Blogia
Identidad y Comunidad

Los amigos de Durruti

Fragmento del próximo cuaderno num. 30 de la revista
BALANCE.
http://www.esfazil.com/kaos/noticia.php?id_noticia=6771

INTRODUCCIÓN
La Agrupación de Los Amigos de Durruti fue una organización
anarquista, fundada en marzo de 1937. Sus miembros eran milicianos de la
Columna Durruti opuestos a la militarización, y/o anarquistas, críticos
respecto a la entrada de la CNT en el gobierno republicano y de la
Generalidad.

La importancia histórica y política de Los Amigos de Durruti radica en
su intento, surgido, en 1937, del propio seno del movimiento libertario, de
constituir una Junta revolucionaria, que pusiera fin al abandono de los
principios revolucionarios, y al colaboracionismo con el Estado capitalista;
de forma que la CNT defendiera y profundizara las "conquistas" de julio de
1936, en lugar de cederlas poco a poco a la burguesía. Sin embargo
laAgrupación nunca se propuso llegar a ser, durante las jornadas de mayo del
37, una auténtica alternativa revolucionaria a la dirección de la CNT-FAI
gubernamental, que tenía varios ministros en el gobierno de la República y
en el de la Generalidad.

LA AGRUPACION DE LOS AMIGOS DE DURRUTI DESDE SU FUNDACION HASTA LOS
HECHOS DE MAYO.
En octubre de 1936 el decreto de militarización de las Milicias
Populares produjo un gran descontento entre los milicianos anarquistas de la
Columna Durruti, en el Frente de Aragón. Tras largas y enconadas
discusiones, en marzo de 1937, varios centenares de milicianos voluntarios,
establecidos en el sector de Gelsa, decidieron abandonar el frente y
regresar a la retaguardia. Se pactó que el relevo de los milicianos opuestos
a la militarización se efectuaría en el transcurso de quince días.
Abandonaron el frente, llevándose las armas.

Ya en Barcelona, junto con otros anarquistas (defensores de la
continuidad y profundización de la revolución de julio, y opuestos al
colaboracionismo confederal con el gobierno) los milicianos de Gelsa
decidieron constituir una organización anarquista, distinta de la FAI, la
CNT o las Juventudes Libertarias, que tenía por objetivo encauzar el
movimiento ácrata por la vía revolucionaria. Así pues, la Agrupación se
constituyó formalmente en marzo de 1937, tras un largo período de gestación
de varios meses, iniciado en octubre de 1936. La Junta directiva fue la que
decidió tomar el nombre de "Agrupación de Los Amigos de Durruti", nombre que
por una parte aludía al origen común de los ex-milicianos de la Columna
Durruti, y que como bien decía Balius, no se tomó por referencia alguna al
pensamiento de Durruti, sino a su mitificación popular.

La sede central de la Agrupación estaba situada en Las Ramblas,
esquina a la calle Hospital. El crecimiento de los miembros de la Agrupación
fue rápido y notable. Se llegaron a repartir entre cuatro y cinco mil
carnets de adheridos a la Agrupación. Una de las condiciones indispensables
para formar parte de la Agrupación era la de ser militantes de la CNT. El
crecimiento de la Agrupación era consecuencia del descontento de un amplio
sector de la militancia anarquista ante la política claudicante de la CNT.

La actividad y el dinamismo de la Agrupación fueron frenéticos. Desde
su constitución formal, el 17 de marzo, hasta el 3 de mayo, la Agrupación
efectuó diversos mítines (en el Teatro Poliorama el 19 de abril y en el
Teatro Goya el 2 de mayo), lanzó diversos manifiestos y octavillas, saboteó
la intervención de Federica Montseny en el mitin de la Monumental del 11 de
abril, y llenó los muros de Barcelona con carteles que explicaban su
programa.

En este programa destacaban dos puntos: 1.- Todo el poder para la
clase obrera. 2.- Órganos democráticos de obreros, campesinos y
combatientes, como expresión de ese poder obrero, al que llaman Junta
Revolucionaria.

También propugnaban que los sindicatos asumieran la plena dirección
económica y política del país. Y cuando hablaban de sindicatos se referían a
los sindicatos confederales, con exclusión de la estalinizada UGT. De hecho
algunos de los miembros de la Agrupación habían abandonado su militancia en
la UGT, para afiliarse acto seguido a la CNT, y cumplir así el requisito
indispensable para pertenecer a Los Amigos de Durruti.

En realidad, aunque el origen obrero de los componentes de la
Agrupación hacía que todos estuviesen afiliados a la CNT, la mayoría eran
militantes de la FAI, por lo que bien puede decirse que la Agrupación de Los
Amigos de Durruti eran un grupo de anarquistas que, desde un purismo
doctrinal ácrata, se oponían a la política colaboracionista y estatal de la
dirección de la CNT, y de la propia FAI.

Tenían cierta fuerza dominante en el Sindicato de la Alimentación,
ramificado por toda Cataluña, así como en las cuencas mineras de Sallent,
Suria, Fígols y Cardona, en la comarca del Alto Llobregat. Influían también
en otros sindicatos, en los que eran minoritarios. Algunos de sus adherentes
formaban parte de las Patrullas de Control.

