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Identidad y Comunidad

La religión de Europa

Alain de Benoist

[Traducción de C. G.]



Para algunos que como yo, consideran que la cristianización de Europa, la integración del cristianismo en el sistema mental europeo, fue el acontecimiento más desastroso de toda la historia ocurrida hasta ahora - la catástrofe en sentido propio del término - ¿Que puede significar hoy el término de "paganismo"? Cuestión tanto más fundamental que esta al orden del día, así como dan prueba de las recientes polémicas, en una fecha en la que, aunque algunos puedan pretender, no es el politeísmo el que es un "pasadismo", sino el monoteísmo que es puesto en cuestión, cuyo dominio se agrieta en todas partes, mientras que bajo formas a menudo torpes, a veces aberrantes, generalmente inconscientes, el paganismo manifiesta de nuevo su presencia (1) .

Discutir la actualidad del paganismo es innecesario. El neopaganismo no es un fenómeno de secta - como se lo imaginan, no sólo sus adversarios, sino también los grupos y capillas paganas, a veces bien intencionadas, a veces torpes, a menudo involuntariamente cómicas y perfectamente marginales. No es tampoco un "cristianismo invertido", que reanudaría con distintas formas cristianas - del sistema ritos hasta el sistema de objetos - su equivalente o su contraparte. Lo que debe temerse hoy, no es tanto la desaparición del paganismo como su resurgimiento bajo formas primitivas o pueriles, emparentadas con esa "segunda religiosidad" que Spengler hacía una de las características mas notorias de las culturas en decadencia. Lo que exige una serie de aclaraciones.

En primer lugar, el paganismo no es un "retorno al pasado ". No consiste en apelar "a un pasado contra otro pasado", así como ha escrito de manera incoherente Alain-Gérard Slama (Lire, abril de 1980). No manifiesta el deseo de regresar a un "paraíso perdido" (tema más bien judeocristiano) y menos, contrariamente a lo que afirma gratuitamente Catherine Chalier (Les Nouveaux Cahiers, 1979) a un "origen puro".

En una fecha en la que no se deja de hablar de "arraigo" y de "memoria colectiva", el reproche de "pasadismo" no tiene sentido. Todo hombre nace en primer lugar como heredero; no hay identidad individual o colectiva sin consideración de lo que se ha producido antes. Así como había ayer que ver el espectáculo grotesco de la denuncia contra los "ídolos paganos" por misioneros cristianos adoradores de sus propios tótems, hoy es mucho mas cómico ver denunciar el "pasado" (indoeuropeo) por los que no dejan de elogiar la continuidad histórica judeocristiana y de devolvernos al ejemplo de Abraham, Jacob, Isaac y otros Beduinos protohistóricos.

Es necesario saber por otra parte lo que significa la palabra "pasado". Rechazamos inmediatamente la doctrina judeocristiana que hace del pasado definitivamente una etapa pasada de una línea progresiva que llevaría necesariamente a la humanidad desde el jardín del Eden al tiempo mesiánico. No creemos que haya un sentido inherente de la historia. El pasado es para nosotros una dimensión, una perspectiva presente en toda actualidad. Solo hay acontecimientos "pasados" siempre que se inscriban como tales en el presente. El "pasado" participa, pues, necesariamente de esta característica de la conciencia humana que es la temporalidad, la cual no es ni la "cantidad de tiempo" mensurable de la que habla la lengua corriente (la temporalidad es al contrario cualitativa), ni la duración evocada por Bergson, que pertenece a la naturaleza no humana - la temporalidad pertenece al hombre. La vida como "preocupación" (Sorge) es extensiva de sí misma; no llena pues ningún marco temporal preestablecido. El hombre solo es proyecto. Su conciencia misma es proyecto. Existir, es exsis, proyectarse. Es esta movilidad específica de la extensividad que Heidegger llama el "historial" (Geschehen) de la existencia humana - un historial que señala la "estructura absolutamente propia de la existencia humana que, como realidad trascendente y realidad revelada, hace posible la historicidad de un mundo". La historicidad del hombre se debe a que el "pasado", el "presente" y el "futuro" están asociados en toda actualidad. En este sentido, el reproche - típicamente judeocristiano - de "pasadismo" esta enteramente desprovisto de sentido.

No puede haber "pasadismo" sino en la visión monolineal de la historia, en una historia donde, precisamente, lo que "pasó" no puede volver a suceder de nuevo. Mas bien, creemos en el Eterno Retorno. En 1797, Hölderlin escribe a Hegel: "no hay destrucción, por lo tanto la juventud del mundo debe reaparecer desde nuestra descomposición". Dice también: "si lo divino existió, entonces regresara de nuevo, ya que es eterno". En realidad, no se trata de volver al pasado sino de estar vinculado a él - y también, por el hecho mismo, en una concepción esférica de la historia, de conectarse con lo eterno, deshacerse de la tiranía del Logos, de la monstruosa tiranía del Libro y de la Ley, para entregarse a la escuela del Mythos y de la Vida. En la Grecia antigua, observa Jean-Pierre Vernant, "el esfuerzo de recordar todo tiene por primera función, no la de construir el pasado individual de un hombre -que-recuerda, de construir su tiempo individual, sino al contrario de permitirle escapar del tiempo " (declaración aparecida en el Nouveau Observateur, 5 de mayo de 1980). Se trata hasta de referirse a la "memoria" del paganismo, no de una manera cronológica, para regresar de nuevo al "pasado", sino de una manera mitológica, para buscar lo que, a través del tiempo, nos supera en el tiempo y nos habla aún hoy. Se trata de conectarse a lo insuperable, y no al "pasado".

Los términos de "principio" y de "final" no tienen ya entonces el sentido que les da la doctrina judeocristiana. En la perspectiva pagana, el pasado es siempre futuro (futuro). "Herkunft aber bleibt stets Zukunft", ha escrito Heidegger: "lo que es el origen sigue siendo un futuro, permanece constantemente bajo la influencia de lo que debe venir".

En su Introducción a la metafísica, Heidegger examina precisamente la cuestión del "pasado". Un pueblo no puede triunfar sobre el "oscurecimiento del mundo" y la decadencia sino por medio de la condición de querer permanentemente un destino. Ahora bien, "solo habrá un destino sí en primer lugar él crea en sí mismo una resonancia, una posibilidad de resonancia para este destino, y si incluye su tradición de manera creativa." Todo eso implica que este pueblo, como pueblo, se expone él mismo en el ámbito originario donde reina el ser, y así haya el origen de Occidente, a partir del centro de su proceder futuro"."Es necesario, en otros términos, encontrar el origen de nuestro de ser-alli' espiritual como providencial, para transformarlo en otro principio". Y Heidegger añade: "para que un principio se repita, no se trata de colocarse detrás de él como algo pasado, que es conocido ahora y que no hay que imitar, sino que es necesario que el principio sea refundado más originariamente, y con todo lo que un verdadero principio implica de desconcertante, de indeterminado e inseguro ". En efecto, "el principio está allí." No está detrás nosotros como lo que fue hace mucho tiempo, sino que está ante nosotros. El principio hizo irrupción en nuestro futuro. Nos da su grandeza a la que debemos incorporarnos".

No hay pues retorno, sino un recurso al paganismo. O, si se prefiere, no hay retorno al paganismo, sino retorno del paganismo a lo que Heidegger llama "otro principio". Proyecto que manifiesta el poder creador del hombre y que, como tal, no puede resultar sino "blasfemo" a los sectarios del Logos. En hebreo, la palabra "principio" tiene por otra parte también el sentido de "profanación": comenzar, es competir con Dios. Es tan verdadero que el episodio del Génesis, "entonces se interpreta se comenzó a alegar el nombre de Yahvé" (4, 26) en la teología del judaísmo se interpreta, no como el principio del monoteísmo, sino como el principio del paganismo ("Entonces él comenzó"). Este verbo significa profanar. Se comenzó a dar a los hombres y a las estatuas el nombre de Santos y a llamar Dioses los ídolos (comentario de Rachi sobre Gen. 4,26). Por otra parte, desde Siméon Bar Yoar hasta nuestros días, la cultura pagana antigua no ha dejado de ser objeto de críticas y acusaciones (véase François Fontaine, "la conspiración contra Roma", en Le Figaro Magazine, 12 de abril de 1980). Este solo hecho, bastaría para mostrar cuánto del "pasado" sigue estando presente a los ojos de los mismos que lo denuncian. "No es una casualidad", ha escrito Gabriel Matzneff, "que nuestro vigésimo siglo, fanático, rencoroso, doctrinario, no pierda la ocasión de dar una imagen difamatoria y ridícula de los antiguos Romanos : "por instinto, odia lo que le es superior "(Le Monde, 26 de abril de 1980)."

Entre los siglos XV y XVI, el Renacimiento fue completamente un renacimiento. Nació, a partir de Florencia, de una reanudación del contacto con el espíritu del paganismo antiguo. "Se trataba, dirá Renan, de ver la Antigüedad frente a frente." No fue un retroceso, un simple resurgimiento del "pasado", sino al contrario el inicio de una nueva aventura del espíritu, de una nueva aventura del alma faustica que en adelante triunfó. Así mismo hoy, el neopaganismo no es una regresión de ningún modo, sino al contrario la elección deliberada de un futuro más auténtico, más armonioso - una elección que proyecta en lo sucesivo, para una nueva creación, lo eterno de donde procedemos.

Si se admite que algo es grande, ha dicho Heidegger, "entonces en el origen de eso permanece lo que hay de superior". El paganismo hoy es, pues, obviamente, en primer lugar una determinada familiaridad con las religiones indoeuropeas antiguas, con su historia, su teología, su cosmogonía, su simbolismo, sus mitos y sus mitemas, etc. Una familiaridad de conocimientos, y también una familiaridad espiritual. No se trata solamente de acumular conocimientos sobre las creencias de las distintas religiones de la Europa pre-cristiana (ni por otra parte de ignorar lo que puede distinguirlas, a veces profundamente, a una de las otras) sino sobre todo de definir en estas creencias la transposición de una serie de valores que nos pertenecen directamente y nos conciernen. (Lo que, por consiguiente, conduce a reinterpretar la historia de los dos últimos milenios como el relato de una lucha espiritual fundamental).

Ya es una tarea considerable. No sólo las religiones de la Europa antigua no ceden de nada al monoteísmo en cuanto a su riqueza o a su complejidad espiritual o teológica, sino que hasta se puede considerar que ellas triunfan a menudo en este terreno. Que triunfan o no, no es por otra parte lo más importante. Lo que es importante, es que hablan para nosotros - y por mi parte, extraigo más enseñanzas de la oposición simbólica entre Janus y Vesta, de la moral del Orestiade o el relato de la desmembración de Ymir que de las aventuras de José y sus hermanos o de la historia del asesinato abortado de Isaac. Más allá de los mitos, conviene, pues, buscar una determinada concepción de la divinidad y de lo sagrado, un determinado sistema de interpretación del mundo, una determinada filosofía en ellos. Bernard-Henri Lévy se adhiere al monoteísmo, mientras que no cree en Dios. Nuestro tiempo es profundamente judeocristiano, aunque las iglesias y las sinagogas estén vacías. Lo es por su forma de concebir la historia, por los valores esenciales a los cuales se refiere. Al contrario, no hay "que creer" en Júpiter o en Wotan (lo que no es, sin embargo, más ridículo que de creer en Yahvé) para ser pagano. El paganismo de hoy no consiste en elaborar altares a Apolo o en resucitar el culto de Odin. Implica por el contrario re buscar, detrás de la religión, la " herramienta mental " de la que ella es el producto, qué universo interior devuelve, qué forma de comprensión del mundo ella traduce. Resumidamente, implica considerar a los dioses como "centros de valores" (H. Richard Niebuhr), y las creencias de las que son objeto como sistemas: los dioses y las creencias pasan, pero los valores permanecen.

Es decir que el paganismo, lejos caracterizarse por una negación de la espiritualidad o de lo sagrado, consiste al contrario en la elección (y la re-apropiación) de otra espiritualidad, de otra forma de lo sagrado. Lejos confundirse con el ateísmo o el agnosticismo, coloca, entre el hombre y el universo, una relación básicamente religiosa - de una espiritualidad mucho más intensa, más poderosa, mas fuerte que la del monoteísmo judeocristiano. Lejos de desacralizar el mundo, lo sacraliza en el sentido literal, lo considera como sagrado - y es precisamente eso, veremos, lo que es pagano.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que en la antigüedad pre-cristiana, la palabra "ateísmo" esta prácticamente desprovista de sentido. Los propios juicios por " incredulidad" o "impiedad" cubren, en general, cualquier otra cosa. Cuando Ammien Marcellin dice que "hay gente para quien el cielo esta vacío de dioses" (XXVIII, 4, 6), él precisa que creen, a pesar de todo, en los astros y la magia. En Grecia, el propio pensamiento racional se reorientó a la teogonía y la cosmología místicos. Esta es la razón que obliga a Claude Tresmontant, después de haber asimilado gratuitamente el panteísmo al ateísmo, a escribir que el "ateísmo" es "eminentemente religioso", que es demasiado religioso puesto que él diviniza indebidamente el universo (Problemas del cristianismo, Seuil, 1980, p55). Es que, en la Europa antigua, lo sagrado no se concibe como contrario a lo profano, sino lo que engloba lo profano para darle sentido. No hay iglesia para hacer la mediación entre el hombre y Dios; es la ciudad entera la que hace esta mediación, y las instituciones religiosas solo constituyen un aspecto de ella (2). El concepto opuesto al latín religio debería buscarse en el verbo negli. Ser religioso, es ser responsable, no descuidado. Ser responsable, es ser libre - darse los medios concretos de ejercer su responsabilidad. Ser libre, es también, al mismo tiempo, estar vinculado.

Cuando Bernard-Henri Levy afirma que "el monoteísmo no es una forma de sacralidad, ni una forma de espiritualidad", sino al contrario "el odio de lo sagrado como tal" (Le Express, 21 de abril de 1979), su observación no puede sino parecer paradójica. Lo sagrado, es el respeto incondicional de algo; ahora bien, el monoteísmo lo pone fuera de la ley. En Heidegger, lo sagrado, Das Heilige, es bien distinto de la metafísica clásica y la idea misma de Dios. Diremos, para reanudar una antinomia tan cara a Levinas, que lo sagrado compromete este mundo, en comparación con la santidad, que está vinculada al transcendencia de lo Otro absoluto. El paganismo sacraliza, y así exalta este mundo, allí donde el monoteísmo judeocristiano santifica, y así nos separa del mundo. El paganismo se basa en la idea de lo sagrado.

Cuando se trata de especificar los valores propios del paganismo, se enumeran generalmente características como: un concepto eminentemente aristocrático de la persona humana, una ética basada en el honor (en la "vergüenza" más que en el "pecado"), una actitud heroica ante los retos de la existencia, la exaltación y la sacralización del mundo, de la belleza, del cuerpo, de la fuerza y de la salud, la negación de lo extramundano, la inseparabilidad de la estética y la moral, etc todo eso nos parece exacto, pero hasta cierto punto secundario. La característica fundamental, a nuestros ojos, es el rechazo del dualismo.

Ampliando lo que Martin Buber dijo del judaísmo, nos parece, en efecto, que el judeocristianismo es caracterizado menos por la creencia en único Dios que por la naturaleza de la división que postula entre el hombre y Dios. Hace mucho tiempo, por otra parte, que se entiende que el conflicto del monoteísmo y el paganismo no es una simple pelea sobre el número de dioses. "El politeísmo es un concepto cualitativo, y no cuantitativo", ha escrito Paul Tillich (Théologie systématique, Planète, 1969). "La diferencia entre el panteísmo y el monoteísmo, reconoce Tresmontant, no es una cuestión espacial, sino una cuestión ontológica" (Les problèmes du christianisme, op. cit., p. 218).

Spengler puso de manifiesto que el monoteísmo es el producto de una psique particular que, a partir del -300 a.C, penso una concepción específicamente "mágica" (en el sentido spengleriano del término) de un universo "duplicado" por otro mundo - el de la Divinidad -, que también es controlado por un antagonismo del Bien y el Mal absolutos (al cual corresponde, a nivel simbólico, antagonismo de la Luz y la Oscuridad). En esta concepción, el mundo real es una cúpula o una caverna - un teatro donde se producen acontecimientos cuyo sentido y lo que está en juego fundamentalmente están en otra parte. La conciencia "mágica" no es una conciencia activa; es una escena donde se enfrentan las fuerzas indeterminadas del Mal y las fuerzas luminosas del Bien. Está vinculada una concepción necesariamente lineal de la historia, cuyo inicio es la "creación", y su final, el "fin de los tiempos" mesiánico. Toda la teología judeocristiana se basa en la distinción de lo creado (el mundo) y lo no-creado (Dios). El Absoluto no es el mundo. La fuente de la vida es radicalmente diferente de la naturaleza. El mundo no es el "cuerpo" de Dios. No es eterno, ni no-creado, ni ontológicamente suficiente. No es una emanación directa, ni una forma de la sustancia divina. No tiene ni naturaleza, ni esencia divina. Es radicalmente otro que el Absoluto. Solo hay un Absoluto, y es Dios, que es no-creado, sin génesis ni devenir y ontológicamente suficiente.

En las fuentes del pensamiento pagano, se encuentra, al contrario, la idea de que el universo esta animado y que el alma del mundo es divina. La vida procede de la naturaleza y del mundo. Si hay una creación, solo señala el principio de un ciclo. El universo es el único ser y no es un Otro. El mundo no fue creado y no tuvo principio; es eterno e imperecedero. Dios no se realiza mas que por y en el mundo. La "téogonia" es idéntica a la "cosmogonía". El mundo representa el despliegue de Dios en el espacio y en el tiempo. La "criatura" es consubstancial al "creador". El alma es una parte de la sustancia divina. La sustancia o la esencia de Dios es la misma que la del mundo. Estas ideas se desarrollan constantemente en la primera filosofía griega; se encuentra aún su eco en Aristoteles y en Platón, luego en los estoicos. Xénofanes de Colofón (siglo VI antes de nuestra era) define a Dios como el alma del mundo. "Este mundo no fue creado por ningún dios y ni por ningún hombre," ha escrito Héraclito. "Siempre ha existido, existe siempre y existirá, como fuego eternamente incandescente, encendiéndose con medida y apagándose con medida" (Fragmentos)." Para Parménides, que ve en el mundo un ser inmóvil y perfecto, el universo no fue engendrado, es imperecedero y no-creado. Se encuentra la misma opinión en Empédocles, Meliso, Anaximandro, etc.

De lo que precede, se puede deducir que lo que caracteriza el monoteísmo judeocristiano, no es solamente la creencia en único dios, sino también y sobre todo la adhesión a un concepto dualista del mundo. El ejemplo de la filosofía griega muestra en efecto que puede existir un "monoteísmo" no dualista - que define la convergencia entre el absoluto y el mundo -, el cual, como lo veremos, no es básicamente antagónico del politéismo, los distintos dioses pueden corresponder a las distintas formas por las cuales se manifiesta la Divinidad. Diremos por lo tanto, que lo que vincula intrínsecamente el monoteísmo judeocristiano con la intolerancia, no es el hecho de que Yahvé sea el único dios, sino que el único dios se conciba como distinto del mundo, superior del mundo y así, que se quiera o no, opuesto a él. En el caso de un monoteísmo no dualista, la afirmación de la unicidad de dios no es más que una manera de afirmar y sacralizar la unicidad del mundo. Tal Dios, al igual que la divinidad que personifican los distintos dioses del paganismo, es tolerante, ya que se manifiesta en todas las diversidades. Representa incluso, podríamos decir, la única diversidad de un ser que no tiene que excluir ninguna alteridad, ninguna diferencia, porque las engloba y las reconcilia a todas. Básicamente, el Dios del paganismo es no un otro. Al contrario, el Dios del monoteísmo judeocristiano es la alteridad por excelencia, es un absolutamente Otro - y es en este estado de alteridad radical que pretende darse donde reside su peligro. Como es uno, no en el sentido de "solitario", sino en el sentido no comparable, de "único en su clase", en efecto, Yahvé no puede sino reducir las diferencias, excluir a cualquier otro dios que le haga sombra, afirmar la falsedad de lo que otros veneran. En Le stade du respir (Minuit, 1979), Jean-Louis Tristani mostró mejor que otros, la influencia del monoteísmo judéocristiano sobre el despotismo. El paganismo, es tolerante, no sólo porque ha sido (eventualmente) politeísta, sino también porque frente a la discontinuidad entre Dios y el mundo, opone la continuidad de todo lo que - hombres, dioses y "naturaleza" - constituye y personifica el único ser absoluto que es el mundo finalmente, porque cree que un Dios que no es de este mundo no podría, precisamente, ser un Dios. Ya que es uno o es el otro: o Dios es Único, o el Mundo es Único. A la afirmación anti-dios por excelencia, "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18, 36), se opone la afirmación divina por excelencia: "el lugar de los hombres es también el lugar de lo divino" (Héraclito).

En la perspectiva del monoteísmo dualista, la relación entre el mundo y el absoluto no es pues una relación de identidad, ni una relación de emanación directa, sino una (pseudo-) relación de "libertad" aclarada por la teología de la creación. Esta creación se hizo ex nihilo. Dios no creó el mundo desde una materia informe, de un caos que le habría preexistido y en el que él habría trabajado (en tal caso habrían dos absolutos no-creados: Dios y la materia). Tampoco no generó el mundo, ya que éste le sería entonces consubstancial (solamente el Logos de Dios, generado y no creado, es consubstancial a Dios). Lo creó. La relación que lo liga al hombre es a la vez causal (Dios es la causa principal de todas las criaturas) y moral (el hombre debe obedecer a Dios). Para el paganismo, al contrario, Dios no puede disociarse del mundo; no se le vincula como causa, y los hombres no son criaturas contingentes que habrían sido extraídos de la nada. El paganismo desafía la idea de creación, central en el monoteísmo judeocristiano (3), así como desafía toda epistemología mecanicista, así como desafía toda idea de una finalidad global de la historia - así como tiende, con Spengler, a substituir con la "idea de destino" (Schichsalsidee) al "principio de causalidad" (Kauzalitätprincip). La idea de creación, dijo Fichte, es el "error fundamental absoluto de toda falsa metafísica". Heidegger, desde hace tiempo, puso de manifiesto que la idea de creación no está incluida en la filosofía. La afirmación de la unicidad de Dios y del mundo contiene, según la inteligencia humana, el postulado de su eternidad: el ser que no podía surgir de la nada absoluta, el mundo no comenzó y no terminará. El ser absoluto que es el mundo no-creado radical, causa de sí mismo, causa sui (4) .

El paganismo implica pues el rechazo de esa discontinuidad, de esa ruptura fundamental que es la "ficción dualista", incluyendo a Nietzsche quien desvirtuó a Dios como enemigo de la vida, en lugar de ser la exaltación y la afirmación de la vida" (El Anticristo). Curar el mundo de la ruptura monoteísta, es restaurar lo divino en su despliegue unitario, suprimir el pozo sin fondo ontológico que separa a Dios de sus "criaturas", volver a dar a la vida la diversidad contradictoria de sus significados. Dios no creó el mundo, se manifiesta en él y por él. No está "presente por todas partes" en el mundo, como lo sostiene el panteísmo simple; constituye más bien la dimensión del mundo que, globalmente así como localmente, le da su sentido en función de lo que hay.

De la afirmación de que la esencia de Dios que es idéntica a la del hombre, deriva que no hay lugar en el paganismo para una teología del exilio, basada en el desarraigo, la separación del mundo, la distancia absoluta o la negatividad crítica hacia él. El paganismo opone lo ilimitado del mundo frente a la limitación que constituiría la noción de un infinito situado fuera del mundo; se opone al "alma excedida de otra alma", para hablar como Lévinas, un alma que se illimita, puede por si misma illiminitarse. Se opone la autonomía, una autarquía, un arraigo en un lugar frente a una dependencia abstracta y a un desarraigo absoluto. El hombre pagano acepta el lugar donde nació como una relación de filiación. Tiene su "madre-patria , mientras que en el monoteísmo bíblico, la tierra que se tiene no es una tierra original, un tierra natal, sino una tierra final, una tierra de destino, que no está incluida en el mito fundador sino como una finalidad ; esta tierra "se promete" en los dos sentidos del término, es decir no es una madre, sino una novia o una esposa (de ahí la teología del exilio y el retorno) - una tierra que solo se hace nuestra por la realización de una promesa divina, un "terruño que no debe nada al nacimiento" (Emmanuel Lévinas, Noms propres, Fata Morgana, 1976, p. 64).

Esta idea, fundamental en el paganismo, de una continuidad entre el hombre y el mundo no puede, no obstante, plenamente entenderse sino con la condición de no interpretarse desde el punto de vista del naturalismo.

La teología del paganismo no es una teología de la naturaleza, sino una teología del mundo. La naturaleza manifiesta el rostro del ser, pero no constituye de ninguna manera su determinación última. Y así como la continuidad entre los todos entes, todas las "criaturas", no implica que estos entes se confundan o que sean iguales, así mismo la protesta que el espíritu europeo no dejó de expresar contra el divorcio del cielo y la tierra, del hombre y Dios, del alma y el cuerpo, no implica que todos estos términos estén colocados en el mismo nivel. El alma y el cuerpo están en la prolongación uno del otro, son ambos consubstanciales del mundo, pero es, sin embargo, el alma quien domina. Esta es la razón por la que el paganismo postula la primacía de la idea; esta es la razón por la que negamos también toda interpretación principalmente naturalista de las religiones indoeuropeas, buscando al contrario el "núcleo" en un sistema ideológico, en un vuedum particular que da inmediatamente un sentido a todos sus componentes. En este sentido, podemos decir que el hombre "crea" el mundo por que mira hacia él, que el alma "se construye" un cuerpo, que un punto de vista colectivo del mundo "forma" una sociedad relacionándola, etc. Somos aquí totalmente contrarios al naturalismo.

"Creador" de la naturaleza, el hombre es también creador de dioses. Se convierte en Dios cada vez que se supera a si mismo, cada vez que rompe los límites dando lo mejor de sí. El héroe, en la Antigüedad, es en el sentido literal un semidiós. Esta idea será retomada por Nietzsche con el tema del Superhombre. Encontrará en la antropología filosófica moderna sus justificaciones epistemológicas con el tema del hombre creador, constructor de sí mismo. Finalmente será desarrollada por Heidegger - y es con razón que Lévinas verá en esta "piedad dedicada a los dioses míticos" lo que le es mas ajeno: una "retorno ofensivo [de las] normas de la elevación humana" (Difficile liberté, Albin Michel, 1963, p. 2).

El paganismo tiene en cuenta los determinismos naturales, pero no estos no limitan al hombre; a esto siempre se oponen inevitablemente la libertad humana y la voluntad heroica. En la antigüedad pre-cristiana, tanto en las sagas germánicas, en la representación romana del fatum como en la tragedia griega, se encuentra constantemente esta idea de que lo imposible debe intentarse, hasta y sobre todo cuando es realmente imposible. El concepto de destino no es una predestinación en sentido estricto, sino que se encuentra asociado al devenir. En la antigüedad germánica, este concepto de destino es representado por el vocablo del nórdico antiguo orlög, que por medio del sufijo or - (ur - en alemán) que remite a leyes originarias, o por el inglés antiguo wyrd, nombre femenino otorgado a partir del pasado del verbo weordhan, "pasar a ser" (véase el alemán werden). "Parece", explica Jean Varenne, "que los Indoeuropeos hayan profesado que el destino es en realidad la expresión de la secuencia necesaria de nuestros actos (ley de causalidad); "por lo tanto, mi libre voluntad (o la de dios que se produce en el curso de las cosas) aparece como una "materialización" de mi destino; puedo ser un héroe si quiero serlo: y si llego a serlo (si mi voluntad fue bastante fuerte, si los dioses no estaban contra mi, etc.) se podrá decir con mucha razón que ese era mi destino" ("Les Indo-Européens ", en Dictionnaire des Mythologies, Flammarion, 1980, p. 45).

El concepto de fatum no implica pues la "obediencia, sumisión o renuncia." Al contrario, estimula el deseo de acción y mantiene el sentido trágico de la vida. Como lo destaca Schopenhauer, lo trágico está vinculado a la clara conciencia que el hombre tiene de su debilidad, del carácter transitorio de su existencia - y, al mismo tiempo, del deseo sin cesar de compensar esta debilidad con una intensidad creadora. En otros términos, lo trágico implica una voluntad medida en el tiempo, sabiendo que éste será finalmente vencedor, sin nunca encontrar en la certeza de la derrota final, en la muerte, el menor pretexto para renunciar. El heroísmo es entonces luchar contra lo que, por naturaleza, terminará por triunfar. La intensidad, como siempre, compensa la ausencia de duración. Es porque hay un destino que el hombre, al intentar a pesar de todo oponérsele, puede ser heroico, sobrepasarse y adquirir un estatuto divino. Amor fati: el único medio de sufrir sin sufrir. Exaltación llevada a lo sublime de un temperamento agonal, que hace de la lucha - y en primer lugar de la lucha contra sí - la esencia de la vida.

En los estoicos, se encuentra de nuevo la idea de que el libre arbitrio, condición del mérito individual, no esta excluida de la predestinación. Chrysippo desarrolla detenidamente esta opinión. Cicéron, en De fato, Alexandre de Aphrodise, en su Tratado sobre el destino, distinguen "causas previas", sobre las cuales no podemos hacer nada, y "causas immanentes" que solo dependen de nosotros. El destino controla el mundo, dice Seneca, pero la libertad interior del hombre no es limitada nunca por la adversidad: el hombre puede siempre determinar libremente el sentido de sus actos.

Más tarde, incluso dentro del cristianismo, toda una corriente de pensamiento "herética" luchará contra el determinismo del pecado hereditario, mientras que los teólogos se enfrentarán sobre la predestinación y la gracia para conseguir la conclusión de que el hombre es libre de sus actos dentro de lo que "se le da" por adelantado. Hölderlin, admirador apasionado de la Grecia antigua, afirmará que es realizándose en lo que es lo más distante de su "naturaleza" - es decir, en lo que lo obliga a esforzarse con lo mas fuerte - que un pueblo puede dar lo mejor de síí mismo. Esta concepción de la libertad humana está estrechamente vinculada a un concepto particular de la historia: la "naturaleza", lo innato, el pasado condicionan el futuro del hombre, pero no lo determinan. Es en este espacio semántico entre "condicionar" y " determinar " donde esta la libertad.

