias culturales, necesidades y deseos similares podía producir y consumar las estandardizadas mercancías producidas masivamente. Así, para que funcionara la publicidad era indispensable apelar a referencias conocidas por todos: ningún campesino con apenas rudimentario uso del inglés podía ser persuadido, por caso, de beber Coca Cola a través de la promesa subliminal de que mejoraba su potencia viril.

La estrategia de americanización funcionó más que bien, pero tuvo también consecuencias no deseadas relacionadas con la desintegración cultural que precipitó. Reducida al común denominador más bajo posible, la cultura americana se redujo al consumo de cualquier commoditie en condiciones de entregarse al mercado, algo que ciertamente no sustituía las ricas y tradicionales culturas que supuestamente dejaban tras de sí los inmigrantes. El colapso de las ciudades americanas, los incrementos en la criminalidad y otras disfunciones sociales evidenciaron que esa política provocaba una autoderrota. Afortunadamente, entretanto la tecnología se había desarrollado bastante como para permitir la segmentación del mercado y el tipo de producción diversificada que ella requiere. En otras palabras, en la segunda posguerra quedó claro que la americanización como sinónimo de homogeneización era obsoleta. El objetivo podía llevarse a cabo más eficazmente apelando a las especificidades culturales sin evadir el amplio marco del liberalismo gerencial.

Así el multiculturalismo vio la luz como vía para asimilar minorías y grupos étnicos, no como grupos en igualdad de condiciones con cualquier otro, sino en tanto minorías y grupos étnicos. La cuestión de la cultura común ahora es irrelevante. La industria cultural es omnipresente y sigue homogeneizándolo todo integrando cualquier particularidad cultural que pueda instrumentalizar. Con ese inevitable horizonte, la integración de otras culturas en tanto otras culturas sólo contribuye a crear una Nueva Clase multicultural que, con el pretexto de preservar culturas tradicionales condenadas a la desaparición, en los hechos retarda la integración efectiva de inmigrantes y minorías.

En este sentido se da el debate entre los ideólogos conservadores de la Nueva Clase, que intentan revivir una visión de una América que nunca existió de modo de inflar su propio capital cultural, y los miembros multiculturales de la Nueva Clase, que tratan de ampliar su capital particular a costa de los grupos que dicen representar. Nada de esto ha tenido impacto significativo alguno en la cultura de Estados Unidos, más allá de la multiculturalización de la televisión y la publicidad masiva justo en el momento en que la cultura informática y los desarrollos multimediáticos empiezan a convertir en irrelevantes a ambas. En el ambiente académico la cuestión se reduce a debate académico sobre puestos de trabajo, promociones y la creación de programas cada vez más absurdos que no llevan a ninguna parte.

En el terreno político, todos los debates que había sobre el rumbo de la sociedad americana, su carácter, etc., quedaron al margen a causa de la prosperidad de los años 90. Lo que resta hoy son, en el mejor de los casos, negociaciones entre las dos principales fracciones de la Nueva Clase acerca de la extensión y características de las políticas estatales redistributivas: la extensión de los recortes impositivos, cómo reorganizar la educación, qué nuevo programa financiar, etc.. Otros temas, como los referidos a la globalización, los standards ambientales y el crecimiento económico simplemente no generan mayores debates, a menos que sean auspiciados por lobbies específicos, como es el caso del Medio Oriente, donde generalmente no se pasa de discutir la extensión del respaldo y la ayuda de Estados Unidos a Israel. Las relaciones con China, la contención de Irán y otros países calificados de "malhechores", las negociaciones con Rusia sobre reducción de armamento nuclear, las políticas sobre drogas, inmigración, discriminación, etc., son todavía las que contribuyen a los titulares de la gran prensa, y sobre ellas normalmente informan los medios, pero son habitualmente olvidadas tan pronto languidecen las informaciones. En el mejor de los casos, ese debate sólo involucra a una pequeña minoría de intelectuales con interés profesional sobre esos temas en particular.

El tipo de prosperidad que hizo posible la revolución tecnológica en la década pasada y el colapso de cualquier oposición significativa a la hegemonía política y cultural de Estados Unidos ha tenido el efecto de un narcótico sobre la política americana, ahora más que nunca interesada con temas estrictamente locales o regionales: vivienda, tránsito, delito, etc.. La despolitización actual de Estados Unidos no difiere del fenómeno similar durante los años de Brezhnev en la ex Unión Soviética - un período que un creciente número de rusos mayores van a recordar como "los buenos viejos tiempos". En la medida en que el régimen pueda garantizar un nivel de vida aceptable, los temas políticos más amplios se eclipsarán en la conciencia pública.

1 Robert y Helen Lynd: Matrimonio de sociólogos americanos, nacidos a fines del siglo XIX. Sus estudios sobre la clase media americana publicados en 1929 y 1937 no sólo fueron muy apreciados académicamente, sino que gozaron de una gran popularidad.