No podemos caracterizar a la Agrupación como un grupo plenamente
consciente y organizado que planeara una acción metódica. Eran, tanto desde
el punto de vista numérico como ideológico y organizativo, mucho más que un
grupo de afinidad constituido más o menos informalmente, en torno a unas
determinadas coincidencias ideológicas y unas inquietudes comunes, aunque no
eran ni mucho menos una rama del movimiento libertario (ML) como CNT, FAI, o
Juventudes Libertarias. Se aproximaban más a lo que en aquellos momentos era
Mujeres Libres: una organización con finalidades propias, no encuadrada
plenamente en las tres grandes ramas organizativas del ML. Eran un amplio
grupo de militantes que sentían la imperiosa necesidad instintiva de
enfrentarse a la política claudicante de la CNT y al proceso
contrarrevolucionario en auge.

Sus portavoces más destacados fueron Jaime Balius y Pablo Ruiz. El
domingo 18 de abril la Agrupación convocó un mitin en el Teatro Poliorama,
que quiso ser una presentación pública de su existencia y de su programa. En
el mitin intervinieron Jaime Balius, Pablo Ruiz (delegado de la Agrupación
de Gelsa de la Columna Durruti), Francisco Pellicer (del Sindicato de la
Alimentación), y Francisco Carreño (miembro del Comité de guerra de la
Columna Durruti). El acto tuvo un gran éxito y los conceptos expresados por
los oradores fueron ampliamente aplaudidos.

El primer domingo de mayo (el día 2) la Agrupación convocó en el
Teatro Goya otro mitin de presentación, que llenó el teatro a rebosar y
provocó un entusiasmo delirante entre los asistentes. Se proyectó el
documental titulado "Diecinueve de julio", en el que se revivieron los
instantes más emotivos de las jornadas revolucionarias de julio del 36.
Intervinieron Pablo Ruiz, Jaime Balius, Liberto Callejas y Francisco
Carreño. En el acto se advirtió que era inminente un ataque de la reacción
contra los trabajadores.

Los Comités dirigentes de la FAI y de la CNT descalificaron
inmediatamente a Los Amigos de Durruti, a quienes calumniaron como
marxistas.

El programa expresado por Los Amigos de Durruti ANTES DE MAYO DEL 37
se caracterizaba por el énfasis puesto en la gestión de la economía por los
sindicatos, la crítica a todos los partidos y sindicatos por su
colaboracionismo estatal, así como cierto retorno a la pureza doctrinal
ácrata.

Los Amigos de Durruti expusieron su programa en el cartel con el que
cubrieron los muros de Barcelona a finales del mes de abril de 1937. En esos
carteles, que propugnaban ya, ANTES DE LOS HECHOS DE MAYO, la necesidad de
SUSTITUIR al gobierno burgués de la Generalidad de Cataluña por una Junta
Revolucionaria, se decía lo siguiente:

"Agrupación de Los Amigos de Durruti. A la clase trabajadora:

1.- Constitución inmediata de una Junta Revolucionaria integrada por
obreros de la ciudad, del campo y por combatientes.

2.- Salario familiar. Carta de racionamiento. Dirección de la economía
y control de la distribución por los sindicatos.

3.- Liquidación de la contrarrevolución.

4.- Creación de un ejército revolucionario.

5.- Control absoluto del orden público por la clase trabajadora.

6.- Oposición firme a todo armisticio.

7.- Una justicia proletaria.

8.- Abolición de los canjes de personalidades.

Atención trabajadores: nuestra agrupación se opone a que la
contrarrevolución siga avanzando. Los decretos de orden público,
patrocinados por Aiguadé no serán implantados. Exigimos la libertad de
Maroto y otros camaradas detenidos.

Todo el poder a la clase trabajadora.

Todo el poder económico a los sindicatos.

Frente a la Generalidad, la Junta Revolucionaria."

El cartel de abril de 1937 anticipaba y explicaba la octavilla lanzada
durante las jornadas de mayo, además de otros muchos de los temas y
preocupaciones tratados por Balius en los artículos publicados en
Solidaridad Obrera, La Noche e Ideas (sobre la justicia revolucionaria, el
canje de prisioneros, la necesidad de que la retaguardia viva para la
guerra, etcétera). Se planteaba por primera vez la necesidad de una Junta
Revolucionaria que sustituyera al gobierno burgués de la Generalidad. Esa
Junta Revolucionaria era definida como un gobierno revolucionario formado
por todos los obreros, campesinos y milicianos que habían luchado en la
calle durante las jornadas revolucionarias de julio del 36 (y eso excluía al
PSUC y ERC).

Pero lo más importante era la expresión conjunta de las tres consignas
finales. La sustitución del gobierno burgués de la Generalidad por una Junta
Revolucionaria aparecía junto a la consigna de "Todo el poder para la clase
trabajadora" y "Todo el poder económico a los sindicatos".