Notamos, para terminar con este punto, que no podemos reducir el paganismo a supervivencias específicas como las creencias y las tradiciones populares o rurales. Ciertamente, no se trata allí de un ámbito desdeñable. Se sabe que a partir del 370, la palabra paganus tiene significativamente el doble sentido de "campesino" y de "pagano". ¡Para los cristianos, seguir siendo fiel a la fe ancestral, tal como lo hicieran los campesinos, era servir al diablo (5)! El problema de las supervivencias paganas en las fiestas de los calendarios o el ciclo "de la cuna a la tumba" constituye, pues, un tema de reflexión central. Hay también de reactivar una serie de estas tradiciones, que son útiles para la cohesión de las familias, de las razas y los clanes, en el marco de un trabajo más general de re-arraigo comunitario. Sin embargo, es necesario entender que estas fiestas y estos hábitos no nos proporcionan ya, probablemente, mas que un eco relativamente deformado de lo que fue el paganismo original - y, sobre todo, que no reflejan, en lo mejor de los casos, mas que las formas inferiores de la creencia y el culto. Este paganismo popular es, en efecto, podríamos decir, un paganismo de la "tercera función (y es lo que explica también su carácter casi exclusivamente rural). El paganismo de la "primera función", el paganismo soberano, apenas fue conservado, puesto que en cuanto a conversión al cristianismo, fueron, como siempre, las "elites" las que mas rápida y profundamente lo traicionaron. Sabemos con todo, por el estudio de los documentos existentes, que las religiones indoeuropeas estaban lejos ser sinónimas de una "rítmica campesina". En un momento en que la vida rural parece una forma de vida de poblaciones cada vez menos numerosas, se puede ver una razón más para discrepar de las trivialidades de los naturalistas.



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Ya, bajo el cristianismo, el pensamiento pagano, mas que morir, había comenzado a evolucionar. En el transcurso del siglo IV, el paganismo tiene tres puntos de apoyo; la antigua aristocracia, pagana por tradición (Mos majorum, la costumbre de los antepasados) y por patriotismo ("Roma vivirá mientras lo hagan sus dioses"); los altos funcionarios, que protestan contra la orientalización del Imperio y el despotismo del régimen imperial (ver el conflicto sobre el altar de la Victoria, Simaco pide su restablecimiento bajo Valentino II); y finalmente, las escuelas, como dan prueba la educación de Juliano, la importancia de Libenius en Nicomédia, luego en Antioquía, etc. Este paganismo es a veces devoto, a veces, al contrario, filosófico y muy intelectualizado. Los otros elementos constitutivos de la "nueva religiosidad" son la ascensión del culto imperial, la progresión del cristianismo y la afluencia de los cultos orientales. Ahora bien, lo que es interesante, es que, ante la nueva fe, los partidarios del paganismo parecen "reconsiderar" su sistema y proponer una formulación inédita.

Contrariamente a lo que se escribe demasiado a menudo, el "único dios" en el que se reclama generalmente el "último paganismo no es de ninguna manera comparable al del monoteísmo judeocristiano. Lejos ser radicalmente distinto de los dioses del panteón tradicional, representa más bien el principio que les es común. Lejos constituir un absoluto enteramente separado del mundo, se define con el ser de este último. El estoicismo, cuyos fundamentos religiosos son esenciales (6) , constituye a este respecto un caso significativo. El Dios de lo estoicos es el "alma del mundo". El cosmos es "un ser vivo lleno de sabiduría". El Logos que le proporciona su vida le es enteramente consubstancial. No existe ningún Hinterwell: el universo no depende de otro ser, es en este mundo donde el hombre debe realizar su ideal. La sabiduría y la virtud consisten en vivir según el "orden" del universo. Mejor aún, el cosmos, como incluye la totalidad de los entes, es absolutamente perfecto; nada puede pues existir fuera él.

Este "último" paganismo sigue siendo fiel al principio de tolerancia. Para los paganos cultivados, es precisamente porque representan las distintas caras de una misma divinidad que todos los dioses son respetables - mientras que los cristianos nunca han dejado de observar a los dioses paganos como "ídolos", "demonios", o incluso, como ha escrito Martín de Braga, de antiguos personajes deificados, de "hombres muy malos". Los estoicos, cuando apoyan la idea de único dios, admiten la existencia de dioses menores, aceptan la representación antropomorfa y se limitan a dar interpretaciones alegóricas o simbólicas. Explican, por ejemplo, que Zeus es una representación del principio eterno por el cual todas las cosas existen y devienen, y ven a los otros dioses como los atributos particulares de este principio. Diogènes Laërcio escribe: "Dios, la Inteligencia, el Destino, Zeus son un único ser, y es llamado con varios otros nombres" (VII, 134).

En el momento en que el mundo antiguo hacía naufragio, el paganismo evolucionaba considerablemente. Si se refería a solo Dios, no lo hacia en el sentido del judeocristianismo. Más que un monoteísmo, en realidad era un panteísmo unitarista, que profesaba que la Divinidad es el alma del mundo (en el sentido en que Platón habla de "dios sensible"), o, si se quiere, un sincretismo panteísta henoteísta, haciendo de un principio supremo un Dios, del cual los otros son hipóstasis. Este paganismo se caracterizaba, a nivel "ideológico", por la interpenetración de elementos propiamente religiosos y de elementos filosóficos. No tuvo tiempo de establecerse y, poco a poco, desapareció. Preservado de la infección cristiana, el paganismo europeo, en su conjunto, habría evolucionado quizá en la misma dirección.

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Después de la cristianización de Europa, ya lo dijimos, el paganismo sobrevivió bajo varias formas: en primer lugar en el inconsciente colectivo, que se liberara, en particular, en la música, a continuación en las creencias y las tradiciones populares, finalmente, dentro o al margen de la religión oficial, por medio de corrientes "heréticas", que han encontrado sus prolongaciones hasta hoy. A pesar del interés que presenta, este último sector es el que quizá fue menos estudiado. Es sobretodo en la obra de estos grandes "herejes" que es necesario buscar algunos de los principios fundamentales de un neopaganismo faustico, o incluso los rudimentos de lo que habría podido ser una teología pagana en tiempos modernos.

Sigrid Hunke, uno de los raros autores que han abordado este tema en la óptica que nos interesa (7), puso de manifiesto que existen amplias convergencias entre las "grandes protestas" que se elevaron durante los siglos contra la religión oficial. En estas convergencias, ve una continuidad espiritual que expresa las líneas de fuerza de la "otra religión de Europa" - la verdadera religión de Europa -, una religión que aparece a partir del final del siglo IV con Pelagio, que reaparece en el siglo IX con Juan Escoto Eriúgena, que continúa a partir del siglo XII con Joachim de Fiore, luego con Meister Eckart y sus discípulos (Henri Suso, Johannes Tauler, Sebastian Franck von Donauwörth), Jakob Böhme, Paracelso, Giordano Bruno, Jérôme Cardan, Campanella, Pico della Mirandola, Lucilio Vanini, Amalric de Bène, David de Dinat, etc, e incluidos sus herederos románticos e idealistas alemanes, Goethe, Kant, Fichte, Schelling, Schleiermacher y Herder, los rusos Théophane y Berdiaev, los franceses Teilhard de Chardin y Saint-Exupéry, etc.

En la mayoría de estos autores, se encuentra en efecto, llevados al más alto nivel, los grandes temas del pensamiento pagano tal como lo definimos más arriba. En primer lugar, la unidad transcendental del Cosmos, la continuidad entre Dios y el mundo - un mundo que es "perfecto", pero no inmóvil, que es el lugar del devenir permanente en todas las direcciones; un Dios que retorna terminado él mismo en infinito, que conduce a pensar el espacio y el tiempo como infinitos.

Juan Escoto Eriúgena, excomunicado por la Iglesia después de su muerte, en el siglo XI, escribió: "todo está en Dios y Dios está en todo, y nada puede venir por otra parte que de él, ya que todo nace a través de él y en él". "Observar las cosas, añade, es contemplar el Verbo". No entiende por allí que las cosas retornan al Logos de Dios que las creó, pero deja entender que hay identidad, o al menos consubstancialidad entre las cosas y el Verbo de Dios. Nicolas de Cusa (Nikolaus Krebs), que no fue un "hereje", entre cuyos puntos de vistas de los extraemos algunas ideas interesantes, tendrá esta fórmula: ¿Que es lo que es Dios, si no la invisibilidad de lo visible? que corresponde exactamente a la misma idea. Giordano Bruno, enseñará "el infinito del universo y la acción del poder divino en su infinito".

Para toda una tradición romántica, Dios y el universo no son más que distintos aspectos y distintos nombres de una sola y misma cosa. "Tratar separadamente a Dios y a la naturaleza", escribio Goethe en 1770, "es difícil y peligroso; es exactamente como si pensáramos separadamente el alma y el cuerpo: ya que solo conocemos el alma a través del cuerpo y Dios a través de la naturaleza." ¿"Cómo es posible la existencia de una naturaleza fuera de nosotros?" pregunta a Schelling (Sobre la naturaleza de la ciencia alemana)." Según Herder, "la Divinidad se manifiesta orgánicamente, es decir, por medio de fuerzas activas". Hegel afirma: "Amar a Dios, es sentir que se está en el infinito cuando uno se sumerge completamente en la vida". El paganismo sella así una alianza, no con un ser absoluto distinto del mundo, sino con el propio mundo. Concluye un pacto con la tierra: "llegar a pensar Dios y la tierra en una única idea" (Rainer, María Rilke).

Así pues, es por medio del mundo que Dios alcanza su más alto estado de existencia. Dios no se separa del mundo, y con todo no se confunde con él. Dios es la profundidad del mundo; está sobre todo pero no está más allá de nada. Importantes consecuencias resultan de esto. Mientras que en el monoteísmo judeocristiano, el alma es "ontológicamente distinta del ser absoluto, porque ella es creada por él;" en tanto que no es una parte de la esencia divina "(Claude Tresmontant, Les idées maîtresses de la métaphysique chrétienne, Seuil, 1962, p. 83), en la" religión de Europa", el alma es de esencia divina." Además el hombre y Dios mantienen relaciones de reciprocidad. La unión del hombre con Dios, la encarnación de Dios por el hombre, la elevación del hombre al nivel de Dios son posibles en este mundo. Spengler describe la religión "faustica" como una religión donde la voluntad humana es tratada de igual a igual con la voluntad divina. Heidegger, retomando las palabras de Héraclito, "la esencia de los hombres es la esencia de lo divino", es decir que la Divinidad esta unida a los mortales, que palpita en la cosa que es el lugar de la reunión. En la medida en que están vinculados al ininterrumpido devenir del mundo, los propios dioses se generan en cada una de las "criaturas". La existencia de los dioses depende de los hombres como la de los hombres depende de los dioses. A la pregunta "¿Dios es o no?", la respuesta es que Dios puede ser." Idea que será desarrollada por Heidegger con el concepto de "posibilización" - en comparación con el de "actualización" consustancial a la metafísica clásica -, pero que ya aparece en Jakob Böhme con el concepto de "potencialidad", e incluso en Nicolas de Cusa, con el de possest.

Meister Eckart, también, reacciona contra la idea bíblica de un dios distante, inaccesible al hombre. Deseoso de contemplar más allá del alma, más allá de las potencias superiores del alma, hasta el fondo mismo del alma, hasta su ser que se confunde con la Divinidad, considera que Dios debe ser acercado al hombre. Llega hasta a escribir: que el alma y Dios pueden llevar una vida en común; el alma puede generarse como Dios." Es decir, Dios nace en el alma del hombre; se genera en y por medio del alma humana. Dios viene al hombre para nacer, "para devenir" en su alma. En paralelo, Eckart protesta contra la búsqueda de una "santidad" fuera del mundo. Denuncia una "actitud evasiva", y predica "el aprendizaje de una soledad interior" que permita "penetrar en el fondo de las cosas, de consultar a su Dios y su poder, por un esfuerzo vigoroso de la conciencia, darle forma en sí mismo según un método consubstancial" (Entretiens spirituels, 6).

Lutero conceptualiza un Dios inaccesible al hombre. Además niega absolutamente el libre-arbitrio (véase su Tratado de servo arbitrio, redactado en 1525 como respuesta a Erasmo). Sin embargo, coloca la problemática de la unidad del hombre en Dios, lo que le lleva a introducir el concepto de Deus absconditus y a distinguir una doble verdad divina: la voluntad del Dios "revelado, ofrecido, adorado", y la del Dios "no ofrecido, no adorado ". Esta alusión a un Dios no revelado, desconocido e incognoscible, Deus absconditus en majes, es interesante, ya que opone indirectamente dos concepciones antagónicas de Dios: un Dios que está en el Verbo, en el Logos, y un Dios que está en el mundo. Esta teoría luterana se acercó por otra parte a la doctrina nominalista, con su distinción de los "dos órdenes de verdad" (8) .

Mientras que Goethe define al hombre como el "diálogo de Dios con sí mismo", Hölderlin afirma que es la parte divina del hombre quien siente la presencia de lo divino en la naturaleza. Novalis propone afianzarnos "en lo inmutable y en lo divino que está en nosotros". Schleiermacher dice que es impiedad "buscar lo infinito fuera de lo finito". Como sus amigos de juventud, Schelling y Hölderlin, Hegel declara la guerra al dualismo y ve en la oposición radical del hombre y Dios el error básico de la metafísica tradicional. "El ser del alma es divino", escribe Schelling, que añade : "Para aquel cuya alma esta tomada por Dios, Dios no es algo que está fuera de él, ni un ser alejado en el infinito; Dios esta en él, y él esta en Dios." Más tarde, en su Libro de horas, Rilke planteará la eterna pregunta: "¿Que harías tu, Dios, si yo muero? Con mi muerte, perderías todo tu sentido."

Esta doctrina del carácter parcialmente divino de la naturaleza humana funde todo el significado existencial del hombre. En el paganismo, el hombre eleva la divinidad mientras se eleva a si mismo; la devalúa solo cuando la considera como un déspota oriental cuyas "órdenes" debería, so pena de sanción, seguir . Meister Eckart habla de la "chispa del alma" (scintilla in anima) por medio de la que el hombre puede alcanzar lo divino. Shaftesbury desarrollará la misma concepción. Johann Heinrich Pestalozzi afirmará: "La voluntad de Dios y lo que yo pueda alcanzar son una y la misma cosa." Así se encuentra reafirmada la idea que el hombre se convierte en divino cuando da lo mejor de sí mismo, cuando se supera. Hay allí una lógica profunda - y propiamente pagana. El hombre no debe solo ser, ajustarse a su "naturaleza"; debe todavia pretender darse una "sobre naturaleza", adquirir una suprahumanidad - esta suprahumanidad que el monoteísmo judeocristiano quiere impedir adquirir. El paganismo propone al hombre superarse, y así, de participar de lo divino.

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El pensamiento pagano no ignora ninguna antinomia, pero las supera desde una concepción "unitaria" del mundo y de la Divinidad: el nacimiento de los contrarios en la unidad divina viene al fin del dualismo. Tal planteamiento, que consigue, a nivel epistemológico, el antireduccionismo (9), se desarrolla en torno a tres ejes fundamentales: el principio de la Unión de los contrarios y la definición de Dios como esa Unión; el despliegue de Dios en el mundo y, por lo tanto, el despliegue de la contradicción de los contrarios cuya confrontación, necesaria, se reconoce como una de las manifestaciones de la Divinidad; por último, la estructuración del espíritu humano sobre el mismo modelo. "Dios como unidad de los contrarios", escribe Sigrid Hunke, "determina también la estructura del espíritu humano, formado sobre el modelo divino, éste es estructurado por la coincidentia oppositorum (coincidencia de los opuestos), método de conocimiento de un pensamiento de la totalidad [? ] del que la razón, al partir y al combinar, al analizar el pensamiento globalizante del intelecto, como el mundo lo hace para el infinito de Dios, no escapa si es preciso encontrar la unidad de una visión global. "(Europas andere Religion, op. cit.)."

El gran "teórico" moderno de la coincidencia de los contrarios es Nicolas de Cusa (1401-1464), que anticipó algunos trabajos de Copérnico y en el que se reclamó, en particular, Giordano Bruno. La coincidencia de los contrarios es la definición menos imperfecta que se pueda dar de Dios. Dios es el "no otro" (no Aliud). Está "por encima de todos los contrarios", que reúne en él. Él es armonía, concordantia. Para Juan Escoto Eriúgena también, "Dios engloba incluso lo que, a nuestros ojos, parece opuesto, reúne lo similar y lo diferente, el antagonismo de los elementos antagónicos y la oposición de los contrarios". Se encuentra allí la armonía elogiada por los Griegos, a base de alternancias, rebasamientos y complementariedades antagónicas. (No es una casualidad si Dionisos reina sobre el oráculo de Delfos cuando Apolo, cada año, parte visitar los hiperbóreos). Y también uno de los principios de la filosofía shivaíta incorporada al hinduismo ario: "es que los contrarios coexisten en lo divino."

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¿"Uno de los encantos más escandalosos de la Roma pagana, tiene en cuenta Gabriel Matzneff, no es esa tolerancia, ese respeto del otro?" (Le Monde, 26 de abril de 1980). Ya mencionamos este problema de la tolerancia pagana, poniendo de manifiesto que nace tanto del reconocimiento de la diversidad humana como de un rechazo del dualismo, en tanto que implica el reconocimiento de la diversidad de las formas de Dios dentro de una afirmación unitaria de lo divino. Pero la tolerancia nace también de la clara conciencia de la coincidencia de los contrarios en Dios. Si no hay alteridad irreducible entre los conceptos, no hay una reconciliación imposible, entonces nada ni nadie podría personificar el mal absoluto, y por eso la tolerancia se impone. Se conocen las palabras de Simaco: "¿Que importa por qué medios cada uno hace su búsqueda de la verdad? No se llega siempre por un único camino a la solución de ese gran misterio". Eso significa que una misma cumbre puede alcanzarse de distintas maneras, que la Divinidad habla a cada pueblo según la "lengua" que este comprende - la lengua de ese ser que es el mundo se habla en una multitud de universos interiores diferentes, suscitando siempre nuevas formas de realización y superación de sí.

Es muy notable, qué en la mitología indoeuropea comparada que evidencia multitud de semejanzas funcionales e "ideológicas", los nombres de los dioses para una misma función no son casi nunca los mismos, ni están vinculados a la misma raíz. En Grecia, con excepción de Zeus - que no es el nombre de un dios sino el nombre de Dios: °dyêus o °deiwos (Zeus Padrenuestro: dios-padre) -, los nombres de los dioses Olímpicos no parecen griegos (los casos de Poséidon, Héra y Dionysos permanecen siendo discutidos). A priori, la probabilidad de "olvidar" el nombre de dios principal parece con todo bastante escasa. Todo pasa como si, sobre una estructura básica heredada, podían darse los nombres más distintos. Héraclito, en el fragmento 32, dice: " Uno la Cosa Sabia y Sola :"quiere y no quiere que le llamen con el nombre de Zeus". Lo importante no es tanto el propio nombre como el hecho de que el hombre pueda hacer que dios exista al invocarle.

"Dios solo aparece donde las criaturas lo llaman", afirma Meister Eckart (sermón nolite timere eos qui corpus occidunt). Dice también: "cuando toma conciencia de sí mismo, Dios se reconoce a si mismo" - y por eso menciona al viejo Odín "que se colgó a si mismo". Hölderlin, le apoya en la idea de que dioses siguen siendo hasta cierto punto imperfectos mientras los hombres no les representen. Sólo en el hombre es que dioses toman plenamente conciencia de sí mismos y se realizan. El papel - inocente y terrible - del poeta consiste entonces en experimentar la aspiración de los dioses aún desprovistos de conciencia, en llamarlos a la existencia nombrándolos e iniciando con ellos un diálogo fundador a partir del cual se crearán todos los diálogos futuros.

"Lo que silencia el oráculo de Delfos, observa Jean-Luc Marion, esto no es cualquier superchería descubierta (Fontenelle), sino la desaparición de los Griegos " ("La double idolâtrie. Remarques sur la différence ontologique et la pensée de Dieu ", en Richar Kerney y Joseph Stephen O'Leary ed., Heidegger et la question de Dieu, Grasset, 1980, p. 49). Para encontrar el espíritu de Delfos, es necesario retornar incluso a las fuentes del pensamiento griego, al origen de ese pueblo griego que Hölderlin, en su élégia del Archipelago, llamo el inniges Volk. Es necesario que los Griegos "reaparezcan" para que nuevos dioses aparezcan - estos dioses que representan un "otro principio". Ya que se trata efectivamente de hacer reaparecer a los dioses. Entrevistado en 1977 por Spiegel, Heidegger declaraba: "Solamente un dios puede salvarnos (Nur noch ein Gott kann uns retten)." Nos queda la sola posibilidad de preparar en el pensamiento y la poesía una disponibilidad para la aparición de dios o para la ausencia de dios en nuestra decadencia ". Esta idea de que "los dioses están cerca" es mencionada también por Jünger, cuyos vínculos con el pensamiento heideggeriano son conocidos: "la soledad del hombre aumenta, el desierto se extiende en torno a nosotros, pero es quizá en este desierto en el que los dioses vendrán" (entrevista con Gilles Lapouge, La quinzaine littéraire, 16 de febrero de 1980).

En La voluntad de poder, Nietzsche escribe: ¿"Es que con la moral también resultó imposible la afirmación panteísta de un sí a todas las cosas?" En el fundamento y en la realidad, el Dios moral ha sido refutado. ¿No tendría sentido pensar a Dios más allá del bien y del mal? "La respuesta a esta pregunta es inequívoca." La muerte del "Dios moral" deja en adelante - al término "del nihilismo europeo" - el lugar libre para la llegada de "nuevos dioses" cuya "función afirmativa sostiene este mundo, que es el único" (Jean-Luc Marion, art cit.)."El Dios muerto del que habla Nietzsche no es más que un cadáver entre otros, y este cadáver nunca tuvo nada de divino: este "dios" se había transformado demasiado deprisa en el dios de los filósofos. Cuando se dice que el paganismo ya había muerto cuando el cristianismo se impuso, se dice una medioverdad: queda claro que sin la relativa decadencia de la fe ancestral, ninguna fe nueva habría podido triunfar. Pero se olvida decir que, al mismo tiempo, el cristianismo intentó desposeer a Occidente de la verdad del pozo sin fondo abierto por la ausencia de los antiguos dioses - intento desposeer a Occidente de la posibilidad de hacerlos volver de nuevo. Tal es la interrogante a la cual nos enfrentamos: saber si los dioses vincularán de nuevo su destino con el nuestro - como ya lo hicieron antes.

El ser (Sein), en Heidegger, es inseparable del hombre como ser-alli (Dasein). Este ser, que "se encuentra en la historia" al punto de ser "temporal en el fondo de su ser", que no se confunde con la suma o la sucesión de los otros entes, solo siendo en sí proporcionable de sentido, posee un carácter determinado que se delimita en cuatro términos: es la permanencia con relación al devenir, lo siempre- idéntico con relación a la apariencia, lo subsistente con relación al pensar, lo aún no (o ya) realizado con relación al proyecto. "Permanencia, identidad, subsistencia, pro jacence, todas las palabras dicen básicamente lo mismo: "adestance contestante". Pero el ser heideggeriano no es Dios - que sería entonces lo que es supremo - no es la simple suma de los entes. Este ser no puede prescindir del hombre, al igual que el hombre no puede prescindir de él. En efecto, sólo el hombre puede preguntarse sobre el ser; sólo es el tema de la experiencia vivida que accede a su verdad por comprensión de la verdad del ser. Esta es la razón por la que la cuestión del ser es realmente la cuestión fundamental, cuya solución es necesaria para "el despertar del espíritu" - un espíritu sin cesar amenazado por la "irritación" y la "mécomprehensión". El pensamiento del ser nace de su cuestionamiento - de la cuestión de ¿"si hay algo diferente a la nada?" - mientras que para la fe, tal cuestión es increíble ya que Dios constituye precisamente la respuesta a priori, la "respuesta" que impide que la cuestión se plantee." Preguntarse que es el ser, es lo mismo que preguntarse que es nuestro de 'estar-alli' en la historia. Es pues preguntarse también sobre la naturaleza y la identidad del hombre. Ontología, metafísica y antropología están vinculadas. De ahí viene esta observación de Heidegger: "Sólo a partir de la verdad del ser se puede pensar la esencia de lo sagrado." Sólo a partir de la esencia de lo sagrado es que se puede pensar la esencia de la divinidad. Sólo en la luz de la esencia de la divinidad es que puede pensarse y decirse lo que debe significar la palabra Dios "("Cartas sobre el humanismo", en Cuestiones III, Gallimard, 1966, p. 133).



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Con la implantación del cristianismo en Occidente comenzó un lento proceso de disociación y estallido de todos los órdenes de la socialidad. Este proceso tuvo por esencial la coexistencia en el universo mental europeo de dos espiritualidades antagónicas. La muerte del "Dios moral" pone de manifiesto que tal coexistencia se quebró. Se trata ahora de llevar tal proceso a su término, de llegar a su inversión dialéctica y a su superación. Se trata de abandonar una metafísica donde Dios creó el mundo ex nihilo, dónde Dios es causa prima de dónde proceden la tierra y el cielo, luego el hombre, por una metafísica donde el hombre puede en todo momento acceder a la existencia de Dios que espera su llamado para llegar a la plena conciencia de sí mismo - una metafísica que supedita a Dios al ser en el seno de una quadritud (das Geviert, la Quadritud heideggériana) que incluye a la tierra, el cielo, al hombre y a Dios, sin que ninguno de estos cuatro elementos constituyan el centro, sino, al contrario, de forma que sea solamente a partir de este conjunto que sea posible a cada cual ser lo que es. Se trata, no de buscar una "verdad" objetiva fuera del mundo, sino de crearla voluntariamente a partir de un nuevo sistema de valores. Se trata de fundar un neopaganismo que permita la realización de un "modo de la existencia autentica", es decir, el compromiso responsable de la "decisión resuelta que anticipa", y que crea en el hombre, "ser hecho para la muerte", las condiciones de un "régimen de poder" espiritual que favorezca permanentemente la elevación y la superación de sí. Se trata, finalmente, de volver a dar nacimiento a una metafísica que excluya todo planteamiento crítico que en primer lugar no haya realizado una aprobación jubilosa del mundo, que excluya cualquier planteamiento mental basado en el exilio o en la negatividad hacia el mundo, que excluya el eterno no del monoteísmo dualista - es decir, una metafísica donde el arraigo, el estar, el vivir y el pensar van juntos y se perciben como iguales.

El hombre es por excelencia un dador de sentido. "No descubre" lo que habría estado allí antes de él. Él fundamenta y crea el mundo por el sentido que da a las cosas, por el significado, siempre plural, que asigna al conjunto de los entes. Y como esta fundación resulta de actos y elecciones siempre renovadas, el mundo no es, pasa a ser - no se crea de una vez por todas, constantemente es fundado por nuevas prestaciones de sentido (Sinverleihungen). En la actualidad, la mayor prestación de sentido que sea posible imaginar es la que anuncia y prevé el renacimiento de los dioses. Queremos, en pos de un nuevo comienzo, realizar la "apropiación" (Ereignis) que es la implicación recíproca del ser y del tiempo, realizar la síntesis triunfal anunciada por Joachim de Fiore. Y para eso, proyectar en el universo el cuestionamiento esencial. No son, desgraciadamente, los intelectuales quienes lo harán: "lo que es permanente, dijo Hölderlin, los poetas lo fundan".



Notas

1 - En un artículo titulado "Los malentendidos del neopaganismo" (recogido en La Torre, marzo de 1979; trad. Francia.: Centro Studi Evolani, Bruselas, 1979), Julius Evola cuestiona la validez del uso de la palabra "pagano", que él mismo empleó en 1928 en su libro Imperialismo pagano (Atanor, Todi- Roma). Toma como pretexto que la palabra paganus fue en sus orígenes "un término peyorativo, a veces incluso abusivo, empleado en las polémicas de la primera apologética cristiana". Esta opinión nos parece poco válida, no sólo porque el término fue consagrado por el uso y tomó con el tiempo otras resonancias, sino también porque no es raro el caso de movimientos que transforman en títulos de gloria los calificativos de desprecio que les han otorgado (véase el ejemplo de lo mendigos holandeses). Por otro lado, estamos de acuerdo con mucho otros aspectos de este texto.

2 - Sin embargo, no es una teocracia. Por una parte, la función soberana, política, conserva su autonomía. Por otra parte, no es la ciudad de los hombres quien es controlada según los principios que supuestamente regulan la ciudad de Dios, sino más bien, es el universo de dioses que se concibe como la proyección ideal del universo de los hombres.

3 - El calendario en uso desde la Edad media en el judaísmo fue hecho para hacer corresponder el "primer año" con la Creación. La cifra así obtenida (5740 = 1980), a partir de un estudio de la cronología bíblica, se toma generalmente hoy como convención. Este método de datación manifiesta una clara intención de no hacer coincidir el comienzo del tiempo con ningún acontecimiento humano.

4 - La tesis de la exégesis católica, desarrollada, en particular, por Tresmontant (cf. Problèmes du christianisme, op. cit., pp. 47-73), de considerar como prueba que el mundo comenzó, y que se creó racionalmente. La primera de estas propuestas, que está incluida en la ciencia experimental, se alimenta con las especulaciones sobre la explosión o big bang que habría dado nacimiento al universo hace aproximadamente quince mil millones de años. Esta propuesta nos parece totalmente discutible, al igual que cualquier teoría que hace depender la fe de la razón o que se propone "probar" creencias eternas mediante hechos científicos por definición revisables y contingentes. La teoría del big bang experimentara lo mismo que las otras: un día u otro será sustituida por otra - y es precisamente eso lo que es científico. Suponiendo que tal "comienzo" se haya producido efectivamente, nada permite afirmar que se trató de un comienzo absoluto, y no simplemente del inicio de un nuevo ciclo. La opinión de Tresmontant, según la cual "el múltiplo como tal no puede darse a sí mismo la información que no poseía", es a nuestros ojos un sofisma basado en un conocimiento necesariamente incompleto. La ciencia, en nuestra opinión, seguirá siendo muda ante la cuestión de las causas últimas.

5 - "Rendir culto a las piedras, a los árboles, a las fuentes, encender cirios a las cruces, no es pues, si no la religión del diablo [? ] Que las mujeres, al tejer, invoquen a Minerva, que elijan casarse en el día consagrado a Venus, que se tenga demasiado cuidado con el día cuando se embarca, que se le consagre, por sortilegios, con las hierbas para lanzar suertes, que se mencione por la magia el nombre de los demonios, y otras muchas otras cosas que sería necesario enumerar, todo eso es la religión del diablo" (Sobre la conversión de los campesinos, pp.15-16).

6 - Louis Gernet y André Boulanger observan: "Ningún sistema filosófico ha dado tanta importancia al problema religioso." Se puede decir que toda la concepción estoica del universo, la naturaleza y los destinos del hombre depende de su teología, que su ideal de sabiduría, que su moral práctica, tanto individual como social, tienen un fundamento teológico" (Le génie grec dans la religion, Albin Michel, 1970).

7 - Cf. notablemente Sigrid Hunke, Europeas andere Religion. Die ueber-windung der religiösen Krise, Econ, Düsseldorf, 1969 ; y Glauben und wissen. Die Einheit europaïscher Religion und Naturwissenschaft, Econ, Düsseldorf, 1979.

8 - Además de la de Agustin de Hipona, Lutero sufrió mucho la influencia de Guillermo de Occam y sus discípulos (Jean Buridan, Pierre de Ailly, Jean Gerson). Por momentos, parece a adherir a esa vía moderna que demuestra la inconsistencia de los "universales", es decir, conceptos generales que representan, bajo una forma abstracta, el elemento común "absoluto" de todos los elementos de una misma categoría. La teoría nominalista de los "dos órdenes de verdad" influyó por otra parte a numerosos teólogos alemanes, entre ellos, Gabriel Biel, fallecido en 1495.

9 - Uno de los principios del antirreduccionismo es que un conjunto no se resume solamente a la suma de sus constituyentes. Este principio se aplicó en la sociología política por Gustave Le Bon (Psicología de masas, 1895), en la musicología por von Ehrenfels (Ueber Gestaltqualitäten, 1890), en la psicología por la Gestalttheorie, en la biología por Ludwig von Bertalanffy, en la física por Ernst Mach, en la historia por Wilhem Dilthey, etc



[Eléments N° 36, Otoño de 1980]

Sobre la sociedad anarquista (entrevista a Noam Chomsky)

Conversación con Peter Jay.



P.J.: Profesor Chomsky para empezar quizá sería lo mejor que tratara de decirnos qué es lo que no se ha de entender por anarquismo; la palabra anarquía, como es sabido, proviene del griego y significa literalmente sin gobierno, pero supongo que quienes hablan de anarquía o de anarquismo como sistema de Filosofía política no quieren con eso decir simplemente que son partidarios de que a partir del 19 de enero del año que viene, pongamos por caso, deje de existir de repente todo gobierno tal como hoy lo entendemos y que ya no habrá ni policía ni normas de la circulación, ni leyes ni recaudadores de impuestos y ni siquiera servicios de correos, teléfonos y telégrafos, etc. Me imagino que con esas palabras entienden algo más complicado que todo eso.

Chomsky: Bueno, entendámonos; le digo sí a algunas de sus cuestiones y no a otras. Lo más probable es que los defensores de la anarquía o del anarquismo sean partidarios de que no haya policía, pero no de que deba prescindiese de las normas del tráfico. Yo querría empezar diciendo que el término anarquismo abarca una gran cantidad de ideas políticas y que yo prefiero entenderlo como la izquierda de todo movimiento libertario. Desde estas posiciones podríamos concebir el anarquismo como una especie de socialismo voluntario, es decir: como un socialismo libertario, o como un anarcosindicalismo, o como un comunismo libertario o anarquismo comunista, según la tradición de Bakunin, Kropotkin y otros. Estos dos grandes pensadores proponían una forma de sociedad altamente organizada, aunque organizada sobre la base de unidades orgánicas o de comunidades orgánicas. Generalmente, por estas dos expresiones entendían el taller y el barrio, y a partir de este par de unidades orgánicas derivar mediante convenios federales una organización social sumamente integrada que podría tener alcances nacionales e internacionales. Toda decisión, a todo nivel, habría de ser tomada por mayoría sobre el terreno y todos los delegados representantes de cada comunidad orgánica han de formar parte de ésta y han de provenir de la misma, a la cual han de volver y en la cual, de hecho, viven.

P.J.: Así que no se trata de una sociedad en la que no haya, literalmente hablando, gobierno, sino más bien de una sociedad en la que la dirección principal de la autoridad viene de abajo. Contrariamente a las democracias representativas tales como las que existen en Estados Unidos y en Gran Bretaña que adoptan una forma de autoridad de arriba abajo, aunque en última instancia decidan los votantes.

Chomsky: Esa democracia representativa estadounidense o británica la critica un anarquista por dos razones. Primero porque se ejerce un monopolio del poder centralizado en el Estado y, segundo -críticamente hablando-, porque la democracia representativa está limitada a la esfera política sin extender de un modo consecuente su carácter al terreno económico. Los anarquistas de la tradición a que aludimos siempre han creído que el control sobre la propia vida productiva es la condición sine qua non de toda liberación humana verdadera, de hecho, de toda práctica democrática significativa. Es decir, que mientras haya ciudadanos que estén obligados a alquilarse en el mercado de mano de obra a quienes interese emplearlos para sus negocios, mientras la función del productor esté limitada a ser utensilio subordinado, habrán elementos coercitivos y de opresión francamente escandalosos que no invitan ni mucho menos a hablar en tales condiciones de democracia, si es que tiene sentido hacerlo todavía.

P.J.: ¿Da la historia ejemplos duraderos y a cualquier escala un tanto sustancial de sociedades que se hayan aproximado al ideal anarquista?

Chomsky: Sí, han existido sociedades cuantitativamente pequeñas que creo han logrado bastante realizar ese ideal, aparte de que da la historia ejemplos de revolución libertaria a gran escala de estructura principalmente anarquista. Pero volviendo a lo primero, personalmente creo que el ejemplo tal vez más dramático es el de los kibbutzim israelíes, los cuales durante un largo periodo estuvieron realmente regidos por principios anarquistas, es decir: autogestión, control directo de los trabajadores en toda la gestión de la empresa, integración de la agricultura, la industria y los servicios, así como la participación y prestación personales en el autogobierno. Me atrevo a afirmar que tuvieron un éxito extraordinario en casi todas las medidas que tuvieron que imponerse.

P.J.: Pero seguramente estaban, y aún lo están, encuadrados esos kibbutzim en el marco de un Estado tradicional que les garantiza cierta estabilidad fundamental.

Chomsky: No siempre ha sido así. La historia de los kibbutzim es bastante interesante a este respecto. Sólo desde 1948 están engranados en la maquinaria de un Estado convencional. Antes sólo obedecían a los imperativos de un enclave colonial y, en realidad, existía una sociedad subyacente, mayormente cooperativista, que de hecho no formaba parte del sistema supraestructural del mandato británico, sino que funcionaba subrepticiamente fuera del alcance de este mandato. Y aun hasta cierto punto, esa sociedad cooperativista sobrevivió a la fundación del Estado de Israel, pero -naturalmente- acabó por integrarse en él perdiendo así, a mi parecer, gran parte de su carácter socialista libertario la región de los kíbbutzim israelíes, por razón del proceso político que la misma fundación de una nación acarreaba, amén de otros procesos acarreados por la historia de la región en su coyuntura internacional que no hay por qué tratar aquí.
Sin embargo, como instituciones socialistas libertarias en funciones, creo que los kíbbutzim israelíes pueden pasar por un modelo interesante y sumamente apropiado para sociedades industriales avanzadas en la medida en que otros ejemplos existentes en el pasado no lo son.
Un buen ejemplo de revolución anarquista realmente a gran escala -de hecho el mejor ejemplo que conozco- es el de la revolución española de 1936, durante la cual, y en la mayor parte de España republicana, se llevó a cabo una revolución anarquista (o eminentemente inspirada en el anarquismo) que comprendía tanto la organización de la agricultura como de la industria en extensiones considerables, habiéndose desarrollado además de una manera que, al menos visto desde fuera, da toda la impresión de la espontaneidad. Pero si buscamos las raíces más hondas y sus orígenes, caemos en la cuenta de que ese resultado es debido a unas tres generaciones de abnegados militantes organizando sin cesar, experimentando, pensando y trabajando por difundir las ideas anarquistas entre vastas capas de la población en aquella sociedad eminentemente preindustrial, aunque no preindustrial del todo. También esta experiencia tuvo gran éxito, tanto desde el punto de vista de las condiciones humanas como de las medidas económicas. Quiere decirse que la producción continuó su curso con más eficiencia si cabe; los trabajadores del campo y de la fábrica demostraron ser perfectamente capaces de administrar las cosas y administrarse sin presión alguna desde arriba, contrariamente a lo que habían imaginado muchos socialistas, comunistas, liberales y demás ciudadanos de la España republicana (¡por no hablar de la otra!) y, francamente, quién sabe el juego que esta experiencia habría podido dar para el bienestar y la libertad del mundo. Por desgracia, aquella revolución anarquista fue destruida por la fuerza bruta, a pesar de que mientras estuvo vigente tuvo un éxito sin precedentes y de haber sido, repito, un testimonio muy inspirador en muchos aspectos sobre la capacidad de la gente trabajadora pobre de organizar y administrar sus asuntos de un modo plenamente acertado sin opresión ni controles externos o superiores. Ahora bien; en qué medida la experiencia española es aplicable a sociedades altamente industrializadas, es una cuestión que habría que investigar con todo detalle.

P.J.: Lo que aparece claro para todo el mundo es que la idea fundamental del anarquismo se ancla en la prioridad del Individuo -no necesariamente aislado, sino precísamente junto con otros individuos- y la realización de su libertad. Esto nos suena a lo que proclamaban los fundadores de los Estados Unidos. ¿Qué ha pasado con la experiencia estadounidense que ha hecho de aquella libertad invocada por dicha tradición una palabra sospechosa y hasta corrompida en los oídos de los pensadores anarquistas y de los socialistas libertarios como usted?

Chomsky: Permítame aclarar ante todo que yo no me considero un pensador anarquista. Digamos que soy un compañero de viaje por derivación, del anarquismo. Siempre se han expresado los pensadores anarquistas muy favorablemente respecto a la experiencia estadounidense y al ideal de la democracia jeffersoniana. Ya sabe que para Jefferson el mejor gobierno es el que gobierna menos, o la apostilla a este aforismo de Thoreau según la cual el mejor gobierno es el que no gobierna nada en absoluto. Ambas frases fórmulas las han repetido los pensadores anarquistas en toda ocasión y a través de los tiempos desde que existe la doctrina anarquizante.
Pero el ideal de la democracia jeffersoniana -dejando aparte el hecho de que fuese todavía una sociedad con esclavos- se desarrolló dentro de un sistema precapitalista, o sea: en una sociedad en la cual no ejercía el control ningún monopolio ni habían focos importantes de poder privado. Es realmente sorprendente leer hoy algunos textos libertarios clásicos. Leyendo, por ejemplo, La crítica del Estado (1791) de Wilhelm von Humboldt, obra muy significativa que de seguro inspiró a Mill, se da uno cuenta que no se habla en ella para nada de la necesidad de oponerse a la concentración del poder privado y más bien se trata de la necesidad de contrarrestar la usurpación del poder coercitivo del Estado. Lo mismo ocurre en los principios de la tradición estadounidense. ¿Por qué? Sencillamente, porque era ésa la única clase de poder que existía. Quiero decir que Von Humboldt daba por supuesto que todo individuo poseía más o menos un grado de poder similar, pero de poder privado, y que el único desequilibrio real se producía en el seno del Estado centralizado y autoritario, y que la libertad debía ser protegida contra toda intervención del Estado y la Iglesia. Esto es lo que él creía que había que combatir.
Ahora bien; cuando nos habla, por ejemplo, de la necesidad de ejercer control sobre la propia vida creadora, cuando impreca contra la alienación por el trabajo, resultante de la coacción o tan sólo de las instrucciones o dirigismo en el trabajo de cada uno, en vez de actuar por autogestión, entonces revela su ideología antiestatal y antiteocrática. Pero los mismos principios sirven para la sociedad industrial capitalista que se formó más tarde. Estoy inclinado a creer que Von Humboldt, de haber persistido en su búsqueda ideológica, habría acabado por ser un socialista libertario.

P.J.: Todos estos antecedentes, ¿no sugieren que hay algo inherente al estado preindustrial en todo lo relativo a la aplicabilidad de las ideas libertarías? En otras palabras: que las ideas libertarías presuponen necesariamente una sociedad básicamente rural con una tecnología y una producción bastante simples y cuya organización económica tienda a ser de pequeña escala y localizada.

Chomsky: Vamos a ver, separemos su cuestión en dos preguntas: primera, ¿qué han pensado al respecto los anarquistas?; y segunda, ¿cómo opino yo? En lo que respecta a las respuestas anarquistas tenemos por lo menos dos. En primer lugar hay una tradición anarquista -que podríamos hacer partir de un Kropotkin- con ese carácter que acaba de describirnos. Pero en segundo lugar existe otra tradición anarquista que al desarrollarse desemboca en el anarcosindicalismo y que ve en el anarquismo la manera adecuada de organizar una sociedad compleja de nivel industrial altamente avanzado. Y esta tendencia dentro del anarquismo se confunde, o por lo menos se relaciona muy estrechamente con una variedad de marxismo izquierdista de la especie de los comunistas espartaquistas, por ejemplo, salidos de la tradición de Rosa Luxemburgo y que más tarde estuvo representada por teóricos marxistas como Anton Pannekoek, quien desarrolló toda una teoría sobre los consejos obreros de la industria, siendo él mismo un hombre de ciencia, un astrónomo.
Pues bien; ¿cuál de estos dos puntos de vista es el que se ajusta a la verdad? O en otros términos: ¿tienen por objeto los conceptos anarquistas una sociedad preindustrial exclusivamente o es el anarquismo también una concepción adecuada para aplicarla a la organización de una sociedad industrial altamente avanzada? Personalmente, creo en la segunda opción, es decir, creo que la industrialización y el avance de la tecnología han cerrado consigo posibilidades de autogestión sobre un terreno vasto como jamás anteriormente se habían presentado. Creo, en efecto, que el anarcosindicalismo nos brinda precisamente el modelo más racional de una sociedad industrial avanzada y compleja en la que los trabajadores pueden perfectamente tomar a su cargo sus propios asuntos de un modo directo e inmediato, o sea, dirigirlos y controlarlos, sin que por eso no sean capaces al mismo tiempo de ocupar puestos clave a fin de tomar las decisiones más sustanciales sobre la estructura económica, instituciones sociales, planeamiento regional y suprarregional, etc. Actualmente, las instituciones rectoras no les permiten a los trabajadores ejercer control ninguno sobre la información necesaria en el proceso de la producción ni tampoco poseen por lo demás el entrenamiento requerido para entender en esos asuntos de dirección. Por otra parte, en una sociedad sin intereses creados ni monopolios, gran parte de ese trabajo -administrativo incluido- podría hacerse ya automatizado. Es del dominio público que las máquinas pueden cumplir con un gran porcentaje de las tareas laborales que hoy corren a cargo de los trabajadores y que, por lo tanto, éstos -una vez asegurado mecánicamente un alto nivel de vida- podrían emprender libremente cualquier labor de creación que antes objetivamente les habría sido imposible imaginar siquiera, sobre todo en la fase primeriza de la revolución industrial.

P.J.: Seguidamente querría atacar el problema de la economía en una sociedad anarquista, pero ¿podría pintarnos con algo más de detalle la constitución política de una sociedad anarquista tal y como se la imagina usted en las condiciones modernas de vida actual? Se me ocurre preguntar, por ejemplo, si existirían en esa sociedad partidos políticos y qué formas residuales de gobierno seguirían existiendo en la práctica.

Chomsky: Permítame esbozar lo que yo creo podría obtener aproximadamente un consenso entre los libertarios, esbozo que naturalmente me parece en esencia, aunque mínimo, correcto para el caso. Empezando por las dos clases de organización y control, concretamente: la organización y el control en el lugar de trabajo y en la comunidad, podríamos imaginar al efecto una red de consejos de trabajadores y, a nivel superior, la representación interfábricas, o entre ramos de la industria y comercio, o entre oficios y profesiones, y así sucesivamente hasta las asambleas generales de los consejos de trabajadores emanados de la base a nivel regional, nacional o internacional. Y desde el otro punto de vista, o sobre la otra vertiente, cabe imaginar un sistema de gobierno basado en las asambleas locales, a su vez federadas regionalmente y que entienda en asuntos regionales, a excepción de lo concerniente a oficios, industria y comercio, etc., para luego pasar al nivel nacional y a la confederación de naciones, etc.
Ahora bien; sobre el cómo se habrían de desarrollar exactamente estas estructuras y cuál sería su interrelación, o sobre si ambas son necesarias o sólo una, son preguntas éstas que los teóricos anarquistas han discutido y acerca de las cuales existen muchas variantes. Por ahora, yo no me atrevo a tomar partido; son cuestiones que habrá que ir elaborando y dilucidando a fondo y con calma.

P.J.: Pero, ¿no habrían, por ejemplo, elecciones nacionales directas, o partidos políticos organizados de punta a punta, como si dijéramos? Claro que si así fuera posiblemente se crearía alguna especie de autoridad central lo que sería contrarío a la idea anarquista.

Chomsky: No, bueno, la idea anarquista propicia que la delegación de autoridad sea la mínima expresión posible y que los participantes, a cualquiera de los niveles, del gobierno deben ser directamente controlados por la comunidad orgánica en la que viven. La situación óptima sería, pues, que la participación a cualquier nivel del gobierno sea solamente parcial, es decir: que los miembros de un consejo de trabajadores que, de hecho, ejercen sus funciones tomando decisiones que los demás trabajadores no tienen tiempo de tomar, sigan haciendo al mismo tiempo su trabajo en el tajo, taller o fábrica en que se empleen, o su labor o misión en la comunidad, barrio o grupo social al que pertenecen.
Y respecto a los partidos políticos, mi opinión es que una sociedad anarquista no tiene forzosamente por qué prohibirlos. Puesto que, de hecho, el anarquismo siempre se ha basado en la idea de que cualquier lecho de Procusto, cualquier sistema normativo impuesto en la vida social ha de restringir y menoscaba notablemente su energía y vitalidad y que, más bien, toda clase de nuevas posibilidades de organización voluntaria pueden ir apareciendo a un nivel superior de cultura material e intelectual. Pero yo creo, sinceramente, que si llega el caso de que se crea necesaria la existencia de partidos políticos habrá fallado la sociedad anarquista. Quiero decir que, a mi modo de ver, en una situación con participación directa en el autogobierno y en la autogestión de los asuntos económicos y sociales, las disensiones, los conflictos, las diferencias de intereses, de ideas y de opiniones tendían que ser no sólo bien acogidas, sino cultivadas incluso, para ser expresadas debidamente a cada uno de los distintos niveles. No veo por qué habrían de coincidir esas diferencias con unos partidos que no se crean a partir de las diferencias, sino para crearlas precisamente. No creo que la complejidad del interés humano y de la vida venga mejor servida dividiéndola de ese modo. En realidad, los partidos representan fundamentalmente intereses de clase, y las clases tendrían que haber sido eliminadas o superadas en una sociedad como la que nos ocupa.

P.J.: Una última pregunta sobre organización política. Con esa serie jerárquica de asambleas y de estructura cuasi gubernamental, sin elecciones directas, ¿no se corre el peligro de que el órgano central o el organismo que está en la cúspide de la pirámide, como si dijéramos, se aleje demasiado de la base y que si tiene poderes en asuntos internacionales, por ejemplo, podría incluso disponer de fuerzas armadas u otros instrumentos de violencia y que, a fin de cuentas, estaría menos vigilado que lo está un gobierno en las actuales democracias parlamentarias?

Chomsky: Es condición de primera importancia en toda sociedad libertaria prevenir semejante rumbo en los asuntos públicos de carácter nacional e internacional y a ese fin hay que crear las instituciones necesarias. Lo que creo que es perfectamente factible. Personalmente, estoy convencido de que la participación en el gobierno no es un trabajo full-time. Puede serlo en una sociedad irracionalmente regida en la que se provocan toda clase de problemas por la misma irracionalidad de las instituciones. Pero en una sociedad industrial avanzada funcionando como es debido por cauces libertarios, me imagino que la puesta en ejecución de las decisiones tomadas por los cuerpos representativos, es una ocupación part-time que tendría que ser llevada a cabo por turno en el seno de cada comunidad y que debería además exigir como condición a los que la ejerzan el no dejar sus propias actividades profesionales, siquiera en parte. Supongamos que fuese posible entender el gobierno como una función de empresa equivalente a la producción de acero, pongo por caso. Si eso fuese factible -y yo creo que es una cuestión de hechos empíricos que tiene que obedecer a sus propias determinaciones y que no puede proyectarse como pura teoría-, si eso fuese factible, digo, la consecuencia natural sería organizar el gobierno industrialmente, como si fuera una rama más de la industria, con su propio consejo de trabajadores y su propia disciplina autogestionaria y su propia participación en las asambleas de mayor extensión o alcance.
Podría añadir aquí que así sucedió en los consejos de los trabajadores formados espontáneamente en algunas partes, como por ejemplo en la revolución húngara de 1956. Había en efecto, si no me equivoco, un consejo de empleados del Estado que se habían organizado sencillamente a la manera industrial o empresarial como otras ramas de la industria de tipo tradicional. Cosa semejante es perfectamente posible y tendría que ser -o podría ser- una barrera que impidiese la formación de esa especie de remota burocracia represiva que los anarquistas temen tanto, como es natural.

P.J.: Suponiendo que continuase existiendo una cierta necesidad de autodefensa a nivel bastante perfeccionado, no comprendo por su descripción de la sociedad anarquista cómo podría ejercerse un control efectivo por parte del dicho sistema de consejos representativos par-time y aun a varios niveles de abajo arriba, sobre una organización tan poderosa y técnicamente tan perfeccionada por la fuerza de las cosas como el pentágono, por ejemplo.

Chomsky: Bien, bien, precisemos un poco la terminología. Usted habla del Pentágono como organización defensiva, que es lo corriente. En 1947, cuando se aprobó la Ley de Defensa nacional, el antiguo Ministerio de la Guerra -que así se había venido llamando honradamente- pasó a llamarse Departamento de la Defensa. Por entonces era yo aún un estudiante y no me creía muy ducho en la materia, pero sabía, como todo el mundo, que si el ejército estadounidense hasta entonces podía haber estado implicado en la defensa de la nación -y parcialmente así había sido- en adelante ya no sería el Departamento de Defensa más que un ministerio de la agresión, y nada más.

P.J.: Según el principio de que no hay que creer nada hasta que se niegue oficialmente.

Chomsky: Exactamente. Un poco bajo el supuesto con que esencialmente había concebido Orwell el Estado moderno y su naturaleza. Y éste es exactamente el caso. Quiero decir que el Pentágono no es de ningún modo el instrumento del Ministerio de la Defensa. Jamás ha defendido a los Estados Unidos contra nadie y lo único que ha producido ha sido agresión; por eso creo que el pueblo norteamericano estaría mucho mejor sin Pentágono que con él. Pero en todo caso no lo necesita para su defensa. Su intervención en los asuntos internacionales nunca ha sido -bueno, nunca es mucho decir, pero costaría trabajo encontrar una excepción- su posición o actitud característica la de apoyar la libertad o la de defender al pueblo. No es éste el papel que desempeña la organización militar tan vasta que controla el Departamento de la Defensa. Sus tareas son más bien dos bien distintas y ambas bastante antisociales.
La primera es la de salvaguardar un sistema internacional en el que los llamados intereses estadounidenses -con lo que se quiere significar principalmente intereses comerciales sigan floreciendo. La segunda tarea cumple una misión económica internacional. De ahí que el Pentágono haya sido el más importante mecanismo keinesiano por el cual el gobierno interviene para mantener lo que cómicamente se llama la salud de la economía mediante la incitación a producir, es decir, llevando a la producción del despilfarro.
Ahora bien, ambas funciones sirven a ciertos intereses, a intereses dominantes de hecho, intereses dominantes de clase en la sociedad estadounidense. Pero no creo que sirvan ni poco ni mucho al interés del público y un semejante sistema de producción de despilfarro y de destrucción sería desmantelado en lo esencial en una sociedad libertaria. Pero no hay que hablar demasiado de estas cosas. Si nos imaginamos, por ejemplo, una revolución social en los Estados Unidos -cosa que está muy lejos, diría yo-, mas si esto ocurriera, es difícil imaginar que hubiese un enemigo real de fuerza capaz de amenazar la revolución social del país; no iban a atacarnos Méjico o Cuba pongamos por caso. No creo, pues, que una revolución en Estados Unidos necesitase defenderse contra un agresión exterior. Mientras que si se proclamase una revolución social en Europa occidental, creo que en tal caso el problema de la defensa adquiriría caracteres críticos.

P.J.: Iba a decirle que seguramente no puede ser inherente a la idea anarquista la falta de autodefensa, ya que hasta ahora todos los experimentos anarquistas han sido aniquilados desde fuera.

Chomsky: Ya, lo que pasa es que a esas cuestiones no se puede contestar más que específicamente y siempre en relación con casos históricos concretos y en condiciones objetivas.

P.J.: No, es que se me hacía difícil entender lo que decía del control democrático adecuado para esa clase de organización, ya que me parece muy improbable que los generales se controlasen a sí mismos del modo que a usted le pareciese bien.

Chomsky: La dificultad estriba en que yo quiero apuntar la complejidad de la cuestión. Todo depende del país y de la sociedad de que se trate. En los Estados Unidos se plantea una clase específica de problemas. Si la revolución social libertaria se declara en Europa, creo que entonces los problemas que surgirían serían muy serios, ya que se plantearía de inmediato un gran problema de defensa. Porque supongo que si en la Europa occidental se consiguiese un socialismo libertario de cierta envergadura, se ceñiría sobre ella una amenaza militar inminente por dos partes, por la parte de la Unión Soviética y por la de Estados Unidos. Luego, el primer problema sería cómo defenderse. Con este problema tuvo que enfrentarse la revolución española. Porque no sólo estaba amenazada in situ por la intervención militar fascista, sino también por las unidades armadas comunistas y por los enemigos liberales de la retaguardia y de las naciones vecinas. Ante semejante magnitud y número de ataques, el problema de la defensa era el más grave, por ser de vida o muerte.
A pesar de todo esto, creo que hay que plantearse la cuestión de si la mejor manera de hacerlo es a base de ejércitos centralizados con toda su tecnología disuasiva; la verdad, no creo que la cosa sea tan de cajón. Por ejemplo, no creo que un ejército europeo-occidental centralizado impediría un ataque ruso o estadounidense con el fin de acabar con un socialismo libertario, porque la suerte de ataque que esperaría, francamente, no sería quizá militar, sino económico por lo menos.

P.J.: Pero por otra parte, tampoco es de esperar ya las clásicas algaradas de campesinos armados con horcas y hoces...

Chomsky: No hablamos de campesinos, sino de sociedades desarrolladas industrialmente y de elevado urbanismo. Se me ocurre que su mejor arma sería atraer la simpatía de las clases trabajadoras de los países atacantes. Pero repito que hay que ser prudente. Y no es nada improbable que la revolución necesitara tanques, ejército y que así se labrara su propia ruina por las razones antedichas. Es decir, creo que es muy difícil imaginarse cómo podría funcionar en régimen revolucionario un ejército central con sus tanques, aviones y armas estratégicas. Y si eso es necesario para salvar las estructuras revolucionarias, ¡ay de la revolución!

P.J.: Si el mejor método de defensa es, como usted dice, granjearse las simpatías de las organizaciones políticas y económicas, tal vez sería a este propósito oportuno entrar más en el detalle. En uno de sus ensayos dice usted que en una sociedad decente, todo el mundo tendría la oportunidad de encontrar un trabajo interesante y a cada cual le estaría permitido usar sus talentos por ofrecérsele las más amplías oportunidades a ese mismo objeto. Después se pregunta: ¿Y qué más haría falta? ¿Acaso una recompensa exterior en forma de lujos o de poder? Eso en el caso de que supongamos que el hacer uso de los propios talentos en un trabajo interesante y socialmente útil no nos recompensa por sí solo. Creo que esta manera de razonar agrada a mucha gente. Pero aun así necesita alguna explicación. Personalmente creo que el trabajo que a la gente puede parecer interesante o atractivo o satisfactorio no tiene por qué coincidir necesariamente con la clase de trabajo que tiene que hacerse por necesidad, sí queremos mantener el nivel de vida que la gente exige y al que está acostumbrada.

Chomsky: En efecto, hay una cantidad de trabajo que tiene que hacerse, si queremos mantener el actual nivel de vida. Está por contestar la pregunta: ¿en qué medida este trabajo tiene que ser oneroso? Recordemos que ni la ciencia, ni la tecnología ni el simple intelecto se han dedicado a examinar la cuestión con el fin de abolir el carácter pesado y autodestructivo de algunos trabajos necesarios en nuestra sociedad. Esto es debido al hecho de que siempre se ha contado con la reserva de un cuerpo considerable de esclavos a sueldo que harán cualquier trabajo, por duro que sea, antes que morir de hambre. Pero si la inteligencia humana se aplicara a resolver el problema de cómo hacer tolerables los trabajos más pesados que la sociedad requiere, no sabemos cuál sería la salida. Tengo para mí que gran parte de esos trabajos podrían hacerse totalmente tolerables. Esto aparte de que me parece un error creer que toda labor físicamente dura tiene que ser onerosa. Hay mucha gente -yo incluido- que emprende trabajos duros para relajarse. No hace mucho, por ejemplo, se me ocurrió plantar treinta y cuatro árboles en un prado detrás de mi casa, lo que implicaba tener que cavar treinta y cuatro hoyos. Considerando lo que normalmente hago como ocupación, eso representa un trabajo bastante pesado, pero he de confesar que disfruté haciéndolo. Sin embargo, estoy seguro que no habría disfrutado de tenerlo que hacer con un capataz delante y a horas fijas, etc. Aunque si es una tarea tomada por interés también puede hacerse. Y sin tecnologías, sin pensar en cómo planear el trabajo, etc.

P.J.: A esto podría decirte que existe el peligro de que esta manera de ver el problema sea una ilusión bastante romántica, sólo posible de abrigar por una pequeña élite de intelectuales, profesores, periodistas, etc. que están en la situación tan privilegiada de ser pagados por lo que les gusta hacer y harían de otras formas.

Chomsky: Por eso empecé por poner por delante un gran si condicional. Dije que primeramente hay que preguntarse hasta qué punto el trabajo necesario para la sociedad -o sea, el trabajo requerido para mantener el nivel de vida que queremos- ha de ser por fuerza pesado u oneroso. Yo creo que la respuesta sería: mucho menos de lo que lo es hoy; pero convengamos en que hasta cierto punto siga siendo sucio. Aun así, la respuesta es muy simple: ese trabajo sucio debe ser distribuido equitativamente entre todos los que son capaces de hacerlo.