El programa político expresado en ese cartel, inmediatamente antes de
las jornadas de mayo, era sin duda el más avanzado y lúcido de todos los
grupos proletarios existentes, y convertía a la Agrupación, en la vanguardia
revolucionaria del proletariado español en ese momento crítico y decisivo. Y
así lo reconocieron el POUM y la Sección bolchevique-leninista de España.

LOS HECHOS DE MAYO.
El sábado primero de mayo no hubo ninguna manifestación en Barcelona.
La Generalidad había declarado laborable la jornada, en beneficio de la
producción de guerra, aunque el motivo real era el temor a un enfrentamiento
entre las distintas organizaciones obreras, a causa de la tensión creciente
en diversas comarcas y localidades catalanas. Ese mismo sábado el consejo de
la Generalidad se reunió para examinar la situación preocupante del orden
público en Cataluña. El citado consejo aprobó la eficacia demostrada en las
últimas semanas por los consejeros de seguridad interior y defensa, a
quienes se acordó otorgar un voto de confianza para resolver las cuestiones
de orden público todavía pendientes.

El Presidente de la Generalidad el lunes día 3 estuvo, muy
oportunamente, de viaje en Benicarló, para entrevistarse con Largo
Caballero, lo cual le permitió desvincularse de los primeros
acontecimientos. Sea como fuere, la acción política de Companys, con su
cerradanegativa a destituir a Artemio Aiguadé (conseller de Seguridad
Interior) y a Eusebio Rodríguez Salas (comisario general de Orden Público),
como exigió la CNT el mismo día 3, fue uno de los más importantes detonantes
de los enfrentamientos armados de los días siguientes.

El lunes, 3 de mayo de 1937, hacia las tres menos cuarto de la tarde,
tres camiones de guardias de asalto, fuertemente armados, se detuvieron ante
la sede de la Telefónica en la Plaza de Cataluña. Estaban dirigidos por
Rodríguez Salas, militante de la UGT y estalinista convencido, responsable
oficial de la comisaría de orden público, y pretendían nombrar un
interventor de la Generalidad. El edificio de Telefónica había sido
incautado desde el 19 de julio por la CNT. El control de las comunicaciones
telefónicas, el control de las fronteras y las patrullas de control eran el
caballo de batalla, que desde enero había provocado diversos incidentes
entre el gobierno republicano de la Generalidad y la masa confederal. Era
una lucha inevitable entre el aparato estatal republicano, que reclamaba el
dominio absoluto sobre todas las competencias que le eran "propias", y la
defensa de las "conquistas" del 19 de julio por parte de los cenetistas.

Rodríguez Salas pretendió tomar posesión del edificio de la
Telefónica. Los militantes cenetistas de los pisos inferiores, tomados por
sorpresa, se dejaron desarmar; pero en los pisos superiores se organizó una
dura resistencia, gracias a una ametralladora instalada estratégicamente en
el último piso. La noticia se propagó rápidamente. Inmediatamente se
levantaron barricadas en toda la ciudad. No debe hablarse de una reacción
espontánea de la clase obrera barcelonesa, porque la huelga general, los
enfrentamientos armados con las fuerzas de policía y las barricadas fueron
fruto de la iniciativa tomada por Escorza, que fue rápidamente secundada y
realizada gracias a la existencia del descontento y la enorme tensión
existente en la base militante confederal, constituida sobre todo por los
comités de defensa de los barrios (y sólo parcial y secundariamente por
algún sector de las patrullas de control, ya que éstas estaban compuestas
por militantes de distintas organizaciones antifascistas). Que no existiera
una orden de los comité superiores de la CNT, que ejercían de ministros en
Valencia, o de cualquier otro partido o sinidcato, para movilizarse
levantando barricadas en toda la ciudad, no significa que éstas fueran
espontáneas, sino resultado de las consignas lanzadas por los comités de
defensa.

La huelga general no fue fruto de un "espontáneo instinto de clase".
La toma de la Telefónica era la ruptura brutal de las conversaciones que
durante todo el mes de abril habían mantenido directamente Companys, que
había excluido expresamente a Tarradellas, con Manuel Escorza y Pedro
Herrera, en representación de la CNT. Escorza respondió inmediatamente a la
provocación de Companys desde los comités de defensa. Ese fue el inicio de
las Jornadas de Mayo, y el terreno propicio para la acción que se presentó a
Los Amigos de Durruti. Ellos supieron atenerse inmediatamente a lo que las
circunstancias pedían. Mientras los obreros lucharon con las armas en las
manos, la Agrupación intentó dirigirlos, darles un objetivo revolucionario.
Pero enseguida encontraron sus límites. Criticaron a los líderes de la CNT,
a los que llegaron a calificar de traidores, en el Manifiesto del día 8,
pero no supieron contrarrestar sus consignas de abandono de las barricadas.
Tampoco se plantearon desbordar a la dirección confederal, que
inmediatamente quiso detener la insurrección iniciada desde los comités de
defensa. Los Amigos de Durruti no hicieron nada efectivo para conseguir que
su consigna de constitución de una Junta revolucionaria se hiciera realidad.
Sabían que sus críticas a la dirección anarcosindicalista no serían
suficientes para arrebatarle el dominio de la organización cenetista.