P.J.: Entonces, que cada cual se pase cierto número de meses al año en la cadena de producción de automóviles y otro tanto recogiendo basuras u otras faenas ingratas...

Chomsky: Si es que efectivamente son éstas tareas de imposible autosatisfacción. Pero yo no lo creo, francamente. Cuando veo trabajar a los operarios, digamos a los mecánicos de automóvil por ejemplo, creo que muchas veces puede ser no poco motivo de orgullo cumplir con la tarea. El orgullo de un trabajo complicado y bien hecho en el que hay que hacer uso de la inteligencia, especialmente cuando uno está interesado en la gestión de la empresa y hay que contribuir a las decisiones de cómo organizar el trabajo, para qué sirve, cuáles son los objetivos de ese trabajo, etc. Yo creo que todo esto puede ser una actividad satisfactoria y recompensadora que, de hecho, requiere las capacidades que los trabajadores despliegan de buen grado. Pero la verdad es que estoy hablando hipotéticamente. Supongamos que quedase un residuo de trabajo que nadie quisiera hacer; en tal caso no hay más que distribuirlo entre todos equitativamente, pero por lo demás que la gente ejerza libremente sus talentos a su buen entender.

P.J.: Supongamos ahora, profesor, que ese residuo fuese muy grande, como hay quien sostiene que sería si el trabajo para producir un noventa por ciento de lo que todos quisiéramos consumir se realizara cumplidamente. En tal caso, organizar la distribución de este trabajo sobre la base de que todo el mundo hiciera una pequeña parte de los trabajos sucios o pesados, resultaría echar mano de algo absurdamente ineficaz. Porque para eso habría que entrenar y equipar a toda la gente, porque toda tendría que pasar por los trabajos sucios, de lo que sufriría la eficacia de toda la economía y, por consiguiente, el nivel de vida se rebajaría ostensiblemente.

Chomsky: Bueno, ante todo hay que convenir en que nadamos sobre puras hipótesis, ya que no creo que sus porcentajes sean ni mucho menos reales. Ya he dicho que si la inteligencia humana se aplicara a proyectar una tecnología adaptada a las necesidades del productor humano en vez de hacerlo al revés tendríamos la solución. Ahora se plantea el problema inverso: cómo adaptar el ser humano a un sistema tecnológico ideado para otros objetivos, es decir, la producción para el beneficio. Estoy convencido de que si se hiciera lo que digo el trabajo indeseado será mucho menos cuantioso de lo que usted sugiere. Pero como quiera que sea, fíjese que tenemos dos alternativas: la primera es distribuirlo equitativamente, la segunda es crear las instituciones adecuadas para obligar a un grupo de la población a hacer los malos trabajos so pena de morirse de hambre. Esas son las dos alternativas.

P.J.: No digo obligados, sino que podrían hacer esos trabajos incluso voluntariamente los que considerasen que valía la pena hacerlos a base de una mayor remuneración correspondiente.

Chomsky: Ah no, supongo que ya ha sobreentendido que para mí todo el mundo ha de recibir por su trabajo, sea cual sea, una recompensa igual. Y no olvide que actualmente vivimos en una sociedad en que la gente que hace los trabajos pesados no es mejor remunerada que la que hace su trabajo voluntariamente; todo lo contrario es verdad. De la manera en que funciona nuestra sociedad, una sociedad de clases, los que hacen los trabajos más duros, más pesados o más sucios son los que cobran menos. Esos trabajos se hacen, sin más, pero nosotros no queremos ni pensar en que existen, porque sabemos que hay una masa de gentes miserables que sólo controlan un solo factor de la producción: su fuerza de trabajo, que tienen que vender; o tendrán que aceptar esa clase de trabajos porque no tienen otra cosa que hacer y antes que morir de hambre se emplean por los más bajos salarios. Acepto la corrección. Imaginémonos tres clases de sociedades: la primera, la corriente, en la cual el trabajo indeseable se da a los esclavos a sueldo. Luego un segundo sistema en que el trabajo ingrato, después de haber hecho todo lo posible para darle sentido, es distribuido y, en fin, el tercer sistema en el que el trabajo malo da derecho a una paga extraordinaria, tanto que por ella acceden a hacerlo algunos voluntariamente. Pues bien; yo creo que el segundo y el tercer sistema están de acuerdo -en estos términos vagos en que estamos hablando- con los principios anarquistas. Personalmente me inclino por el segundo, pero ambos están totalmente alejados de toda organización social vigente y de toda tendencia a cualquier organización social en la actualidad.

P.J.: Se lo plantearé de otra manera. Me parece que se está ante una opción fundamental, por mucho que se la quiera camuflar, entre el trabajo satisfactorio de por sí y el trabajo que hay que organizar sobre la base del valor que tiene lo producido para la gente que lo usa o consume. Y la sociedad organizada sobre la base de dar a todo el mundo las mismas oportunidades para llevar a cabo sus más caras aficiones, lo que expresa en esencia la fórmula del trabajo por el trabajo mismo, tiene su culminación lógica en el monasterio o convento, donde la clase de trabajo practicado, o sea, el rezo, es un trabajo de autoenriquecimiento del propio trabajo. No se produce nada que sea de provecho para nadie, así que, o bien hay que vivir a un nivel de vida lo más bajo, o bien hay que resignarse a morir de hambre.

Chomsky: Bien, aquí hace usted unas suposiciones de hecho con las que no estoy de acuerdo en absoluto. Yo creo que parte de lo que le da sentido al trabajo es su utilidad, es el hecho de que sus productos se puedan utilizar. El trabajo del artesano tiene su sentido al menos en parte por la inteligencia y la destreza que ha de poner en él, pero también en parte porque es un trabajo útil. Lo mismo diría yo que vale también para los hombres de ciencia. Creo que el hecho de que la clase de trabajo que uno está haciendo sirva para otra cosa -que es el caso del trabajo científico, como usted sabe-, que contribuya a algo más es muy importante, aun prescindiendo de la elegancia o la belleza que uno pueda lograr con su trabajo. Estoy convencido que esto vale para todas las actividades humanas. Creo además que si echamos una ojeada por una buena parte de la historia de la humanidad, nos daremos cuenta de cuántos han sido los que han sacado satisfacción -y no poca- del trabajo productivo y creador que han estado haciendo; pero también creo que la industrialización propicia enormemente esa satisfacción. ¿Por qué? Pues porque gran parte de las faenas fastidiosas y sin atractivo pueden hacerlas las máquinas, lo que significa que automáticamente el radio de acción del trabajo humano realmente creador resulta muy notablemente agrandado. Pero a otra cosa. Usted habla del trabajo libremente emprendido como afición o hobby. Yo no lo juzgo así. Pienso que el trabajo libremente elegido y ejecutado también puede ser trabajo útil e importante. También plantea usted un dilema que muchos se plantean, a saber: entre el deseo de satisfacción en y por el trabajo y el deseo de crear cosas de valor para la comunidad. Pero no está tan claro que se trate, en efecto, de un dilema y menos de una contradicción. No me parece obvio, ni mucho menos -yo creo que es falso- eso de contribuir a un mayor placer y satisfacción en el trabajo sea inversamente proporcional al valor del resultado.

P.J.: Yo no diría inversamente proporcionado para mí podría no tener relación alguna. Pongamos algo muy simple como vender helados en la playa un día de fiesta. Es un servicio a la sociedad. Hace calor y no hay duda de que el público quiere helados. Por otro lado, es difícil ver aquí en qué medida llevar a cabo esta tarea de vender helados puede ser motivo de placer profesional ni pueda tener algún sentido, virtud o ennoblecimiento social. ¿Por qué razón habría de dedicarse a prestar ese servicio sí no te recompensa de alguna manera?

Chomsky: Le advierto que más de una vez he visto a vendedores de helados con cara de pascuas...

P.J.: Sí estaban ganando dinero a puñados lo creo.

Chomsky: ... y que parecían muy contentos de estar vendiéndoles helados a los niños, lo cual me parece una manera de pasar el tiempo perfectamente razonable y estimulante, si se compara con otras ocupaciones, con miles de ocupaciones diferentes. Recuerde que cada persona tiene su ocupación y me parece que la mayoría de las ocupaciones existentes -y en esencial aquellas que entran en la clasificación servicios, o sea, que entran en relación con el prójimo-, conllevan de por sí una satisfacción u otra y unas recompensas inherentes a ellas asociadas, esto es, en el trato con los individuos a los que prestan sus servicios. Para el caso es lo mismo dar clases que vender helados. Admito que para vender helados no se necesitan ni la dedicación ni la inteligencia necesarias para impartir enseñanza y que tal vez por esta razón sea una ocupación menos envidiada. Pero si así fuera, tendría que ser repartida entre todos.
Pero todo esto aparte, lo que trato de decir es que nuestra creencia caracterizada de que el placer en el trabajo, la satisfacción en el trabajo o no tiene o tiene relaciones negativas con el valor del resultado, está estrechamente relacionado con un estadio particular de la historia social, esto es: el capitalismo, en cuyo sistema los seres humanos son instrumentos de producción. Lo dicho antes no tiene por qué ser, ni mucho menos, la verdad. Por ejemplo, si pasamos revista a las numerosas entrevistas hechas con obreros que trabaran en cadena por sicólogos industriales, echaremos de ver que una de las cosas de que más se quejan es de que su trabajo no pueda hacerse bien, que la cadena va tan de prisa que no pueden hacer su trabajo decentemente. Hace poco leía en una revista gerontológica un estudio sobre la longevidad en el que se trataba de encontrar los factores útiles para predecir la longevidad -ya sabe: el fumar, el beber, los factores genéticos-, todo lo habían examinado. Pues bien, ¿sabe cuál es el factor más favorable? La satisfacción en el trabajo.

P.J.: Ya, la gente que tiene un trabajo agradable vive más, ¿no?

Chomsky: Bueno, sí, la gente que está satisfecha con su trabajo. Lo que me parece muy lógico, puesto que no sólo nos pasamos en el trabajo una gran parte de nuestra vida, sino que en el trabajo es donde más ejercemos nuestra capacidad creadora. Ahora bien; ¿qué es lo que lleva a esa satisfacción en el trabajo? Creo que son muchas cosas, pero el saberse haciendo algo útil para la comunidad es un factor nada desdeñable. Muchos están satisfechos de su trabajo por creer que están haciendo algo importante, algo que vale la pena hacer. Igual pueden ser maestros como médicos, científicos como artesanos o agricultores. Sentir que lo que uno está haciendo es importante, digno de hacerse, no sólo refuerza los vínculos sociales sino que también es un motivo de satisfacción personal, porque con un trabajo interesante y bien hecho nace esa especie de orgullo de quien se autorrealiza, de quien pone en práctica sus habilidades personales. Y no creo que esto vaya a dañar de cualquier modo que sea el valor de lo producido, sino más bien al contrario. Pero concedamos que hasta cierto punto lo perjudicase. Llegada la sociedad a tal punto, debe decidir la comunidad cómo hacer los compromisos necesarios. Al fin y al cabo, cada individuo es a la vez productor y consumidor y por lo tanto cada individuo ha de tomar parte en esos compromisos socialmente determinados, es decir, si verdaderamente hay necesidad de establecer compromisos. Porque me permito insistir en que se ha exagerado mucho la naturaleza de estos problemas a causa del efecto aberrante del prisma que interpone el sistema verdaderamente coercitivo y destructor de la personalidad en que vivimos.

P.J.: De acuerdo. Usted dice que la comunidad tiene que tomar decisiones sobre compromisos eventuales, pero no es menos sabido que la teoría comunista previene estas posibilidades completamente, ya por la planificación, ya en materia de inversiones, de prioridades de inversión nacional, etc. En una sociedad anarquista cree usted que no se tolerara tanta superestructura gubernamental necesaria al parecer para hacer planes, tomar decisiones sobre inversiones por ejemplo si hay que dar prioridad a lo que la gente quiera consumir o a lo que la gente quiera hacer en materia del trabajo.

Chomsky: No estoy de acuerdo. Me parece que las estructuras anarquistas, o para el caso las de los marxistas de izquierda, basadas en el sistema de los consejos y federaciones de trabajadores, se bastan y se sobran para tomar una decisión sobre cualquier plan nacional. De igual manera funcionan a ese nivel -digamos nacional- las sociedades de socialismo estatal al tener que elaborar planes nacionales. En esto no hay ninguna diferencia. Donde la hay -y grande- es en la participación de tales decisiones y en el control que sobre ellas se ejerce. Los anarquistas y marxistas de izquierda -consejistas, espartaquistas- toman estas decisiones desde la base. Es la clase trabajadora informada la que las toma a través de sus asambleas y de sus representantes directos que viven y trabajan entre ellos. Pero en los sistemas de socialismo estatal, el plan nacional viene trazado por la burocracia nacional que acumula para sí y monopoliza toda la información necesaria y que toma las decisiones. De vez en cuando se presenta al público y le dice: Podéis escogerme a mí o a ése, pero todos formamos una misma burocracia remota que no está a vuestro alcance. Éstos son los polos, éstas son las oposiciones polarizadas dentro de la tradición socialista.

P.J.: O sea que, de hecho, sigue desempeñando un papel importante el Estado, e incluso posiblemente los empleados públicos, la burocracia, pero lo que es distinto es el control ejercido sobre ellos.

Chomsky: Bueno, yo no creo, francamente, que se necesite una burocracia separada del resto para poner en ejecución las decisiones gubernamentales.

P.J.: Se necesitan varias formas de pericia.

Chomsky: Ya, pero digamos que se trata de una pericia en materia de planificación económica, puesto que no hay duda de que en toda sociedad industrial compleja tendría que funcionar un grupo de técnicos encargados de trazar planes, de explicar las consecuencias de toda decisión importante, de poner en antecedentes a las personas que han de decidir sobre las consecuencias de sus propias decisiones según se desprende del estudio y modelo de programación, etc. Pero lo importante es que estos sistemas de planificación no son otra cosa que industrias, con sus propios consejos de trabajadores y formando parte de todo el sistema de consejos; la diferencia consiste en que estos sistemas de planificación no son los que toman las decisiones. Producen planes de la misma manera que las fábricas de automóviles producen coches. Los planes están, pues, a disposición de los consejos de trabajadores y se someten a las asambleas de consejos, de la misma manera que los automóviles se fabrican para correr con ellos. Ahora bien; lo que este sistema requiere es una clase trabajadora educada. Y esto es exactamente lo que somos capaces de conseguir en sociedades industrializadas de alto desarrollo.

P.J.: ¿En qué medida el éxito del socialismo libertario, o del anarquismo, depende realmente de un cambio fundamental en la naturaleza humana, tanto en su motivación como en su altruismo, así como en sus conocimientos y su grado de refutamiento?

Chomsky: No sólo creo que depende de eso, sino que todo el propósito del socialismo libertario contribuye a lo mismo, efectivamente. Se trata de contribuir a una transformación de la mentalidad, exactamente la transformación que el hombre es capaz de concebir en cuanto concierne a su habilidad en la acción, su potestad de decidir en conciencia, de crear, de producir y de investigar, exactamente aquella transformación espiritual a que los pensadores de la tradición marxista izquierdista, desde Rosa Luxemburgo, por ejemplo, pasando por los anarquistas, siempre han dado tanta importancia. De modo que por un lado hace falta esa transformación espiritual. Y por otro, el anarquismo tiende a crear instituciones que contribuyan a esa transformación en la naturaleza del trabajo y de la actividad creadora, en los lazos sociales interpersonales simplemente, y a través de esa interacción, crear instituciones que propicien el florecimiento o eclosión de nuevos aspectos en la humana condición. En fin, la puesta en marcha de instituciones libertarias siempre más amplias a las que pueden contribuir las personas ya liberadas. Así veo yo la evolución del socialismo.

P.J.: Y por último, profesor Chomsky, ¿qué opina de las posibilidades hoy existentes para fundar sociedades según acaba de bosquejarlas en los países Industriales más importantes de Occidente en el próximo cuarto de siglo más o menos?

Chomsky: No creo ser lo bastante sabio ni estar lo bastante informado como para hacer predicciones de este tipo, es más: creo que aventurarse a semejantes pronósticos dice más de la personalidad que del juicio del que los lanza. No obstante, tal vez podría decir esto: hay tendencias obvias dentro del capitalismo industrial hacia una concentración de poder en estrechos imperios económicos dentro de un marco que se está convirtiendo cada vez más en un Estado totalitario. Estas tendencias vienen desarrollándose desde hace bastante tiempo y, francamente, no veo nada que pueda contenerlas. Creo, pues, que estas tendencias seguirán su curso formando parte del anquilosamiento y la decadencia de las instituciones capitalistas.
Ahora bien; creo que este recurso hacia un totalitarismo de Estado y hacia una concentración económica exasperada -ambas cosas en conexión, por supuesto irán engendrando reacciones, tentativas de liberación personal, de liberación social, que adoptarán toda clase de formas. Por toda Europa se levanta un clamor reclamando la participación obrera o la codeterminación y hasta el control de los trabajadores. Por ahora todas esas tentativas son mínimas. Más bien creo que son engañosas y que, de hecho, pueden minar los serios esfuerzos de la clase obrera por liberarse. Pero en parte constituyen también una respuesta pertinente por representar una intuición y un entendimiento robustos de que la coerción y la opresión, ya sean hechas poder económico privado o burocracia estatal, no forman parte necesariamente de la vida humana, ni muchísimo menos. Cuanto más concentración de poder y autoridad, más rebelión y mayores esfuerzos para organizarse a fin de destruirlas. Tarde o temprano esos esfuerzos serán coronados por el éxito. Así lo espero

Falso socialismo y verdadero socialismo

Robert Steuckers



¿Por qué preguntarse sobre el pasado y la evolución del socialismo, a la hora en que retrocede electoralmente en Europa, donde no tiene ya ni proyecto político coherente ni un brazo armado protector soviético, en un momento en el que un individualismo extremo, causante de grandes catástrofes sociales, toma el relevo en las mentalidades postmodernas del "primer mundo", donde se pasa del entusiasmo yuppy al burrowing del ciudadano conectado en su pequeño mundo virtual?

Porque el socialismo, se quiera o no, permanece como un reflejo de una aspiración comunitaria. Rechazando un discurso tan banal como irreal, el hombre no es un ser centrado exclusivamente en sí mismo, en su propio egoísmo. Él es hijo de unos padres, es también nieto o nieta, hermano o hermana, padre o madre, primo, vecino, colega. En ese sentido, puede desear el bien de su grupo o los grupos en el seno de los cuales vive y actúa, y privilegiar este bien común sobre su bienestar individual. Como lo destacaron todas las grandes religiones y también los adeptos del humanismo clásico, un hombre puede sacrificar su bienestar por sus hijos, por una causa, por toda clase de motivos que superan el puro egoísmo. Su inteligencia y su memoria instintiva (dos cualidades que no son necesariamente heterogéneas e incompatibles) pueden pues postular sacrificios a futuro. El hombre no actúa solo en una perspectiva presentista, sino a menudo también a largo plazo, sobre la previsión, apuesta por un futuro propio. Al enunciar estos aspectos, que los antropólogos y los sociólogos conocen demasiado bien, nuestro objetivo es indicar lo erroneo de las teorías filosóficas o económicas que postulan, testarudas, un individualismo metodológico y que pretenden imponer en todas partes la manía contemporánea de lo politicamente correcto.

Mientras que una corriente de la ideología de las Luces, a partir del siglo XVIII, intentará introducir en la práctica política diaria este "individualismo metodologico"; otra sentará las bases de una política social, a menudo siguiendo los pasos de los "despotas ilustrados" y otras figuras más positivas de las Luces que los ideólogos a la Destutt de Tracy o los filósofos de los salones parisinos. Otros más, siguiendo a Herder y el movimiento del Sturm und Drang, propondrán una emancipación de los hombres y almas haciendo referencia a las culturas, de las emergencias culturales y literarias, donde la identidad se trasluce en toda su originalidad y su bella ingenuidad. Al criticar al individualismo metodologico de una parte del Aufklärung europeo, no obstante no rechazan todas las facetas de este Aufklärung, sino solamente las que conocieron una evolución desenfrenada, que causo una cantidad de disfunciones e impuso una ideología diagramática, que sirvio de base a un "lenguaje de algodon" (Huyghe), a un discurso que rechaza todo debate y que, finalmente, fue un precedesor de la actual "political correctness". El "lenguaje de algodon" es una concretización del Newspeak que Orwell criticó en su famosa novela "1984". Al contrario, pensamos que un doble recurso a las facetas del Aufklärung, descuidadas por el discurso dominante, permitiría recomenzar el debate y proponer a nuestros contemporáneos que están en un callejón sin salida, políticas realmente alternativas.

Las disfunciones del Aufklärung se observan en varios niveles en la historia europea de estos ultimos doscientos años:

1. En las ideologías derivadas de la "metafora del reloj", o de la "métafora dela maquina", que postulan una visión mécanicista de las relaciones sociales y politicas, donde se percibe a cada individuo como un simple mecanismo aíslado, yuxtaponible a otros mecanismos, sin filiación; el filón individualista del Aufklärung se adhèrera a esta visión metafórica y diagramática de las relaciones políticas y sociales, al rechazar la otra metáfora, emergente en la época: la del árbol, preludio del romanticismo y de las filosofías politícas orgánicas, que se impuso naturalmente según el principio de la generación;
2. En las medidas votadas por la Asamblea nacional francesa contra los sistemas corporativos, los derechos de asociación, etc; la organización hypercentralista de la nueva República, donde los alcaldes representan a París y no a las comunidades urbanas o campesinas; la introducción de un derecho individualista en toda Europa por medio de los ejércitos napoléonicos; medidas que conducirán a algunas franjas de la contrarrevolución a convertirse en los campeones de la justicia social, contrariamente a lo que afirma historiografía convencional contemporánea;
3. La llegada de la revolución industrial protegida por un derecho individualista en Inglaterra y en el conjunto del continente;
4. La elaboración de teorías económicas mécanicistas e individualistas;
5. La aparición de un "socialismo" que derivo philoso-phico-idéologicamente de un pensamiento "científico" mécanicista e individualista.

Este quíntuplo de hechos llevo al socialismo, organizado en la segunda Internacional, luego el comunismo en la tercera Internacional y finalmente el trotskismo en la cuarta Internacional, sin contar sus múltiples escisiones y disidencias, a adoptar las ideas del Aufklärung más mécanicista, maquinista y antiorgánico y a rechazar como "contra-révolucionarios" los otros lineamentos, más pragmáticos, más orgánicos o más culturales del Aufklärung emancipador. Si el socialismo se hundió, es precisamente porque cultivó una verdadera fe en esta religión mécanicista, que se creía "cientifica" y fue abatida por los golpes de la ciencia física, a partir de 1875, con el descubrimiento del segundo principio de la termodinámica, con la física cuántica, la llegada de las ciencias biológicas, etc. El socialismo sobrevivió un centenar de años al hundimiento de su "epistémologia" mécanicista.

Si el socialismo, como movimiento politico afianzado en la historia europea, se hubiere basado inmediatamente en las metáforas organicistas del pensamiento de Herder y del Romanticismo, estaría aún vivo hoy. Toda práctica política que rechace verdaderamente el individualismo metodologico debe romper con los paradigmas mécanicistas, ilustrados del siglo XVIII por las "métaforas del reloj o la maquina".

En efecto, una apuesta desde la "métafora del arbol" habría sido más democrática: porque el agente motriz de la máquina es exterior a la máquina como el déspota es exterior al pueblo a quien controla y administra. El principio motriz del árbol, su fuente de energía, su primer impulso, reside en su propia interioridad. El árbol se controla a sí mismo, su existencia vital no se debe a un agente exterior que impulsa una clave o un sistema de engranajes para hacerle moverse o "vivir". Del mismo modo, un socialismo orgánico, y no mecánico, se habría enrraizado en la historia del pueblo a quien habría controlado y habría protegido. La historia nos enseña que las oligarquías socialistas cometieron el error de separarse del pueblo, o controlar a pueblos diferentes en nombre de una muy hipotetica "solidaridad internacional", sin entender las necesidades cada pueblo. Las criticas de un Roberto Michels del Verbürgerlichung, Verbonzung und Verkalkung (aburguesamiento, hegemonía progresiva de los burocratas del partido, esclerosis) y la sátira cruel de un George Orwell en Animal Farm, donde unos cerdos se vuelven en más iguales que otros, son elocuentes a ese respecto y demuestran que los socialistas y los socialdemócratas son propensos a ese tipo de politica, es decir, que consiste en adoptar una ideología sin profundidad que los pone al margen de la mayoria de la población, relativizando automáticamente el socialismo que declaran en el discurso y que solo realizan torpemente en la práctica. La oligarquización de los partidos socialistas es un riesgo permanente que acecha al socialismo, a causa precisamente de la negativa de los "burocratas" a sumergirse en la comunidad popular, a la que declaran ineluctablemente irracional por naturaleza, pero que escapa muy a menudo al esquematismo de la razón razonante que han inscrito ellos en su bandera.

En la actualidad, los socialismos de distintas variedades se declaran herederos de la Revolución Francesa. Ahora bien, fue la revolución francesa la que suprimio los derechos de las asociaciones de artesanos, obreros, aprendices, así como de los gremios de oficio. Hizo triunfar un derecho puramente individualista contra los derechos colectivos y los enfoques diferenciados del hecho social. A lo largo del siglo XIX, los obreros intentarán restablecer las asociaciones tradicionales por medio del sindicalismo o, en Inglaterra, de una forma comunitaria de socialismo, el guild-socialism. Pero los oligarcas de los partidos socialistas existentes defendieron una ideología, sin embargo, contraria al socialismo de fachada que declaraban por otra parte. Las rupturas sucesivas, las escisiones, los cambios múltiples del discurso de las izquierdas tienen, básicamente, como motivo profundo, la negación del mécanicismo individualista de la ideología illuminista y "revolucionaria". En la actualidad, precisamente, cuando los oligarcas de los partidos, los "burocratas" de Roberto Michels, hacen muestra de un comportamiento insatisfactorio, o incluso de una complicidad con algunas redes mafiosas (como en Italia con Craxi o en Bélgica con el escandalo Cools), el malestar se traduce en una deserción del electorado de las bases y, en la cumbre, en los intelectuales, que cambian de paradigmas y, a menudo, por un retorno a la inerradicable nostalgia de la comunidad. En la actualidad, se vuelve a hablar en los cenáculos de la izquierda pensante, incluso en los Estados Unidos, de "comunitarismo". Discurso que obliga a redescubrir vínculos, ideas y valores que solamente los "contra-révolucionarios" del tiempo de la revolución francesa y de la aventura bonapartista habían analizado y/o defendido.

Generalmente, las fuentes historiograficas relativas a la contrarrevolución solo mencionan, en los autores contrarevolucionarios, una apologia del antiguo régimen y el deseo de restaurar los privilegios y a las élites administrativas y aristocráticas destronadas por la revolución. Ahora bien, son los autores considerados como "contra-révolucionarios", los que quieren restaurar las libertades y las autonomías de los trabajadores, criticando la individualización extrema de la propiedad en el derecho burgués, que triunfa a partir de 1789 y se ve finalmente codificado, lo que nunca no se había atrevido a hacer el antiguo régimen, aunque una lenta erosión de las tradiciones de solidaridad habia empezado hace cerca de dos siglos. En Francia, la desaparición de autonomías de todo tipo fue más precoz que en otras partes de Europa. Sin embargo, vario según las provincias: en el Oeste, la fiscalidad feudal es pesada, mientras que en Lyon, el Mediodía y la región parisina, prácticamente desaparecio. A vísperas de la revolución, el campesinado que constituye la mayoria del pueblo puesto que la revolución industrial aún no ha empezado y los obreros que son poco numerosos cuantitativamente en Francia, se oponen a la fiscalidad demasiado elevada del clero y el rey, pero hacen hincapié por todas partes en el mantenimiento de los bienes comunales, a libre disposición de toda la comunidad campesina. Si hay motines antes de 1789, es contra los portadores de "títulos feudales" y contra los que tienen una propiedad privada instalada sobre una antigua tierra comunal. Se podría creer pues que el campesinado francés, hostil a los privilegios de los señores feudales que usurpan las tierras comunales, simpatizo por las ideas republicanas. Pero el abanico de sus pretensiones se reitera después de la gran convulsión que sacudio a Francia: las asambleas revolucionarias prorrogan e incluso les sobrecargan de impuestos, instauran una fiscalidad de la propiedad de la tierra más pesada que bajo el antiguo régimen (noviembre de 1790). Asisten, ha escrito el historiador Hervé Luxardo, a una revolución en la revolución: la burguesía invierte el antiguo régimen en las ciudades, instala su poder que choca contra un campesinado que, poco a poco, olvida su hostilidad a los nobles porque los burgueses que se han convertido en los proprietarios de los antiguos bienes comunales, odiando a los nuevos propietarios, los "foutus bourgeois", como los llamaba un campesino rebelde de Dordogne en 1791. La rebelión de las campiñas no distingue un noble, partidario del Rey, de un burgués, adepto de las teorías de la revolución. Cuando el Estado revolucionario vende los bienes de la Iglesia, calificados de "bienes nacionales", a particulares en vez de redistribuirlos a los campesinos, los espíritus se calientan y el Oeste del país se enciende: será la insurección vendeana y bretona.

Lo peor estaria por venir, nos indica Hervé Luxardo, en diciembre de 1789, los Constituyentes suprimen las últimas asambleas populares donde votaban todos los jefes de familia para sustituirlas por municipios elegidos por los únicos ciudadanos activos, es decir, los más ricos! Esta medida habría debido poner fin a la leyenda de una revolución francesa "democrática". A partir de ese momento, estos notables, distintos de un pueblo que ya no tiene derecho a la palabra, regulan a su manera los derechos colectivos, aunque el 28 de septiembre de 1791, el poder establece un "código rural" que reduce prácticamente a nada el derecho a beneficiarse de las tierras, prados y bosques colectivos. Éstos servíran para enfrentar posibles escaseces y para satisfacer las necesidades de los propietarios privados, sobre todo en período invernal. René Sédillot, otro historiador francés crítico respecto a la revolución ha escrito: "ahora ya no está permitido a los ancianos, a las viudas, a los niños, a los enfermos, a los pobres, tomar las espigas después de la cosecha, aprovecharse de las cosechas, de recoger la paja para hacer literas, las uvas después de la vendimia, raices de las hierbas después de la henificación (...) ya no está permitido al ganado tener libre acceso a las campos". Resumidamente, los Constituyentes burgueses eliminan la única seguridad social que esas clases desamparadas tenían. Esto hará de las clases pobres, "clases peligrosas", según la terminología policial. Las campiñas ya no pueden alimentar más a todos los campesinos, causando un éxodo hacia las ciudades o hacia las colonias, provocando más tarde el nacimiento de un socialismo desesperado, agresivo.

En las ciudades, los oficios se organizaban en hermandades (maestros y compañeros) y en gremios de comercio. Los gremios de comercio organizan la solidaridad de los compañeros y hacen huelga si sus demandas no son satisfechas. El constituyente Isaac Le Chapelier prohibe el derecho a nombrar síndicos, por lo tanto de formar sindicatos, prohibiendo al mismo tiempo toda forma de asociación de los asalariados. Sédillot escribe: "La ley Le Chapelier del 14 de junio de 1791, pone fin a todo lo que quedaba de las libertades de los trabajadoress". Más tarde, el Código civil ignora la legislación laboral. El Consul de Bonaparte instaura el control policial de los obreros imponiéndoles la "libreta". Ninguna izquierda puede ser creíble si pretende simultáneamente ser heredera de la Revolución Francesa, partidaria de su ideología anti-obrera, y defensora de la clase obrera. El PS valón ignora la esencia del socialismo y de la solidaridad social cuando sus maximos representantes como Philippe Moureaux y Valmy Féaux exaltan a la "grrrrran révolución" y glorifican sin vergüenza las innombrables villanías cometidas por los sans-culottes. Toda la lucha social del siglo XIX es en realidad una protesta y un rechazo de esta ley de Le Chapelier . En términos filosóficos, la ideología mécanicista de la República Francesa de la era revolucionaria es inapropiada para garantizar las solidaridades e implica una formidable regresión social.

Los acontecimientos de la revolución francesa y la llegada de la revolución industrial en Inglaterra inducen un nuevo pensamiento económico de tipo aritmético-matématico, cuyos ejemplo mas notorio son las teorias de Ricardo. Ningún contexto ni histórico ni geográfico se tiene en cuenta y será necesario esperar el filón de la "escuela histórica" alemana, del Kathedersozialismus y el institucionalismo (en particular, americano) para reintroducir parámetros circunstanciales, históricos o geográficos, en el pensamiento económico, arruinando al mismo tiempo la idea absurda de que una única ciencia económica pueda universalmente regir y funcionar en todas las economías presentes sobre la Tierra.

En consecuencia, el socialismo es una reacción contra el Aufklärung, tal como fue interpretado por la Revolución Francesa y sobre todo por Constituyentes como Le Chapelier. En este sentido, el socialismo, en los sentimientos que le animaban al principio de su trayectoria histórica, es básicamente conservador de las libertades orgánicas, de los bienes comunales y de los métodos de organización fraternales. Este sentimiento es justo (exactamente deriva de ius, derecho). Pero si el socialismo que conocemos actualmente es un fracaso o una injusticia o una estafa, es porque traicionó los sentimientos del pueblo, de la misma forma que los revolucionarios franceses traicionaron a sus campesinos. Un socialismo motivado por un sentido histórico y orgánico, acoplado a una doctrina económica heredera de la "escuela histórica" y del Kathedersozialismus, debe tomar el relevo de un falso socialismo, descontextualizado y mecánico, liderado por doctrinas económicas aritmético-mathématicas y por una ideología francorevolucionaria.



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[Synergies Européennes, Stocker Verlag (Graz), Nouvelles de Synergies Européennes, Noviembre de 1994]

El Nacionalsindicalismo como alternativa al capitalismo

(Texto de la conferencia pronunciada por Jorge Garrido San Román el 7 de

mayo de 2005 en la sede de Falange Española de las JONS de Valladolid)

EL NACIONALSINDICALISMO COMO ALTERNATIVA AL CAPITALISMO

Analizar el nacionalsindicalismo como alternativa real y posible al sistema económico capitalista requiere hacer un pequeño sacrificio: estudiar el capitalismo y sus fallos fundamentales. Esta tarea nos servirá para comprender mejor la necesidad de un nuevo sistema económico y monetario mucho más justo, un sistema que no puede ser otro que el sindicalista del que explicaré las características fundamentales. Además de esto, terminaré mi exposición apuntando una serie de ideas en un terreno totalmente inexplorado en el nacionalsindicalismo: cómo realizar una transición económica desde el capitalismo.

Para empezar se impone definir con brevedad, pero al mismo tiempo con precisión, lo que es el capitalismo. Sus defensores siempre dan de él unas definiciones que sólo resaltan los aspectos positivos del mismo y que suelen omitir los negativos. El Premio Nobel de Economía Paul A. Samuelson nos da una definición cuanto menos curiosa: “La capacidad de los individuos para poseer capital y beneficiarse de él es lo que da su nombre al capitalismo”. Ésta es la definición que nos ofrece en su universalmente conocida obra “Economía”, texto fundamental en todo el mundo y con el cual yo mismo estudié economía en la universidad. Samuelson nos plantea en su definición dos cosas que deberían movernos a la reflexión. En primer lugar nos habla de una supuesta posesión privada del capital que resulta engañosa por muchas razones: confunde la propiedad privada con la propiedad capitalista (que como veremos más adelante es esencialmente anónima); da por sentado un derecho general a la posesión del capital y a beneficiarse de él por parte de todos los individuos, lo cual poco o nada tiene que ver con la dinámica capitalista que opera precisamente en sentido contrario; etc. Se trata, pues, de un sofisma que, sin embargo, no oculta una realidad que sí es típicamente capitalista: el individualismo, el egoísmo individual como nota esencial y definidora de dicho sistema económico. Para los nacionalsindicalistas, empero, esta definición no es en absoluto aceptable por insuficiente y parcial.

El capitalismo es un sistema económico basado en la supremacía del capital, siendo el dueño de éste el titular de los medios de producción. Se trata pues de un régimen de propiedad social basado en la “sociedad anónima” que no da valor al trabajo como fuente ineludible de producción y propiedad, sino como uno más de los factores de la producción.

La base de todo ello está, por un lado, en el sistema de salariado, y por consiguiente en la relación bilateral del trabajo, y por otro, y como consecuencia lógica, en el sistema de interés.

El mercado libre se propugna como la fórmula ideal de distribución de los productos y de fijación de los precios según la ley de la oferta y la demanda, y surge “la bolsa” como lugar en el que compran y venden las acciones, obligaciones, deuda pública y divisas.

La agonía del liberalismo, especialmente tras el crack de 1929, supuso la introducción de mecanismos ajenos a la filosofía liberal (variante keynesiana), pero que se mostraron imprescindibles para apuntalar el sistema económico capitalista. Es así como se acepta el papel del Estado como un agente activo en la economía para la corrección de los desajustes.

Algunas aclaraciones necesarias

Pero llegados a este punto conviene aclarar una serie de conceptos como el de economía, así como que otros como los de capitalismo, liberalismo, neoliberalismo, libre mercado o globalización económica no son ni muchísimo menos equivalentes.

La economía, según la definición académica del ya citado Paul A. Samuelson, “es el estudio de la manera en que las sociedades utilizan los recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos”. Sin embargo esta definición, por muy académica que sea, es sumamente imperfecta desde el momento mismo en que se ciñe al concepto de escasez. Es cierto que hay bienes escasos, como es el caso de los metales preciosos, pero no es menos cierto que otros bienes son abundantes (recordemos que los alimentos que se producen en el mundo, por ejemplo, no sólo son más que suficientes para alimentar a todos los habitantes del planeta, sino que incluso se destruyen excedentes para mantener los precios del mercado de los mismos dentro de ciertos límites; en este caso lo relevante no es la escasez, sino el problema de la distribución). Y no sólo eso, el profesor Samuelson (y todos los economistas que siguen sus planteamientos) sostiene que si lo relevante no fuera el concepto de escasez, los bienes serían gratuitos, lo que es a todas luces falso. Con sus ejemplos de las arenas del desierto o del agua del mar como bienes abundantes, y por ello no económicos, olvida algo esencial: un bien económico puede ser abundante e incluso ilimitado y, al mismo tiempo, ser un bien económico. Para ello basta con que el acceso a ese bien tenga ciertas limitaciones, como es el caso de la misma arena cuando se necesita para la construcción (lo que requiere su transporte, distribución, etc.) o del agua no sólo potable, sino incluso la misma marina cuando se necesita y debe ser desalada, por ejemplo. Además, ¿cómo puede decirse que los bienes ilimitados son por definición bienes no económicos? Eso significaría, por ejemplo, que las energías renovables e ilimitadas (la solar, la eólica, la maremotriz, etc.) estarían al margen de la economía, lo cual es absurdo. Además, la definición clásica de la economía no resalta como es debido un aspecto fundamental: el aumento de la productividad lleva consigo un aumento constante de la producción de bienes económicos. Y es que una cosa es la escasez y otra muy diferente las limitaciones de la producción y del acceso a los bienes, lo cual no significa que necesariamente esos bienes no existan y deban ser producidos o que sean escasos.

Respecto al liberalismo económico, tiene su origen en 1776, cuando Adam Smith publicó su libro “Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones”, donde estudia los mecanismos de fijación de precios, el funcionamiento del mercado (donde él ve la “mano invisible” que extrae un bien común del interés particular de los individuos, es decir, que del egoísmo individual –extraña virtud, la verdad, y que él reconoce como motor de la economía- surge el equilibrio que trae el bien común), etc... A él siguieron J.B. Say, quien en 1803 formuló la “ley de los mercados” que lleva su nombre y según la cual la oferta crea su propia demanda cuando los precios varían para equilibrar la demanda y la oferta agregadas, D. Ricardo (1817), J.S. Mill (1848) y A. Marshall (1890).

Estos pensadores liberales sostienen que los precios y los salarios son flexibles, por lo que la economía se desplaza muy deprisa a un equilibrio a largo plazo. Creen que los salarios y los precios flexibles eliminan rápidamente cualquier exceso de oferta o demanda y restablecen el pleno empleo y la plena utilización de la capacidad. La política macroeconómica no puede desempeñar ningún papel corrector de las perturbaciones reales, pues eso sería introducir elementos extraños que alterarían las leyes económicas, pero sí puede, mediante la política monetaria y fiscal, influir en el nivel de precios y en el PIB real.

El liberalismo tuvo una época de indudable esplendor, pero acabó degenerando en el fenómeno del capitalismo salvaje (el capitalismo en realidad es muy anterior, al menos en sus características esenciales), incumpliendo incluso sus propios principios (estaba lejos ya aquel idílico mercado libre con numerosas ofertas y demandas y pronto se tendió a la concentración de capitales y a las empresas precio-determinantes; de la misma manera, la teoría clásica del valor, que afirmaba que las medidas del valor son el trabajo –esfuerzo empleado en la producción de un bien- y el cansancio –lo que se ahorra uno con el uso de ese producto -, pronto se vio superada por la realidad de un mercado que no tenía muy en cuenta esas medidas).

De esta distinción entre liberalismo y capitalismo nace en buena medida la nuestra entre propiedad privada y propiedad capitalista. Recordemos que José Antonio Primo de Rivera consideraba que mientras la propiedad privada era un atributo elemental humano, una proyección directa del Hombre sobre sus cosas, la propiedad capitalista era exactamente lo contrario: la propiedad inhumana, anónima y explotadora de los que se llevan sin trabajar la mejor parte de la producción (los intereses, los dividendos, las rentas, etc.), utilizando el capital no como un instrumento al servicio de la producción, sino como un instrumento técnico de dominación económica que alcanza la categoría de factor fundamental de la producción, y con unos supuestos derechos propios que le elevan incluso por encima del trabajo.

En cuanto al neoliberalismo, es una tendencia actual a volver a aquellos principios del pensamiento liberal, dada la insuficiencia del sistema para encontrar soluciones a problemas de la envergadura del paro, la inflación, etc..., soluciones que no se encuentran y que se pretenden encontrar a cambio de grandes sacrificios. Se trata pues de una política económica, no de un sistema económico (como lo es el capitalista).

Respecto al libre mercado, ya hemos dicho que es una fórmula de distribución de la producción y de fijación de los precios, por lo que tanto podría haber una intervención estatal en ese mercado (regulándolo o actuando como un agente económico activo) dentro del sistema capitalista, como podría darse un modelo de mercado en un sistema no capitalista. Por ello rechazamos la tendencia que hay en muchos economistas a distinguir los sistemas económicos según sean “de libre mercado” o “de dirección central”. Eso es elevar lo que no es sino una característica más, pero no esencial, a la consideración de elemento clave diferenciador.

En cuanto a la globalización (aunque la palabra mundialización parece más correcta), no se trata sino de un fenómeno de internacionalización de la economía cada vez mayor, pero que no deja de ser un proceso comenzado hace mucho tiempo –nada novedoso pues -. Por eso resulta un poco ridículo eso de ser “antiglobalización”. ¿Qué quiere decir eso, que se está a favor de la autarquía, de una internacionalización mínima, o que se es anticapitalista? ¿Porqué no llamar a cada cosa por su nombre? Claro que los “antiglobalizadores” lo que en realidad quieren no es que las naciones sean libres e independientes, sino que se realice una globalización distinta y a su gusto. Evidentemente son personas que viven alejadas de la realidad y que en realidad le están haciendo el juego a los grandes capitalistas y a su modelo uniformador de la humanidad (lo que por otra parte tampoco parece responder a los principios democráticos que unos y otros dicen defender).

Otra aclaración fundamental que conviene tener presente es la distinción entre empresario y capitalista. El empresario es aquel que con su talento emprende y dirige un negocio, pero que no deja de ser un trabajador más. El capitalista es el que fundamenta su título de propiedad de los medios de producción en el hecho de ser el dueño del capital. El capitalista puede ser empresario al mismo tiempo (cosa muy normal), pero no siempre es así. De hecho en la economía actual es cada vez más frecuente ver a empresarios no capitalistas que actúan como meros gestores contratados por una junta de accionistas. Para nosotros el empresario es un trabajador más y es, por lo tanto, necesario para la empresa. El capitalista no.

Otro concepto que, llegados a este punto, conviene aclarar es que no hay un único tipo de crecimiento, sino al menos tres: el exponencial (es el que sigue el sistema monetario actual basado en el interés y el interés compuesto, y supone un crecimiento de magnitudes cada vez mayores), el lineal o mecánico (es un crecimiento constante) y el natural (crecimiento rápido inicial que se va desacelerando y termina estabilizándose en lo cuantitativo, aunque pueda seguir aumentando en lo cualitativo). La dinámica capitalista exige un crecimiento monetario de tipo exponencial (lo cual a largo plazo es insostenible) para poder retroalimentarse y, en cambio, el nacionalsindicalismo necesariamente tendrá que entrar en una dinámica de crecimiento económico de tipo natural.

La sociedad anónima

El progresivo triunfo del maquinismo supuso la aparición de nuevas formas de propiedad. Desplazada la propiedad privada tradicional, se hacía necesaria la aportación cada vez mayor de capital fijo para sostener la gran industria, y la sociedad individual se ve relegada a un segundo plano por la sociedad mercantil. Hay muchos tipos de sociedad mercantil:

A) Sociedad colectiva: Los socios pueden aportar trabajo o capital y su responsabilidad es personal, solidaria e ilimitada. Su capital está dividido en participaciones sociales.

B) Sociedad cooperativa: Los socios se autoemplean (cooperativas de trabajo) o se organizan para autoabastecerse de bienes o servicios (cooperativas de consumo o de servicios), bajo unos principios de organización democráticas, pudiendo ser la responsabilidad limitada o ilimitada.

C) Sociedad anónima laboral: La mayor parte de los socios son trabajadores fijos y éstos poseen la mayoría del capital, quedando la responsabilidad limitada a las aportaciones.

D) Sociedad comanditaria: Los socios sólo aportan bienes, derechos o dinero y su responsabilidad se limita a la aportación, quedando reservada la representación de la empresa sólo a los socios colectivos que responden de forma personal, solidaria e ilimitada.

E) Sociedad de responsabilidad limitada: Hay un número limitado de socios y su responsabilidad se limita a la aportación realizada.

F) Sociedad anónima: Los socios aportan cualquier derecho de contenido patrimonial y el capital, que es lo único que da derecho a la propiedad de los medios de producción, está dividido en acciones. Éstas son títulos al portador, lo que permite su fácil enajenación y el anonimato de los propietarios. Existe un capital mínimo para su constitución y los socios sólo responden de su aportación.

Las especiales características de la sociedad anónima la convirtieron en el medio ideal para la creación de las grandes empresas; con ella el hombre ya no es el propietario; ahora la propiedad es una abstracción representada por trozos de papel (las acciones), algo impersonal, sin rostro ni sentimientos.

Sin embargo, el desarrollo de la sociedad anónima ha servido también para establecer de forma cada vez más clara la separación entre los capitalistas (los propietarios de las acciones) y los empresarios (directivos, hombres de empresa contratados para gestionar y dirigir la labor empresarial). Éste es uno de los fenómenos más significativos del capitalismo moderno y confirma nuestras ideas acerca de la armonización de empresarios, técnicos y obreros, siendo todos ellos trabajadores en un mismo plano frente a los parásitos capitalistas (lo que no significa que no sea imprescindible el capital, sino sólo que éste debe ser suministrado de forma alternativa para poder cumplir su función social).

El salariado

El sistema de salariado es la base del sistema capitalista. El salario es el precio del trabajo. El trabajo se compra y se vende a un precio determinado. No es el fruto del trabajo lo que se vende, sino el trabajo en sí mismo, ya que se considera que el fruto del trabajo nunca forma parte del patrimonio del trabajador al haber comprado el capitalista su trabajo a priori. Muestra de ello es el hecho de que, aunque los resultados de la producción fueran negativos, el trabajador seguiría teniendo derecho a cobrar su salario.

Para nosotros resulta evidente que en el sistema de salariado el trabajador se vende a sí mismo. No en vano el contrato de salariado tiene su origen en el arrendamiento de esclavos romano. La cruel expresión “mercado de trabajo” no hace sino reflejar la imperante idea del trabajador como un elemento más de la producción, como un factor productivo que se compra y se vende. Por eso nosotros rechazamos tal expresión de forma rotunda y sin reservas.

Conviene aclarar que el “salariado” es el nombre de este sistema retributivo, que el “asalariado” es la persona que lo padece, y que el “salario” es la retribución propiamente dicha.

El sistema de salariado sustituyó al sistema de compañía, anterior y mucho más justo. El sistema de compañía se fundamenta en la idea de que todos los que aportan algo (capital, conocimientos, trabajo) deben ir a partes iguales tanto en pérdidas como en ganancias. Es un sistema que respeta más la dignidad humana que el de salariado, pero tiene inconvenientes como el de poner capital y trabajo en un mismo nivel y, sobre todo, que el obrero no puede esperar a que la empresa gane ni puede vivir cuando la empresa pierde.

En cuanto al sistema de salariado, los falangistas no podemos dejar de calificarlo como inmoral, disolvente y antieconómico.

Es inmoral porque el trabajador se vende a sí mismo, lo que atenta gravemente contra la dignidad humana.

Es disolvente porque establece una relación bilateral de trabajo que divide a la sociedad en dos grupos: el de los que venden su trabajo y el de los que lo compran.

Finalmente, es antieconómico porque el asalariado se siente completamente desligado de la función que realiza, del fruto de su trabajo (lo que los marxistas llaman “alienación”).

La plusvalía

La plusvalía es la diferencia de valor entre el producto manufacturado y lo que costó su fabricación (materias primas, energía, etc.). Es, en definitiva, el valor añadido o beneficio bruto (no hay que confundirlo con la tasa de ganancia, que es la relación entre la plusvalía y la composición orgánica del capital, entendiendo por tal la relación entre el capital constante y el variable), y en el actual sistema queda en manos del capitalista.

Para nosotros, en cambio, la plusvalía es fruto de la producción, y por lo tanto no es creación del capital, sino del trabajo. El capital por sí mismo no genera plusvalías. Necesita la intervención del trabajador para tener un valor añadido y por eso creemos que él es su legítimo propietario.

Sin embargo no sería correcto afirmar que nosotros queremos que esa plusvalía se abone directamente al trabajador. José Antonio, que habló inicialmente de asignar la plusvalía “al productor encuadrado en sus Sindicatos” (21-XI-35), precisó más adelante sus palabras, posiblemente influido, según el economista Juan Velarde Fuertes, por los ataques que recibe el concepto de plusvalía por parte de los economistas y por el hecho de que un sistema fiscal progresivo en relación con uno muy adelantado de servicios y seguros sociales consigue de igual modo un reparto eficaz, aunque tal afirmación resulte más que cuestionable a la vista de la realidad. Y es que, en cualquier caso, no parece muy serio un reparto de dinero líquido de esas dimensiones, con unas posibles consecuencias desastrosas para la economía (inflación, devaluación de la moneda, etc.), aunque también es cierto que las consecuencias con un sistema monetario distinto al actual podrían ser distintas, algo difícil de evaluar con rigor a priori. Por eso José Antonio, sin por ello contradecir sus palabras anteriores, precisa que “la plusvalía de la producción debe atribuirse no al capital, sino al Sindicato Nacional productor” (30-IV-36). Así esa plusvalía será administrada en beneficio directo de los trabajadores a través de su Sindicato, pudiendo ser empleado para labores de capitalización, financiación, obras sociales, etc., pero no suponiendo su reparto directo –aparte de la cantidad destinada a la retribución del trabajador, claro está-. En este sentido fue muy interesante la “Ley de Propiedad Social” de la empresa en el Perú de Juan Velasco Alvarado a finales de los años setenta del pasado siglo XX.

El cáncer del interés

El hombre, olvidando el origen y la finalidad del dinero, pronto encontró en él otra manera de vivir sin trabajar: prestar al que no tiene. Así nació la dictadura del dinero, es decir, el capitalismo financiero anónimo y explotador. Claro que en realidad nadie vive sin trabajar, ya que quien vive de tal manera lo que realmente hace es vivir del trabajo de los demás.

De poco sirvió la ofensiva que desde la Antigüedad se emprendió contra lo que se denominó “usura”. Aristóteles (quien dijo: “Hay una rama de semejante industria digna de la execración general, y es el tráfico de dinero que saca ganancia de la moneda violentando su oficio. El signo monetario fue inventado para facilitar las permutas; pero la usura lo hace productivo por sí mismo, porque así como un ser engendra otro ser, así la usura es moneda que engendra moneda. Con mucha razón se ha reputado esta especie de industria por la más contraria de todas a la naturaleza”), Platón, Cicerón, Catón, Plutarco o Séneca fueron algunos de los ilustres pensadores que la condenaron sin paliativos, lo mismo que todas las grandes religiones. Así los judíos tienen prohibida la usura entre ellos, aunque siguiendo sus preceptos sí que la pueden practicar con aquéllos que consideran enemigos. Por ello apelan siempre al versículo que dice: “Al extranjero podrás prestar a interés, mas a tu hermano no prestarás así” (Deuteronomio 23,21), así como a otros del Levítico.

Siguiendo el precepto evangélico de Jesucristo (“haced el bien y prestad sin esperar remuneración”, Lucas 6,35 –la argumentación contraria que algunos esgrimen apoyándose en Mateo 25, 14-30 carece de la solidez necesaria al comparar un mandato de Cristo con las palabras que en una parábola dice un judío que, lógicamente, se guía por las anteriores palabras del Deuteronomio-), la Iglesia condenó siempre la usura, extendiendo a toda la cristiandad la prohibición canónica -que había sido sancionada en el Concilio de Nicea (año 325)- en 443, siendo Papa León I el Magno. Hasta tal punto fue condenada esta práctica que el Concilio de Letrán (1179) dispuso con total claridad: “nosotros ordenamos que los usureros manifiestos no sean admitidos a la comunión, y que, si mueren en pecado, no sean enterrados cristianamente, y que ningún sacerdote les acepte las limosnas”. El propio Papa Alejandro III agravó la severidad de las penas llegando a dictaminar la nulidad de los testamentos de los usureros (en esa época lo relativo a la liquidación de las herencias se hallaba bajo la jurisdicción de los tribunales eclesiásticos).

Santo Tomás de Aquino (siguiendo en buena medida los argumentos de Aristóteles), en su “Tratado de la Justicia” dice que el préstamo con interés, “lo cual se llama usura”, es injusto e inmoral. Es injusto porque “se vende lo que no existe”, ya que el dinero sólo sirve “para hacer las conmutaciones”. Es por ello que “está uno obligado a restituir el dinero que ganó por usura”, ya que sólo hay que devolver tanto como se prestó. En cuanto a su inmoralidad, está claro que la usura se basa en la necesidad del prójimo, con quien hay que practicar la caridad. Por eso “quien da el interés que le exige el usurero, no lo da voluntariamente de suyo, sino presionado por la necesidad, en cuanto necesita recibir el préstamo que no le concedería quien tiene el dinero, a no ser mediante una ganancia usurera”.

En 1745 el Papa Benedicto XIV volvería a recordar la validez de esta doctrina, al igual que lo harían más tarde Pío VIII (1829-1830) y Gregorio XVI (1831-1846), pero la realidad es que se trataba de una época en la que sus condenas caían ya en saco roto. La realidad económica capitalista se iba imponiendo inexorablemente y a partir de entonces la Iglesia, que no puede permanecer ajena a dicha realidad, adapta su condena a la usura –que permanece plenamente vigente en la actualidad- de tal forma que en la práctica se permite en determinadas circunstancias y con ciertas condiciones, y siempre por razones extrínsecas al contrato (de otro modo, en un entorno capitalista como el actual un católico apenas podría desenvolverse y además, salvo que se cambiara el sistema económico, el bien común podría verse afectado si determinados grupos sociales –caso de los católicos- se automarginaran de las prácticas económicas generales), siendo principalmente las siguientes: el daño emergente (privación del prestamista), el lucro cesante (beneficios que se podrían haber obtenido invirtiendo el dinero), el riesgo posible (peligro de no poder recuperar lo prestado), la ley civil (se supone que regula el ámbito económico en orden al bien común), y la pena convencional (multa o penalización al prestatario por su morosidad notable y culpable, aunque en todo caso debe ser moderada y proporcionada a la culpa). Con estas argumentaciones la Iglesia diferencia en la actualidad el interés –que excusa, pero no justifica- de la usura, pasando ésta a ser la práctica abusiva en la exigencia de intereses.

En esta evolución, por paradójico que pueda parecer, tuvo una importancia decisiva la herejía protestante, y muy en concreto Calvino, quien consideraba que la moralidad de la exigencia de intereses dependía de las circunstancias de cada caso concreto y de cada época. Con ello abrió una puerta que ya no ha podido ser cerrada, pues su exigencia de que los intereses debían ser moderados no dejaba de ser otra apreciación subjetiva, y por lo tanto variable y opinable según las circunstancias. El primero que se decidió a traspasar la puerta que abrió Calvino fue C. Salmasius (1588-1653), quien en su obra “De la usura” defendió la idea de que el préstamo con interés es en realidad un arrendamiento de dinero y que éste es vendible, siendo su precio el que se determine por la libre voluntad de las partes.

Después de él fue William Petty quien en 1662 (“A Treatise of Taxes and Contributions”) argumentó que si alguien dispone de dinero querrá obtener con él el mismo rendimiento que el que hubiera obtenido de haberlo invertido en tierra. Con ello Petty pretendía vincular la existencia del interés a la renta de la tierra (argumento insuficiente para los falangistas, ya que también abogamos por la cancelación del pago de estas rentas). También incluyó el argumento del riesgo: cuanto más elevado es el riesgo más justificado está el interés alto como una suerte de seguro que compense los impagos.

Pero sería Turgot quien en su obra “Memoria sobre los préstamos de dinero” haría la crítica más completa a la condena del interés. Él asume los argumentos anteriores, pero añade otros que no pueden obviarse. El primero consiste en aceptar que si bien no puede exigirse la devolución de algo de valor mayor al de lo que se prestó, el valor es algo que sólo lo puede determinar la persona que libremente acepta el contrato; en segundo lugar afirma que el prestador da dinero a cambio de una simple promesa, y ese retardo debe ser compensado con el pago de un interés (esto enlaza con la idea desenterrada por Böhm-Bawerk, en su “Historia de las Teorías del Interés”, de considerar al interés del dinero como un “precio del tiempo”, ya que en realidad sólo se cobra en función del tiempo transcurrido, como si el tiempo fuera propiedad particular del prestamista); en tercer lugar Turgot sostiene que todas las cosas son susceptibles de alquiler, y no sólo aquéllas cuyo uso se diferencia de la cosa en sí misma, dado que en todos los casos el propietario cede el uso de la misma y lo recupera más tarde; en cuarto lugar, Turgot afirma que el prestatario no es el dueño del dinero hasta que no lo ha pagado (es decir, hasta que no lo ha devuelto con su correspondiente interés); y finalmente considera que el dinero que se presta y el que se devuelve no son cosas exactamente iguales, lo que justifica en base a que en tal caso no tendría sentido solicitar un préstamo.

Para los nacionalsindicalistas resulta sencilla la refutación de todas estas argumentaciones desde el momento en que proponemos un sistema económico distinto al capitalista. Los argumentos de la Iglesia que excusan –sin por ello legitimar, no lo olvidemos- el interés pierden su sentido en un entorno económico en el que el incentivo al capital sea otro (en ese contexto la exigencia de intereses atentaría contra el bien común de forma absolutamente incuestionable). Y respecto a los argumentos de Salmasius, Petty y Turgot, hay que reconocer que tienen un fundamento sólido, pero sólo en un entorno económico capitalista donde, por definición, tanto la propiedad privada como el propio dinero se han degenerado respecto a su verdadera naturaleza (a fin de cuentas los billetes no dejan de ser meros pagarés sin valor real, como luego veremos).

Para empezar es un error considerar el dinero como propiedad privada (el dinero es un bien público que emite el estado para facilitar las actividades económicas, pero en realidad no tiene apenas valor intrínseco: su valor está en los bienes reales que lo respaldan), lo que significa que una cosa es su posesión y uso, y otra su propiedad (de la misma manera que nadie puede apropiarse de una autopista o de un embalse –por utilizar un símil joseantoniano-, y mucho menos exigir a otros un precio por su uso); el argumento del riesgo tampoco parece suficiente teniendo en cuenta la exigencia de garantías reales que acompaña a los préstamos; en cuanto al precio del tiempo...¿cómo puede venderse algo así y quién es su legítimo propietario?; el argumento de que el valor de las cosas lo determina uno mismo cuando es libre, aún dándolo por válido resulta inaplicable al caso, pues está claro que quien pide un préstamo lo hace normalmente empujado por una necesidad, lo que en cierta forma le coacciona (ya José Antonio denunció esto cuando criticó las libertades formales del estado liberal); y respecto a lo de que el dinero que se presta y el que se devuelve no son exactamente iguales, tiene razón Turgot: se devuelve una cantidad mayor... Lo que se esconde detrás de este último argumento no es sino una falacia, ya que lo que realmente pretende es compilar en él la mayor parte de los anteriores argumentos.