Por otra parte, la Agrupación era joven, falta de experiencia y
carente de prestigio entre la masa confederal. Sus ideas no habían logrado
calar en profundidad entre los militantes de base.

Inmersos en esta situación de impotencia recibieron una nota del
Comité ejecutivo del POUM, para que una representación autorizada de la
Agrupación se entrevistara con ellos. Acudieron Jaime Balius, Pablo Ruiz,
Eleuterio Roig y un tal Martín. A las siete de la tarde del día 4 se
entrevistaron en el Principal Palace, en Las Ramblas, con Gorkin, Nin y
Andrade. Examinaron conjuntamente la situación, y llegaron a la conclusión
unánime de que, dada la oposición al movimiento revolucionario de las
direcciones de la CNT y la FAI, éste estaba condenado al fracaso. Se acordó
que era necesaria una retirada ordenada de los combatientes y que éstos
conservaran las armas. Que la retirada se hiciera previo abandono de las
posiciones por las fuerzas opuestas. Que era preciso encontrar garantías
para evitar una represión de los combatientes en las barricadas. Al día
siguiente, por la noche, los máximos dirigentes y responsables
anarcosindicalistas hablaron de nuevo por la radio, llamando al abandono de
la lucha. Y ahora los militantes de base en las barricadas ya no se burlaban
de los "bomberos" de la CNT-FAI, ni de los besos a los guardias de García
Oliver.

El miércoles, día cinco de mayo, Los Amigos de Durruti distribuyeron
en las barricadas la conocida octavilla que les dio fama, cuyo texto decía
así:

"CNT-FAI. Agrupación "Los Amigos de Durruti".

¡TRABAJADORES¡ Una Junta revolucionaria. Fusilamiento de los
culpables. Desarme de todos los Cuerpos armados. Socialización de la
economía. Disolución de los Partidos políticos que hayan agredido a la clase
trabajadora. No cedamos la calle. La revolución ante todo. Saludamos a
nuestros camaradas del POUM que han confraternizado en la calle con
nosotros.¡VIVA LA REVOLUCIÓN SOCIAL. ¡ABAJO LA CONTRARREVOLUCIÓN¡"

Esta octavilla fue confeccionada la noche del cuatro al cinco de mayo
bajo amenaza armada, en una imprenta del barrio chino. La improvisación y la
falta de infraestructura de la Agrupación eran evidentes. El texto fue
redactado tras la reunión con la Ejecutiva del POUM, celebrada a las siete
de la tarde del díacuatro,cuandoentre la Agrupación y elPOUMsehabía acordado
ya una postura defensiva de retirada, sin abandono de las armas, y con la
exigencia de pedir garantías contra la represión. La octavilla, aprobada por
el POUM, y reproducida en el número 235 (del 6 de mayo) de La Batalla, no
tenía tras de sí ningún plan de acción, no era más que una declaración de
intenciones y un llamamiento a la espontaneidad de las masas confederales
para que perseverara en su acción ante los avances de la contrarrevolución.
Todo estaba condicionado en realidad a la decisión que tomara la dirección
cenetista. Era absurdo e ilógico creer que las masas confederales, pese a su
reticencia inicial, o a sus críticas, no seguiría a los líderes del 19 de
julio. Sólo si la dirección de la CNT era desbordada por otra dirección
revolucionaria podía darse el caso, aún así muy difícil, de que la masa
siguiera las consignas y el plan de acción de una nueva dirección. Pero ni
la Agrupación, ni el POUM, intentaron desbancar a la dirección confederal,
ni tenían preparado ningún plan de acción. Tanto unos como otros impulsaron,
en la práctica, una política seguidista respecto a las decisiones de la
dirección cenetista. El Comité ejecutivo del POUM rechazó el plan de Josep
Rebull de tomar la Generalidad y los edificios que aún resistían en el
centro de la ciudad, argumentando que no se trataba de una cuestión militar,
sino política.

Ese mismo día 5 se mantuvo una entrevista entre el Comité Local de
Barcelona del POUM y Los Amigos de Durruti, que los poumistas calificaron
como negativa, porque:

"Ellos [Los Amigos de Durruti] no quieren intervenir directamente
dentro de los medios confederales para desplazar la dirección, nada más
quieren influenciar el movimiento sin ninguna más responsabilidad"

En la octavilla, lanzada el día 5 de mayo, Los Amigos de Durruti
propusieron una acción común POUM-CNT-FAI. Como objetivo inmediato para
dirigir la revolución propugnaron la formación de una Junta Revolucionaria.
PERO JAMAS PUDO SER LLEVADA A LA PRÁCTICA. Eran gente de barricada, más que
organizadores. La propuesta de acción común CNT-FAI-POUM no pasó de ser un
saludo a los militantes de otras organizaciones, que combatieron codo a codo
con ellos en las barricadas. Nunca se pasó de la letra de la octavilla a un
acuerdo concreto. No hicieron prácticamente nada para desbordar a la
dirección cenetista y arrebatarle el control de la masa confederal, que
desoyó en repetidas ocasiones las órdenes de abandonar la lucha en las
calles.