Lo cierto es que en un entorno económico libre de intereses y con la banca nacionalizada, el dinero cumpliría únicamente el fin para el que nació, por lo que el sentido que los anteriores argumentos tienen en el sistema capitalista no sería aplicable y carecerían de sentido.

Los efectos perniciosos del interés en la economía real

Hasta aquí hemos visto como el dinero, inserto en la dinámica capitalista, se convierte en un instrumento técnico más de ejercer el dominio, tal y como denunció José Antonio (ejemplificándolo de forma magistral en su discurso del 17-XI-35), pero conviene analizar con más detalle hasta qué punto la existencia de intereses en la economía resulta un problema más que otra cosa. Veamos por qué.

Para empezar hay algunos errores muy comunes sobre el interés que conviene aclarar.

El primer error importante consiste en creer que los intereses sólo se pagan en los préstamos. Lo cierto es que en todo precio se paga un interés encubierto: el coste del capital (suele ser entorno al 50% del precio final, por lo que un sistema económico libre de intereses permitiría mantener el nivel de vida trabajando la mitad o bien trabajando lo mismo tener el doble de riqueza –siempre que sea capaz de asegurar la circulación monetaria).

También es un error creer que los intereses son iguales para todos, cuando lo cierto es que alrededor del 80% de la población paga más intereses de los que recibe, un 10% recibe ligeramente más, y tan sólo el otro 10% recibe casi todo lo que paga de más el 80% (datos de Alemania). Es el sistema de intereses lo que mantiene el proceso de concentración de la riqueza, con lo que hoy está claro que la plusvalía, cuyo origen está en la producción, se distribuye más en la fase de circulación de bienes y servicios –y cada vez en mayor medida en la del dinero-.

La especulación es la causa fundamental de que el volumen de dinero utilizado en el mundo para las transacciones sea hoy entre 15 y 20 veces mayor de lo realmente necesario para financiar el comercio internacional real.

Tampoco es cierto que las subidas salariales sean la principal causa de la inflación, pues el interés, como hemos visto, incide mucho más. No olvidemos tampoco que el Estado recurre muchas veces a la inflación para paliar sus deudas, pero a costa de ese 80% de la población que paga más de lo que recibe y que no puede invertir en valores resistentes a la inflación al mismo nivel que el 10% más rico.

Sólo el crecimiento económico exponencial logra que la mayor parte de la población soporte las deficiencias del sistema económico basado en el interés.

Ciertamente, el interés es el fundamento del actual sistema monetario, pero al mismo tiempo es también su mayor problema, ya que obliga a un crecimiento monetario de tipo exponencial. En efecto, el interés compuesto hace que el dinero se duplique a intervalos regulares (a un 1% se duplica en 72 años; a un 3% en 24; a un 6% en 12; a un 12% en 6; etc.) y eso hace matemáticamente imposible el pago continuado de intereses. ¿Cómo se soluciona esta evidente contradicción? Pues recurriendo a la injusticia social, a la expoliación de los países subdesarrollados, a la sobreexplotación de la naturaleza, a las guerras -que suponen negocios por un lado y por otro destrucción para poder volver a empezar-, a las crisis más o menos periódicas que sirven para reconducir una situación insostenible, etc.

Para acabar con todos esos problemas es necesario, pues, instaurar un nuevo sistema monetario libre de la servidumbre del interés pero que tenga otro mecanismo eficaz para garantizar la circulación monetaria y, al mismo tiempo, facilitar el intercambio de bienes y servicios, el ahorro y el préstamo algo que puede hacerse estableciendo una tasa de uso o de circulación al dinero.

Fallos del sistema económico capitalista

José Antonio, aceptando los análisis marxistas, puso en evidencia el fracaso social del capitalismo y su fracaso técnico. Las causas de su fracaso social son:

A) La aglomeración del capital, producida por la gran industria que, aparte del capital variable, necesita grandes cantidades de capital fijo (instalaciones, maquinaria, etc.), capital que sólo puede amortizar produciendo en grandes cantidades a precios muy bajos (lo que arruina las pequeñas industrias y termina por absorberlas).

B) La proletarización: la aparición del problema social, es decir, de la relación bilateral del trabajo con todo lo que eso supone de inmoral, disolvente y antieconómico.

C) La desocupación: generada por el desplazamiento del hombre por la máquina y por el fenómeno del subconsumo.

En cuanto a su fracaso técnico, las causas son:

D) Crisis periódicas: son intrínsecas al propio sistema. Sus contradicciones internas provocan la tendencia a la caída de la tasa de ganancia (la superproducción y la saturación de los mercados intensifican la competencia; el pleno empleo fortalece las reivindicaciones obreras aumentando los “costes laborales”, etc.) lo que provoca cierres y despidos (lo que a su vez supone una caída de la demanda), es decir, crisis. Sin embargo, pese a que las causas de las crisis son endógenas, las causas del crecimiento siempre son exógenas, es decir, ajenas a la propia esencia del sistema capitalista.

E) Necesidad del Estado: la insuficiencia del sistema ha hecho necesaria la intervención estatal para buscar una salida a la incapacidad de la demanda para hacer frente a la superproducción intrínseca a la naturaleza acumulativa del capitalismo. Así pronto se pasó de aquél liberalismo que no quería intervencionismo del estado a la necesidad de que éste le lanzara un salvavidas, salvavidas que está provocando la crisis fiscal del Estado que se explica en el punto N.

F) Fin de la libre concurrencia: la naturaleza acumulativa del capitalismo (causa A) tiende a poner la producción en manos de unas cuantas entidades poderosas. Esta tendencia al oligopolio hace imposible aquél libre mercado idílico de los liberales y aparecen incluso las denominadas “empresas precio-determinantes” (aquellas con un dominio tal de la oferta que pueden sustraerse de la ley de la oferta y la demanda y establecer los precios que más les interesen).

Pero hay otras muchas causas del fracaso capitalista:

G) El subconsumo: se produce cuando los capitalistas no logran vender las mercancías en sus valores de producción, dado que ésta crece más rápidamente que la demanda. En estos casos sólo hay dos opciones: o se prosigue saturando el mercado de productos que no es capaz de absorber, lo que hace caer la tasa de ganancia y provoca la crisis, o el propio sistema controla la producción, manteniendo recursos ociosos, lo que deriva en estancamiento. El subconsumo es inevitable en el sistema capitalista por serle intrínseco, y sólo se puede solucionar con un adecuado proceso de planificación.

H) La naturaleza abstracta del dinero y el cáncer del interés: el dinero ha dejado de estar respaldado por un valor real. Hoy sólo se basa en la confianza. El sistema basado en el interés, lo cual ya de entrada lastra el sistema monetario e impide que el dinero pueda cumplir con su misión, se ha visto agudizado con este proceso de desnaturalización, aunque es necesario resaltar que tampoco el patrón oro respondía a lo que tenía que ser el dinero: la plasmación monetaria de la producción real. Y es que todo lo que no sea respaldar el dinero con la producción real, es decir, con el trabajo, es un error.

I) Las patologías sociales en el interior del sistema: el sistema capitalista se basa en la presunción del comportamiento racional del hombre, pero éste se mueve muchas veces por impulsos; no consume siempre que puede; hay muchos marginados del sistema; hay mucho “consumo asistido” por el Estado; el paro estructural es ineliminable por los métodos habituales y hay una gran cantidad de asistencia social, lo cual, a largo plazo, puede acabar reduciendo profundamente el consumo y traer una tremenda crisis.

J) La burocratización del Estado: dada la complejidad de la sociedad moderna, el Estado se muestra cada vez más lento e ineficiente para legislar y gestionar adecuadamente la economía.

K) La frontera ecológica: las necesidades expansivas de la economía capitalista nos han llevado a un nivel tal de contaminación del planeta, que ya no es posible sobrepasar mucho más y que, necesariamente debe actuar como límite al crecimiento, al menos que se lleve a cabo una ambiciosa y costosísima política ecológica.

L) La mundialización de la economía: su objetivo ha sido especializar a los países pobres en determinados ramos de producción, evitando su autosuficiencia al depender de la tecnología y las manufacturas “occidentales”, al tiempo que los organismos internacionales de que se sirve el capitalismo (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio) obligan a esos países a unas políticas de ajuste permanentes que no sirven sino a los intereses de los más ricos. Es la nueva versión del colonialismo, sólo que más cruel, pues más de 800 millones de personas se mueren de hambre mientras se trata de limitar la producción de alimentos o, incluso, se llega a la eliminación de “excedentes” para no alterar las sacralizadas leyes del mercado. Increíble, pero cierto.

M) La injusticia social: es la consecuencia de todo lo anterior, de las desigualdades que el keynesismo ha pretendido eliminar en las economías occidentales, pero que el fenómeno de la mundialización (lo que con menos propiedad llaman algunos “globalización”) ha internacionalizado, reproduciendo aquellos problemas, en origen locales o nacionales, a nivel mundial. Es decir, que como no era posible eliminar el problema, se ha recurrido a su exportación.

N) La crisis fiscal del Estado: James O´conor ha estudiado este fenómeno partiendo de la idea de que el capitalismo es una forma de producción de suma cero (afirmación, todo hay que decirlo, sólo parcialmente correcta), es decir, que las ganancias de unos se producen a expensas de lo que otros pierden (lo que suele ser cierto en el modo de producción capitalista, aunque no en todos los casos). Así el sistema, para mantenerse, tiene que recurrir al Estado, cumpliendo dos funciones fundamentales:

1.- De legitimación: con el objeto de mantener la paz social.

2.- De acumulación: con el objeto de mantener la rentabilidad del capital.

Pero todo esto amenaza con resquebrajarse, ya que, por un lado la clase trabajadora necesita una cantidad creciente de gasto social y el Estado acaba por no poder hacer frente a esos gastos de legitimación; y por otro lado el Estado llega un momento en que ya no puede favorecer la acumulación de capital privado, cayendo los beneficios, los salarios y la inversión. Entonces se busca una salida en la colaboración aún más estrecha entre el Estado y el capital privado. Es en ese momento cuando el fenómeno de las privatizaciones supone la asunción por parte del capital privado de funciones tradicionalmente reservadas al Estado y de la realización de los grandes proyectos de infraestructuras (fenómeno de vivísima actualidad en España).

El nacionalsindicalismo

Una vez hemos examinado el capitalismo y sus principales fallos como sistema económico, llega el momento de exponer, aunque sea brevemente, la que, hoy por hoy, se presenta como la única alternativa real y total a ese sistema. No voy a exponerlo en detalle, pues ello llevaría demasiado tiempo, pero al menos sí quiero dar una completa visión de conjunto. Eso sí, en cualquier caso hay que tener en cuenta que la Revolución Económica no es sino sólo una parte de la Revolución Nacionalsindicalista, una revolución que aspira a implantar una verdadera Justicia Social, pero siempre sobre la base de la primacía de lo espiritual, que es al fin y al cabo lo que da verdadero sentido a nuestra existencia. Partiendo de ello, podríamos resumir el modelo económico nacionalsindicalista en los siguientes puntos:

- La soberanía nacional siempre será ficticia si no viene acompañada de una efectiva y real soberanía económica. Esto no es sinónimo de autarquía, sino de independencia. No se trata de dejar de comerciar ni de aislarnos del mundo, sino de poder tomar las medidas económicas y monetarias que, sin necesidad de perjudicar a los países más desfavorecidos, mejor convengan a nuestra nación. Este tipo de medidas en el sistema capitalista siempre suponen perjuicio para otros, pero entiendo que en un sistema económico sindicalista no sería así, ya que la explotación que no permitiremos aquí tampoco la vamos a practicar de cara al exterior. Otra cosa es que no permitir nuestra explotación económica pueda perjudicar a los explotadores... Recuperar nuestra soberanía económica y monetaria resulta, pues, un deber ineludible para nosotros.

- Creemos que el Hombre debe ser el eje sobre el que gire todo el sistema y, por tanto, es el Hombre la referencia obligada también en economía. La economía debe servir para mejorar la vida del Hombre, y no puede ser el Hombre el que esté al servicio de la economía, como sucede en la actualidad.

- Creemos, pues, que partiendo del Hombre, debe ser su trabajo -con su doble sentido material y espiritual- la base y el fundamento de la economía, el mayor título de dignidad social -debiendo tener preeminencia sobre los demás aspectos de la economía (capital, etc.)-, y debiendo ser considerado no sólo como un derecho, sino también como un deber social. El vago y el zángano no tienen cabida en nuestro modelo de sociedad.

- Rechazamos la propiedad capitalista: la propiedad de los bienes debe ajustarse a la lógica derivada de la doble finalidad de los mismos, individual y social. Ello nos lleva a propugnar los siguientes tipos de propiedad: individual (bienes de uso y consumo), familiar (vivienda, pequeño negocio, etc.), comunal o municipal (pastos, cotos, etc.), sindical (empresas, organismos de asistencia sociolaboral, etc.) y nacional (recursos naturales, empresas estratégicas y militares, etc.).

- El Sindicato Vertical (unitario y aglutinador obligatorio y democrático de todos los trabajadores: directivos, técnicos y obreros) será el órgano económico sobre el que se fundamentará todo el entramado económico; estará organizado por ramas de producción y con criterios geográficos (ámbitos comarcales, provinciales, regionales y nacional); así mismo tendrá el rango oficial de Órgano Autónomo del Estado y tendrá presencia en todos los órganos de participación política (y en todos los niveles), junto con las demás entidades naturales y de convivencia social que deben encauzar la verdadera (y, por lo tanto, orgánica) representación del pueblo en las instituciones.

- Los medios de producción (y la plusvalía) serán de quienes directamente los utilizan para trabajar a través del Sindicato de Empresa.

- La planificación económica del Gobierno, como norma general y salvo situaciones excepcionales, sólo puede ser indicativa, correspondiendo la planificación general de la producción al Sindicato Nacional.

- El mercado mixto (es decir, intervenido pero no dirigido) será el método de distribución de los productos (lo que limitará la planificación), aunque se estimularán las cooperativas de distribución y consumo (en ello tendrán un especial interés los propios trabajadores, por lo que es de suponer que el Sindicato pondrá un especial empeño en su promoción).

- Se nacionalizarán:

· El sistema monetario.

· Todo el sistema bancario.

· Todos los recursos naturales.

· Las empresas de interés nacional.

· Los servicios públicos.

· Los seguros.

- La política monetaria estará basada en el dinero natural (sin intereses, con tasa de uso y con respaldo basado en el trabajo y en la productividad real), lo que favorecerá la reducción de costes (en este caso del capital) y la competitividad (aparte de posibilitar una realista reducción de la jornada laboral, algo no factible en el sistema actual, pese a los avances de la técnica, por culpa de la propia dinámica capitalista).

- La capitalización de la empresa se realizará a través de las aportaciones de los propios trabajadores, de la Banca Sindical (cuyos fondos se nutrirían de la parte de la plusvalía destinada a tal fin y del ahorro de los propios trabajadores, que necesariamente se canalizarían a través de ella) y de subvenciones (en caso de situaciones económicas difíciles, por interés nacional y siempre de forma excepcional, podrían autorizarse los préstamos personales con derecho a un interés pactado y sin derecho a propiedad; los préstamos personales sólo serían lícitos en esas situaciones para ser concedidos a quienes se les hayan negado los oficiales y las subvenciones; los préstamos personales sin interés superior al IPC serían lícitos en todo caso, claro).

- Reforma Agraria sobre la base de la reordenación del campo siguiendo una búsqueda racional de unidades económicas de cultivo y suprimiendo de inmediato el pago de las rentas para, posteriormente, expropiar las tierras para asignárselas a los agricultores según cada caso (desde la propiedad individual a la sindical, pasando por la familiar y la comunal o municipal), ya que cada tipo de explotación agraria tiene sus propias características.

- Las competencias sobre protección social del trabajador serán del Sindicato Nacional, aunque el Estado estará obligado a actuar siempre de forma subsidiaria para así evitar que puedan producirse situaciones de desamparo.

- El Estado atenderá a los parados involuntarios mientras estén en dicha situación, aunque exigiéndoseles contrapartidas (realizando tareas de interés social o nacional) para no estar subvencionando el paro voluntario sin pretenderlo.

Una transición posible hacia el nacionalsindicalismo

Un tema sobre el que ningún economista que defienda el nacionalsindicalismo se ha atrevido a tratar con un mínimo de rigor, es el difícil tema de cómo realizar una transición económica desde el capitalismo. Yo modestamente me he atrevido a esbozar una serie de ideas al respecto. Espero y deseo que algún economista con más capacidad y conocimiento se atreva a recoger el guante y profundice más y mejor en tan difícil tarea. Nada me gustaría más.

Desde mi punto de vista dos son las posibilidades de transición del sistema capitalista al sindicalista: la revolucionaria y la reformista.

David Scheweikcart, en su libro “Más allá del capitalismo”, publicado en España en 1997, planteó una hipotética transición en EE.UU. hacia lo que él llama la “Democracia Económica”, y que no es otra cosa que una economía autogestionaria basada en el cooperativismo. Si bien la realidad económica de los EE.UU. y la Democracia Económica no son idénticas a la realidad española y a nuestro modelo de sindicalismo, hay grandes similitudes, por lo que su estudio, con las debidas adaptaciones, resulta muy útil.

1.- Transición reformista: Es lo que Scheweickart llama “vía lenta” y supone una transición progresiva consistente en la adopción de doce medidas fundamentales:

A) Creación de cooperativas, ya sea partiendo de cero o transformando las empresas ya existentes. No sería algo repentino, sino algo a fomentar para que se vaya generalizando poco a poco.

B) En un primer momento se aumentarían por medio de leyes la participación en la gestión y en los beneficios de las empresas.

C) Reforzamiento del papel del movimiento sindical para que actúe como motor del cambio.

D) Control social de la inversión de la siguiente forma:

1.- Sustituyendo las rentas de la propiedad como fuente de los fondos de inversión por impuestos.

2.- Obligando al capital a invertir en su región.

3.- Obligando a los inversores a dar prioridad a lo acordado democráticamente en las empresas frente a las prioridades del mercado.

E) Puesta en práctica de una política monetaria de bajos tipos de interés que beneficie a la producción y rebaje la presión de la deuda pública.

F) Establecimiento de un impuesto de uso sobre la actividad del capital (en lugar de gravar el consumo o la renta).

G) Impedir y castigar las previsibles fugas de capital.

H) Aumento progresivo de la participación obrera en la gestión y en los beneficios hasta llegar al 100% en ambos casos, pero no la propiedad. Ésta seguirá siendo de los mismos capitalistas, pero será finalmente un título sin valor ninguno.

I) Creación de una red de bancos públicos municipales o comarcales.

J) Políticas proteccionistas y reducción del comercio con el exterior, enfocando la producción hacia el interior (en otros países el sistema de salariado supone una competencia injusta).

K) Supresión progresiva del salariado.

L) Traspaso de los fondos privados de pensiones (que son ingentes sumas de dinero invertidas en los mercados de valores) a la Seguridad Social, lo que garantizaría esas pensiones y pondría en manos del Estado la propiedad de gran parte de la riqueza productiva de la nación.

A estas doce medidas parece necesario añadir otra que Scheweikcart no contempla, pero que parece necesaria como continuación lógica y necesaria de la medida E, tal y como apunta Margrit Kennedy (“Dinero sin inflación ni tasas de interés”):

M) Transformación del sistema monetario sustituyendo el interés por la tasa de uso o de circulación (el dinero libre de intereses tendría una tasa de crecimiento natural), lo que evitaría los problemas inflacionistas y la consiguiente devaluación de la moneda.

Pero esta transición reformista plantea demasiados problemas. En primer lugar tropezaríamos con la resistencia de los capitalistas, que intentarían fugarse con sus capitales y cerrar sus empresas antes de que su título de propiedad no tenga valor. Además, actualmente el movimiento sindical no tiene el vigor necesario para ser motor del cambio y no es partidario de la autogestión obrera, ya que, según ellos, acaba con la solidaridad y la conciencia de clase y supone el fin de los sindicatos tradicionales y sus prebendas.

Además este cambio progresivo en un solo país , si bien es posible, será difícil si se le añaden los demás problemas y hay hostilidad exterior. El fenómeno de la mundialización económica (lo que otros llaman “globalización”) haría necesario, antes de comenzar con las reformas, un aumento del ahorro interno, cambiar las pautas y los montos de consumo tanto privado como público y tener controlados los mercados financieros. Hay que añadir las dificultades que pueden surgir en caso de un ataque financiero desde el exterior, aunque España, en caso de hundimiento de su moneda tiene la ventaja de que vería revaluadas sus reservas de divisas (abundantes gracias al turismo), si bien este efecto sólo tiene una incidencia importante a corto plazo.

Finalmente, las políticas proteccionistas perjudican la innovación tecnológica y a los países subdesarrollados que ven reducidos sus mercados. Todo esto hace pensar a Scheweickart que, si bien es posible, tal reforma es sumamente improbable, pues ningún partido político podría concitar durante el tiempo necesario el apoyo preciso para culminarla.

2.- Transición revolucionaria: Se trataría de un cambio radical y repentino que no permita ni vueltas atrás ni frenos a causa de las dilaciones reformistas (en estas situaciones las vueltas atrás y las revoluciones a medias tienen siempre consecuencias mucho peores que cualquier otra alternativa). Debería constar de dos primeras fases, según el nivel de prioridad de las medidas, y otra de consolidación, aunque antes se haría necesaria una fase previa de preparación enfocada a garantizar el suministro necesario de materias primas, energía y alimentos (para lo cual sería preciso establecer las oportunas alianzas político-económicas con los países que pudieran asegurarnos dichos suministros), así como a aumentar el ahorro interno y las demás medidas previas ya apuntadas en el modelo de transición reformista. Después de esta fase previa de preparación ya podríamos afrontar las fases de la transición propiamente dicha.

· Primera fase (primeros días de la transición):

A) Medidas previas de control del ahorro interno y de control de los mercados financieros (bloqueo temporal de cuentas no corrientes, suspensión de las cotizaciones en Bolsa, etc.).

B) Supresión del pago de todas las rentas.

C) Autogestión inmediata de todas las medianas y grandes empresas, pero manteniendo los directivos temporalmente.

D) Nacionalización del sistema bancario y de los seguros.

E) Establecimiento de una política arancelaria proteccionista como precaución comercial.

F) Ajustes secundarios: Habría que tratar por separado las hipotecas de vivienda, las rentas de alquiler y los créditos al consumo, habría que adoptar medidas como el traspaso a la Seguridad Social de los planes de pensiones privados que dependen de ingresos accionariales; se compensaría a los pequeños accionistas y rentistas para evitar la enajenación de miles de acciones y obligaciones; etc.

· Segunda fase (siguientes semanas y meses):

A) Supresión del salariado.

B) Proceso de sindicalización de las empresas.

C) Estructuración del sindicalismo vertical y territorial.

D) Pago de indemnizaciones a los antiguos propietarios a base de los beneficios que vayan generando las empresas.

E) Posible reducción del comercio con el exterior, reduciendo las importaciones y creando nuevos hábitos de consumo si es necesario (Krugman ha demostrado en 1990 que si se redujera el comercio mundial un 50%, la renta mundial sólo se reduciría un 2´5%).

F) Creación de un impuesto sobre el uso de los activos de capital (para compensar la falta del ahorro por la supresión de los tipos de interés y para reducir la inflación).

· Tercera fase: Sería en realidad una continuación de la segunda (incluyendo el nuevo sistema monetario –medida M de la transición reformista- como continuación lógica de la medida F de la fase anterior) y culminaría con la adopción de todas las medidas necesarias para completar el sistema nacionalsindicalista.

Las consecuencias de esta transición revolucionaria en la primera fase no serían tan perniciosas como las de la reformista, pues no se da tiempo a los capitalistas a defenderse cuando aún están fuertes. Al día siguiente de la Revolución casi todos seguirían trabajando en lo mismo que antes y los directivos seguirían dirigiendo las empresas. Se seguiría fabricando y vendiendo como antes y sólo se quedarían en paro los capitalistas y los financieros. Los verdaderos efectos se empezarían a notar al final de la segunda fase, pero los instrumentos de poder y de control económico estarán ya en manos del Estado y del Sindicato. Un cambio similar al descrito Scheweickart lo ve como posible, pero no factible si no se dan unas circunstancias revolucionarias. En una democracia liberal no es posible tal perspectiva (ya se vio en la Suecia de 1976).

Lo importante es que el pueblo desee el cambio y lo apoye. Un pueblo dispuesto a producir riqueza puede salir adelante por encima de todas las dificultades que, sin duda se le opondrán.

En buena medida los problemas ya planteados se mostrarán de forma permanente, pero su incidencia será cada vez menor a medida que se superen las fases iniciales de la transición revolucionaria, pero dependería mucho de la hostilidad que puedan mostrar las demás naciones y los centros de poder económico mundial. Un hipotético bloqueo económico podría tener efectos desastrosos si incluyese a los países que nos exportan energía y materias primas.

Sería preciso enfocar la política energética hacia la autosuficiencia, especialmente desarrollando las energías alternativas, pero hay que ser consciente de que, hoy por hoy, la autarquía es inviable. Tendríamos que intentar no marginarnos totalmente del comercio internacional (pese a que en buena medida posiblemente haya que hacerlo) y optimizar los recursos nacionales. Pero, la verdad es que no es posible establecer claramente todas las consecuencias económicas de la aplicación del nacionalsindicalismo en un medio hostil. Dependería ya de cuestiones de política internacional ajenas a la propia economía, pero con indudable incidencia en ella.

Lo que no podemos cuestionar los falangistas es que la sustitución del capitalismo por un sistema económico más justo es una alta tarea moral absolutamente necesaria. Sostener otra cosa es un delito de lesa humanidad.

Jorge Garrido San Román

Valladolid, 7 de mayo de 2005

Entrevista a Juan Antonio Llopart Senent (en inglés)

Juan-Antonio Llopart Senent is 33 years old, married and the father of a child. He works in a record distribution company. Since his adolescence, his life has been closely related to Spanish Revolutionary Nationalism. A member of the Unified Secretariat of the European Liberation Front, he directs the Spanish Republican Social League (in the past, European Alternative) and Tribune magazine. He is the author of the book, "Ledesma Ramos, A National Bolshevik?" and is currently preparing a work on the "fascist left" in Spain.


QUESTION: Juan-Antonio Llopart, tell us about your militant past.

LLOPART: I joined the Youth Front at 16. After its dissolution, I was an activist in Barcelona for the Falangist Movement of Spain until 1986. Estimating that it was sterile to continue to fight under the label 'falangist', I then founded the Solidaristic Autonomous Movement which amalgamated with various other small groups to give rise to the Solidaristic Third Way. We published a Spanish version of European Revolution and were more or less the Hispanic branch of the French Third Way Movement. This movement entered a period of crisis in 1990. I then joined, with some other members, the group Avant Garde. At the same time I was the person in charge of the National Front Youth in Barcelona. This didn't last very long because of the impossibility of working as a NR within a Spanish nationalist right party. I then contributed to the creation of the European Alternative.


QUESTION: Why was this group created?

LLOPART: I was with former members of the Solidaristic Third Way who had joined the Avant Garde. This group evolved from revolutionary nationalism to the nationalist right, successively becoming the Institute of Social Studies then National Democracy.

This evolution we did not accept. We wanted to work with an alternative that was national revolutionary, socialist and European. The size of the movement was not important to us and it still isn't. What was important to us was the quality of our militants and their fidelity to our ideas.


QUESTION: What are the ideological bases of the Republican Social League (LSR)?

LLOPART: We refer mainly to the revolutionary national-syndicalism of Ramiro Ledesma Ramos, founder of the JONS. We are also indebted to German revolutionary nationalists like Paetel or Jünger, and with the doctrinal contributions of Jean Thiriart. It is also significant to announce the influence on the LSR of Iberian-American Third Way movements like the Justicialismo of Peron or the Aprisme of Haya de la Torre.


QUESTION: You were defined as National Bolsheviks. Why?

LLOPART: The labels have little importance, what counts are facts. European Alternative was always a NR organization.

To be defined as a National Bolshevik is a manner of asserting the social struggle. It is a way of making known as significant characters Bombacci, Niekisch, Strasser, Paetel, etc. It's a key to prevent Rambos, crazies, and idiots who want to join us.

To be defined as a National Bolshevik is to be NR in a radical and determined way.


QUESTION: You are very critical with respect to the Spanish nationalist right. Why is that?

LLOPART: The nationalist right, it's just the right. Consequently, they do not have any relationship with us. A NR cannot act in a party that hijacks the word Spain but forgets the Spaniards... A NR cannot accept a liberal economic policy. A NR cannot be close to that which does not understand the diversity of the people.

A NR must work in a militant NR community, in a NR organization, with a NR program. Those who do not understand that are neither nationalists nor revolutionaries...

Today in Spain, there are two organizations that one can define as the nationalist right: Alliance for National Unity and National Democracy. These two structures do not have anything in common with NRs and even if there is a minority of NRs in their ranks, they by no means act as such. In that, our situation can be different from that in France and Belgium.


QUESTION: What is your relationship with the falangist groups and what do you think of the restoration of the FEJONS (note: the Spanish phalange of the JONS) enterprise by Gustavo Morals and Miguel Hedilla?

LLOPART: We do not have any official relation with any falangist group. That known, we do have good relationships with certain falangists and certain members of the Republican Social League were members of falangists groups in the past.

With regard to the restoration of the FEJONS, I believe that this restoration was done only at the top and did not touch the base. It should not be forgotten that historically the Falange was its worst enemy. The Republican Social League, however, is keeping a good eye on this restoration attempt of the Falange by former Hedillist militants. For this reason it was always affirmed to be favorable to constitute a United Front with the FEJONS. But I do not know if the Falange is laid out to start discussions with us.


QUESTION: And Francoism? What do you think about it?

LLOPART: No NR can be pro-Franco. Franco's regime imprisoned ours as well as the Republicans.

The regime that controlled Spain for 36 years was nothing but a right-wing regime blessed by the Catholic Church and the Spanish financial oligarchy. Nothing more.


QUESTION: What is the position of the LSR with respect to religion?

LLOPART: Spain is still very influenced by Catholicism and its morals. The LSR is a lay movement in which believers and non-believers cohabit.

On a purely personal basis I am interested more by the European spiritual roots of our people than by the Judeo-Christian imports.


QUESTION: What relationships do you see between the Hispanic world and Europe?

LLOPART: The LSR is a Pan-European movement that considers Europe a Nation. Europe must bring its assistance to those movements that fight for Iberian-American unity and liberation from Yankee imperialism.

The LSR considers Spain the natural link between Europe and Iberian-America, but we oppose the idea that Iberian-American people belong to Spain.


-Translated from the March 1988 issue of Résistance!, official publication of UNITÉ RADICALE

La crisis del sistema

Por L. Luna
Una reflexión general llevaría a la conclusión de que un sistema que fundamenta sus instituciones y formas sociales sobre una falsificación de la naturaleza humana tiene que entrar en conflicto antes o después con la realidad misma, con el orden natural de las cosas, y en virtud de ese conflicto entrar en crisis y disolverse . Una crisis así no sería, desde luego, una crisis coyuntural y transitoria del Sistema, sino una crisis estructural que podría ser la definitiva. Decimos que un sistema sufre una crisis estructural cuando los problemas a los que se enfrenta son consecuencia de la naturaleza misma del sistema y, por esto mismo, no pueden resolverse dentro de los límites del sistema. Intentaremos mostrar con claridad que el Sistema se enfrenta ya hoy con cinco frentes de problemas que constituyen otros tantos límites de su vigencia histórica, y que se enfrenta con ellos en virtud de su naturaleza misma, esto es, que se enfrenta con ellos como problemas estructurales.
1.El límite bionatural

En la medida en que el Sistema desconoce la vinculación del hombre con la naturaleza y las determinaciones naturales del ser humano, es inevitable que su proyecto entre en contradicción con la naturaleza misma humana y extrahumana, imponiéndose de este modo a sí mismo un límite que puede desglosarse en tres apartados:

a) El límite ecológico: de sobra conocido, amenaza definitivamente el proyecto capitalista.

b) El límite demográfico: el desconocimiento de la diferencia y peculiaridad de la mujer, propio del igualitarismo, así como el egoísmo, el individualismo y el materialismo de los comportamientos sociales han hecho caer los índices de natalidad provocando en todo Occidente un envejecimiento de la población que, además de ser económicamente insostenible, amenaza el futuro de nuestro pueblo.

c) El límite sanitario: en los últimos años, las enfermedades producidas por el modo de vida ("enfermedades de la civilización") han pasado a constituir una parte importante del malestar de la población y del gasto sanitario; el modelo social mismo se revela como patógeno. A ésto se añaden nuevas epidemias, como el SIDA.

Este límite viene en general provocado por la incapacidad del racionalismo del Sistema para hacerse cargo de la dimensión natural del ser humano.

2.El límite nacional

El Sistema, en la medida en que se esfuerza por la realización efectiva de la igualdad, tiende a no tolerar las diferencias entre los grupos humanos, y en la medida en que no reconoce el vínculo del individuo con su tradición, con su comunidad y con su tierra, tiende a disolver las identidades nacionales. En el Este de Europa, el régimen comunista lo intentó durante setenta años de totalitarismo igualitarista, y hoy vemos como, desaparecido el comunismo, los pueblos se levantan, a veces dramáticamente, por su identidad nacional. También el capitalismo intenta borrar las identidades colectivas, estimulando, por ejemplo, la inmigración masiva a Europa. Para el capitalismo, la inmigración sólo es un capítulo de la liberalización internacional del mercado de trabajo, que de paso le procura mano de obra abundante y barata. Pero los pueblos receptores del flujo migratorio empiezan a reaccionar contra la amenaza que éste representa para su identidad nacional. También, en el Tercer Mundo, las naciones árabes comienzan a desarrollar una poderosa conciencia nacional y religiosa.

En conjunto, parece evidente que el proyecto del Sistema se va a estrellar contra la voluntad de los pueblos de conservar su identidad.

3.El límite económico

La economía del capitalismo internacional no está sometida a una dirección política y espiritual que garantice su estabilidad y salubridad, sino que está al servicio de intereses privados de minorías financieras. Esto provoca cuatro clases de perturbaciones:

a) El desempleo: las políticas económicas destinadas a proteger los intereses financieros hacen imposible la consecución del pleno empleo en los países occidentales.

b) La inestabilidad de los intercambios internacionales, debido a la liberalización prematura de los mercados y a la especulación.

c) Los vaivenes bursátiles y las recesiones cíclicas, producidas por la especulación y el deficiente control de la economía.

d) Los imparables déficits públicos provocados por el despilfarro de las élites políticas y por las necesidades de asistencia social que supone el desempleo y el envejecimiento de la población.

Estos fenómenos, añadidos al límite ecológico, establecen un límite histórico para el modelo económico vigente.

4.- El límite espiritual

El Sistema, obligado por su contenido ideológico a desconsiderar la relación del hombre con lo espiritual, suprime uno de los elementos necesarios para el correcto funcionamiento de la vida comunitaria. De ahí se deriva una degradación de la vida colectiva que se manifiesta en desórdenes sociales como la corrupción o la criminalidad, pero también una degradación de la vida personal que se hace patente en desórdenes psicológicos como, por ejemplo, la depresión o la droga. E1 hecho de que ninguna sociedad pueda persistir sin un ambiente espiritual y moral mínimo impone también un límite histórico a este modelo social.

5.El límite político

Finalmente, el cúmulo de todos los problemas anteriores plantean a las estructuras políticas del Sistema unas exigencias a las que éstas no pueden responder. E1 sistema plutocrático y partitocrático es absolutamente incapaz de hacerse cargo de los problemas a largo plazo de la población y de resolverlos eficazmente. La ausencia de una verdadera democracia, de un verdadero debate social, el predominio de intereses particulares y la corrupción de los políticos hacen que el modelo político no esté a la altura del momento histórico. Se da así una insuficiencia política del Sistema. Esta serie de problemas, que proceden todos de las estructuras mismas del Sistema y resultan por eso insolubles dentro de sus límites, parecen demostrar que el Sistema se enfrenta a una crisis definitiva.

LA ALTERNATIVA

La alternativa no puede consistir más que en la recuperación del equilibrio mediante la inserción en el orden natural de las cosas. Durante la modernidad el ser humano ha vivido un largo exilio del que es necesario regresar. Ya en el Romanticismo alemán, Hölderlin trataba el tema del regreso a la Patria (Heimkunft), un tema que la Generación del 98 hizo suyo en España; José Antonio Primo de Rivera, influido por el 98, hablaba de la vuelta universal hacia uno mismo de cada pueblo, y Heidegger replanteó el tema de la vuelta a casa (Heimkehr). El ser humano debe reencontrar su modo de habitar en los grandes ámbitos suprahumanos o supraindividuales: la naturaleza, la historia, la divinidad. Esto no puede lograrlo más que rompiendo el marco ideológico de la concepción racionalista del hombre, es decir, reconociendo al hombre como ser actualmente finito y potencialmente infinito. Mediante el reconocimiento de la finitud humana el hombre podrá volver a considerar sus determinaciones y vínculos naturales e históricos, así como la necesidad de trascenderse hacia el infinito, hacia la divinidad, en cuyo seno podrá satisfacer su ansia de infinitud. Este es el contenido de un proyecto político de rango histórico suficiente para servir de alternativa a todas las estructuras del Sistema en crisis.

LA ESTRATEGIA

Con todo, en un primer momento, el movimiento político alternativo deberá presentarse de manera negativa: esto es, como denuncia del Sistema. Su estrategia básica consistirá, por consiguiente, en la denuncia sistemática y en la agitación de todos los problemas estructurales del Sistema que hemos mencionado al hablar de sus límites.

Entrevista a Noam Chomsky (en portugués)

Tomado de www.econac.net

Ao lado da economia oficial está o dinheiro da Máfia, a droga e a corrupção. Ficamos com a sensação de que a economia invisível se tornou mais importante que a visível...

Está correcto, mas só em parte. A economista britânica Susan Strange (1), no seu último livro, demonstra que o dinheiro gerado pela corrupção e pela droga é muito pouco quando comparado com outra forma de corrupção, a saber, todas as técnicas utilizadas pelas multinacionais para se livrarem de pagar impostos. Por exemplo, se uma empresa instala a sua sede social nas Ilhas Virgens britânicas, isso não é considerado corrupção. Uma multinacional pode escolher o país onde repatriará os seus benefícios, mas a isto chama-se “optimização fiscal”. A multinacional organiza-se administrativamente para pagar os impostos no país onde as cargas fiscais são mais baixas. É corrupção, mas é legal.

É provável que esta corrupção legal tenha repercussões muito mais importantes que a ilegal...

A corrupção legal constitui uma temática de estudo muito interessante, mas muito poucas pessoas se têm dedicado a estudá-la porque esta chega até ao centro do próprio poder. Calcula-se que aproximadamente metade do dinheiro da droga circula através dos bancos norte americanos. Ou seja: os bancos norte americanos branqueiam metade do dinheiro do narcotráfico. Existem meios para erradicar esta prática, e, de facto, no início dos anos oitenta fez-se algum intento.

Nos Estados Unidos, quando se deposita uma quantidade elevada de dólares em qualquer banco é necessário declarar o depósito às autoridades federais. Portanto, era necessária uma declaração escrita. Até 1980, os fiscais de Miami notaram que se estava a efectuar uma grande afluência de dinheiro nos bancos da cidade. Então puseram em marcha a operação Greenback (término de Argot para “dinheiro”), uma investigação policial que pretendia descobrir quais os bancos que faziam circular dinheiro ilegalmente. George Bush (2), que durante a Administração Reagan ascendeu ao posto de “Czar da droga”, acabou rapidamente com esta operação.

A imprensa norte americana difundiu esta informação?

Um jornalista mais conhecido, no mínimo, mencionou o caso: Jefferson Morley. Mas os políticos não querem enfrentar os bancos.

A que se poderia comparar a Máfia da actualidade?

A Máfia estadunidense está antiquada. A maioria dos delinquentes actuais são homens de negócios normais. E a justiça tem vindo a colocar fora de jogo, pouco a pouco, os antigos capos mafiosos. Agora que a sociedade obedece a regras mais restritas e racionais, a Máfia copia o mundo empresarial.

E sobretudo o das multinacionais, já que para a Máfia desapareceram as fronteiras: a polícia de cada país não pode ultrapassar as fronteiras, mas as Máfias sim...

Os países mais poderosos já não precisam de fronteiras.

Quando os Estados Unidos querem destruir metade da produção farmacêutica do Sudão, não vacial em fazê-lo. E não esqueçamos do que o que está a acontecer nos Andes! Os Estados Unidos obrigaram os países andinos a aceitar a sua política de destruição dos cultivos de coca. Estes países são contra essa medida, pois sabem que quem padecerá das consequências será a população local:- os camponeses. Quando se fumigam os cultivos com produtos tóxicos, ao mesmo tempo são destruídas muitas outras coisas. E, segundo a maioria dos especialistas, tampouco se conseguiu acabar com a produção de cocaína. Por outro lado, toda a gente sabe que o problema tem mais a haver com a “procura” do que com a “oferta”. O problema está nos Estados Unidos, não na Colômbia.

Também se sabe que aplicar medidas preventivas seria muito mais eficaz que criminalizar, proibir ou destruir cultivos no estrangeiro. Contudo, normalmente, as medidas preventivas não encontram financiamento. E além disso, que direito têm os Estados Unidos em empreender um ataque militar e uma guerra biológica contra um país cuja produção agrícola não lhe agrada, sem sequer levar em conta que os camponeses se vêem obrigados a cultivar estes produtos por causa da política neo liberal que lhes foi imposta? Na Ásia morrem milhares de pessoas todos os anos devido a substâncias mortais fabricadas nos Estados Unidos. Terá a China direito a bombardear as plantações de tabaco da Carolina do Norte (Estado americano) como represália?

Em qualquer caso, nos Estados Unidos a corrupção política tem aumentado muito nos últimos anos. Foram tomadas algumas medidas contra isto?

Tudo depende do que se entende como corrupção. Por exemplo, nas eleições (3) de 1998, 95 em cada 10 0 candidatos que foram eleitos investiram mais dinheiro que os seus adversários na sua campanha eleitoral. E quase todo este dinheiro era procedente do mundo empresarial. Ou seja: o sector privado comprou, por assim dizer, 95 em cada 100 membros do Congresso. Mas isto não é considerado corrupção.

O New York Times publicou um interessante artigo sobre este assunto. O Congresso acaba de concluir o debate sobre o pressuposto e já tinham começado a dividir os denominados “suplementos de carne”, por assim dizer, as “medidas diversas” de interesse local que se votam in extremis para contentar determinados congressistas. É evidente que os congressistas mais influentes são os que mais recebem. Em 1999 bateram o seu próprio recorde e repartiram uma quantidade considerável de dinheiro entre os seus amigos e eleitores ricos. E era dinheiro público! Os piores, com diferença, são os que recortam os programas sociais ou propõe que as mães pobres recebam vales alimentares em vez de um subsídio para que aprendam a não depender das ajudas sociais. Todos os anos, Newt Gingrich (4), o mais chulo de todos, arregaça-se para enviar a maior quantidade possível de dinheiro público aos seus eleitores ricos da Georgia. E a imprensa está ao corrente de tudo isto, supostamente.

Não acredita que o tendão de Aquiles do liberalismo reside nos paraísos fiscais e no racionamento da circulação de dinheiro?

É certo que, sem as telecomunicações, não existiriam os mercados financeiros tal como os conhecemos, contudo, no passado já existiram outras revoluções ainda maiores e, mesmo assim, uma mesma tecnologia pode ser utilizada com fins totalmente distintos. A tecnologia é neutra. Por exemplo, pensemos na lira italiana ou em qualquer outra moeda, só tem valor porque a sociedade decide atribuir-lhe um, mas a lira não vale nada por si mesma. Não é mais que um bocado de metal ou de papel. A moeda é o resultado de uma decisão colectiva, o mesmo vale para o dinheiro electrónico. É indiferente falarmos de papel moeda, de moeda escritural ou de dinheiro electrónico: trata-se fundamentalmente do mesmo.

As novas tecnologias não se inventaram para favorecer a especulação e de facto podiam estar ao serviço das pessoas, ajudando a organizar a nossa existência.

O problema radica bem mais nos paraísos fiscais. Actualmente têm tendência a proliferar.

Os paraísos fiscais estão muito concentrados geograficamente: por exemplo, vejamos os acordos comerciais efectuados com a China que foram aprovados pelo Congresso em Novembro de 1999. Se tudo funciona como desejam os Estados Unidos, graças a estes acordos as entidades financeiras norte-americanas acabarão por controlar os mercados financeiros chineses, os bancos chineses e as sociedades de inversão chinesas. É esse o objectivo. Foi o que ocorreu na Coreia do Sul, quando os Estados Unidos obrigaram o país a abrir o seu mercado. O resultado foi um crack da bolsa, obviamente, e agora as instituições financeiras norte-americanas começaram a perder o controlo sobre os bancos sul-coreanos.

Voltemos à questão da circulação dos capitais. Segundo afirma, como se distribui o dinheiro?

Diariamente circulam cerca de dois mil milhões de dólares em formato electrónico. Este dinheiro não cria novos activos, uma vez que se limita a mudar de proprietário.

A maior parte destes capitais servem para financiar aquisições empresariais. Uma pequena parte destina-se a investimentos directos no estrangeiro, e outra pequena parte serve para criar algo novo: por exemplo, quando a Volkswagen instala uma fábrica no Brasil. Mas grande parte do dinheiro invertido no estrangeiro corresponde a aquisições empresariais. A privatização não é mais que a passagem dos activos de uma empresa pública para uma empresa privada ou para uma multinacional estrangeira. Em geral, estes activos são cedidos porque há corrupção. E segue-se o mesmo processo em todo o lado, do México até à Rússia.

Não se conhece bem o alcance dos movimentos de capitais distintos, uma vez que a maior parte dos países não divulgam cifras concretas...

Por outro lado, o Departamento do Comércio norte-americano publica um informativo detalhado sobre o que denomina de “investimentos directos no estrangeiro”. Em meados dos anos noventa, na época dos “novos mercados emergentes”, passei dois ou três anos a observar as cifras publicadas. E comprovei que no hemisfério ocidental (com excepção do Canadá), na época em que os mercados emergentes geravam uma grande euforia, cerca de 25 em cada 100 dos investimentos directos no estrangeiro foram parar às Bermudas, cerca de 10 em cada 100 às Ilhas Virgens britânicas, e outros 10 em cada 100, ao Panamá. Deste modo, metade do dinheiro investido no estrangeiro acaba em paraísos fiscais, e é provável que uma pequena parte provenha, ilegalmente, do dinheiro da droga.

Os paraísos fiscais só existem porque são convenientes aos países ricos. E se lhes convém a sua existência, é porque, assim, as grandes empresas podem roubar impunemente os cidadãos. É esse o papel do Estado: conseguir que os ricos enriqueçam cada vez mais.

Está claro: se as empresas podem roubar os cidadãos instalando a sua sede num paraíso fiscal e deixando de pagar impostos, porque vamos impedi-lo?

Como se pode lutar contra este fenómeno?

Bastaria que os Estados Unidos dissessem às Ilhas Caimão ou às Ilhas Virgens que se tinham cansado desta história. Sejamos sinceros: se os Estados Unidos quiserem acabar com esta prática, podem fazê-lo de imediato.

Por outra ordem de ideias, pensemos no que aconteceu com a Indonésia. Os Estados Unidos e a Grã Bretanha apoiaram claramente esse país. Durante todo o ano de 1999, quando Timor Leste foi cenário de atrocidades terríveis, piores que as do Kosovo, os Estados Unidos e a Grã Bretanha negaram-se a intervir.

Finalmente, em Setembro de 1999, quando quase toda a população foi obrigada a sair de Timor Leste e o país se encontrava completamente devastado, Clinton foi submetido a tais pressões, tantos nos Estados Unidos como na Austrália, que se viu obrigado a fazer algo e criticou os generais de Jacarta. Quarenta e oito horas depois, o Governo punha término às matanças e autorizava a entrada de uma força multinacional.

Teria sido suficiente aprovar uma lei...

Não é necessária uma lei específica. Eu acredito na lei, parece-me algo bom, mas se não é respeitada não serve para nada. E estas pessoas não respeitam o direito internacional. Quando as forças da OTAN bombardearam o Kosovo, preocuparam-se por estar a infringir a Carta das Nações Unidas? Não.

Não subestima o poder dos juizes na luta contra a corrupção?

Sem apoio externo, os juizes não têm poder nenhum. O Governo trava-os por uma razão muito sincera: nem as grandes empresas nem os Estados querem ser submetidos a uma investigação judicial.

As empresas geram mais vítimas do que a delinquência na via pública. Sem excepção, quase nunca são perseguidas. Em 1988 levou-se a cabo um processo muito pouco habitual. Duas das mais importantes companhias farmacêuticas norte-americanas, a Lilly e a Smithkline, foram acusadas de provocar a morte de oitenta pessoas após colocarem à venda medicamentos acompanhados de informações confusas. Receberam uma multa de oitenta mil dólares por causarem a morte de oitenta pessoas. Por outro lado, se alguém matar oitenta pessoas na rua, vai directamente para o corredor da morte.

Na Itália, por exemplo, onde a corrupção se tinha generalizado, a Operação Mãos Limpas alterou a situação.

Mas com uma dificuldade, quando os juizes intentam actuar com independência dos governos, estes travam-nos.

Nos EUA quando os fiscais, que desempenham o mesmo papel dos juizes na Europa, começaram a investigar o dinheiro do narcotráfico que estava a entrar nos bancos da Flórida, o vice-presidente George Bush, que era na altura responsável pela luta contra a droga, travou-os logo a seguir. Como a opinião pública não sabia nada sobre o assunto, não pôde exercer nenhum tipo de pressão.

De qualquer modo, visto da Europa, ficamos com a impressão de que os Estados Unidos têm um sistema judicial eficaz.

Castigam-se os crimes cometidos pelas empresas? Não. E, sem excepção, este tipo de delitos causam muitas mais vítimas do que a delinquência comum; isto é algo no qual coincidem todos os criminólogos e juristas. Acontece o mesmo em Inglaterra. Recentemente escrevi um prefácio para um livro do jurista britânico Gary Slapper, Blood In The Bank , sobre os crimes e delitos que têm cometido as grandes empresas em Inglaterra.

O aparato jurídico existe e a justiça funciona, mas não pode ser utilizada contra os poderosos, a menos que se exerça uma pressão muito forte.

Vejamos um exemplo especialmente esclarecedor. Nos anos cinquenta, o Governos dos Estados Unidos colocou em marcha um dos mais ambiciosos programas de engenharia social de todos os tempos. Consistia em desmantelar a rede de transportes públicos em benefício das carreiras de autocarros e de aviões.

Até então tínhamos tido um sistema de transportes ferroviário muito eficaz. Nos anos quarenta, Los Angeles dispunha de uma rede electrificada muito bem organizada e que não contaminava. Foi comprada por três companhias: a General Motors, a Firestone Rubber Company e a Standard Oil. E estas três empresas desmantelaram a rede ferroviária para favorecer o transporte de carreira (em autocarro e automóveis), com o qual podiam ganhar muito dinheiro. Após serem acusadas de associação ilícita, foram julgadas e condenadas com uma multa ridícula, de uns cinco mil dólares.

Logo, amparando-se dos interesses de Defesa Nacional, entrou em cena o Governo norte-americano e construiu uma rede de auto-estradas da qual fazem parte todas as vias importantes que existem hoje em dia nos Estados Unidos. Ao mesmo tempo, o Governo destruiu a rede ferroviária e dedicou-se a construir aeroportos. Como resultado, criou-se um sistema de transportes que não se baseia na lógica do serviço público, e sim na lógica industrial.

Quais foram as consequências?

Foram enormes, começando pelo deterioramento dos centros históricos das cidades e a deslocação dos habitantes para a periferia. As cidades já não têm centro, as pessoas vivem nos arredores, onde existem muitos centros comerciais. Resumindo podia dizer-se que hoje em dia as pessoas vivem em centros comerciais.

Este gigantesco programa de engenharia social, desenhado para enriquecer os fabricantes de automóveis, pneus, etc e as petrolíferas, tiveram também um grande impacto na sociedade, nos hábitos de consumo, nas relações pessoais. Levou ao alienamento e à ruptura das comunidades. E por acaso se julgou ou condenou alguém? Não. Mas existem leis que permitem fazê-lo. Mas a realidade é que ninguém está consciente do que ocorre.

Ouvindo-o falar ficamos com a sensação de que se tratam de tendências iniludíveis e implacáveis...

Para que as pessoas reagissem teriam de dispor de informação. Por isso sou um firme partidário da educação popular, compreendida como algo muito distinto dos meios de comunicação social, da escola ou da cultura intelectual dominante. Em segundo lugar, seria necessária uma mobilização como a que conduziu à instauração dos direitos humanos ou a que apregoava a igualdade entre homens e mulheres. (5)

Na Suíça notou-se uma alteração no início dos anos noventa, quando o cantão de Genebra elegeu como fiscal Bernard Bertossa, um homem partidário da cooperação judicial, e além do mais adoptou-se uma lei que obriga as empresas que transferem dinheiro para outros países a identificar as compartilhas com sedes em paraísos fiscais.

Quando o povo pressiona, podem conseguir-se coisas, os mecanismos jurídicos não faltam, já que a maior parte das leis necessárias já existem.

A Suíça é um caso aparte: nem sequer está garantida a liberdade de expressão. Por exemplo, na última vez que estive na Suíça a convite da Liga Internacional de Mulheres pela Paz e pela Liberdade, uma ONG, que me convidou para pronunciar uma conferência na Universidade de Genebra. Algumas semanas antes de discursar telefonou-me a presidente da Liga e disse-me que a polícia suíça queria ver o texto da minha conferência antes de eu a efectuar, e além disso queria que eu me restringisse ao texto que estava escrito. Naturalmente que neguei aceitar esta imposição, e a Liga Internacional de Mulheres também se opôs. Finalmente, a conferência foi celebrada no Centro Europeu de Investigação Nuclear, que se situa em território internacional. (6)

Quem compreende que num país civilizado não se possa pronunciar uma conferência numa universidade sem que a polícia leia o texto antes?

Na Suíça acontecem coisas deste tipo. Na realidade, a Suíça não possui um Governo verdadeiro, é um país regido por bancos. O Governo encarrega-se da educação, dos transportes públicos, de tudo o que é da competência de uma Administração Local. Na Suíça, um historiador de diplomacia não pode trabalhar com documentos oficiais porque não existe um arquivo nacional digno desse nome. Contudo, mesmo num país assim, quando a opinião pública desperta, as coisas podem ser mudadas.

Notas:

1 – Susan Strange, Mad Money , University of Michigan, 1998.

2 – George Bush, que não conseguiu ser eleito candidato do Partido Republicano para as eleições presidenciais de 1980, foi eleito vice-presidente por Ronald Reagan, seu adversário durante as primárias. Enquanto ocupava este cargo foi responsável de diversas iniciativas, como a política de liberalização federal ou a luta contra a droga. Depois de ser eleito presidente dos Estados Unidos em 1988, George Bush retomou os grandes princípios da “guerra contra a droga” decretada por Ronald Reagan.

3 – Esta informação procede do Center for Responsive Politics, uma instituição independente que analisa os resultados eleitorais.

4 – News Gringrich, fervente partidário da revolução conservadora, eleito presidente da Câmara de Representantes depois da vitória dos republicanos nas eleições legislativas de 1994. O seu tom provocador e a radicalidade das suas posturas morais converteram-no no homem que ocupava o terceiro cargo mais importante da Administração e num dos líderes republicanos mais populares. Após ser eleito em Janeiro de 1998, viu-se obrigado a demitir-se depois de ser condenado por fraude fiscal.

5 – As mobilizações para a declaração dos “direitos humanos” e o apoio ao feminismo foram efectuadas pelo próprio sistema, sem mencionar que já apoiava o próprio poder dominante da igualdade, etc... Não se apoiou uma declaração dos “deveres humanos”, nem foi criado um apoio às mulheres que desejassem ser mães de família numerosa, isso sim, nunca teve o apoio do sistema demo-liberal.

6 – Supomos que Chomsky não se recorde de que o revisionismo esteja proibido na Suíça e em muitos outros países... e que não os deixam falar nem em território internacional nem em nenhum outro sítio. Deve-se esta razão à existência de temas que são verdadeiramente anti-sistema, e outros que são só aborrecidos para o sistema.

Esta entrevista surgiu originalmente com o título “La Economia Invisible” na revista Autogestión , esta tradução foi efectuada com base no texto reproduzido na publicação Bajo La Tirania , nº 65, Maio de 2004

Noam Chomsky está sentado no seu gabinete da Faculdade de Linguística e Filosofia do Massachusetts Institute of Technology (MIT), em Harvard, onde ensina há quase cinco décadas. As eleições americanas foram apenas há menos de uma semana, mas parecem ter passado longe daquela sala. Para quem se identifica com as linhas tradicionais do anarco-sindicalismo e do socialismo libertário, a contagem dos votos só pode ser encarada com um sorriso e um encolher de ombros. Outro resultado mudaria os EUA assim tanto?

Noam Avram Chomsky nasceu em Filadélfia, Pensilvânia, a 7 de Dezembro de 1928. Filho de um académico judeu nascido na Rússia, cedo revelou uma invulgar capacidade intelectual.

Após ter estudado linguística, matemática e ciência política, tornou-se um dos mais brilhantes académicos norte-americanos, com uma vasta obra publicada em todo o mundo e que lhe mereceu inúmeros doutoramentos honoris causa . Títulos como American Power and the New Mandarins , Peace in the Middle East? , The Culture of Terrorism , Manufacturing Consent ou Hegemony or Survival contribuíram para o prestígio deste crítico feroz da política externa dos EUA.

Que consequências tem a reeleição de George Bush?

Nos Estados Unidos vamos assistir à continuação do esforço intenso para desmantelar o sistema de Protecção Social que tem sido desenvolvido no último século. Basta ver a reacção das administrações das empresas e dos grupos de lobby aos resultados eleitorais. Estão em euforia completa. E vai prosseguir o ataque ao sistema de impostos progressivos. Esta Administração continuará a reduzir os impostos para os mais ricos. E os outros que vão vivendo.

E internacionalmente?

Os planos iniciais deles (a Administração Bush) eram muito ambiciosos. Tencionavam transformar o sistema militar americano, de forma a pôr o mundo inteiro em risco de aniquilação imediata. Mais tarde houve uma contra-reacção. A Rússia tratou de se equipar para ficar à altura e muitos estrategos começaram a recear que tudo aquilo podia significar o juízo final. Vão também continuar a minar tratados internacionais, desde o Protocolo de Quioto, sobre as emissões de dióxido de carbono, aos tratados sobre desarmamento. Os planos iniciais incluíam levar a agressividade e a violência o Médio Oriente não só ao Iraque, mas provavelmente também ao Irão e à Síria, podendo passar ainda pela América do Sul. Mas penso que esses planos ficaram abalados, devido aos extraordinários fracassos da guerra no Iraque. Devia ter sido a ocupação militar mais fácil da história.

Afinal, longe disso...

Devido a uma total incompetência e arrogância conseguiram criar uma resistência, que ganhou bastante força e agora não podem dominar. Se pensarmos na II Guerra Mundial, os americanos estão a ter mais problemas no Iraque do que os Nazis na Europa ocupada. Estes resolveram o assunto mais depressa, recorrendo a colaboradores locais, à polícia local, mais o apoio de soldados alemães. No Iraque isto acabou por ter mais custos e sair muito mais caro e, assim, tornou-se improvável o uso directo da força noutros locais.

E sem ser directo?

Vão apoiar-se mais na subversão, como fizeram com o golpe de Estado na Venezuela, e possivelmente também em forças israelitas que estão a ser intensamente apoiadas pelos americanos, como uma espécie de força mercenária e que pensariam utilizar talvez no Irão, embora não me pareça que ainda o façam. De qualquer modo não creio que possam continuar com a agressividade internacional que tinham planeado, embora os programas militares devam prosseguir. No entanto, devo dizer que a população se opõe fortemente a todas estas medidas.

De certeza?

As posições do povo americano são muito diferentes das dos dois partidos. A grande maioria da população acredita que devem ser as Nações Unidas e não os Estados Unidos a liderar, para resolver conflitos internacionais. E opõe-se ao uso da força, excepto em circunstâncias muito limitadas, como se o país for atacado ou estiver em risco disso. As pessoas são a favor da adesão dos Estados Unidos ao Protocolo de Quioto, ao Tribunal Penal Internacional (TPI) ou aos tratados de desarmamento. Não querem que os recursos que eram dantes utilizados em Saúde, Educação ou Protecção Social vão para o armamento. Isso são posições que ultrapassam até as fronteiras entre republicanos e democratas. Mas nenhum dos dois partidos responde a estas questões.

Se a maioria da população pensa assim, porque foi Bush reeleito?