Los Amigos de Durruti fueron los combatientes más activos en las
barricadas, y dominaron completamente Las Ramblas y la calle Hospital en
toda su longitud. En el cruce Ramblas/calle Hospital, bajo un enorme retrato
de Durruti colocado en la fachada del piso donde estaba la sede de la
Agrupación, levantaron una barricada donde establecieron su centro de
operaciones. El absoluto control de la calle Hospital enlazaba con la sede
del Comité de Defensa del centro en Los Escolapios de la Ronda San Pablo, y
de allí con la Brecha de San Pablo, tomada por una cuarentena de milicianos
de la Rojinegra, que al mando del durrutista Máximo Franco habían "bajado a
Barcelona" en labor de "observación e información", después que tanto la
Columna Rojinegra como la Lenin, mandada por Rovira, hubieran cedido a las
presiones recibidas para que sus respectivas unidades regresaran al frente,
a instancias de Isgleas, Abad de Santillán y Molina, esto es, de los
cenetistas que daban las órdenes del departamento de Defensa de la
Generalidad.

El bastión contrarrevolucionario del centro de la ciudad hubiera
cedido al asalto decidido de los trabajadores barceloneses, como insistía en
demostrar Josep Rebull al comité ejecutivo del POUM con un plano de
Barcelona en mano. Pero los discursos radiofónicos de los ministros y demás
jerifaltes anarquistas, tuvieron un poderoso efecto desmovilizador. Aunque
al principio hubo quien disparó al aparato de radio, cuando García Oliver
decía que había que besar a los policías muertos, porque eran hermanos
antifascistas, pronto se notó su efecto desmoralizador en las barricadas,
con la deserción lenta, pero constante, de los militantes anarquistas.
Escorza y Herrera se sometieron inmediatamente a sus superiores jerárquicos,
escudándose en el hecho "evidente" de que la insurrección había sido la
respuesta "espontánea" frente a la provocación que supuso la ocupación de la
Telefónica por orden de la Generalidad.

En la Generalidad los jerarcas de la CNT, protegidos por los cañones
de Montjuic apuntando sobre el Palacio, los estalinistas y los burgueses
catalanistas hacían lo único que podían hacer: otro gobierno igual con
nombres distintos. Los dirigentes del POUM se reunieron con el Comité
Regional de la CNT para ¡pedir prudencia! En las barricadas surgieron unos
Comités de defensa de la Revolución que no consiguieron materializar la
formación de una Junta Revolucionaria.

Balius, el teórico más destacado de la Agrupación, inválido a causa de
una encefalitis progresiva con hemiplegia izquierda espasmódica, que se
manifestaba en la inmovilización de la pierna izquierda y la torsión y
temblor del brazo del mismo costado, apoyado en sus muletas, leyó una
proclama desde la barricada de Las Ramblas/Hospital en la que hizo un
llamamiento a la solidaridad revolucionaria del proletariado europeo, y
sobre todo francés, con la lucha del proletariado español. Era una
formidable estampa revolucionaria del momento, tan bella como inútil.

La distribución de la octavilla en las barricadas no fue fácil, ni
ajena a la desconfianza de muchos militantes, e incluso a la represión
física.

El día cinco, por la tarde, los bolchevique-leninistas Carlini y
Quesada sostuvieron una entrevista informal con Balius, sin más acuerdo ni
perspectivas que continuar la lucha en las barricadas[1]. También hubo un
encuentro entre Balius y Josep Rebull, secretario de la célula 72 del POUM
que, dado el escaso peso numérico de ambas organizaciones, no tuvo ningún
resultado práctico. Los Amigos de Durruti rechazaron la propuesta de Josep
Rebull de lanzar un Manifiesto conjunto.

El jueves 6 de mayo los militantes de la CNT, como prueba de buena
voluntad para conseguir la pacificación de la ciudad, abandonaron el
edificio de la Telefónica, origen del conflicto, que fue inmediatamente
ocupado por las fuerzas de seguridad, que garantizaron a losmilitantes de
UGT la seguridad en sus puestos de trabajo, para reanudar el servicio
telefónico. Ante la protesta de los dirigentes anarquistas, la Generalidad
respondió que "se trataba de un hecho consumado", y los dirigentes
confederales optaron por no informar sobre la nueva "traición", para no
encrespar los ánimos. En lenguaje coloquial a esto se le llama hacer de
bomberos, esto es, apagar fuegos y/o conflictos.

Cuando se conoció la noticia de que venía de Valencia un contingente
de tropas para pacificar Barcelona, Balius propuso formar una columna
confederal que saliera a su encuentro. Formada la columna en Barcelona, ésta
se engrosaría por el camino y se le sumarían además no pocos milicianos del
frente de Aragón: se podía llegar hasta Valencia ¡y después asaltar el
cielo...! Se formaron comisiones para consultar a los militantes en los
sindicatos y en la calle, pero la proposición no tuvo ya eco alguno. Era ya
absolutamente irreal.