Isso não significa muito. Aliás, nem sequer aprendemos nada nestas eleições que já não soubéssemos antes. Cada candidato conseguiu cerca de 30% dos votos, atendendo ao número total de eleitores. Bush teve um pouco mais de 30% e Kerry um pouco menos de 30%. Só 60% dos eleitores se deram sequer ao trabalho de votar. E a diferença entre eles foi pequena para um país grande e significa muito pouco. Se esse reduzido grupo de pessoas tivesse votado noutro sentido ou ficasse em casa, Kerry era eleito, sem que o país fosse muito diferente por causa disso.

Realmente?

As pessoas não votaram nas questões de fundo. Quando se vêem as sondagens, só 10% dos eleitores escolheram pelas ideias ou pelas políticas de cada candidato. O resto votou pela imagem. E quem cria a imagem sabe disso. Bush foi apresentado como um líder forte na guerra ao terrorismo e como alguém com valores. E as pessoas preocupadas com o terrorismo e o que chamam valores optaram por ele. Mas votaram numa imagem, não numa realidade. O mesmo se passou com John Kerry. Foi projectado como um candidato preocupado com a economia ou o sistema de saúde. Então, as pessoas para quem, de facto, essas são as questões mais importantes votaram nele. Mas é preciso tentar ver as políticas que estão por detrás dessas imagens. Isso só se descobre com práticas, não com palavras.

Uma vitória diferente não teria feito diferença no Iraque?

John Kerry não tinha um programa diferente para o Iraque. Isso era uma coisa correcta que Bush dizia. Internamente, Kerry não iria atacar o limitado mas existente sistema de taxação progressiva do código fiscal. As administrações das empresas não estariam muito preocupadas, se ele ganhasse, mas não ficariam a festejar como estão. E é possível que tivesse uma política menos agressiva internacionalmente. Há algumas diferenças entre ambos, mas não era sobre isso que estávamos a falar, mas sim porque razão votaram as pessoas. As pessoas preocupadas com o terrorismo votaram em Bush. Ele vai protegê-las disso? Não. Ele aumenta a ameaça do terrorismo. Bush e os seus conselheiros sabiam perfeitamente que era provável que a invasão do Iraque fizesse crescer o terrorismo. Mas eles tinham outras prioridades.

Então?

Se todos os iraquianos sabem isso, não há razão para que nós ignoremos tal facto. O Iraque fica exactamente no coração dos recursos energéticos mundiais. Tem imensa energia intocada e barata. Quem controlar o Iraque terá uma alavanca poderosa para controlar o mundo. Além de todos os lucros que isso representa para as corporações americanas, quem controlar a energia fica com uma influência enorme sobre os principais rivais dos EUA, isto é, as economias da Ásia e da Europa. Logo a seguir à II Guerra Mundial se percebeu isso. Quem controlasse o petróleo ficaria com o que o departamento de Estado chama “uma enorme fonte de poder estratégico”. Não se importam se aumenta o terrorismo.

Mas muita gente acreditou nisso...

As pessoas que escolheram Bush a pensar que se defendiam do terrorismo, estavam completamente erradas. Votaram no aumento do terrorismo sem saber. E o mesmo se passa, quando as pessoas dizem que votaram Bush pelos seus valores. Mas que valores? Se olharmos para as administrações das empresas, estão eufóricos. Porquê? Porque Bush é contra o aborto? Não, porque vai dar-lhes presentes. Isso é que são os valores. Enriquece os mais ricos e faz pagar os custos disso aos trabalhadores e também aos nossos filhos e netos. São eles que vão pagar a conta da destruição do ambiente e do aumento do défice. Se olharmos para Kerry, não era assim tão diferente.

Não?

Dizia que ia melhorar a Saúde, mas não defendia o que a maioria da população quer, isto é, um sistema nacional de saúde, semelhante ao que existe nos outros países industrializados. E isto nem sequer era uma opção, porque ninguém apresentava esta proposta. Na maioria das questões, a população está mais à esquerda do que os dois partidos. Ou, em termos europeus, mais ao centro, deixando os dois partidos à direita. Apenas votam em imagens que são falsas e enganadoras.

A reeleição de Bush que consequências terá em todo o Médio Oriente? A guerra no Iraque não vai parar tão cedo...

Não é claro. Como disse, os nazis na II Guerra Mundial e até os russos na Europa do Leste resolveram o assunto muito mais facilmente. Isto que se passou no Iraque é invulgar. Possuem tanto poder, a desproporção de meios é tão grande que é difícil acreditar que não funcione. Vejamos Fallujá, que estão outra vez a atacar. Já conseguiram eliminar grande parte da população enquanto bombardeavam a cidade. Os marines atacaram em grande força. É uma incompetência enorme que não tenham sido capazes de conquistar a cidade em poucos dias. Mas como têm uma força enorme nas mãos, talvez acabem por conseguir derrotar a resistência...

E se conseguirem?

Arranjarão para o Iraque uma solução semelhante à que já encontraram para outros, em que são teoricamente independentes. Na América Central, os países são autorizados a tornar-se independentes, desde que façam o que lhes dizem. Caso contrário, são esmagados. Toda a História americana nos mostra isso. É preciso ser cego para não ver essa realidade. È o que estão agora a tentar conseguir no Iraque ou, então, não faria sentido ter invadido o país. Se fizer o que lhe dizem, será livre. E tentarão chegar tão longe quanto puderem no resto da região. No caso de Israel, a escolha é clara. Israel é tão poderoso e os palestinianos tão fracos, que eles partem do princípio de que Israel os esmagará. Os palestinianos não possuem riquezas nem poder. Portanto, não têm direitos, pelos mais elementares princípios da força das nações.

Se Arafat vier a ser substituído, qual pode ser o papel de Bush?

É interessante porque, quando Bush fez o seu discurso visionário a anunciar que ia levar a democracia ao Médio Oriente, Yasser Arafat era já um líder democraticamente eleito, ao contrário do que sucede em quase todo o Médio Oriente. Foi imediatamente posto de lado. Decidiram que não o queriam, porque não fazia o que lhe diziam. É por isso que estavam encantados com Portugal e com Espanha, mas não com a França e a Alemanha. No caso de Portugal, não conheço os números, mas sei que a maioria da população era contra a guerra. Em Espanha o Governo deu o seu apoio contra a esmagadora vontade da população. A certa altura só 2% se mostravam favoráveis à guerra. Em França e na Alemanha agiram de acordo com a vontade das pessoas. Por isso, em relação a Arafat, se arranjarem alguém que permita a Israel ficar com a maioria dos territórios ocupados, muito bem. Será pura democracia.

In Visão nº 610, 11/11/04.

Un mundo donde el hombre no sea apenas un objeto de lucro

Por Sergio Cerón

Ningún sistema ha sido más detestable que el actual que transforma todas las actividades vivientes en mercancía; amenaza, incluso, la humanidad del hombre, afirma Alain De Benoist. Según Noam Chomsky, la comunidad de las finanzas detenta el poder real y la masa ciudadana ha sido convertida en un "rebaño desconcertado" al que se domestica mediante los servicios de una clase dirigente sumisa y corrupta y la complicidad de los medios de comunicación. Monseñor Michel Schooyans, doctor en sociología y filosofía de la Universidad de Lovaina, denuncia que se está construyendo un imperio de clase que emana del consenso establecido por la internacional de la riqueza y que "nos encontramos ante la más peligrosa ideología imperialista totalitaria que ha conocido el mundo

En el numero 111 de la revista "Elements", uno de los más profundos y comprometidos pensadores europeos, el francés Alain De Benoist, alguna vez exponente de la llamada "Nueva Derecha", calificación que detesta - se opone a la dialéctica de las ideologías - se pregunta si es posible un mundo distinto al de la globalización actual. Este hombre, cuyo pensamiento rechaza la especulación metafísica y teológica, camina por el filo del paganismo y proviene de una generación originariamente influenciada por el nacionalismo con influencias fascistas, coincide en su análisis con Noam Chomsky, lingüista judío de prestigio universal, activista político de izquierda, destacado miembro del Instituto Tecnológico de Massachussets y con el sacerdote belga, monseñor Michel Schooyans, profesor emérito de la Universidad belga de Lovaina, doctor en Sociología y en Filosofía y miembro consultor permanente del Consejo Pontificio para la Familia, en enfrentar decididamente en el plano intelectual al orden imperante en el mundo de hoy.

ALDEA GLOBAL DONDE IMPERA EL LUCRO

¿En qué mundo estamos viviendo?, se pregunta De Benoist. Y responde que virtualmente no es otra cosa que una aldea global donde el progreso económico, del que se supone que todos obtendrían beneficios, encararía una ineluctable evolución hacia un modelo político: la democracia liberal representativa, de la que los Estados Unidos constituirían el modelo más acabado. Ese mundo se convertiría en un vasto mercado poblado por simples consumidores, sometidos cada vez más a un orden mercantilista.
Ese sistema está basado en la transformación de todas las actividades en mercancías. La mercancía sólo tiene valor por medio del dinero. En ese mundo de la mercancía, la ley suprema es la del lucro, legitimado por una antropología que convierte al individuo en un ser que apunta siempre a la maximización de su propio interés. La sumisión progresiva de todos los aspectos de la vida humana a las exigencias de esta lógica desestructura la cohesión social y, de tal manera, se genera una sociedad puramente comercial, en la cual los hombres que no se acoplan a ella no sólo son extraños , sino necesariamente rivales y enemigos.

Los seres humanos son considerados entonces a través de su capacidad de compra, la capacidad de generar lucro y la aptitud de producir, trabajar y consumir. Los medios de comunicación uniforman los deseos y las pulsiones, a costa de una profunda erosión de los imaginarios colectivos y de la creación de una falsa conciencia, de una conciencia alienada.

Este es el mundo en que vivimos, un mundo que ha abolido las distancias y el tiempo, en el que el capitalismo financiero no está conectado a la economía real, ya que la mayoría de los intercambios de capitales no corresponden a los intercambios de productos. En el que la economía real se desarrolla sin consideración de las fronteras, donde las pasiones se reducen a los intereses, donde el valor está reducido al precio, en el que los niños se convierten en bienes e instrumentos de consumo durable, en el que la política ha sido reducida al mínimo indispensable, en el que los detentadores del poder ya no son elegidos y aquellos que lo fueron, están reducidos a la impotencia.

OTRO MUNDO ES POSIBLE

Para paliar la miseria afectiva, el sistema usa varias estrategias. Por un lado. crea ininterrumpidamente nuevas necesidades, multiplica las distracciones y los entretenimientos, propaga la idea de que la felicidad no puede existir fuera del consumo, cuyos límites son continuamente corridos más lejos. Por otro lado, con el pretexto de luchar contra el "populismo", el "comunitarismo" o el "terrorismo", se multiplican los procedimientos de control y vigilancia. Con el pretexto de la seguridad se restringe la libertad, se instaura la democracia de las bocas cosidas.

Para quebrar la capacidad de los movimientos sociales, para disuadir a las personas de formular preguntas, para desarmar las nuevas "clases peligrosas" y hacer inoperantes sus veleidades de rebeldía, se crean enemigos omnipresentes, demonizables a gusto, se instrumentan conflictos culturales y los choques entre comunidades. Como siempre, se divide para mandar. El objetivo es instaurar la cuota de caos necesaria para reinar sin sentirse amenazados.

Ante este espectáculo siniestro, obviamente es imposible no experimentar simpatía hacia un movimiento que reclama otro modelo, en el que el mundo no sea un mercado. Este otro mundo es posible.

Sin embargo, esa simpatía debe fundarse en criterios críticos. No se trata de reprochar al movimiento antiglobalización que no existan alternativas claras que proponer contra el sistema imperante, ni exigirle que defina puntualmente objetivos cuando en principio expresa con claridad a lo que se opone, ni siquiera que sea un conglomerado heterogéneo donde se encuentran contestatarios emotivos, auténticos libertarios, los revolucionarios de siempre y lo socialdemócratas exigentes. Se trata, más bien de exigir que se anteponga la reflexión a la indignación y que se apunte a llegar hasta el fondo de las cosas.
Alain De Benoist es contundente en sus ideas:

No basta denunciar las desigualdades sociales en nombre de la justicia y de la dignidad, o apelar a las soluciones "humanas" contra la inhumanidad del orden financiero.
No es suficiente hablar de "tolerancia" para reconocer en plenitud la diversidad cultural.
No basta oponer la racionalidad ética a la racionalidad del dinero.
No basta, finalmente, decir "no a la guerra" para diseñar ante el unilateralismo americano los perfiles de un nuevo orden de la Tierra, de un orden multipolar.
DESCOLONIZAR LA IMAGINACION

Para él es evidente que el movimiento "antiglobal" no expresa ideas precisas sobre la naturaleza del hombre y sobre la esencia del político. Le falta una antropología que le permita enfrentar la globalización en nombre de los pueblos y no de las "multitudes" - de las que habla Antonio Negri - en nombre de la libertad y no de los "derechos del hombre".
Militar por otro mundo implica para el pensador francés, la ruptura de una matriz ideológica que ha llevado tanto al internacionalismo liberal como al estatalismo "progresista"

Como sostuvo Jean-Claude Michèa, "la idea de una sociedad decente o socialista, no puede basarse en el proyecto de "otra economía" o de "otra globalización", proyectos que no pueden conducir a fin de cuentas sino a un "altercapitalismo"
Ella debe fundarse, en cambio, en una relación distinta entre los hombres y la economía.

En resumen para De Benoist no se trata de corregir las injusticias de un sistema o de limitarse a un acercamiento estructural a las cosas en juego. Se trata de acabar con la dictadura de la economía, el fetichismo de la mercancía y la primacía de los valores mercantilistas. Se trata de descolonizar la imaginación. De jugar todas las bazas al advenimiento de otro mundo, que no sea solamente un paso más allá de las cosas, una visión trascendente o utópica, sino un nuevo mundo común y concreto.
¿Perspectiva revolucionaria?- pregunta a quienes vacilan ante el desafío. Y responde: "No será jamás tan revolucionaria como el sistema capitalista financiero que, en este mundo actual, ha destruido todo"

FABRICANDO EL CONSENSO

Noam Chomsky, en su ensayo "Fabricando el consenso", editado en 1993, contrapone dos conceptos de la democracia:

· Uno, es el que lleva a afirmar que en una sociedad democrática, por un lado, la gente tiene a su alcance los recursos para participar de manera significativa en la gestión de sus asuntos particulares y que los medios de información son libres e imparciales.
Una idea alternativa de democracia es la de que no debe permitirse que la gente se haga cargo de sus propios asuntos, a la vez que los medios de información deben estar fuerte y rígidamente controlados.
A juicio del autor esta concepción es la idea hoy predominante. Tiene, sin embargo, claros antecedentes históricos que se remontan a las revoluciones democráticas inglesas del siglo XVII.

La primera gran operación moderna destinada a dirigir a las masas fue realizada por el gobierno norteamericano de Woodrow Wilson, para arrastrar a una población manifiestamente pacifista a la Primera Guerra Mundial. Elegido en 1916, Wilson creó una comisión de propaganda, conocida como Comisión Creel, "que en seis meses logró convertir a una población pacifica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y así salvar al mundo", sostiene Chomsky.

Las principales argumentaciones surgieron del ministerio de propaganda de Gran Bretaña, cuyo propósito era, como quedó reflejado al conocerse con el tiempo documentos reservados, "dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo"
El poder financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que obtuvieron todo tipo de provechos.

Walter Lippmann, destacado analista político y ensayista estadounidense de la primera mitad del siglo XX, expuso una teoría sobre la democracia "progresiva", por la cual se sostiene que en una democracia con un funcionamiento adecuado, los ciudadanos se agrupan en distintas clases:

· En primer lugar, los ciudadanos que protagonizan un papel activo en cuestiones relativas al gobierno y a la administración. Es la clase que analiza, toma decisiones, ejecuta, controla y dirige los procesos ideológicos, económicos y políticos, la que ejerce el gobierno de la sociedad. Sus miembros son una exigua minoría
Luego, las grandes mayorías, que tienen asignado el papel de espectadores, sometidas a la permanente y forzosa opción de los candidatos que el sistema les impone por los mecanismos de control ya mencionados, que pasan inadvertidos para quienes no tienen una especial capacidad de análisis. A estos individuos Lippmann los calificó de "rebaño desconcertado".
De ahí que, según Chomsky, la clase dominante haya protagonizado la nueva revolución en el arte de la democracia: la fabricación del consenso.

Esa clase dominante, que maneja todos los hilos de la representación hace todo lo posible por pasar inadvertida y concentra en pocas manos una enorme porción del poder social. Es la que controla las grandes multinacionales industriales y financieras.
El teólogo del sistema, Reinold Niebuhr, afirmaba que la racionalidad es una técnica, una habilidad al alcances de muy pocos: sólo algunos la poseen, mientras que la mayoría de la gente se guía por las emociones y los impulsos.

En las décadas de los años veinte y treinta del siglo pasado, Harold Lasswell, fundador del moderno sector de las comunicaciones y uno de los analistas políticos americanos más destacados, explicaba que no deberíamos sucumbir a "ciertos dogmatismos democráticos que dicen que los hombres son los mejores jueces de sus intereses particulares. Porque no lo son; somos nosotros los mejores jueces de los intereses y asuntos públicos".

MAS EFICAZ QUE EL GARROTE

En un estado que se proclama democrático no se puede apelar abiertamente a los métodos represivos usuales en los estados totalitarios o autocráticos. Los problemas de gobernabilidad no se resuelven con cachiporras o bayonetas. La solución es más sutil, más útil y, en cierto modo, más perversa. La fuerza bruta frontal es substituida por las técnicas de la propaganda o, si se prefiere ser más contundentes, por el lavado de los cerebros.

Para lograr que este mecanismo alcance toda su eficacia, es necesario que el individuo se convierta en una suerte de átomo aislado, al margen de toda institución u organización social que lo contenga y lo organice, porque en este caso podría ser algo más que un simple espectador pasivo.

Esta técnica ha resultado muy eficaz. Si observamos el mundo actual, en particular la Argentina del último medio siglo, apreciaremos que la clase especializada, colaboracionista del sistema, cumple con el entrenamiento a que ha sido sometida y que ha aceptado, para trabajar al servicio de los amos, de los dueños de la sociedad. El resto de la población es privada de toda forma de organización; los individuos capaces de pensar por sí mismos y de analizar una realidad que cuestionan, son mantenidos por el sistema al margen de todo instrumento eficaz de comunicación social. Están encerrados en una suerte de gueto intelectual, desde el cual es casi imposible influir en la mayoría de la población, alienada por los medios de comunicación gráficos y audiovisuales sometidos al control del poder financiero.

Dice Noam Chomsky que el ideal de atomizar al individuo ha sido alcanzado en gran medida gracias a la destrucción paulatina de todas las instituciones que lo albergaban y le permitían trascender en la sociedad. Sin embargo, algunas logran subsistir. En el caso de los Estados Unidos, buena parte de la actividad disidente se refugia en las iglesias, por la sencilla razón de que existen. El "rebaño desconcertado" nunca acaba de estar debidamente domesticado.

Desde la caída del Muro de Berlín, la voz más universal, conspicua y prestigiosa que asumió la crítica del sistema capitalista financiero ha sido la de la Iglesia Católica, en especial durante el gobierno de Juan Pablo II. El gran adversario moral e intelectual de la globalización ha sido el Papa polaco que se pronunció claramente contra los abusos del sistema imperante en Occidente, incluyendo la estrategia política y militar que condujo a varias guerras. No debe resultar extraño, por lo tanto, que asistamos a una sistemática campaña de erosión de la imagen de la Iglesia de Roma y de sus figuras representativas en todo el mundo. Toda la información referida a ella es cuidadosamente manipulada desde el Estado Mayor del sistema globalizador.

No por casualidad en l982, en el Simposio sobre Economía, realizado en Roma, el cardenal Joseph Ratzinger, uno de los hombres de absoluta confianza del Papa denunció a David Rockefeller como el hombre que subsidiaba a todo género de grupos protestantes que pululan en América Latina, para minar con técnicas de difusión audiovisuales y de argucias difamatorias, el ascendiente del catolicismo. El hombre de confianza de Juan Pablo II recordó ante los economistas convocados a la reunión, que ya Teodoro Roosevelt, sanguíneo y belicoso liquidador de los restos del imperio español, mediante la guerra de Cuba - justificada, ¡cuando no!, por el supuesto ataque al acorazado Maine - declamaba desde su sala de trofeos de caza que Estados Unidos no lograría dominar a la América Latina mientras ésta siguiera siendo católica. En su profética "Oda a Roosevelt", olvidada por los intelectuales y los docentes argentinos, Rubén Darío, el poeta nicaragüense que revolucionó la lengua española, denunció a principios del siglo XX al naciente y agresivo imperialismo yanqui. Al que recordó, sin embargo, que sin bien tenía todos los instrumentos del poder, sólo le faltaba uno: DIOS.

Si colocamos nuestros ojos sobre la Argentina de hoy, podemos apreciar que mientras los sectores identificados con la forma de democracia inspirada y promovida desde los centros financieros especulativos toleran y ocultan los desafueros cometidos diariamente por políticos y empresarios venales y corruptos, se observa una sistemática estrategia de destrucción de todas las instituciones capaces de albergar a los hombres y mujeres destinados a formar parte del "rebaño desconcertado". Familia, sistema educativo, sindicatos, centros de investigación científica y tecnológica, entidades de la cultura tradicional, fuerzas armadas y de seguridad, firmas de comunicación social (gráficas y audiovisuales) e industrias de viejo arraigo han sido desarticuladas, desmanteladas e incluso destruidas, enviando a la marginalidad social a grandes sectores de la clase media y de operarios calificados. Pero el mayor encarnizamiento, con la complicidad escandalosa de medios de información, políticos e integrantes del sistema judicial, se manifiesta contra la Iglesia Católica, a la que no se le perdona que defienda sus valores esenciales y permanentes y se rebele a renunciar a ellos en nombre de los derechos que se reconoce a los grupos marginales y antisociales de expresar con absoluta libertad sus reclamos y apetitos.

La estructura cultural ha sido puesta en manos de quienes se autodefinen como "izquierda progresista", convertida en brazo del imperialismo globalizador, con el papel de anestesiar, como señala Chomsky a las grandes masas populares. ¿Cómo identificarla? Sus representantes más conspicuos firman en todas las columnas de opinión, aparecen en todos los programas periodísticos, son convocados a cuantos paneles se organicen sobre cualquier tema, y figuran en los elencos de todos los premios con que el sistema proyecta la imagen de sus servidores para que el grueso del público los acepte como profetas sociales.
El resto de las mujeres y hombres pensantes, que aún luchan por su país y su gente hambreada y marginada, no integran la agenda de ningún influyente de turno. En consecuencia, pocos saben de su existencia. Como dijera Ezequiel Paz, en el siglo XIX, ..."Lo que La Prensa no publica, no sucedió".

"PIENSO, LUEGO EXISTO"

A pesar de todo esto, que diseña un panorama abrumador y pesimista, desde las entrañas de la sociedad humana brota una creciente, aunque por ahora inorgánica rebeldía, contra el orden instituido. La cultura disidente sobrevive en distintas expresiones, a veces divergentes entre sí, pero decididas a enfrentar al imperio global anglosajón. Coinciden los pensadores católicos y de otras confesiones, con los agnósticos en materia religiosa; las viejas generaciones de los luchadores de la defensa de la soberanía de los pueblos, con las juventudes iconoclastas decididas a barrer con todo, que han perdido contacto con quienes no han tenido ocasión de transmitirles sus conocimientos y sus sueños. Si bien es cierto que Dios escribe derecho con renglones torcidos, también lo es que nunca es más tenebrosa la noche que cuando a está punto de amanecer.

Las guerras se ganan en la conciencia de la gente. No tenemos derecho al pesimismo vital, cuando sabemos fehacientemente que millones de hombres y mujeres del mundo se movilizan para enfrentar a un modelo perverso. Gente que piensa y que lucha.
Como Descartes, bien podemos apelar entonces al "Pienso, luego existo" que justifique nuestra decisión de luchar.
Para lo cual debemos conocer al enemigo en todos sus aspectos. El Imperio Anglosajón y sus aliados están preocupados por la expansión demográfica del Tercer Mundo, del que dependen para importar materias primas y energía y dar salida a sus productos.
Monseñor Michel Schooyans, sacerdote belga, doctor en Sociología y en Filosofía y miembro del Consejo Pontificio para la Familia es un alto exponente intelectual de la doctrina papal contra la globalización promovida por el capital financiero.
Sostiene que los países ricos creen que su seguridad está amenazada por los países pobres, a los que es necesario controlar para no perder sus privilegios. Las empresas multinacionales aparecen aquí como un mecanismo esencial del sistema global de dominación, para lo cual "mantienen un chantaje basado en la amenaza del traslado de fábricas, en caso de considerar exorbitantes las reivindicaciones de los trabajadores locales. Organizan la competencia y, al mismo tiempo, la controlan, ya que las relaciones de competencia quedan limitadas al mundo de los trabajadores, entre los que las desigualdades de retribución constituyen, a nivel mundial, un factor de división que hay que alimentar para seguir dominando".

Se está construyendo un nuevo orden mundial de tipo corporativo, en el cual Estados Unidos se arroga el papel de liderazgo. El bloque de naciones ricas, con Europa Occidental y Japón incluidos, se esfuerza por frenar el crecimiento y la capacidad de producción de las naciones en vías de desarrollo o subderrolladas, y practicar el maltusianismo económico, basado en el control del crecimiento demográfico y vigilar la contaminación ambiental, en vista de que si en el hemisferio sur la explotación de los recursos siguiera los caminos abiertos en las naciones ricas, el planeta se encaminaría a su agotamiento. Los países del Tercer Mundo deberán aceptar, de acuerdo a ese criterio, un programa "global" y admitir que su desarrollo se haga bajo control y con el visto bueno imperial.

Al igual que se fijan límites para el crecimiento económico, se impondrán límites para el crecimiento político. Esta estrategia mesiánica se despliega desde los centros internacionales de poder, con perceptible asentamiento en Washington y Londres, con la franca complicidad de las clases ricas de las sociedades pobres.

El Imperio teme tanto a las bombas nucleares como a las bombas ecológica y demográfica.

Trata de hacer todo lo posible para que las naciones ricas en recursos naturales, desde alimentos hasta energía, no lleguen a desarrollar capacidad atómica de disuasión. La Argentina fue obligada a partir del gobierno de Alfonsín a desmantelar las instalaciones para la producción de uranio enriquecido y plutonio y a entregar el misil Condor II para su desguace en Estados Unidos; Corea del Norte e Irán integran la "Lista del Mal" y Brasil es atentamente observado por sus instalaciones que enriquecen uranio y los esfuerzos, hasta ahora fracasados, para contar con un vector que podría ser lanzado desde su base de Alcántara, situada en su zona ecuatorial.

EL MAS PELIGROSO IMPERIALISMO TOTALITARIO

Monseñor Schooyans sostiene que una minoría dominante maneja los asuntos mundiales a la cual se permite a las clases gerenciales del Tercer Mundo sumarse, con su incorporación a sociedades más o menos informales, como la Trilateral, el Club de Roma y el grupo de Bilderberg.

"Un proyecto tan global y totalizador requiere necesariamente dispositivos jurídicos y políticos apropiados. En cuanto una "elite" acepta su propia "colonización ideológica" se separa de su pueblo y pasa a ser capaz de todas las abdicaciones. A partir de entonces, puede ser utilizada como repetidor de un centro de poder de un tipo totalmente nuevo...", dice el jesuita belga.

Este imperialismo de clase asume la singularidad que no se encarna en un Estado de contornos visibles; aunque Estados Unidos aparece como su brazo armado, nadie sabe quién decide ni quién es responsable. El lenguaje parece totalmente desconectado del sujeto que lo produce, todo es anónimo, impersonal y secreto. Este discurso violenta a las personas que lo reciben, reduciéndolas a la condición de receptáculos pasivos de una verdad venida de fuera, de depositarias de un saber alienado, alienante y hasta esotérico.

Ese nuevo imperialismo carece de un "duce" o un "führer", pues los que lo controlan y promueven tienen sumo cuidado de no dejarse ver.

La doctrina más peligrosa y perversa que genera es la de la "Seguridad Demográfica". Tiene por función seducir a los que invita o fuerza a adoptarla .

"Las mujeres a las que se hace abortar y los pobres a los que se esteriliza son "programados" para que hagan suyo el punto de vista que generan los que desean su alienación...Hasta el presente - clama Schooyans - nos encontramos ante la más peligrosa ideología imperialista totalitaria que ha conocido el mundo".

El consultor de la Santa Sede expresa con libertad y contundencia conceptos que por razones de necesaria prudencia surgen con más sutileza y cautela, aunque con toda claridad, de la posición de Juan Pablo II frente a la dramática realidad que vive el mundo.
El aumento geométrico de la población de los países pobres, es un peligro tan real para el imperio que se siente obligado a aplicar la doctrina de la seguridad demográfica.

"Es así que vemos surgir una nueva medicina, una medicina del cuerpo social más que del individuo. Una medicina que consiste en administrar la vida humana como se administra una materia prima, en constituir una nueva moral basada sobre un nuevo sentido de la vida, en penetrar en la familia disociando, con una eficacia total, la dimensión amorosa y la dimensión procreadora de la sexualidad humana; en transferir a la sociedad la gestión de la vida humana, desde la concepción a la muerte; en proceder con ello a una selección rigurosa de los que serán autorizados a transmitir la vida...", prosigue el catedrático de Lovaina.

Esta ideología mesiánica y herméticamente laica, así como la moral del amo que le es inherente, exige que sus autores reprogramen a los demás hombres. Hay que programarlos física y psicológicamente, hay que planificar su producción y su educación; para ello, habrá que utilizar el hedonismo latente, y contar con la búsqueda del placer.

La utilidad es el criterio único que debe tenerse en cuenta a la hora de admitir la entrada de un ser humano a la existencia.
Al perceptible reordenamiento estratégico y económico que se vislumbra con el surgimiento de la China y la India en este siglo, el protagonismo geopolítico que pretende asumir Vladimir Putin como eventual líder del renacimiento del nacionalismo ruso y la presencia del Islam como antagonista del occidente capitalista, hemos de sumar el crecimiento de la rebelión de las conciencias en el ámbito que el Imperio Anglosajón se reserva como territorio propio. En Estados Unidos, en Europa y América Latina, se generan núcleos de hombres y mujeres que asumen su vida con sentido trascendente, tanto en lo espiritual como en lo político-social.
Esta fuerza crece y es, en el fondo, un enemigo más peligroso para el Imperio que los eventuales contendientes que pueden desplegar su creciente desarrollo económico o su panoplia termonuclear.

El hombre, cada uno de nosotros, es en la callada sabiduría de la Creación, la medida del Universo.