El sábado ocho de mayo las tropas de Valencia desfilaron por la
Diagonal y el Paseo de Gracia. Días después sólo quedaban en pie las
barricadas que el PSUC había querido conservar para mostrarse y demostrar a
los demás quien había ganado. El orden volvía a reinar en Barcelona.
Aparecieron los cadáveres de Camilo Berneri, Alfredo Martínez y tantos otros
que habían sido torturados y ejecutados por los estalinistas. Los comités
superiores de la CNT-FAI exigieron la expulsión de Los Amigos de Durruti,
aunque no consiguieron que ninguna asamblea sindical ratificara tal
decisión.

Y las masas confederales desorientadas por el llamamiento de sus
dirigentes, ¡los mismos del 19 de julio¡ optaron al fin por abandonar la
lucha, pese que al principio se burlaban de los llamamientos de la dirección
de la CNT a la concordia y el abandono de la lucha en aras de la unidad
antifascista.

El Manifiesto distribuido el 8 de mayo por la Agrupación, en el que se
hacía un balance de las Jornadas de Mayo, fue impreso en la imprenta de La
Batalla. La Agrupación, denunciada como organización de provocadores por la
CNT, carecía de prensas donde imprimirlo. Un miliciano del POUM, Paradell,
líder del sindicato mercantil, al tener conocimiento del problema que se
planteaba a la Agrupación de Los Amigos de Durruti, planteó la cuestión a
Josep Rebull, administrador del órgano del POUM, y éste en cumplimiento del
más elemental deber de solidaridad revolucionaria, sin consultar a ningún
órgano superior de su partido, ofreció la imprenta a Los Amigos de Durruti.

En ese Manifiesto Los Amigos de Durruti relacionaban la toma de la
Telefónica con provocaciones anteriores. Señalaban como provocadores de los
Hechos de Mayo a la Esquerra Republicana, PSUC, y cuerpos armados de la
Generalidad. Los Amigos de Durruti afirmaban el carácter revolucionario de
julio del 36 (no sólo de oposición al levantamiento fascista) y de mayo del
37 (no se contentan con un simple cambio de gobierno):

"Nuestra Agrupación que ha estado en la calle, en las barricadas,
defendiendo las conquistas del proletariado propugna por el triunfo total de
la revolución social. No podemos aceptar la ficción, y el hecho
contrarrevolucionario, de constituir un nuevo gobierno con los mismo
partidos, pero con distintos representantes."

Frente a las componendas que la Agrupación califica de engaño, Los
Amigos de Durruti oponen su programa revolucionario, ya expuesto en la
octavilla lanzada el día 5:

"Nuestra Agrupación exige la constitución inmediata de una junta
revolucionaria, el fusilamiento de los culpables, el desarme de los cuerpos
armados, la socialización de la economía y la disolución de todos los
partidos políticos que han agredido a la clase trabajadora."

La Agrupación de Los Amigos de Durruti no dudaba en afirmar que la
batalla había sido ganada por los trabajadores, y que por lo tanto había que
acabar de una vez por todas con una Generalidad que no significaba nada. La
Agrupación acusaba de TRAICION a los dirigentes y comité superiores de la
CNT, que habían paralizado una insurrección obrera victoriosa:

"La Generalidad no representa nada. Su continuación fortifica la
contrarrevolución. La batalla la hemos ganado los trabajadores. Es
inconcebible que los comités de la CNT hayan actuado con tal timidez que
llegasen a ordenar "alto el fuego" y que incluso hayan impuesto la vuelta al
trabajo cuando estábamos en los lindes inmediatos de la victoria total. No
se ha tenido en cuenta de dónde ha partido la agresión, no se ha prestado
atención al verdadero significado de las actuales jornadas. Tal conducta ha
de calificarse de traición a la revolución que nadie en nombre de nada debe
cometer ni patrocinar. Y no sabemos como calificar la labor nefasta que ha
realizado Solidaridad Obrera y los militantes más destacados de la CNT."

El calificativo de "traición" fue utilizado de nuevo cuando se comentó
la desautorización que el CR de la CNT había hecho de Los Amigos de Durruti,
así como el traspaso de las competencias (no las ejercidas por la
Generalidad, sino las controladas por la CNT) de seguridad y defensa al
gobierno central de Valencia:

"La traición es de un volumen enorme. Las dos garantías esenciales de
la clase trabajadora, seguridad y defensa, son ofrecidas en bandeja a
nuestros enemigos."

El Manifiesto finalizaba con una breve autocrítica de algunos fallos
tácticos durante las Jornadas de Mayo, y con una optimista perspectiva de
futuro, que la inmediata oleada represiva iniciada el 28 de mayo demostraría
como vana e inconsistente. Mayo del 37 no acabó en tablas, sino que fue una
severa derrota del proletariado.

Pese a la mitificación existente sobre los Hechos de Mayo del 37 lo
cierto es que se trató de una situación muy caótica y confusa, caracterizada
por el afán negociador de todas las partes implicadas en el conflicto. Mayo
del 37 no fue en ningún momento una insurrección revolucionaria, y se inició
en defensa de una "propiedad sindical" conquistada en julio. El detonador
del conflicto fue el asalto a la Telefónica por las fuerzas de seguridad de
la Generalidad. Y esta acción se encuadraba dentro de la lógica del gobierno
de Companys de asumir paulatinamente todas las competencias que, la
situación "anómala" de la insurrección obrera del 19 de julio, le había
arrebatado momentáneamente. Los recientes éxitos obtenidos en la Cerdaña,
abrían la vía para pasar a una acción definitiva en Barcelona y en toda
Cataluña. Era evidente que Companys se sentía respaldado por Comorera (PSUC)
y por Ovseenko (el cónsul soviético), con quienes venía colaborando muy
estrecha y efectivamente desde diciembre, cuando se produjo la expulsión del
POUM del gobierno de la Generalidad. La política estalinista coincidía con
los objetivos de Companys: la debilitación y anulación de las fuerzas
revolucionarias, esto es, del POUM y de la CNT, eran un objetivo de los
soviéticos, que sólo podía pasar por el fortalecimiento del gobierno burgués
de la Generalidad. La larga crisis abierta en el gobierno de la Generalidad,
tras la no aceptación por la CNT del decreto del 4 de marzo sobre la
disolución de las Patrullas de Control, tuvo su inevitable solución violenta
tras varios episodios de enfrentamientos armados en Vilanesa, La Fatarella,
Cullera (Valencia), Bellver, entierro de Cortada, etcétera, en el asalto a
la Telefónica y las sangrientas jornadas de mayo en Barcelona. La estúpida
ceguera, la fidelidad inquebrantable a la unidad antifascista, el grado de
colaboración con el gobierno republicano de los principales dirigentes
anarcosindicalistas (desde Peiró hasta Federica Montseny, de Abad de
Santillán a García Oliver, de Marianet a Valerio Mas) no eran un dato
irrelevante, ni desconocido, para el gobierno de la Generalidad y los
agentes soviéticos. Se podía contar con su cretina santidad, como
demostraron colmadamente durante las Jornadas de Mayo.

Respecto a la actividad de Los Amigos de Durruti, durante los Hechos
de Mayo, no cabe tampoco una engañosa mitificación de su participación en
las barricadas y de su octavilla. Como ya hemos expuesto, Los Amigos de
Durruti no se propusieron en ningún momento desbordar a la dirección
confederal, se limitaron a efectuar una dura crítica de sus dirigentes y de
su política de traición a la revolución. Quizás no podían hacer otra cosa,
dado su número y su escasa influencia en la masa cenetista. Pero cabe
destacar su participación en la lucha callejera, con el dominio de varias
barricadas en Las Ramblas, especialmente frente a su sede social (a la
altura de la calle Hospital), y su intervención en las luchas de Sants, La
Torrassa y Sallent. Hay que subrayar, por supuesto, su intento de dar una
dirección y unas reivindicaciones políticas mínimas, en la octavilla lanzada
el día 5. La distribución de la octavilla no fue fácil, costó la vida de
varios miembros de la Agrupación, y su distribución en las barricadas contó
con la ayuda de los militantes cenetistas. Entre las acciones a señalar
durante las Jornadas de Mayo no debe olvidarse el llamamiento efectuado por
Balius, desde la barricada situada en la esquina de Las Ramblas con la calle
Hospital, a la solidaridad activa de todos los trabajadores de Europa con la
revolución española. Los Amigos de Durruti, ante la noticia de la formación
de una columna de guardias de asalto, que venía desde Valencia para sofocar
la rebelión, reaccionaron con el intento de formar una columna anarquista
que fuera a su encuentro. Pero no pasó de una vana propuesta, que ya no
halló eco alguno entre los militantes cenetistas, que empezaron a abandonar
las barricadas.

Cabe por fin destacar, desde unpunto de vista político, el acuerdo
alcanzado con el POUM de hacer un llamamiento a los trabajadores para que,
antes de abandonar las barricadas, pidieran garantías de que no habría
ninguna represión; y sobre todo señalando que la mejor garantía era
conservar las armas, que no debían entregarse nunca.

Desde un punto de vista teórico, el papel de Los Amigos de Durruti fue
mucho más destacado después de las Jornadas de Mayo, cuando iniciaron la
publicación de su órgano, que tomó el nombre del periódico publicado por
Marat durante la Revolución Francesa: El Amigo del Pueblo.

DESPUÉS DE MAYO.
La dirección de la CNT propuso la expulsión de los miembros de la
Agrupación, pero no consiguió nunca que esta medida fuera ratificada por
ninguna asamblea de sindicatos. Gran parte de la militancia confederal
simpatizaba con la oposición revolucionaria que encarnaba la Agrupación.
Ello no significaba que compartiese ni la acción ni el pensamiento de Los
Amigos de Durruti, pero sí que comprendiera sus posiciones y respetara, e
incluso respaldara, sus críticas a la dirección cenetista.

La dirección confederal usó y abusó a conciencia de la acusación de
"marxistas", máximo insulto concebible entre anarquistas, que lanzó en
repetidas ocasiones contra la Agrupación, y muy concretamente contra Balius.
Por supuesto, Balius y la Agrupación se defendieron de tan inmerecido
"insulto", no sin razón. No hay nada en la tesis teóricas de la Agrupación,
y mucho menos en El Amigo del Pueblo, o en los diversos manifiestos y
octavillas, que permita calificar a la Agrupación de marxista. Sólo fueron
una oposición a la política colaboracionista de la dirección confederal,
desde el seno de la organización y la ideología anarcosindicalista.

El primer número de El Amigo del Pueblo, fue publicado legalmente el
19 de mayo, con una gran cantidad de galeradas censuradas. La portada, en
color rojo y negro, de gran formato, reproducía un dibujo en el que aparecía
un sonriente Durruti, sosteniendo la bandera rojinegra. El número 1 no está
fechado, la redacción y administración se situaban en Rambla de las Flores
número 1- 1º. El diario aparecía como portavoz de Los Amigos de Durruti. Se
citaba a Balius como director, y a Eleuterio Roig, Pablo Ruiz y Domingo
Paniagua como redactores. El artículo más interesante, firmado por Balius,
se titulaba "Por los fueros de la verdad. No somos agentes provocadores", en
el que éste se lamentaba de los insultos y ataques procedentes de las
propias filas confederales. Citaba la octavilla y el manifiesto lanzados en
mayo, que afirmaba no reproducir para evitar su segura e inevitable censura.
Atacaba directamente a Solidaridad Obrera por su ensañamiento con Los Amigos
de Durruti, y negaba la calumnia vertida por la dirección cenetista: "no
somos agentes provocadores".

Para evitar la censura, desde el segundo número, El Amigo del Pueblo
fue editado clandestinamente.

El número 5 es uno de los más interesantes de El Amigo del Pueblo. En
primera página aparece un artículo titulado: "Una teoría revolucionaria".
Sólo este editorial sería suficiente para destacar la importancia política e
histórica de Los Amigos de Durruti, no sólo en la historia de la guerra
civil, sino de la ideología ácrata. En el editorial, Los Amigos de Durruti
atribuían el avance de la contrarrevolución y el fracaso de la CNT, tras su
triunfo innegable y absoluto de julio del 36, a una sola razón: la ausencia
de un PROGRAMA REVOLUCIONARIO. Y esa había sido también la causa de la
derrota de Mayo del 37. La conclusión a la que habían llegado es definida
con una enorme claridad:

"La trayectoria descendente [de la revolución] ha de atribuirse
exclusivamente a la ausencia de un programa concreto y de unas realizaciones
inmediatas y que por este hecho hemos caído en las redes de los sectores
contrarrevolucionarios en el preciso momento en que las circunstancias se
desenvolvían netamente favorables para una coronación de las aspiraciones
del proletariado. Y al no dar libre cauce a aquel despertar de julio, en un
sentido netamente de clase, hemos posibilitado un dominio pequeño-burgués
que de ninguna de las maneras podía producirse si en los medios confederales
y anarquistas, hubiese prevalecido una decisión unánime de asentar el
proletariado en la dirección del país.

[...] cometiéndose la simpleza de que una revolución de tipo social
podía compartir sus latidos económicos y sociales, con los factores
enemigos. [...]

En mayo se volvió a plantear el mismo pleito. De nuevo se ventilaba la
supremacía en la dirección de la revolución. Pero los mismos individuos que
en julio se atemorizaron por el peligro de una intervención extranjera, en
las jornadas de mayo volvieron a incurrir en aquella falta de visión que
culminó en el fatídico "alto el fuego" que, más tarde, se traduce, a pesar
de haberse concertado una tregua en un desarme insistente y en una
despiadada represión de la clase trabajadora. [...]

De manera que, al despojarnos de un programa, léase comunismo
libertario, nos entregamos por entero a nuestros adversarios que poseían y
poseen un programa y unas directrices [...] a los partidos pequeño-burgueses
había que aplastarlos en julio y en mayo. Opinamos que cualquier otro
sector, en el caso de disponer de una mayoría absoluta como la que poseíamos
nosotros, se hubiera erigido en árbitro absoluto de la situación.

En el número anterior de nuestro portavoz precisábamos un programa.
Sentamos la necesidad de una Junta revolucionaria, de un predominio
económico de los Sindicatos y de una estructuración libre de los Municipios.
Nuestra Agrupación ha querido señalar una pauta por el temor de que en
circunstancias similares a julio y mayo, se proceda de una manera idéntica.
Y el triunfo radica en la existencia de un programa que ha de ser
respaldado, sin titubeos, por los fusiles. [...]

Las revoluciones sin una teoría no siguen adelante. "Los Amigos de
Durruti" hemos trazado nuestro pensamiento que puede ser objeto de los
retoques propios de las grandes conmociones sociales, pero que radica en dos
puntos esenciales que no pueden eludirse. Un programa y fusiles."

Este texto es fundamental, marca un hito en la evolución del
pensamiento anarquista. Los conceptos teóricos aquí vertidos, sólo esbozados
muy confusamente con anterioridad, se expresan ahora con una claridad
cegadora. Y estas conquistas teóricas serían, más tarde, repetidas y
razonadas en el folleto de Baliu

0 comentarios